España

Es lo cierto que apenas conozco nada de la personalidad ni del papel jugado por Franco en la historia de España anterior a mi nacimiento. Recuerdo que en mi juventud no se gozaba de libertad de imprenta y que tuve que agenciarme ciertos libros de contrabando; también recuerdo que las clases de religión eran obligatorias en los colegios e institutos, lo que no dejo de resentir como una agresión de hondo calado que no le puedo perdonar. Poco más. Lo que la propaganda cuenta ahora, que según parece la llaman “historia” en los centros de adoctrinamiento a los que niños y jóvenes están obligados a acudir (“centros educativos”, dice el poder), tengo que dejarlo entre paréntesis; su credibilidad es nula. Seguramente nunca dedicaré el suficiente tiempo a hacerme una opinión sobre él para mí casi desconocido general; lo poco que sé de él no me estimula a dedicarme a esas investigaciones. Pero desde luego hay algo que da mucho que pensar, y es el conocimiento, ahora directísimo, de quienes se llaman sus enemigos. La lista sería inacabable: desde ETA a los diputados del Partido Popular que votaron contra él en el congreso (a moro muerto gran lanzada); desde los comunistas, anarquistas y socialistas, a los multimillonarios de PRISA; desde esos profesores que uno conoce y han hecho de la ignorancia, el resentimiento, el odio y la intriga laboral sus más altos valores, hasta los actores, cantantes o periodistas que durante el franquismo levantaron sus brillantes carreras y ahora se manifiestan cruelmente perseguidos por él; desde Juan Benet a Vázquez Montalbán.

Y, desde luego, aprovecho mi carta para estimular a quienes lo ignoren a que estudien, lean e investiguen sobre la historia de España y las biografías no noveladas de estos personajes.

En fin, parece que todos los miserables de España son (o se han descubierto) enemigos del fallecido. Y yo me pregunto ahora: ¿cuáles son sus méritos?, ¿qué ve en él esa patulea despreciable para abominarlo? Porque lo que a ellos les repugne debería ser motivo de admiración para alguien que ame la libertad y aborrezca la mentira... ¿Qué será? Quizá muera con esa interrogación sin responder, pero algo es seguro: algo bueno debió hacer el tal don Francisco para haberse ganado a tales contricantes.