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Como solucionaron dos borricos un grave problema.
Enviado por el día 19 de Junio de 2005 a las 20:04
Como solucionaron dos borricos un grave problema .
En un establo había dos burros que tenían un gran problema a la hora de comer el pienso. Resulta que tenían juntos los dos pesebres, y a la hora de comer la paja y el grano que su amo les echaban, ambas bestias querían comer su ración y la del otro, por lo que se liaban a bocados y coces creando un gran problema a su dueño. Este decidió solucionarlo poniendo los pesebres una a cada lado del establo, es decir, uno en frente del otro. Los dos jumentos estaban unidos por una cadena
El señor Democracio que así se llamaba el dueño de las dos pollinos lleno los dos comederos de su correspondiente ración de forraje. Ambos burros fueron para sus respectivas artesas para dar buena cuenta de aquella alfalfa fresca, pero..¡oh! la cadena que los unía no tenía la longitud suficiente, por lo que ambos asnos quedaron a un metro más o menos de su comida, y por más que los dos tiraban y tiraban con todas las fuerzas de sus lomos no había forma de que ninguno pudiera arrastrar al otro para llegar a su pesebre.
Así durante mucho rato, pero inútil, tiraban y tiraban cada uno para su lado infructuosamente. No había forma de llegar a pacer. Aquella cadena que les unía del señor Democracio era demasiado fuerte para poder romperla.
Zacatero, que así se llamaba uno de los borricos lanzó unas tremendas coces a Rajao, (así se llamaba la otra acémila) con el fin de le cediera el espacio que le faltaba, pero Rajao que era tan fuerte como Zacatero le lanzo un relincho con tal mala leche que intimó a ZacaTe y cesó en sus aviesas intenciones.
Ambos brutos no veían la forma de poder comer. Cansados de tanto esfuerzo nulo se quedaron quietos. De repente, ZacaTe se acercó a Rajao y le habló algo al oído durante un buen rato. A Rajao se le iluminaron las orejas y dio un relincho de satisfacción... Los dos lerdos ¡al fin! habían hallado con la solución para poder comer sin problemas.
Los dos unidos por aquella cadena que el señor Democracio les había colocado en sus cuellos, fueron juntos al pesebre de Zacatero y dieron buena cuenta de aquel rico forraje. Una vez consumido, dieron la vuelta y se dirigieron al de Rajao del que también comieron hasta que llenaron sus panzas.
Los dos se miraron con complicidad y se echaron una siestecita reparadora.
FIN
En un establo había dos burros que tenían un gran problema a la hora de comer el pienso. Resulta que tenían juntos los dos pesebres, y a la hora de comer la paja y el grano que su amo les echaban, ambas bestias querían comer su ración y la del otro, por lo que se liaban a bocados y coces creando un gran problema a su dueño. Este decidió solucionarlo poniendo los pesebres una a cada lado del establo, es decir, uno en frente del otro. Los dos jumentos estaban unidos por una cadena
El señor Democracio que así se llamaba el dueño de las dos pollinos lleno los dos comederos de su correspondiente ración de forraje. Ambos burros fueron para sus respectivas artesas para dar buena cuenta de aquella alfalfa fresca, pero..¡oh! la cadena que los unía no tenía la longitud suficiente, por lo que ambos asnos quedaron a un metro más o menos de su comida, y por más que los dos tiraban y tiraban con todas las fuerzas de sus lomos no había forma de que ninguno pudiera arrastrar al otro para llegar a su pesebre.
Así durante mucho rato, pero inútil, tiraban y tiraban cada uno para su lado infructuosamente. No había forma de llegar a pacer. Aquella cadena que les unía del señor Democracio era demasiado fuerte para poder romperla.
Zacatero, que así se llamaba uno de los borricos lanzó unas tremendas coces a Rajao, (así se llamaba la otra acémila) con el fin de le cediera el espacio que le faltaba, pero Rajao que era tan fuerte como Zacatero le lanzo un relincho con tal mala leche que intimó a ZacaTe y cesó en sus aviesas intenciones.
Ambos brutos no veían la forma de poder comer. Cansados de tanto esfuerzo nulo se quedaron quietos. De repente, ZacaTe se acercó a Rajao y le habló algo al oído durante un buen rato. A Rajao se le iluminaron las orejas y dio un relincho de satisfacción... Los dos lerdos ¡al fin! habían hallado con la solución para poder comer sin problemas.
Los dos unidos por aquella cadena que el señor Democracio les había colocado en sus cuellos, fueron juntos al pesebre de Zacatero y dieron buena cuenta de aquel rico forraje. Una vez consumido, dieron la vuelta y se dirigieron al de Rajao del que también comieron hasta que llenaron sus panzas.
Los dos se miraron con complicidad y se echaron una siestecita reparadora.
FIN