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Intelectuales Reseña
Intelectuales


Editorial Javier Vergara, Madrid, 2000
447 páginas

Intelectuales: genialidades, vilezas e imposturas

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A partir del Siglo XVIII, con el auge del racionalismo y las revoluciones que desde finales de esa centuria tuvieron lugar, se inició un proceso de secularización que llega hasta nuestros días, a través del cual la Iglesia y en general la religión perdieron progresivamente gran parte del poder que habían acumulado durante el antiguo régimen.

Suprimido, o al menos severamente atenuado el influjo del hecho religioso y de sus representantes terrenales, especialmente nocivo a decir de los instigadores intelectuales del cambio de ese status quo, una curiosa sensación parecía adueñarse del sentir colectivo. Todo hacía indicar que la masa seguía necesitando de guías que dirigieran su destino indicando en cada encrucijada histórica el camino a seguir.

Así aparecen los primeros intelectuales, quienes vistos desde esta perspectiva no hicieron en realidad sino suplir a la curia en su labor de pastorear al rebaño, con la ventaja de que, a diferencia de los sacerdotes, profetas o hechiceros, ellos no estaban obligados a ajustarse a una determinada "liturgia" previamente establecida por la tradición ni a ningún cuerpo de religión revelada. Tal y como dice Johnson "A diferencia de sus predecesores sacerdotales, no eran servidores e intérpretes de los dioses sino sus sustitutos".

Pero ¿fueron estos nuevos prohombres en general tan virtuosos? La pregunta es pertinente puesto que ese aspecto concreto de su personalidad era la garantía que ofrecían para decir a la humanidad cómo conducirse. El libro de Johnson indaga precisamente en el periplo vital de los protagonistas más destacados de esta intelectualidad, ofreciéndonos un cuadro vívido y preciso de las cualidades morales de sus integrantes, así como de su forma de comportarse con sus seres más cercanos, lo que finalmente nos mostrará hasta qué punto esa inmensa preocupación por el género humano era sincera, o una impostura más para vender mejor su mercancía.

El cuadro final no puede ser más desolador. Tras una imponente fachada de oropel en la que se exhiben exquisitos atributos morales, se oculta una existencia patética envilecida por una, en general, más que acusada egolatría, que en algunos de estos intelectuales, como Rousseau, llega a adquirir tintes claramente patológicos.

Si el análisis de la obra quedara ahí, su resultado no pasaría de un curioso estudio psico-sociológico apto simplemente como divertimento. En lugar de ello, el libro de Jhonson persigue un objetivo mucho más ambicioso por cuanto demuestra de forma incontestable cómo esos evidentes desórdenes de la personalidad condicionaron de forma determinante la obra posterior de sus protagonistas. En este contexto resulta aleccionador comprobar cómo Rousseau, quizá el caso más patético de los recogidos en el libro, insiste en "El Contrato Social" en la necesidad de la creación de un estado paternalista, que se ocupe incluso de las necesidades vitales de sus ciudadanos/huérfanos y de su educación desde la más tierna infancia, sustituyendo incluso a la familia como institución responsable de cubrir esas necesidades mínimas. No cabe duda de que se trata de una coartada moral excelente para acallar la propia conciencia cuando, como en el caso de Jean Jacques, uno abandona a sus cinco hijos uno tras otro nada más nacer en el primer orfanato público para olvidarse de ellos el resto de su vida, como efectivamente hizo.

Al igual que Rousseau, a lo largo del libro el lector verá desfilar ante él a la mayoría de los grandes intelectuales de la historia reciente (Marx, Ibsen, Sartre, Hemingway, Tolstoi, etc.), cuya influencia en la mentalidad de la sociedad ha sido incontestable, despojados de la imagen que ofrecieron a la opinión pública y enfrentados a la realidad de su existencia y sus relaciones con los seres más cercanos –familia y amigos-. El bisturí de Johnson disecciona de forma inmisericorde la vida y milagros de estos nuevos titanes del pensamiento, y su resultado es un retrato implacable pero honesto que desmitifica profundamente a estos Prometeos redivivos. Súmenle ustedes el hecho de que el libro está extraordinariamente bien escrito, con un lenguaje ameno, y que todas las afirmaciones del autor se asientan en sólidas pruebas como la correspondencia privada de los protagonistas y los testimonios de familiares, amigos y conocidos, y coincidirán conmigo en que se trata de una obra más que estimable y merecedora de ser tenida en cuenta en su próxima visita a la librería.