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La inexitente esencia nacional catalana
Enviado por el día 1 de Mayo de 2005 a las 18:38
¿Por qué el nacionalismo catalán reivindica una inexistente esencia nacional propia?
Tan sugestiva pregunta se la hace un catalán, crítico literario y ensayista, Miquel Porta Perales:
"El nacionalismo catalán es insaciable. Todo lo quiere para Cataluña. Y lo quiere porque Cataluña -según asegura- es una nación dotada de unos derechos inalienables que justifican cualquier reivindicación. No puede hablarse de nación catalana cuando los criterios de definición nacional no se cumplen en Cataluña. Esto es: no puede hablarse de lengua propia, porque catalán y castellano son las dos lenguas propias de los catalanes; no puede hablarse de cultura e historia propias, porque Cataluña comparte cultura e historia con España; no puede hablarse de una manera de ser propia, porque -más allá del tópico- el carácter es un atributo personal. ¿El objetivo del nacionalismo catalán? Distanciarse de quien es más parecido. ¿Por qué? Para competir con ventaja en el mercado de recursos políticos, económicos y sicológicos. Políticamente hablando, la invención de una identidad nacional permite ocupar espacios de soberanía -a través del nuevo Estatuto, por ejemplo- al considerar que a la nación catalana le corresponde un Estado o casi Estado catalán. Económicamente hablando, la identidad nacional justifica una política autónoma -no al déficit fiscal, por ejemplo- orientada a impulsar un desarrollo propio e intransferible. Sicológicamente hablando, la identidad nacional sustrae a los individuos del olvido -a través de selecciones deportivas, por ejemplo- transformando el nadie en alguien. Y esta identidad, que se afirma dotada de continuidad histórica, hace creer que el nadie devenido alguien sobrevivirá más allá de la muerte en tanto pertenece a un élan que en el futuro se realizará en toda su plenitud nacional. Por eso el nacionalismo rinde culto a los orígenes encarnados en la figura de lo propio. En este sentido, el catalanismo es un nacionalismo sintoísta que venera a los antepasados, otorga identidad a la apariencia, tolera mal la diferencia, persigue la realización de un sueño ligado a la memoria de una época dorada prostituida, robada o destruida. Si el sintoísmo señala el camino de Dios, el nacionalismo catalán -cual religión de Estado- indica el camino de perfección que conduce a la reconstrucción nacional. Y para ello hay que construir una comunidad. O inventarla. O imaginarla. Y la comunidad se construye, o inventa, o imagina gracias a un proyecto de mitificación, olvido, manipulación o tergiversación de la realidad que excluye o margina lo impropio -por ejemplo, lo español- en favor de lo supuestamente propio, lo catalán. Proyecto que también excluye o margina cualquier manifestación individual que escape de la nación/identidad orgánicamente definida. El resultado es una identidad nacional a la carta que modela el ser colectivo catalán. Y exige un trato especial en función de ese ser que, por cierto, no existe.
Tan sugestiva pregunta se la hace un catalán, crítico literario y ensayista, Miquel Porta Perales:
"El nacionalismo catalán es insaciable. Todo lo quiere para Cataluña. Y lo quiere porque Cataluña -según asegura- es una nación dotada de unos derechos inalienables que justifican cualquier reivindicación. No puede hablarse de nación catalana cuando los criterios de definición nacional no se cumplen en Cataluña. Esto es: no puede hablarse de lengua propia, porque catalán y castellano son las dos lenguas propias de los catalanes; no puede hablarse de cultura e historia propias, porque Cataluña comparte cultura e historia con España; no puede hablarse de una manera de ser propia, porque -más allá del tópico- el carácter es un atributo personal. ¿El objetivo del nacionalismo catalán? Distanciarse de quien es más parecido. ¿Por qué? Para competir con ventaja en el mercado de recursos políticos, económicos y sicológicos. Políticamente hablando, la invención de una identidad nacional permite ocupar espacios de soberanía -a través del nuevo Estatuto, por ejemplo- al considerar que a la nación catalana le corresponde un Estado o casi Estado catalán. Económicamente hablando, la identidad nacional justifica una política autónoma -no al déficit fiscal, por ejemplo- orientada a impulsar un desarrollo propio e intransferible. Sicológicamente hablando, la identidad nacional sustrae a los individuos del olvido -a través de selecciones deportivas, por ejemplo- transformando el nadie en alguien. Y esta identidad, que se afirma dotada de continuidad histórica, hace creer que el nadie devenido alguien sobrevivirá más allá de la muerte en tanto pertenece a un élan que en el futuro se realizará en toda su plenitud nacional. Por eso el nacionalismo rinde culto a los orígenes encarnados en la figura de lo propio. En este sentido, el catalanismo es un nacionalismo sintoísta que venera a los antepasados, otorga identidad a la apariencia, tolera mal la diferencia, persigue la realización de un sueño ligado a la memoria de una época dorada prostituida, robada o destruida. Si el sintoísmo señala el camino de Dios, el nacionalismo catalán -cual religión de Estado- indica el camino de perfección que conduce a la reconstrucción nacional. Y para ello hay que construir una comunidad. O inventarla. O imaginarla. Y la comunidad se construye, o inventa, o imagina gracias a un proyecto de mitificación, olvido, manipulación o tergiversación de la realidad que excluye o margina lo impropio -por ejemplo, lo español- en favor de lo supuestamente propio, lo catalán. Proyecto que también excluye o margina cualquier manifestación individual que escape de la nación/identidad orgánicamente definida. El resultado es una identidad nacional a la carta que modela el ser colectivo catalán. Y exige un trato especial en función de ese ser que, por cierto, no existe.
Re: La inexitente esencia nacional catalana
Enviado por el día 1 de Mayo de 2005 a las 18:44
Porta Perales está en la lista de los exiliables cuando se proclame la independencia. Nunca olvidaremos su artículo de 1988 contra la independentista catalana de 17 años Núria Cadenas, que perdió 7 años de su juventud en prisiones hispanas.
NI OLVIDO, NI PERDÓN.
NI OLVIDO, NI PERDÓN.
