España
Estos foros están cerrados. Podéis debatir en Red Liberal.
La España que Aznar deja
Enviado por el día 31 de Marzo de 2004 a las 21:18
La España que Aznar deja
Carlos Alberto Montaner
Es poco frecuente que los políticos abandonen el poder voluntariamente en la cúspide de su carrera. Eso es exactamente lo que hará el español José María Aznar dentro de pocas semanas. Con apenas 51 años, y tras ocho de exitoso gobierno, se retira. ¿Por qué lo hace? Una posible respuesta es que en la campaña de 1996, cuando aspiró y conquistó la presidencia por primera vez, lo había prometido. En esas fechas el socialista Felipe González llevaba 13 años al frente del gobierno, y Aznar, desde la oposición, lo acusaba de haberse convertido en un burócrata sin imaginación ni proyectos novedosos. Si Aznar lograba derrotarlo limitaría su mandato a dos periodos consecutivos.
Cumplió su promesa. Pero todavía hizo otro milagro aún menos frecuente en la vida política: logró prácticamente todo lo que se había propuesto. Balanceó el presupuesto, frenó radicalmente la corrupción, terminó con el déficit fiscal, privatizó bienes estatales, modernizó y agilizó la administración pública, disminuyó los impuestos, mantuvo la inflación bajo mínimos y redujo el desempleo del 23 al 9 por ciento, mientras el PIB del país creció año tras año por encima de la media europea. Simultáneamente, combatió con energía a ETA --independentistas vascos de ideología comunista--, extraditando y encarcelando a docenas de asesinos, secuestradores y extorsionadores, debilitando a la banda terrorista hasta el punto de hacerle perder casi toda su mortífera eficacia.
No hay duda: Aznar deja a España en mejor posición que cuando alcanzó el poder. Aunque durante el largo periodo de gobierno socialista (1982-1996) el país experimentó una notable mejoría, es en los ocho años de Aznar cuando España consolida su posición como una nación del primer mundo, dotada con unos envidiables niveles de calidad de vida y más de 21,000 dólares de ingreso anual per cápita, medido de acuerdo con la capacidad adquisitiva de la sociedad.
No todo, naturalmente, marcha en dirección de la tranquilidad y el sosiego. En la región vasca y catalana aumenta la pulsión nacionalista y se multiplica el número de personas que acarician la idea de la independencia. Hace 25 años, cuando comenzó la etapa democrática, se decía que la fragmentación de España y la conversión de estas regiones en estados independientes eran ''imposibles''. Hace una década la opinión general era que los nacionalistas vascos y catalanes no querían, realmente, la secesión, sino sólo cuotas crecientes de autonomía y poder. En cambio, hoy son muchas las personas que advierten, con gran temor, que la dinámica interna del nacionalismo inexorablemente conduce a la separación.
¿Por qué en la etapa de mayor prosperidad y estabilidad política de la historia moderna de España se recrudece el fenómeno del secesionismo? Una paradójica explicación podía estar, precisamente, en el éxito del modelo económico, en las oportunidades que tolera el sistema democrático y en la consolidación de la Unión Europea. Una parte sustancial de los habitantes de las regiones vasca y catalana, las más ricas y desarrolladas de España, comienzan a pensar que es costeable, posible y deseable poner tienda aparte y asociarse a Europa de manera independiente. Si Europa cuenta con una moneda, un parlamento y tribunales supranacionales, y si marcha hacia la creación de unas fuerzas armadas conjuntas, ¿qué competencias y poderes reales le quedan al estado español que no puedan ser ejercidos por los gobiernos regionales transformados en naciones independientes?
Por supuesto, esa dulce visión de los separatistas no se compadece con la realidad. Si algún día lograran su objetivo, aunque fuera por métodos pacíficos, el costo económico de ese desgarramiento sería muy alto y no hay ninguna garantía de que la Unión Europea les abriría las puertas. Al contrario: las naciones miembros pondrían toda clase de obstáculos para evitar un peligroso efecto de contagio. Si vascos y catalanes se separaran de España y se integraran fácilmente en la Unión Europea, es probable que muchos escoceses, norteitalianos o corsos se animaran a explorar esa senda en sus respectivas naciones.
El pasado 21 de febrero compartí con Aznar un seminario sobre democracia y desarrollo convocado por Mario Vargas Llosa en Cartagena, Colombia, en su condición de presidente de la Fundación Internacional para la Libertad. Aznar quería despedirse de América y de un puñado de amigos, entre ellos los ex presidentes Julio María Sanguinetti (Uruguay), Jorge Quiroga (Bolivia), los escritores Plinio Apuleyo Mendoza, Marcos Aguinis y Enrique Krauze, y del propio presidente de Colombia, Alvaro Uribe, hoy por hoy uno de los gobernantes más aptos y respetados de América Latina.
El seminario fue un éxito y la conferencia de Aznar, excelente, pero en el recuento de su labor de gobierno y en la descripción de la España que deja se advertía una inmensa preocupación con el futuro. España, sí, había dado un asombroso salto a la modernidad y el progreso, pero nada de eso la ponía a salvo de posibles descalabros futuros. A veces los pueblos, cuando han satisfecho todas sus necesidades básicas, comienzan a hacer locuras. A veces se muere de prosperidad.
Febrero 29, 2004
Carlos Alberto Montaner
Es poco frecuente que los políticos abandonen el poder voluntariamente en la cúspide de su carrera. Eso es exactamente lo que hará el español José María Aznar dentro de pocas semanas. Con apenas 51 años, y tras ocho de exitoso gobierno, se retira. ¿Por qué lo hace? Una posible respuesta es que en la campaña de 1996, cuando aspiró y conquistó la presidencia por primera vez, lo había prometido. En esas fechas el socialista Felipe González llevaba 13 años al frente del gobierno, y Aznar, desde la oposición, lo acusaba de haberse convertido en un burócrata sin imaginación ni proyectos novedosos. Si Aznar lograba derrotarlo limitaría su mandato a dos periodos consecutivos.
Cumplió su promesa. Pero todavía hizo otro milagro aún menos frecuente en la vida política: logró prácticamente todo lo que se había propuesto. Balanceó el presupuesto, frenó radicalmente la corrupción, terminó con el déficit fiscal, privatizó bienes estatales, modernizó y agilizó la administración pública, disminuyó los impuestos, mantuvo la inflación bajo mínimos y redujo el desempleo del 23 al 9 por ciento, mientras el PIB del país creció año tras año por encima de la media europea. Simultáneamente, combatió con energía a ETA --independentistas vascos de ideología comunista--, extraditando y encarcelando a docenas de asesinos, secuestradores y extorsionadores, debilitando a la banda terrorista hasta el punto de hacerle perder casi toda su mortífera eficacia.
No hay duda: Aznar deja a España en mejor posición que cuando alcanzó el poder. Aunque durante el largo periodo de gobierno socialista (1982-1996) el país experimentó una notable mejoría, es en los ocho años de Aznar cuando España consolida su posición como una nación del primer mundo, dotada con unos envidiables niveles de calidad de vida y más de 21,000 dólares de ingreso anual per cápita, medido de acuerdo con la capacidad adquisitiva de la sociedad.
No todo, naturalmente, marcha en dirección de la tranquilidad y el sosiego. En la región vasca y catalana aumenta la pulsión nacionalista y se multiplica el número de personas que acarician la idea de la independencia. Hace 25 años, cuando comenzó la etapa democrática, se decía que la fragmentación de España y la conversión de estas regiones en estados independientes eran ''imposibles''. Hace una década la opinión general era que los nacionalistas vascos y catalanes no querían, realmente, la secesión, sino sólo cuotas crecientes de autonomía y poder. En cambio, hoy son muchas las personas que advierten, con gran temor, que la dinámica interna del nacionalismo inexorablemente conduce a la separación.
¿Por qué en la etapa de mayor prosperidad y estabilidad política de la historia moderna de España se recrudece el fenómeno del secesionismo? Una paradójica explicación podía estar, precisamente, en el éxito del modelo económico, en las oportunidades que tolera el sistema democrático y en la consolidación de la Unión Europea. Una parte sustancial de los habitantes de las regiones vasca y catalana, las más ricas y desarrolladas de España, comienzan a pensar que es costeable, posible y deseable poner tienda aparte y asociarse a Europa de manera independiente. Si Europa cuenta con una moneda, un parlamento y tribunales supranacionales, y si marcha hacia la creación de unas fuerzas armadas conjuntas, ¿qué competencias y poderes reales le quedan al estado español que no puedan ser ejercidos por los gobiernos regionales transformados en naciones independientes?
Por supuesto, esa dulce visión de los separatistas no se compadece con la realidad. Si algún día lograran su objetivo, aunque fuera por métodos pacíficos, el costo económico de ese desgarramiento sería muy alto y no hay ninguna garantía de que la Unión Europea les abriría las puertas. Al contrario: las naciones miembros pondrían toda clase de obstáculos para evitar un peligroso efecto de contagio. Si vascos y catalanes se separaran de España y se integraran fácilmente en la Unión Europea, es probable que muchos escoceses, norteitalianos o corsos se animaran a explorar esa senda en sus respectivas naciones.
El pasado 21 de febrero compartí con Aznar un seminario sobre democracia y desarrollo convocado por Mario Vargas Llosa en Cartagena, Colombia, en su condición de presidente de la Fundación Internacional para la Libertad. Aznar quería despedirse de América y de un puñado de amigos, entre ellos los ex presidentes Julio María Sanguinetti (Uruguay), Jorge Quiroga (Bolivia), los escritores Plinio Apuleyo Mendoza, Marcos Aguinis y Enrique Krauze, y del propio presidente de Colombia, Alvaro Uribe, hoy por hoy uno de los gobernantes más aptos y respetados de América Latina.
El seminario fue un éxito y la conferencia de Aznar, excelente, pero en el recuento de su labor de gobierno y en la descripción de la España que deja se advertía una inmensa preocupación con el futuro. España, sí, había dado un asombroso salto a la modernidad y el progreso, pero nada de eso la ponía a salvo de posibles descalabros futuros. A veces los pueblos, cuando han satisfecho todas sus necesidades básicas, comienzan a hacer locuras. A veces se muere de prosperidad.
Febrero 29, 2004
Re: La España que Aznar deja
Enviado por el día 31 de Marzo de 2004 a las 21:24
Vascongadas no es la región más rica y desarrollada de España.
Re: Re: La España que Aznar deja
Enviado por el día 31 de Marzo de 2004 a las 23:05
¿A no?, creo que el 30% de la industria andaba por alla. Y si no es la mas rica, es la 2 mas rica, y eso que, la diferencia con el resto de las comunidades es considerable. Pues por eso no les gusta el PP. Por que ahora ya no nos los mas ricos.
Re: Re: Re: La España que Aznar deja
Enviado por el día 31 de Marzo de 2004 a las 23:30
"Navarra, Madrid, País Vasco y Cataluña son las comunidades autónomas que registran los mejores valores en los 12 índices de bienestar recogidos en el 'Anuario Social de España 2004' de la Fundación La Caixa, presentado hoy en Madrid. Por contra, Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura y Murcia, son las que tienen notas más bajas."
www.iblnews.com
www.iblnews.com
Re: Re: Re: Re: La España que Aznar deja
Enviado por el día 1 de Abril de 2004 a las 00:04
De todos modos, ya no son sólo País vasco y Cataluña.
