España

Mientras mi “suegra” tenga derecho al voto, no creeré en la democracia.

Si partimos de la base de que toda persona por el mero hecho de nacer tiene derecho a una serie de prestaciones que el estado le debe proporcionar y que le son perentorias para su subsistencia, y que ese estado después le exigirá las necesarias contraprestaciones para poder mantener el sistema y que no quiebre, todo individuo normal convendrá conmigo que es lo lógico, o que debería serlo en una sociedad justa y moderna.

Por consiguiente todo gobernante es eso lo que desea para sus gobernados, al menos teóricamente, ya que comunistas, dictadores, demócratas, fascistas, socialistas, moros y cristianos así lo dicen en sus proclamas. Pero la realidad es muy distinta y vemos como estos derechos no alcanzan a la totalidad de una sociedad cualquiera. ¡Entonces que es lo que pasa! ¿Dónde está el fallo?

El fallo se halla en los sistema e ideas del hombre, y que éste no acepta el reparto de los bienes de una forma equitativa; desea acapararlos y manejarlos a su voluntad, y la voluntad del hombre a la hora de repartirlos en cualquier situación y lugar de la historia, es la de ganárselos de cualquier forma: legal o ilegal. Por eso está llena de miseria y muerte por aquellos que no supieron o pudieron llegar al reparto.

La democracia es necesaria para que aquellos que detentan el poder no se aniquilen entre ellos mismos, salvo que una de las partes sea tan intolerante que no admita otros sistemas que los suyos, entonces es cuando se producen los miles de conflictos bélicos para dilucidar las cuestiones.

Una gran mayoría de una sociedad regida por regímenes democráticos está irremisiblemente perdida a no saber que opciones son las mejores para ella, salvo las que les dicten sus vísceras; ya que mi “suegra” no tiene ni repajolera idea de la situación real, y da su voto al que la engaña (perdón) quien la convence mejor por la tele. Lo que si tiene muy claro, que la pensión que cobró con Adolfo, Felipe, José María y José Luís no le llega al 20 de cada mes.

La ventaja para mi “suegra” en las dictaduras es que no le complican la vida cada cuatro años. Pueden hacer exactamente lo mismo que en las democracias: ver por la tele al Real Madrid, torear al Juli, cotillear en la vida de los famosos, pasar 15 días en Benidorm (en pensión, ¡claro!) y pasear por las calles o parques de su pueblo. ¡Bueno! Hay algo que no puede hacer: llamar asesino o ladrón al gobierno.

Yo no voto, lo digo sin pudores ni reparos. He enviado sendas cartas a los candidatos de cada partido en las elecciones, y les he explicado mis razones: que mantengan conmigo una charla bis a bis durante unos 30 minutos, y que me firmen ante notario que en caso de no poder cumplir sus promesas sea indemnizado con una cantidad pertinente. ¡Ah! y depositando una cantidad como garantía. Ninguno me ha contestado.

¿Se imaginan un electorado que exigiera lo que yo? ¿Qué tendrían que hacer los demagogos?