España

Dice Manuel Marín, presidente del Congreso de los Diputados, que está aburrido de dirigir debates en los que sus Señorías gritan, jalean, se ríen o protestan ruidosamente durante las intervenciones de los ministros y de sus interpelantes. Pero también tiene que comprender que el Parlamento debe ser algo así, vivo, y que en ocasiones especialmente intensas resulta difícil deslindar la palabra del grito o de la carcajada, especialmente cuando se escucha a toda una vicepresidenta del Gobierno afirmar con verdadero arrobo que el jefe ZP es "el más eficaz, honesto, sincero, flexible y hasta simpático". Lo que se dice un primor, vaya.

Y es que, en algunas ocasiones, quienes están en el uso de la palabra se ponen muy tensos. Sin salir del Senado y del último pleno, tenemos, por ejemplo, a doña Carmen Calvo, insigne ministra de Transportes Documentales, a la que el expolio del Archivo de Salamanca le pone siempre al borde de un ataque almodovariano . Inasequible al desaliento, la ministra Pixie/Dixie intentaba justificar por enésima vez lo injustificable, cuando sufrió un repentino arrebato de ordeno y mando, y decidió ponerse ella misma a ordenar el debate:

"MINISTRA DE CULTURA (Calvo Poyato): (Protestas y rumores en los escaños del Grupo Parlamentario Popular.) Señor presidente, éstas no son formas en las que el Ejecutivo puede ser sometido al control de la oposición.

VICEPRESIDENTE (Molas i Batllori): ¡Señora ministra!

MINISTRA DE CULTURA: No, yo estoy contestando en el uso de mi turno de palabra; ¡llámeles a ellos la atención!

VICEPRESIDENTE: ¿Me permite que el presidente hable? Usted puede hablar. Si hay...

MINISTRA DE CULTURA: Señoría, en nueve años de actividad parlamentaria nunca he tenido que hablar con ese ruido.

VICEPRESIDENTE: A veces con otro. Puede seguir, señora ministra.".

Por lo visto, los papeles que Carmen Calvo pierde no son sólo los de Salamanca.


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