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¡PERO QUE FOTO TAN BONITA!
Enviado por el día 12 de Enero de 2004 a las 23:39
Re: ¡PERO QUE FOTO TAN BONITA!
Enviado por el día 1 de Marzo de 2004 a las 15:21
interesante
Re: ¡PERO QUE FOTO TAN BONITA!
Enviado por el día 3 de Marzo de 2004 a las 15:11
JAJA, SI SI.... TRISTE PERO PARA MUCHOS...NEGOCIOS_!!!
La Paradoja de la Captura de Saddam
Enviado por el día 3 de Marzo de 2004 a las 15:17
La Paradoja de la Captura de Saddam

Por Humberto Caspa, Ph.D


No cabe duda, la aprehensión de Saddam Hussein ha despertado un gran clima de triunfalismo dentro y fuera de los Estados Unidos. Para los iraquíes, ver al viejo “zorro” de Bagdad humillado, al punto de ser afeitado por el propio “demonio”, no estaba prescrito ni en las tiras cómicas de aquel país, ni tampoco estaba contemplado en la imaginación del incrédulo. Y qué decir en los Estados Unidos. A excepción de algunos apologistas de la dictadura y formas de gobierno de “mano dura” –que siempre existen—, todos mostraban un júbilo inusitado. Esto fue claramente patentizado por el Presidente George W. Bush cuando señalaba que “el mundo es mejor sin ti (Saddam)”.


Sin embargo, la captura de Saddam puede ser un arma de doble filo para el Presidente norteamericano. A pesar del gran momento político que ocasiona la captura del tirano, George W. Bush entiende que su presencia inminente en los tribunales de justicia abriría una verdadera “cloaca” política: Los bochornosos tratados secretos de su padre, el Bush mayor, y especialmente de la administración de Ronald Reagan con Saddam Hussein.


Durante la presidencia de Reagan y luego con Bush, el padre, la política en el Medio Oriente se configuró sobre la base de una ideología de las relaciones internacionales, llamada en el medio académico “Realista”. Uno de los objetivos principales de los partidarios de esta ideología, representado fielmente por el ex-secretario de Estado Henry Kissinger, ha sido mantener control de las reservas petrolíferas del Medio Oriente, y no dejar que ningún “enemigo” tenga influencia sobre ellas. Con la caída del Shah de Irán en 1979, y el consecuente advenimiento del Ayatollah Khomeini, el balance del poder en el Medio Oriente se inclinó hacia una probable hegemonía de los Shiítas iraníes. Es entonces cuando el gobierno norteamericano dispone, como tarea principal, detener la expansión de los fundamentalista Shiítas hacia otras tierras Ýrabes. Y como medida precautoria el Estado norteamericano decide cortejar a Saddam Hussein para que éste se convierta en el eje “balanceador de los iraníes”.


Los resultados, por cierto, fueron óptimos. Saddam Hussein los detuvo y luego hizo a su país uno de los actores más importantes de la región. Empero, estos logros fueron a costa de su rudeza, sus asesinatos, la exterminación de grupos étnicos minoritarios y otros delitos graves, rígidamente penados por las leyes y acuerdos internacionales.


Lo más trágico del caso, sin embargo, es saber que los mismos gobiernos norteamericanos sirvieron como palanca para la ascensión de Saddam Hussein en el poder. Tanto el Presidente Reagan como George Bush, el padre, apoyaron al dictador no sólo dipl-máticamente, sino también estratégica y logísticamente a lo largo de, por lo menos, diez años, periodo en cual se cometieron los más atroces crímenes. Para empezar, el ahora Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, entonces asesor político de Reagan, firmó un acuerdo bilateral de cooperación con Hussein, el cual incluía ayuda militar y logística. Por otra parte, el ex-presidente George Bush accedió a un préstamo de 1,200 millones de dólares en créditos, después de presenciar la gasificación de miles Kurdos en el norte de Irak .


Todos estos lamentables hechos y más surgirían a través de un procesamiento objetivo y transparente en una corte dependiente de las Naciones Unidas. Sin embargo, el Presidente George W. Bush, en vista de las consecuencias que implicaría para su gobierno, especialmente para su padre, enjuiciar a alguien que ha tomado parte en acuerdos subrepticios, se inclina más por la utilización de un proceso rápido y no tan transparente. “Saddam Hussein será incriminado en su país, por su gente”, dice el Presidente para minimizar las implicaciones del asunto.


Al parecer, la euforia política que causa la captura de Saddam Hussein, tal como sucedió ayer con los indicadores económicos de Wall Street, que subieron como una burbuja y luego se desplomaron abruptamente, no es tan placentero como se vislumbra. El Presidente George W. Bush sabe muy bien del verdadero significado de su apresamiento, y tratará, en lo más que pueda, que este episodio no empañe lo que hasta ahora ha sido una aparente exitosa carrera política.


Humberto Caspa tiene una maestría en Ciencia Política, un doctorado en Estudios Latinoamericanos, y fue catedrático de la Universidad Estatal de Fullerton.
Democracia latinoamericana: El baño de sangre de Reagan
Enviado por el día 3 de Marzo de 2004 a las 15:22
Por brutales que las fuerzas de seguridad guatemaltecas hayan sido en los años 60 y 70,
lo peor estaba por venir. En los años 80, el ejército guatemalteco intensificó sus
matanzas de disidentes políticos y de sus presuntos partidarios a niveles sin precedentes.
La elección de Ronald Reagan en noviembre de 1980 causó celebraciones en las comunidades pudientes de Centroamérica. Después de cuatro años de fastidios de Jimmy Carter por los derechos humanos, los partidarios de la línea dura de la región se sintieron encantados de que hubiera alguien en la Casa Blanca que comprendiera sus problemas. Los oligarcas y los generales tenían buenas razones para su optimismo. Durante años Reagan había sido un defensor acérrimo de los regímenes derechistas empeñados en su sanguinaria
contrainsurgencia contra el enemigo izquierdista. A fines de los años 70,
cuando la coordinadora de derechos humanos de Carter, Pat Derian, criticó a los militares argentinos por su “guerra sucia” – decenas de miles de “desapariciones”, torturas y asesinatos – el comentarista político Reagan de aquel entonces, bromeó que Derian debería “caminar una milla en los mocasines” de los generales argentinos antes de criticarlos. (Para más detalles, vea el “Dossier Secreto” de Martin Edwin Andersen.)
Después de su elección en 1980, Reagan presionó para revocar un embargo de armas impuesto a Guatemala por Carter. Pero mientras Reagan actuaba para liberalizar la prohibición de ayuda militar la CIA y otras agencias de inteligencia de EE.UU.
confirmaban nuevas masacres del gobierno guatemalteco.

En abril de 1981, un cable secreto de la CIA describió una masacre en Cocob, cerca de Nebaj en el territorio indígena Ixil. El 17 de abril de 1981, soldados gubernamentales
atacaron el área sospechada de apoyo a guerrillas izquierdistas, señaló el cable. Según una fuente de la CIA: “parecía que la población social apoyaba totalmente a las
guerrillas” y “los soldados se vieron obligados a disparar contra todo lo que se movía”. El cable de la CIA agregaba que “las autoridades guatemaltecas admitieron que “numerosos civiles” fueron matados en Cocob, muchos de los cuales eran
indudablemente no-combatientes”. A pesar de la información de la CIA y de otras noticias similares, Reagan permitió que
el ejército de Guatemala adquiriera 3.2 millones de dólares en camiones militares y jeeps en junio de 1981. Para permitir la venta, Reagan sacó los vehículos de una lista de equipos militares que estaba cubierta por el embargo relacionado con los derechos humanos.

Impenitencia
Contando evidentemente con la simpatía de Reagan, el gobierno guatemalteco continuó su represión política sin arrepentimiento. Según un cable del Departamento de Estado del 5 de octubre de 1981, los dirigentes guatemaltecos se reunieron con el embajador itinerante de Reagan, el general en retiro Vernon Walters y no dejaron duda alguna sobre sus planes. El líder militar de Guatemala, general Fernando Romeo Lucas García, “dejó en claro que su gobierno continuará como antes – que la represión continuará”.Los grupos de derechos humanos vieron la misma situación. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos publicó un informe el 15 de octubre de 1981, acusando al gobierno guatemalteco de “miles de ejecuciones ilegales”. (Washington Post, 16 de octubre de 1981).
Pero la administración Reagan estaba decidida a encubrir todo el horrendo asunto. Un “libro blanco” del Departamento de Estado, publicado en diciembre de 1981, culpó de la violencia “a “grupos extremistas” y sus “métodos terroristas”, inspirados y apoyados por Fidel Castro de Cuba. Pero, incluso esas racionalizaciones estaban dedicadas al pueblo estadounidense; las agencias de inteligencia de EE.UU. en Guatemala continuaban enterándose de masacres auspiciadas por el gobierno.
Un informe de la CIA de febrero de 1982 describió una batida del ejército por el así llamado Triángulo Ixil en la provincial central de El Quiche. “Los oficiales a cargo de
las unidades implicadas han sido instruidos para que destruyan todos los pueblos y aldeas que cooperan con el Ejército Guerrillero de los Pobres [Conocido como el EGP]
y eliminen todas las fuentes de resistencia”, dice el informe. “Desde que comenzó la operación, varias aldeas han sido totalmente destruidas por las llamas, y numerosos
guerrilleros y colaboradores han sido matados”.
El informe de la CIA detalló la forma de actuar del ejército: “Cuando una patrulla del ejército encuentra resistencia y recibe disparos de un pueblo o de una aldea, se asume que toda la localidad es hostil y es subsiguientemente destruida”. Cuando el ejército encontraba una aldea vacía, se “asumía que había estado apoyando al EGP, y es destruida. Hay cientos, posiblemente miles de refugiados en los montes sin casas a las cuales volver... La creencia bien documentada del ejército de que toda la población india Ixil es favorable al EGP ha creado una situación en la cual se puede esperar que el ejército no dé cuartel por igual a combatientes y a no-combatientes”.

Ríos Montt
En marzo de 1982, el general Ríos Montt se apoderó del poder en un golpe de estado. Como declarado cristiano fundamentalista, inmediatamente impresionó al Washington
oficial, donde Reagan saludó a Ríos Montt como “un hombre de gran integridadpersonal”.
En julio de 1982, sin embargo, Ríos Montt había iniciado una campaña de tierras arrasadas llamada su política de “rifles y frijoles”. El eslogan significaba que los indios pacificados recibirían “frijoles”, mientras que los demás podían contar con que serían los blancos de los “rifles” del ejército. En octubre, dio secretamente carta blanca a la temida unidad de inteligencia “Archivos” para que expandiera las operaciones de los “escuadrones de la muerte”.
La embajada de EE.UU. comenzó pronto a recibir más informes sobre masacres de indios realizadas por el ejército. El 21 de octubre de 1982, un cable describió como tres funcionarios de la embajada trataron de comprobar algunos de esos informes pero
encontraron mal tiempo y cancelaron la inspección. A pesar de ello, el cable presentó la situación con un sesgo positivo. Aunque no pudieron comprobar los informes sobre las
matanzas, los funcionarios de la embajada “llegaron a la conclusión de que el ejército es totalmente sincero al permitirnos que controlemos sitios de presuntas masacres y que
hablemos con quienquiera deseemos”. Al día siguiente, la embajada presentó un análisis diciendo que el gobierno
guatemalteco era víctima de una “campaña de desinformación” de inspiración comunista, una afirmación aceptada por Reagan con su comentario de “acusación falsa”
después de que se reunió con Ríos Montt en diciembre de 1982.
El 7 de enero de 1983, Reagan revocó la prohibición de ayuda militar a Guatemala y autorizó la venta de 6 millones de dólares en material militar. La aprobación cubría
repuestos para helicópteros UH-1H y aviones A-37 utilizados en operaciones de contrainsurgencia. El portavoz del Departamento de Estado, John Hughes, dijo que la violencia política en las ciudades había “disminuido dramáticamente” y que las
condiciones rurales también habían mejorado.
En febrero de 1983, sin embargo, un cable secreto de la CIA mencionó un aumento en “presunta violencia derechista” con secuestros de estudiantes y profesores. Cadáveres
de víctimas aparecían en zanjas y barrancos. Fuentes de la CIA mencionaron como origen de esos asesinatos políticos la orden dada por Ríos Montt a los “Archivos” de
“apresar, detener, interrogar, y librarse de presuntos guerrilleros de la manera que consideren adecuada”.

Tapujos
A pesar de estos horrendos hechos en el terreno, el informe anual del Departamento de Estado sobre los derechos humanos utilizó tapujos para encubrir los hechos ante el
público estadounidense y elogió la supuesta mejora de la situación de los derechos humanos en Guatemala. “La conducta general de las fuerzas armadas ha mejorado afines del año” 1982, señaló el informe.
Un cuadro diferente – mucho más cercano de la información secreta en posesión del gobierno de EE.UU. – provenía de los investigadores independientes de los derechos
humanos. El 17 de marzo de 1982, representantes de Americas Watch condenaron al ejército guatemalteco por atrocidades contra la población india.
El abogado neoyorquino Stephen L. Kass dijo que sus conclusiones incluían pruebas de
que el gobierno realizaba “asesinatos virtualmente indiscriminados de hombres, mujeres
y niños de cualquier predio considerado por el ejército como un posible apoyo de los
insurgentes de la guerrilla”.
Las campesinas sospechadas de simpatizar con la guerrilla eran violadas antes de la
ejecución, dijo Kass. Los niños eran “arrojados a las casas en llamas. Son arrojados al
aire y atravesados con bayonetas. Oímos muchas, muchas historias de niños levantados
por los talones y estrellados contra postes para destruir sus cabezas”. (AP, 17 de marzo
de 1983)
Públicamente, sin embargo, altos funcionarios de Reagan continuaron mostrándose
satisfechos. El 12 de junio de 1983, el enviado especial Richard B. Stone elogió los
“cambios positivos” en el gobierno de Ríos Montt. Pero el vengativo fundamentalismo
cristiano de Ríos Montt estaba perdiendo todo control, incluso según estándares
guatemaltecos. En agosto de 1983, el general Oscar Mejía Victores tomó el poder en
otro golpe de estado.
Después del cambio en el poder, las fuerzas de seguridad guatemaltecas continuaron
asesinando a los que consideraban como subversivos o terroristas. Cuando tres
guatemaltecos que trabajaban para la Agencia Internacional de Desarrollo de EE.UU.
fueron asesinados en noviembre de 1983, el embajador de EE.UU., Frederic Chapin,
sospechó que los escuadrones de la muerte de “Archivos” querían enviar un mensaje a
Estados Unidos para que renunciara incluso a la menor presión por mejoras de los
derechos humanos.
A fines de noviembre, en una breve manifestación de desagrado, la administración
postergó la venta de 2 millones de dólares en repuestos para helicópteros. Al mes
siguiente, sin embargo, Reagan envió los repuestos. En 1984, Reagan también tuvo
éxito con su presión sobre el Congreso para que aprobara 300.000 dólares en
entrenamiento militar para el ejército guatemalteco.
A mediados de 1984, Chapin, que ya estaba amargado por la obstinada brutalidad del
ejército, había partido, y lo había reemplazado un nuevo encargado llamado Alberto
Piedra, que favorecía totalmente el aumento de la ayuda militar a Guatemala.
9
En enero de 1985, Americas Watch produjo un informe en el que subrayaba que el
Departamento de Estado de Reagan “está aparentemente más interesado en mejorar la
imagen de Guatemala que en mejorar sus derechos humanos”.
Campo de la muerte
Otros ejemplos de la estrategia de los “escuadrones de la muerte” de Guatemala fueron
conocidos más tarde. Por ejemplo, un cable de la Agencia de Inteligencia de la Defensa
de EE.UU. de 1994 señaló que los militares guatemaltecos habían utilizado una base
aérea en Retalhuleu a mediados de los años 80, como centro de coordinación de la
campaña de contrainsurgencia en el sudoeste de Guatemala – y para torturar y enterrar
prisioneros.
En la base llenaban fosas con agua para colocar en ellas a sospechosos capturados. “Se
informa que había jaulas sobre las fosas y que el nivel del agua era tal que los
individuos colocados a su interior se veían obligados a sujetarse de las barras para
mantener sus cabezas sobre el agua y evitar que se ahogaran”, decía el informe de la
DIA.
Los militares guatemaltecos utilizaron el Océano Pacífico como un sitio más donde
disponer de sus víctimas políticas, según el informe de la DIA. Cuerpos de insurgentes
torturados hasta la muerte y de prisioneros vivos destinados a “desaparecer” fueron
cargados en aviones que volaban sobre el océano al que los soldados tiraban sus
víctimas para que se ahogaran, una técnica favorita de los militares argentinos en los
años 70.
La historia del campo de la muerte de Retalhuleu fue revelada por accidente a principios
de los años 90 cuando un oficial guatemalteco quiso permitir que los soldados
cultivaran sus propios vegetales en un rincón de la base. Pero el oficial fue llevado
aparte y se le dijo que abandonara la idea “porque los lugares en los que había querido
cultivar eran sitios que habían sido utilizados por el D-2 (inteligencia militar) a
mediados de los años 80 para enterrar personas”, indicó el informe de la DIA. (Para ver
los documentos guatemaltecos, vaya al sitio en la red del National Security Archive.)
Guatemala, por cierto, no fue el único país centroamericano en el que Reagan y su
administración apoyaron brutales operaciones de contrainsurgencia y trataron
posteriormente de ocultar los sangrientos hechos. El engaño del público estadounidense
– una estrategia que la administración calificó internamente de “manejo de las
percepciones” – fue parte de la historia centroamericana igual como las mentiras y las
deformaciones de la administración Bush sobre las armas de destrucción masiva lo
fueron en la preparación de la guerra en Irak.
La falsificación de los hechos históricos por parte de Reagan se convirtió en una
característica de los conflictos en El Salvador y Nicaragua así como en Guatemala.
Reagan arremetió personalmente contra un investigador de los derechos humanos
llamado Reed Brody, un abogado de Nueva York que había reunido declaraciones
juradas de más de 100 testigos sobre las atrocidades cometidas por los contras apoyados
por EE.UU. en Nicaragua.
Enfurecido por las revelaciones sobre sus “combatientes por la libertad” de la Contra,
Reagan denunció a Brody en un discurso el 15 de abril de 1985, calificándolo de “uno
10
de los partidarios del dictador [Daniel] Ortega, un simpatizante que ha abrazado
abiertamente el sandinismo”.
En privado, Reagan tenía una idea mucho más exacta de la verdadera naturaleza de los
contras. En un momento de la guerra de la contra, Reagan se dirigió al funcionario de la
CIA Duane Clarridge y solicitó que los contras fueran utilizados para destruir algunos
helicópteros suministrados por los soviéticos que habían llegado a Nicaragua. En sus
memorias Clarridge recordó que “el presidente Reagan me llamó aparte y preguntó:
‘Dewey, no puede hacer que esos vándalos suyos hagan ese trabajo’”. (Vea A Spy for
All Seasons de Clarridge.)
“Manejo de las percepciones”
Para manejar las percepciones en EE.UU. sobre las guerras en Centroamérica, Reagan
también autorizó un programa sistemático de deformación de la información y de
intimidación de los periodistas estadounidenses. Con el nombre de “diplomacia
pública”, el proyecto fue dirigido por un veterano de la propaganda de la CIA, Walter
Raymond Jr., que fue asignado al personal del Consejo Nacional de Seguridad. Los
principales agentes del proyecto desarrollaron “temas” de propaganda, seleccionar
“botones calientes” para excitar al pueblo de EE.UU., cultivar las relaciones con
periodistas acomodadizos que cooperarían e intimidar a reporteros que no se adaptaban.
Los ataques mejor conocidos fueron dirigidos contra el corresponsal del New York
Times Raymond Bonner por revelar las matanzas de civiles por el ejército salvadoreño,
incluyendo el asesinato de unos 800 hombres, mujeres y niños en El Mozote en
diciembre de 1981. Pero Bonner no se encontraba solo. Los agentes de Reagan
presionaron a numerosos reporteros y a sus editores en una campaña, que en última
instancia fue exitosa, para limitar a un mínimo la información sobre esos crímenes
contra los derechos humanos que alcanzaba al pueblo de EE.UU. (Para detalles, vea
“Lost History” de Robert Parry.)
Los reporteros domesticados, por su parte, otorgaron a la administración mucha más
libertad para realizar operaciones de contrainsurgencia en Centroamérica. A pesar de las
decenas de miles de muertes civiles e informes ya corroborados sobre masacres y
genocidio, ni un solo alto oficial militar en Centroamérica fue responsabilizado por el
derramamiento de sangre.
Los funcionarios de EE.UU. que auspiciaron y alentaron esos crímenes de guerra no
sólo escaparon a un juicio legal, sino que siguieron siendo personalidades altamente
respetadas en Washington. Algunos han vuelto a altos puestos en el gobierno bajo
George W. Bush. Mientras tanto, Reagan ha sido honorado como pocos presidentes
recientes lo han sido con el bautizo de importantes instalaciones públicas con su
nombre, incluyendo el Aeropuerto Nacional en Washington.
El 25 de febrero de 1999, una comisión de la verdad guatemalteca publicó un informe
sobre los increíbles crímenes contra los derechos humanos que Reagan y su
administración habían apoyado, permitido y ocultado.
La Comisión de Clarificación Histórica, un organismo independiente de derechos
humanos, estimó que el conflicto guatemalteca costó las vidas de unas 200.000 personas
11
en el derramamiento de sangre más salvaje ocurrido en los años 80. Basándose en un
estudio de aproximadamente un 20 por ciento de los muertos, el panel acusó al ejército
de un 93 por ciento de los asesinatos y a las guerrillas izquierdistas de un 3 por ciento.
Un cuatro por ciento fue indicado como irresuelto.
El informe documentó que en los años 80, el ejército cometió 626 masacres contra
aldeas mayas.. “Las masacres que eliminaron aldeas mayas completas... no constituyen
ni pérfidas afirmaciones ni productos de la imaginación, sino un auténtico capítulo en la
historia de Guatemala”, concluyó la comisión.
El ejército “exterminó por completo comunidades mayas, destruyó sus animales y
cultivos”, dijo el informe. En las tierras altas del norte, el informe calificó la matanza de
“genocidio”. Además de realizar asesinatos y “desapariciones”, el ejército cometió
torturas y violaciones como asunto de rutina. “La violación de mujeres, durante la
tortura o antes de ser asesinadas, era una práctica común de las fuerzas militares y
paramilitares, estableció el informe.
El informe agregó que “el gobierno de Estados Unidos, a través de diversas agencias,
incluyendo a la CIA, suministró apoyo directo e indirecto a algunas [de estas]
operaciones estatales”. El informe concluyó que el gobierno de EE.UU. también dio
dinero y entrenamiento a militares guatemaltecos que cometieron “actos de genocidio”
contra los mayas.
“En la creencia de que los fines justificaban cualquier cosa, los militares y las fuerzas de
seguridad del estado realizaron ciegamente la lucha anticomunista, sin respeto por
ningún principio legal o por los valores éticos y religiosos más elementales, y de esta
manera, perdieron por completo toda idea de moral humana”, dijo el presidente de la
comisión, Christian Tomuschat, un jurista alemán.
“Dentro del marco de las operaciones de contrainsurgencia realizadas entre 1981 y
1983, en ciertas regiones del país, agentes del estado guatemalteco cometieron actos de
genocidio contra grupos del pueblo maya”, dijo Tomuschat. (Para más detalles sobre el
informe de la comisión, vea el Washington Post o el New York Times, 26 de febrero de
1999.)
Durante una visita a Centroamérica, el 10 de marzo de 1999, el presidente Clinton pidió
perdón por el pasado apoyo de EE.UU. a los regímenes de derecha en Guatemala. “Para
Estados Unidos es importante que declare claramente que el apoyo a las fuerzas
militares y a las unidades de inteligencia que se empeñaron en la violencia y en la
represión generalizada fue erróneo, y que Estados Unidos no debe repetir ese error”,
dijo Clinton.
La guerra de Irak
Menos de cinco años más tarde, sin embargo, el gobierno de EE.UU. está
tambaleándose al borde de otra brutal guerra de contrainsurgencia en Irak.
Algunos partidarios de la invasión de Irak en marzo propugnan ahora un puño de hierro
para aplastar la creciente resistencia iraquí. En un debate en Berkeley, California, por
ejemplo, el ardiente partidario de Bush, Christopher Hitchens, declaró que la
12
intervención de EE.UU. en Irak tenía que ser “más profunda, más estudiada y más, si es
necesario, implacable”. (Vea Salon-com, 11 de noviembre de 2003.)
El teniente general Ricardo Sánchez, comandante de EE.UU. en Irak, declaró ante una
conferencia de prensa en Bagdad el 11 de noviembre de 2003 que las fuerzas de EE.UU.
adoptarían una estrategia de dureza contra la resistencia iraquí. “Estamos llevando la
lucha a los refugios del enemigo, al corazón del país”, dijo Sánchez.
Pero los comandantes militares de EE.UU. en Irak y los entusiastas de Bush en casa no
están solos en la promoción de una brutal campaña de contrainsurgencia para asfixiar la
resistencia iraquí. Aunque muchos críticos de la guerra dicen que la probabilidad de una
ocupación difícil debería haber sido anticipada antes de la invasión, muchos están ahora
de acuerdo en que el gobierno de EE.UU. debe combatir y ganar en Irak o Estados
Unidos sufrirá una pérdida de credibilidad de consecuencias catastróficas en Medio
Oriente y en todo el mundo.
El deseo de lograr un resultado, sin embargo, puede resultar algo muy distinto que el
lograrlo. Querer que las fuerzas de EE.UU. ganen y afirmar que tienen que ganar no
significa que lo harán. Los soldados estadounidenses podrían encontrarse atrapados en
un doloroso y prolongado conflicto con una enemigo decidido que combate en su propio
terreno.
Mientras Estados Unidos se mete cada vez más profundamente en las arenas movedizas
de Irak, las lecciones de las sangrientas guerras de contrainsurgencia en Centroamérica
tentarán a los veteranos de la administración Reagan. Esas lecciones constituyen
ciertamente los antecedentes más inmediatos para muchos de los arquitectos de la
contrainsurgencia en Irak.
Pero las lecciones centroamericanas podrían tener una aplicabilidad limitada en Irak.
Por lo pronto, la administración Bush no puede tornarse hacia centros bien establecidos
del poder con fuerzas de seguridad ideológicamente comprometidas como la
administración Reagan pudo hacerlo en Guatemala y otros países centroamericanos.
Asimismo, la línea divisora y la distancia física entre Irak y Estados Unidos es mucho
mayor que las que existen entre Centroamérica y Estados Unidos.
Por ello, incluso si la administración Bush puede establecer apresuradamente un aparato
de seguridad iraquí, éste puede no estar tan comprometido con una causa común con los
estadounidenses como las fuerzas paramilitares centroamericanas lo estaban con la
administración Reagan. Sin testaferros de confianza, la responsabilidad por la
conducción de una campaña de tierras arrasadas en Irak recaería probablemente en los
soldados estadounidenses que podrían ellos mismos poner en duda el sentido y la
moralidad de una semejante empresa.
Tal vez una de las lecciones del actual dilema es que George W. Bush puede haber
provocado un agujero de tal dimensión en la política de EE.UU. en Irak que incluso un
tipo de brutalidad al estilo guatemalteco aplicado al Triángulo Suní sólo profundizaría
el pozo de antiamericanismo que ya existe en muchas partes de Irak y en gran parte del
mundo islámico.
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Como corresponsal de Associated Press y de Newsweek en los años 80, Robert Parry
produjo muchas de los materiales que ahora son conocidos como el escándalo Irán-
Contra. Para adquirir su último libro, “Lost History”, contacte Amazon.com o la página
de pedidos de Consortiumnews.com..
Después de los tenebrosos 80 llegó la democracia
Enviado por el día 5 de Marzo de 2004 a las 11:22

Veamos los resultados electorales

Guatemala

Gobierno democrático: Gran Alianza Nacional. Óscar Berger (Derecha) 55% de los sufragios elecciones diciembre 2003

El Salvador

Gobierno democrático: ARENA. Francisco Flórez (Derecha) 51,3% de los votos. Elecciones 1999. Veremos que pasa este año, tras el ascenso del Farabundo Martí en las municipales.


Nicaragua

Gobierno democrático: PLC. Enrique Bolaños (Derecha) 56.28% de los votos. Elecciones de 2001 (Tercera derrota consecutiva de Daniel Ortega y sus guerrilleros salvadores)

Honduras

Gobierno democrático: Partido Nacional 52.73%. Ricardo Maduro. (Derecha nacionalista) Elecciones 2001


Ahí tienes la voz del pueblo centroamericano, una vez que la guerrilla criminal ha aceptado el juego democrático.


Un saludo
Re: Después de los tenebrosos 80 llegó la democracia
Enviado por el día 7 de Marzo de 2004 a las 23:36
¿Cómo explica R Parry estos resultados?
Re: Después de los tenebrosos 80 llegó la democracia
Enviado por el día 9 de Marzo de 2004 a las 04:12

"la voz del pueblo centroamericano", como la del resto de América latina va oscilando a la izquierda y a la derecha segun la moda del momento, sin que se arreglen los problemas.
Re: Re: Después de los tenebrosos 80 llegó la democracia
Enviado por el día 14 de Marzo de 2004 a las 14:28
No, no, hubo un tiempo en que los comunistas arrasaron Centroamérica en nombre del "pueblo campesino", con el aplauso de todos los socialistas europeos. Cuando se permitió que los ciudadanos votasen, sin la amenaza de los pistoleros de la extrema izquierda, el resultado fue apabullante.
Re: Después de los tenebrosos 80 llegó la democracia
Enviado por el día 23 de Marzo de 2004 a las 22:40
ARENA volvió a ganar en las elecciones del domingo pasado, en el Salvador
Re: Re: Después de los tenebrosos 80 llegó la democracia
Enviado por el día 23 de Marzo de 2004 a las 23:14
Así les va. Claro que tampoco es que exista una alternativa solvente...
Re: Re: Re: Después de los tenebrosos 80 llegó la democracia
Enviado por el día 23 de Marzo de 2004 a las 23:50
Robes, no me digas que vas a empezar a ladrar tu resentimiento por las esquinas centroamericanas.
Re: Re: Re: Re: Después de los tenebrosos 80 llegó la democracia
Enviado por el día 24 de Marzo de 2004 a las 01:37
Je, je. Oye, pero tengo que reconocer que el ex-guerrillero me ha sorprendido bastante, al menos en cuanto a estética y modos. Un señor político, a años luz de un Chávez, por ejemplo.
Re: Re: Re: Re: Re: Después de los tenebrosos 80 llegó la democracia
Enviado por el día 24 de Marzo de 2004 a las 09:49
No te creas. Schafik Hándal tiene un aspecto más civilizado, pero hata la propia izquierda salvadoreña le ha reprochado su extremismo. Necesitan un "Lula", no un Daniel Ortega.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Después de los tenebrosos 80 llegó la democracia
Enviado por el día 24 de Marzo de 2004 a las 10:01
Sus primeras declaraciones, después de la derrota electoral, han sido poco elegantes:

“Es cierto que las cifras de los resultados electorales de este día anunciadas por el Tribunal Supremo Electoral le dan al señor Elías Antonio Saca la presidencia, reconocemos que es así, pero no lo felicitamos”

“Esta votación la ha conseguido ARENA y el propio señor Saca con el método del miedo y el chantaje. El voto del miedo es un voto sin libertad, esto es un atentado a la libertad del país”

Por lo menos no ha llamado a la insurgencia revolucionaria, como sus correligionarios colombianos de las FARC.