26 de Marzo de 2005

El maremoto político que afecta a la Europa del Este y a las repúblicas centroasiáticas sigue su lento pero continuo movimiento. En Kirguizistán, se han convocado elecciones para dentro de tres meses tras anular las últimas. Pero no todo marcha bien, el derrocado Askar Acáyev ha salido de su retiro para asegurar que no ha dimitido y reivindicar su presidencia. Dependiendo de los apoyos internos y sobre todo, de los apoyos externos que pueda tener, dicho anuncio supondrá un episodio más sin consecuencias o el principio de una serie de acontecimientos cada vez más violentos. La "revolución rosa", como se ha llamado al caso kirguicio, sigue su camino y Acáyev ha encontrado, de momento, asilo político en Rusia, ya veremos qué más encuentra. El apoyo de Putin, al menos de palabra, parece asegurado.

Animados por sus ex-compañeros de imperio, ciudadanos bielorrusos se han manifestado en Minsk contra el actual Presidente y dictador oficial Alexander Lukashenko aprovechando el octogésimo séptimo aniversario de la fundación de la República Popular. La petición de liberación de presos políticos ha terminado con detenciones masivas según algunas fuentes.

El caso bielorruso es muy diferente a los de las otras repúblicas. Bielorrusia en la aliada natural de Rusia hasta el punto que más de una vez se ha planteado de nuevo la reunificación con Rusia. La antigua Rusia Blanca soporta un régimen totalitario mantenido por Moscú con importantes casos de corrupción y una oligarquía que ha gobernado la República desde el desmoronamiento soviético. Cualquier conflicto, por otra parte, puede afectar a la vecina UE. Recordemos que Bielorrusia hace frontera con Polonia. Siento ser reiterativo, pero creo que Rusia no se puede permitir estar rodeado de amigos molestos y de enemigos amistosos y en algún momento podría actuar sin pensar, no sería la primera vez.