España

El segundo modelo de democracia fue el defendido por Primo de Rivera, siendo su fórmula magistral para acabar con las luchas de clase que desgarraban a los españoles.

Primo de Rivera entendía que parte de los males españoles se debían al modelo de democracia liberal y al capitalismo, criticando este modelo de funcionamiento de un modo parecido a como lo hacían los anarquistas y los comunistas, sirviéndose de conceptos marxistas

De este modo Primo de Rivera es un pensador antiliberal, que propone un modelo democrático orgánico en el que se integrase a los obreros y a los patrones en las tomas de decisiones concernientes la mundo laboral, para lo cual se crearía un movimiento sindical que se acoplaría dentro de la estructura orgánica del Estado.

De este modo, se podrían superar los conflictos y revoluciones sociales ocasionados por la lucha de clases, y se conformaría una sociedad más equitativa y regida por el principio de justicia.Por tanto, dentro de este marco la paz social sería posible.

“Proyecto muerto a largo plazo”. El mismo cuento marxista-leninista de toda la vida, aplicado esta vez a la democracia en vez de al capitalismo: el sistema no puede resolver las contradicciones que él mismo genera, y por las cuales acabará por derrumbarse completamente.

Profecía autocumplida: hacer todo lo posible para acabar con la democracia y luego justificarlo diciendo que “era inviable”. Esto es: para mejorar la democracia, es necesaria una dictadura. Todos los tiranos se han excusado en la misma patraña para agarrarse al poder y no soltarlo: lo que hay no es verdadera democracia, ni verdadera libertad, ni verdadera justicia. Es la reacción lógica de quien sólo cosecha unos pocos miles de votos en unas elecciones libres: para imponer su proyecto político, sólo le queda el recurso de torpedear la democracia liberal (echando la culpa a los demás, evidentemente, a la alienación y a la poca “conciencia”, de clase, o de lo que sea).

El intento más importante realizado hasta el presente para acabar con las clases sociales ya sabemos cómo acabó: en una burrocracia de partido único más clasista que lo que había antes, con el aparato estatal reforzado hasta el totalitarismo y sin ningún atisbo de liberación humana en el horizonte. Aquello sí se demostró inviable.

Afortunadamente, en una democracia liberal se puede hablar libremente de la “democracia” orgánica (lo que según algunos es un error, sin caer en la cuenta de la contradicción flagrante en la que incurren) y poner de relieve sus deficiencias, pero al revés ya es más complicado: es difícil que en esa maravilla que es la “democracia” orgánica se pueda hablar de democracia liberal sin que por ello te metan en la cárcel.

Sólo con el debate público y libre se puede mejorar lo que hay (por muy malo que sea); y eso, hasta hoy mismo, sólo lo garantiza la democracia liberal. ¿Acaso alguien en la “democracia” orgánica podría discrepar de que los pilares fundamentales del estado son “la familia, el municipio y el sindicato”? ¿Sólo porque esa es la opinión del líder carismático, cuyas verdades deben aceptarse como evidentes? (Sólo en el tema de la familia como órgano del estado ya habría mucho que discutir...) En fin, sería como cuestionar en la república “democrática” alemana que la plusvalía no es una medida de la explotación del trabajador por parte del patrono, es decir, sería imposible.