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Un atentado que duró tres días
Enviado por el día 31 de Marzo de 2004 a las 21:51
Un atentado que duró tres días
Las historias se repiten, los actores cambian. Tal vez dentro de veinte años un émulo de Baltasar Garzón desde la Argentina pretenda juzgar por genocidio a José María Aznar y se realice una producción cinematográfica, con dineros públicos por supuesto, que se llame el tercer Nuremberg, para equiparar la persecución a los judíos en Europa y demás crímenes nazis, con la lucha bien o mal hecha contra el terrorismo. Los terroristas y sus familias formarán agrupaciones de derechos humanos, hablarán de ética y serán los jueces de la honestidad de los demás. Pronunciarse contra el terrorismo será signo de extremismo y políticamente incorrecto.
Es probable que para juzgar a Aznar y a Bush, por qué no, haya que romper el orden jurídico sistemáticamente, en nombre claro de los derechos humanos. Crearán una ley que castigue el hablar mal de la ETA y le darán aplicación retroactiva. Los principales aliados de ese revisionismo perverso y retorcido serán las derechas vergonzantes y colaboracionistas que levantarán sus voces pidiendo autocríticas o evitarán hablar del tema.
Terminada la amenaza soviética parecía que el terrorismo no volvería más que esporádicamente por algún grupo loco operando en el tercer mundo. Podían darse el lujo desde Europa o Estados Unidos, de juzgar a ignotos personajes latinoamericanos por los actos de servicio cumplidos y terminados, aún cuando tuvieran sobrados motivos para sospechar que la versión de los ex terroristas sobre sus padecimientos tampoco era totalmente cierta.
Podemos pensar a favor o en contra de las políticas de Estados Unidos y sus aliados Inglaterra y España respecto del terrorismo. Inclusive tenemos más información y ha habido más experiencia que aquella con la que contaban los militares argentinos y latinoamericanos tres décadas atrás. Lo que no es posible es criticar esas políticas con los ojos de los salvajes enemigos de la civilización a los que esa alianza bien o mal enfrenta. No se puede otorgar el pedestal a los forajidos, para que juzguen a los defensores de la civilización con los que cuenta la humanidad por sus fallas en ese empeño, sobre todo porque no hay otros.
Argentina, que ha sufrido todos los tipos de terrorismo conocidos, no ha aprendido a lidiar con el terror justamente porque para cuestionar sus métodos para eliminarlo, no puede hacerlo desde un procedimiento legal y jurídico, sino que lo hace desde la dialéctica farsante del enemigo y resquebrajando el orden legal. La sociedad Argentina no hace justicia sino que cambia de bando; a uno peor. De la falla al mal absoluto.
El mundo que juzgó a la Argentina desde esa misma perspectiva por comodidad, ahora sufre en carne propia las consecuencias de haber querido sacar provecho del trágico papel que le tocó padecer al cono sur durante la violenta guerra fría.
Pero el mundo llamado libre está lejos de poder comprender ese error. Le alcanzaría con advertir que el terrorismo no es ni remotamente un fenómeno meramente militar.
Tal vez ni sea un fenómeno militar. Matar civiles no es un objetivo bélico. Pero sí lo es político. La victoria de Al Qaeda no tuvo lugar el 11 de marzo cuando la gran mayoría de sus bombas fueron detonadas y sembraba la muerte en Madrid. El éxito de esa acción se vio el domingo 14 de marzo cuando el partido popular fue derrotado sorpresivamente como consecuencia directa y clara de estos atentados, y con esa derrota fue vencido en particular José María Aznar, uno de los principales respaldos morales de la reacción norteamericana por los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Aún cuando el intento del gobierno de Aznar de desviar hacia ETA el atentado, en lugar de asumir que Al Qaeda buscaba su derrota y comunicarlo claramente al pueblo español, puede haber tenido un efecto decisivo en el resultado, tal error también sería una consecuencia del atentado. Al Qaeda obtuvo una victoria porque la única respuesta que el mundo libre se encuentra en condiciones de darle es una respuesta con balas (ineficaz en este caso, porque Al Qaeda no tiene uniforme, no se ve, no se le puede disparar fácilmente) o un pacifismo infantil y suicida.
Si los atentados produjeran sólo muertos, el terrorismo ya se hubiera extinguido. Pero los atentados producen poder a través de la muerte. Alinean a las víctimas con los victimarios. Producen un resquebrajamiento de los parámetros morales. La ética de la civilización se ve conmovida en su capacidad de responder.
Los atentados de montoneros en la década del 70 le otorgaron el poder treinta años después, porque el desbaratamiento de los parámetros morales jamás tuvo una respuesta. Obligaron por todos los medios al Estado argentino a violar la legalidad para después aducir derechos humanos que ellos no reconocen a otras personas. Un juego infame, que no tiene una réplica adecuada. Los efectos de cada bomba sobre parámetros morales endebles o inexistentes, fruto de un aparato deseducativo atroz, se multiplican exponencialmente. Las ondas expansivas de cada una de esas explosiones siguen produciendo efectos.
La memoria de las víctimas se transforma en selectiva. Se recordará lo que no traiga problemas porque el contexto es el terror. Las madres de plaza de mayo se pueden dar el lujo de asistir al acto de repudio a los atentados del 11-M para defender a la ETA y acentuar las acusaciones sobre Al Qaeda porque no habrá movilero que se atreva a recordarles que apoyaron los atentados del 11 de septiembre de 2001 y los festejaron con champagne, según reconoció la propia Hebe de Bonafini.
El sólo hecho de que reivindicar a ETA en un acto contra el terrorismo sea posible, o que el palco oficial esté plagado de montoneros y simpatizantes de montoneros como la “primera ciudadana” Cristina K, es un índice de inexistencia de cimientos éticos, que fueron tan dinamitados como los trenes de Madrid o el Cuartel General de la Policía o el cuarto de la hija del Almirante Lambruschini. En la Argentina tenemos Cumbia Villera, montoneros en los palcos oficiales, terroristas al cuidado de los derechos humanos y la sensación de que indefectiblemente todo lo que está mal estará bien para nosotros.
http://www.eldisidente.com/?href=2004_03_15_arc
Las historias se repiten, los actores cambian. Tal vez dentro de veinte años un émulo de Baltasar Garzón desde la Argentina pretenda juzgar por genocidio a José María Aznar y se realice una producción cinematográfica, con dineros públicos por supuesto, que se llame el tercer Nuremberg, para equiparar la persecución a los judíos en Europa y demás crímenes nazis, con la lucha bien o mal hecha contra el terrorismo. Los terroristas y sus familias formarán agrupaciones de derechos humanos, hablarán de ética y serán los jueces de la honestidad de los demás. Pronunciarse contra el terrorismo será signo de extremismo y políticamente incorrecto.
Es probable que para juzgar a Aznar y a Bush, por qué no, haya que romper el orden jurídico sistemáticamente, en nombre claro de los derechos humanos. Crearán una ley que castigue el hablar mal de la ETA y le darán aplicación retroactiva. Los principales aliados de ese revisionismo perverso y retorcido serán las derechas vergonzantes y colaboracionistas que levantarán sus voces pidiendo autocríticas o evitarán hablar del tema.
Terminada la amenaza soviética parecía que el terrorismo no volvería más que esporádicamente por algún grupo loco operando en el tercer mundo. Podían darse el lujo desde Europa o Estados Unidos, de juzgar a ignotos personajes latinoamericanos por los actos de servicio cumplidos y terminados, aún cuando tuvieran sobrados motivos para sospechar que la versión de los ex terroristas sobre sus padecimientos tampoco era totalmente cierta.
Podemos pensar a favor o en contra de las políticas de Estados Unidos y sus aliados Inglaterra y España respecto del terrorismo. Inclusive tenemos más información y ha habido más experiencia que aquella con la que contaban los militares argentinos y latinoamericanos tres décadas atrás. Lo que no es posible es criticar esas políticas con los ojos de los salvajes enemigos de la civilización a los que esa alianza bien o mal enfrenta. No se puede otorgar el pedestal a los forajidos, para que juzguen a los defensores de la civilización con los que cuenta la humanidad por sus fallas en ese empeño, sobre todo porque no hay otros.
Argentina, que ha sufrido todos los tipos de terrorismo conocidos, no ha aprendido a lidiar con el terror justamente porque para cuestionar sus métodos para eliminarlo, no puede hacerlo desde un procedimiento legal y jurídico, sino que lo hace desde la dialéctica farsante del enemigo y resquebrajando el orden legal. La sociedad Argentina no hace justicia sino que cambia de bando; a uno peor. De la falla al mal absoluto.
El mundo que juzgó a la Argentina desde esa misma perspectiva por comodidad, ahora sufre en carne propia las consecuencias de haber querido sacar provecho del trágico papel que le tocó padecer al cono sur durante la violenta guerra fría.
Pero el mundo llamado libre está lejos de poder comprender ese error. Le alcanzaría con advertir que el terrorismo no es ni remotamente un fenómeno meramente militar.
Tal vez ni sea un fenómeno militar. Matar civiles no es un objetivo bélico. Pero sí lo es político. La victoria de Al Qaeda no tuvo lugar el 11 de marzo cuando la gran mayoría de sus bombas fueron detonadas y sembraba la muerte en Madrid. El éxito de esa acción se vio el domingo 14 de marzo cuando el partido popular fue derrotado sorpresivamente como consecuencia directa y clara de estos atentados, y con esa derrota fue vencido en particular José María Aznar, uno de los principales respaldos morales de la reacción norteamericana por los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Aún cuando el intento del gobierno de Aznar de desviar hacia ETA el atentado, en lugar de asumir que Al Qaeda buscaba su derrota y comunicarlo claramente al pueblo español, puede haber tenido un efecto decisivo en el resultado, tal error también sería una consecuencia del atentado. Al Qaeda obtuvo una victoria porque la única respuesta que el mundo libre se encuentra en condiciones de darle es una respuesta con balas (ineficaz en este caso, porque Al Qaeda no tiene uniforme, no se ve, no se le puede disparar fácilmente) o un pacifismo infantil y suicida.
Si los atentados produjeran sólo muertos, el terrorismo ya se hubiera extinguido. Pero los atentados producen poder a través de la muerte. Alinean a las víctimas con los victimarios. Producen un resquebrajamiento de los parámetros morales. La ética de la civilización se ve conmovida en su capacidad de responder.
Los atentados de montoneros en la década del 70 le otorgaron el poder treinta años después, porque el desbaratamiento de los parámetros morales jamás tuvo una respuesta. Obligaron por todos los medios al Estado argentino a violar la legalidad para después aducir derechos humanos que ellos no reconocen a otras personas. Un juego infame, que no tiene una réplica adecuada. Los efectos de cada bomba sobre parámetros morales endebles o inexistentes, fruto de un aparato deseducativo atroz, se multiplican exponencialmente. Las ondas expansivas de cada una de esas explosiones siguen produciendo efectos.
La memoria de las víctimas se transforma en selectiva. Se recordará lo que no traiga problemas porque el contexto es el terror. Las madres de plaza de mayo se pueden dar el lujo de asistir al acto de repudio a los atentados del 11-M para defender a la ETA y acentuar las acusaciones sobre Al Qaeda porque no habrá movilero que se atreva a recordarles que apoyaron los atentados del 11 de septiembre de 2001 y los festejaron con champagne, según reconoció la propia Hebe de Bonafini.
El sólo hecho de que reivindicar a ETA en un acto contra el terrorismo sea posible, o que el palco oficial esté plagado de montoneros y simpatizantes de montoneros como la “primera ciudadana” Cristina K, es un índice de inexistencia de cimientos éticos, que fueron tan dinamitados como los trenes de Madrid o el Cuartel General de la Policía o el cuarto de la hija del Almirante Lambruschini. En la Argentina tenemos Cumbia Villera, montoneros en los palcos oficiales, terroristas al cuidado de los derechos humanos y la sensación de que indefectiblemente todo lo que está mal estará bien para nosotros.
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Re: Un atentado que duró tres días
Enviado por el día 1 de Abril de 2004 a las 17:58
No estoy de acuerdo con en absoluto con los que llaman genocidas o criminales de guerra a Aznar. Pero si es cierto que existían leyes internacionales prohibiendo el recurso a la guerra cuando no media ataque o amenaza evidente, y que existen precedentes de líderes juzgados por haber iniciado una guerra de agresión (los juicios de nuremberg que citas). Bajo una acusación de ese tipo podrían ser juzgados (de hecho ya hay una denuncia aceptada contra Aznar en el tribunal de la Haya). Si los miembros del trío de las Azores estan convencidos de que su guerra fue legal, no deberían tener ninguna dificultad en demostrarlo ante un juez.
Nothing of this kind has happened to communism yet.
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 03:08
Gulag Day
By Jamie Glazov
FrontPageMagazine.com | September 12, 2002
An initiative to establish an International Memorial Gulag Day is presently under way. For the first time in history, a date will be chosen in which the millions of victims of socialism will be remembered world-wide. Frontpage Symposium has invited a distinguished panel of five experts to discuss the significance of Gulag Day. The five are Vladimir Bukovsky, who spent twelve years in Soviet prisons, labor camps and psychiatric hospitals for his fight for freedom, and whose works include To Build a Castle and Judgement in Moscow; Eduard Kuznetsov, who spent most of the 1960s and 1970s in Soviet prisons for writing forbidden prose and who, in June 1970, was arrested for "treason" after attempting to highjack a Soviet plane to Israel; Yuri Yarim-Agaev, who, despite ongoing KGB harassment and detention, actively participated in dissident activities, including the campaigns in defense of Sharansky, Orlov, Sakharov and other dissidents; Paul Hollander, Professor Emeritus of Sociology at the University of Massachusetts, Amherst and author of Political Pilgrims, Anti-Americanism and most recently Discontents: Postmodern and Postcommunist; and Richard Pipes, a Professor Emeritus at Harvard, who is one of the world's leading authorities on Soviet history. He is the author of 18 books, the most recent being Communism: A History (Randolm House, 2001).
The symposium interlocutor is Frontpage Magazine's associate editor, Jamie Glazov.
Question #1: Gentlemen, what is Gulag Day? What do you think is, or should be, its main significance?
Kuznetsov: The main significance of Gulag Day is to immortalize the memory of the victims of communist regimes. It means that it's not just enough to declare that some appointed day (let's say November 7, the day that Lenin signed the decree institutionalising concentration camps) is Gulag Day. Instead, it should signal the obligation to start establishing the memorial of all victims of communist terror, which must include all kinds of documentation, the deconstruction of the models of concentration camps, the names of victims and so on.
Hollander: Of course having Gulag Day — especially if it is recognised by some important body/ authority (i.e. UN, U.S. Congress etc.) would be most useful to remind international public opinion of its existence.
Yarim-Agaev: At the moment the role of Gulag Day will be more proactive - to remind people about an unfinished business of finishing with communism. Later it will hopefully turn into a commemoration day for the victims of communism and into in a constant reminder of the tragic past which shall never return.
Bukovsky: Contrary to what one might expect, the idea of establishing an International Gulag Day was suggested not by any former Gulag's inmate, nor by any Russian, Pole, Hungarian, Czech or Chinese, but by an Italian organization Comitatus pro Libertatibus, The Freedom Committees, a group of Italian intellectuals with libertarian views. Like so many other people today, they felt the crimes of communism were neither universally condemned, nor even sufficiently remembered at present.
Furthermore, we all share an uneasy feeling that it happened not by an accident or default: the present-day Establishment, be it in the West or in the East, is doing its best to suppress public memory of communist Gulag, either by silencing down the truth, or by promoting some blatantly revisionist distortions of the 20th century history. So, I guess, our Italian friends thought that annual commemoration of Gulag will serve as a kind of antidote, at the very least helping the younger generations to focus their attention on the facts so carefully hidden from them.
Question #2: Do you agree that the global purpose of establishing the Gulag day should be promoting the understanding that the Gulag is an inalienable and even a fundamental part of any communist regime? In other words, Gulag Day must not be limited only to the Soviet experiment, but to every socialist experiment. Right?
Kuznetsov: Absolutely. Gulag day must represent the victims of all socialist atrocities.
Hollander: I agree that forced labor camps were essential parts of most communist systems at any rate during much of their existence. They served both political and economic purposes: intimidation, elimination of potential opposition and cheap labor.
Yarim-Agaev: Gulag is a fundamental fact of any communist system. The history says it. It also follows from the uniformity of the totalitarian system, — if you have something in one of those countries you must have it in any other. Communism is absolutely identical in the Soviet Union, China, Cuba, Korea, and will be the same in any other country, which, God forbid, may decide to install this system. And I can guarantee that they will have their Gulag. Hence the Gulag Day must not be limited to the Soviet Union.
I also suggest limiting our discussion to communism no matter to what extent it is related to socialism in general, and how much the members of this panel disagree with the latter. Our goal should be the universal condemnation and prohibition of communism. Communism should be declared a totally unacceptable political system no matter how it comes to power, whether by a violent coup or a majority vote. By itself this would be a dramatic result with the enormous political consequences. That is why it will be so hard to achieve it. Yet, I believe that this task is feasible and fully justifiable. I cannot say it about socialism per se. And for all practical purposes of making our world better, the universal condemnation and prohibition of communism would mean much more than hundreds of debates about disadvantages of socialism.
Bukovsky: Of course, you are right. This is why we all agree that remembering the results of that experiment is so important, and will be so relevant in the decades to come. One hopes that those enormous human sacrifices will not be in vain, that humanity will learn something as a result and, at least, try to avoid repeating the same mistakes in the future. Yet, this is precisely why this idea is bound to meet a very stiff resistance from the Establishment. Let us face it: we did not win the Cold War conclusively, and the socialist Utopia is still a dominant political idea among the so-called "educated classes". They still see only the "bright side" of it, while stubbornly refusing to acknowledge the dark one. They still insist on their "right to have a dream", refusing to see that one man's dream is another man's nightmare. I guess Nazis also had a nice dream of an Aryan paradise, but somehow we do deny a right for such "dream" to anyone now, bearing in mind the cost of it to all of us.
Question #3: Why do you gentlemen think that Nazism's atrocities have all been denounced by the whole world, but the atrocities of socialism are still played down?
Kuznetsov: There are a lot of reasons for this double standard. The main one is that the ideology and practice of socialism are still very influential factors in the whole world till this day. For supporters of the ideology, who refuse to be chastened by history, it's impossible to concede that socialism is the mother of communism, which, in turn, is the synonym of Gulag.
Hollander: I wrote a fair amount about this matter. To summarize it: Marxism made communist systems more respectable; communist systems have been viewed as idealistic in their origins. The World War II alliance between the U.S. and USSR also made the latter more respectable.
Nazism did not have a respectable ideology or ideals; its racism delegitimated it. It was also defeated in a major war and all its wrongdoings could be investigated and documented. Also, communist systems did not have Nazi-style extermination camps — in the sense that more people died because of conditions in the camps, not because of execution.
Bukovsky: There are several reasons for it, some of which I already mentioned above. First, Nazism was much more open about its ultimate goals right from the start, and it did advertise its reliance on brutal force. Military conquest was Nazism's chosen method, and this practically forced the reluctant West to confront it. Second, the Nazi sympathisers were not dominating the Western Establishment at the end of WWII, or even at the start of it. Third, Nazism was defeated conclusively, while communism was allowed to "reform" itself and to escape scot-free. Finally, and most importantly, popular perception assigns Nazism to the Right, and Communism to the Left — thus predetermining the attitude of our Left-leaning world. In reality, both are just not-too-different versions of socialism and this "perception" was fabricated by the Comintern propaganda in the 1930s. See, for example, Stephen Koch's excellent book, Double Lives, Harper/Collins 1995.
Pipes: This is indeed puzzling. Messrs Kuznetsov and Hollander are right, in my opinion, that the ideology of Communism is more "respectable" and its ideals more noble. Another factor is that the Nazi concentration camps were occupied by Allied forces and the whole horror of what transpired there became visible. The Gulag, by contrast, was quietly dismantled. There were no trials of Soviet citizens responsible for these atrocities, which also pushed them from the front pages.
Yarim-Agaev: The reason number one is that the communism is not completely defeated yet. We have a quarter of the world still ruled by this system, a great part of the post soviet countries where old party nomenklatura still holds power, and a big chunk of western "academic and cultural elite" which still worships this cult. Mind you, China and Russia are among five permanent members of the UN Security Council.
Question #4: Do you think it is feasible and worthy still to try to organize Nuremberg-type trials against the crimes of communist regimes?
Kuznetsov: It's absolutely worthy, but not feasible for the time being, precisely because of the way socialists continue to control language and impose historical amnesia. If we mean that the trial should have some binding judicial meaning, it would be very difficult to implement in the present political climate. Nonetheless, a public Nuremberg-type trial would be a very important step in the right direction.
Hollander: Such trials would certainly be enlightening and just, but it requires political will in the countries concerned. It would be difficult to have them, especially as time goes by. There is as much justification for them as there was for Nazi war criminals.
Yarim-Agaev: The Nuremberg trials were preceded by the complete victory over nazism and its unconditional surrender. Nothing of this kind has happened to communism yet. One has to apprehend a criminal before trying him. The trial in absentia when the criminal is at large and still armed and dangerous is a sign of weakness, as it was with the Moscow tribunal. After communism is fully defeated, however, it should be certainly brought to the Nuremberg type trial.
Bukovsky: The right moment for this was in 1991 - 1992, and it was missed. Sadly, the further it recedes into the past, the less likely becomes such a trial. I don't believe I will see it in my lifetime. What we can and should try is to organise an international public tribunal. But before even that is feasible, we ought to remind the world what Gulag was about.
Question #5: Wait a minute. Yuri, I am not sure if I misunderstand one of the implications of your answer to Question #2 regarding socialism. Do you agree that the very idea, the very notion, of socialism necessary spawns terror and Gulag in its application? Once you begin to consider eliminating inequality, curing the flaws in humans, "solving" the tragedies inherent in the human condition, making humans into Gods (as Nicholas Berdyaev prophetically warned against), you are already paving the road to the Gulag Archipelago. Right? What do the other guests say?
Yarim-Agaev: Yes, if developed to its logical end — communism. No, if contained by a strong democratic political system. The most typical representatives of socialism are England and Sweden, and there are no Gulags. Neither do they exist in the rest of socialist western Europe, nor in America, which, as many would argue, became a socialist country too. Is there potential danger of developing socialism in any of those places into communism? Yes. Is it imminent? I don't know. Has it already happened? No.
Yet, it happened in Russia, China and many other countries. And in all places where communism came to power we have Gulags and atrocities, which are well documented and can be proved beyond reasonable doubt. We have a very strong case against communism, which can be tried and won in a court of law. We do not have such a case against socialism in general. There is a difference between a criminal caught red-handed and a potential criminal. The first can and must be instantly tried and imprisoned. The second should be retrained in all other possible ways.
Now we face a dilemma: either to separate a well-built case against communism, to win it and to get a guilty verdict, or to say that communism is merely an extreme form of socialism, which we have to deal with in its entirety. The second option does not provide us with a legal case. It does with the intellectual, philosophical, political, but not legal. Yet many western conservatives fully emerged in the battle with the immediate socialist opponents, and for whom communism is far away in time and space, would merely chip away pieces of this monolithic case and use them as tokens in their political debate. This is a luxury we cannot afford, however. Too many people paid with their lives and freedom to build this case and it should not be dropped and spared in this way. And nothing can help more in the general debate with socialism than winning this case clearly and decisively.
Kuznetsov: I think that the idea of some kind of socialism is a natural part of any normal human being. There is a rather old wisdom: "If you are not a socialist in your 20s, it means you don't have a heart, but if you are still socialist in your 30s, it means that you don't have brains". But it doesn't mean that even after your 30s you are absolutely free (or should be free) from some kind of pro-socialist inclinations. The answer is in key (at least for me) one word: balance.
The danger of socialist's intentions: I would say that even a non-aggressive type of governing socialism inevitably builds structures (political, economic, public etc.) which in case of some cataclysm could easily be converted (intentionally or not) in totalitarian structures. It means that inside the ideology and practice of socialism (even a liberal sort of it) there is hidden a potential danger. Socialists are good only in opposition (if we speak about states with a parliamentarian system).
Bukovsky: Every form of socialism, even the most benign one, creates a corresponding version of Gulag. Here in the West a milder version of it was created long ago and is slowly evolving into a harder kind. We call it "intellectual Gulag". Just try to publicly express your honest views on race, gender, "lifestyles", global warming, ozone holes etc., and you will become a pariah. No publisher will touch your books, no university will offer you a job. This, however, is just a beginning. With an emergence of such newspeak notions as "hate crime" and "hate speech", we came much closer to a real Gulag than ever. Thus, British Home Secretary David Blanckett has tried to introduce a new criminal law this Spring, making "hate speech" a criminal offence punishable by up to 7 years of imprisonment. Fortunately, it was blocked by the Parliament. But the fact that it was possible in Britain at all, and that the Secretary was not forced to resign in disgrace, tells a lot to any of us who lived under a totalitarian regime.
Hollander: I agree that there is a crucial connection between the pursuit of equality and socialism and its degeneration into totalitarian terror.
Pipes: My impression is that socialism in practice necessarily involves repression and terror. The reason for this is that its central plank — the abolition of private property — runs against the acquisitive spirit common to all living creatures. To deprive people of what they own, requires a repressive apparatus; to keep them from reacquiring property calls for redoubling this apparatus. It thus becomes a permanent feature of every socialist/communist regime. Lenin defined "the dictatorship of the proletariat" as one that is constrained by no laws and rests directly on coercion, and such it turned out to be.
Question #6: Gentlemen, when you sit back and think of all the horror that socialism spawned in the 20th Century. ...when you think of all the misery, torture, collectivization, terror famine...when you think of all the millions of lives lost...when you read something like Robert Conquest's The Harvest of Sorrow...I don't know...often I am at a loss for words, just staggered, depressed and stupefied. We know "why" this happened in a technical sense. But I want to ask the same question in a deeper sense: why?
Yarim-Agaev: It takes books to answer this question. Maybe the best way to answer it briefly is to give my definition of this system: communism is a dictatorship of the intellegentsia. This half-educated class with little knowledge but "great theories" is very dangerous when it gets into power. It starts to implement those theories mercilessly and fanatically. This class can be opposed and checked only by an empirical wisdom of the middle class. So, those countries, which have the strongest middle class, are most immune to communism. Russia was not. The culture of the nation is also very important. More scholastic and mystical culture of Russia or Germany makes them more susceptible to pseudo-theories than empirical culture of Anglo-Saxon nations.
Kuznetsov: Why? In order to answer the question in short you can't avoid simplification of this very complicated issue. But in any case, I'll try to note the most important (in my opinion) factor in the historical process which made possible the horror of communism and nazism. It seems that in the second half of 19th century, and the first half of 20th century, that mankind (at least the Western part of it)lived in a mythological period. Now the West (in comparison to the East) has entered into a pragmatic era (with all its pluses and minuses).
Bukovsky: All it takes for the Evil to triumph is for a few good people to keep silent. The biggest accomplice of the totalitarian crimes is human conformity. There is always a certain percent of crackpots and fanatics in our world, but they are normally kept in check by the sound majority. The trouble comes when this healthy reaction becomes muted at the times of some disasters, crises, catastrophes such as a World War, economic collapse and moral confusion. Then, in the extreme conditions, otherwise normal human beings would accept the "lesser evil" as they see it. Bit by bit, they would compromise with the "reality" thus becoming a part of the totalitarian machinery. In no time the lunatic fringe runs the show because the road to hell is always paved with small compromises. Are you asking how does this happen? Well, you can observe its development right in front of you in the United States with "political correctness". Or in Europe with imposition of the European Union. And it does not even require a threat of imprisonment, let alone of the execution.
Hollander: As to the ultimate WHY? Several factors: the sense of entitlement derived from the idealistic goals; a more general human capacity to dehumanize other human beings (in this case the enemies of the wonderful ideals); perhaps also unintended consequences as in the case of the spreading terror during the Purges, waves of mutual denunciations etc.; and possibly also the low regard for human life in a highly stratified society.
Question #7: My father spent his life fighting the Soviet regime. A significant and priceless part of my upbringing entailed sitting at the table in our home listening to the profound intellectual conversations he conducted with family and friends. One of the questions my father often posed has never left my consciousness: if you were given the chance to go back in time, to late 19th century Russia, and you were given a loaded gun....and you were put in the presence of the young Vladimir Lenin, would you shoot him dead?
At one time, my inclination was to answer "no" to this question, because I was afraid to play with history. Today, I must say, with full certainty, that put into the hypothetical situation my father described, I wouldn't hesitate one second in pulling the trigger. Please forgive me if I put you on the spot with perhaps an uncomfortable and unconventional question: how about you?
Bukovsky: I am really sorry I was not given such an opportunity.
Yarim-Agaev: I would have not. For two reasons. First, only God knows with absolute certainty what will happen in the future, and I am humble enough not to assume this role. Second, such an act would have merely created one more communist martyr, and possibly would have even helped communism to get to power, rather than stopping it. Unfortunately, not one personality, but much deeper historical reasons brought communism to power in Russia and other countries. As to putting somebody on the spot, I can remind you that the mummified corpse of Lenin still rests in peace in the mausoleum in the center of Moscow, symbolising the eternal nature of communism. This reminder, however, should not be interpreted as an invitation for some eager person to go and destroy it. At the moment it would look as an act of desperation hardly appropriate for the victor. What would be more appropriate is to move this mummy away from the mausoleum and place it as an exposition in the museum of Gulag.
Hollander: We will never know how much difference shooting Lenin might have made. But certainly his death early in his career would not have been a great loss for humanity — to say the least.
Kuznetsov: If you speaking about Lenin you mean all revolutionaries of his type (cynical, blood-thirsty and so on) then maybe I would pull the trigger, but only together with the people that were more guilty, more responsible for (though indirectly) promoting the revolution — the most part of the Tsarist government. Only by removing from the historical arena both of these groups could you give a chance to such reformists as Stolypin. This could have saved Russia from the revolution.
Question #8: Gentlemen, in his essay, "The Meaning of Left and Right" in The Politics of Bad Faith, David Horowitz looks at the history of the last 200 years from the vantage provided by the complete and utter failure of socialism. History proves that the left is not a "progressive" force, but a destructive and reactionary one. As a result, Horowitz argues that the categories of our historical interpretation simply need to be reversed. In other words, the very idea of socialism should be associated in society's mindset with monstrosity, bestial crimes and malign and nihilistic destructive intent. But will this ever happen, as it should? Unfortunately, as long as inequality exists — as the human condition necessitates, there will always be the poisonous thought of socialism, and there will always, therefore, be future Gulags ready to sprout. What do you think of this?
Yarim-Agaev: Socialism should be challenged with all intensity in both the political and intellectual arena. Unfortunately, conservatives, who have abundant resources, do not do this job well. They underestimate the role of ideology in modern society. Having said that, once again, I urge to use different methods in dealing with socialism in general and communism in particular. The latter should be tried, sentenced and declared a criminal and unacceptable political system and such a verdict will be the best argument against socialism in general.
Kuznetsov: As I already note in the answer to fifth question, in my opinion some kind of inclination to socialism's utopian ideas is an implicit part of any normal human being. And what is more, the socialist type of thinking (the mythologival one, looking for simple and quick answers to all questions) is peculiar to people with a dominant power of the left cerebral hemisphere, which produces q flat, black and white, simplistic picture of the world (in comparison to function of the right hemisphere which gives a picture of the reality in all its connections, dimensions, colours and so on).
It is impossible to eliminate the left hemisphere from man's brain and it is therefore impossible to eliminate socialist ideas. It seems that there is only one realistic way to try to diminish the influence of socialists: to keep them (and temptations of your own left hemisphere's activity) in check.
Bukovsky: I hope not, particularly if the mankind finally draws a lesson from the past experiments of this kind. Inequality will always be around, but hopefully our reaction to it might become different.
Hollander: Hard to know what will happen to the ideals of socialism. It is true that inequality nurtures this ideal and it would be better to get rid of the ideal. But it is hard to imagine a modern world in which inequality is serenely accepted or taken for granted.
Interlocutor: Eduard Kuznetsov, Yuri Yarim-Agaev, Vladimir Bukovsky, Paul Hollander and Richard Pipes, thank you for joining Frontpage Symposium. It was a pleasure.
PREVIOUS SYMPOSIUMS:
Saudi Arabia: Friend or Foe? Guests: Stephen Schwartz, Daniel Pipes, Michael Ledeen.
To Invade Iraq or Not; That is the Question. Guests: Richard Pipes, Michael Ledeen, Fred Barnes and Vladimir Bukovsky.
Alexander Ginzburg and the Resistance to Totalitarian Evil. Guests: Vladimir Bukovsky, Eduard Kuznetsov and Yuri Yarim-Agaev.
By Jamie Glazov
FrontPageMagazine.com | September 12, 2002
An initiative to establish an International Memorial Gulag Day is presently under way. For the first time in history, a date will be chosen in which the millions of victims of socialism will be remembered world-wide. Frontpage Symposium has invited a distinguished panel of five experts to discuss the significance of Gulag Day. The five are Vladimir Bukovsky, who spent twelve years in Soviet prisons, labor camps and psychiatric hospitals for his fight for freedom, and whose works include To Build a Castle and Judgement in Moscow; Eduard Kuznetsov, who spent most of the 1960s and 1970s in Soviet prisons for writing forbidden prose and who, in June 1970, was arrested for "treason" after attempting to highjack a Soviet plane to Israel; Yuri Yarim-Agaev, who, despite ongoing KGB harassment and detention, actively participated in dissident activities, including the campaigns in defense of Sharansky, Orlov, Sakharov and other dissidents; Paul Hollander, Professor Emeritus of Sociology at the University of Massachusetts, Amherst and author of Political Pilgrims, Anti-Americanism and most recently Discontents: Postmodern and Postcommunist; and Richard Pipes, a Professor Emeritus at Harvard, who is one of the world's leading authorities on Soviet history. He is the author of 18 books, the most recent being Communism: A History (Randolm House, 2001).
The symposium interlocutor is Frontpage Magazine's associate editor, Jamie Glazov.
Question #1: Gentlemen, what is Gulag Day? What do you think is, or should be, its main significance?
Kuznetsov: The main significance of Gulag Day is to immortalize the memory of the victims of communist regimes. It means that it's not just enough to declare that some appointed day (let's say November 7, the day that Lenin signed the decree institutionalising concentration camps) is Gulag Day. Instead, it should signal the obligation to start establishing the memorial of all victims of communist terror, which must include all kinds of documentation, the deconstruction of the models of concentration camps, the names of victims and so on.
Hollander: Of course having Gulag Day — especially if it is recognised by some important body/ authority (i.e. UN, U.S. Congress etc.) would be most useful to remind international public opinion of its existence.
Yarim-Agaev: At the moment the role of Gulag Day will be more proactive - to remind people about an unfinished business of finishing with communism. Later it will hopefully turn into a commemoration day for the victims of communism and into in a constant reminder of the tragic past which shall never return.
Bukovsky: Contrary to what one might expect, the idea of establishing an International Gulag Day was suggested not by any former Gulag's inmate, nor by any Russian, Pole, Hungarian, Czech or Chinese, but by an Italian organization Comitatus pro Libertatibus, The Freedom Committees, a group of Italian intellectuals with libertarian views. Like so many other people today, they felt the crimes of communism were neither universally condemned, nor even sufficiently remembered at present.
Furthermore, we all share an uneasy feeling that it happened not by an accident or default: the present-day Establishment, be it in the West or in the East, is doing its best to suppress public memory of communist Gulag, either by silencing down the truth, or by promoting some blatantly revisionist distortions of the 20th century history. So, I guess, our Italian friends thought that annual commemoration of Gulag will serve as a kind of antidote, at the very least helping the younger generations to focus their attention on the facts so carefully hidden from them.
Question #2: Do you agree that the global purpose of establishing the Gulag day should be promoting the understanding that the Gulag is an inalienable and even a fundamental part of any communist regime? In other words, Gulag Day must not be limited only to the Soviet experiment, but to every socialist experiment. Right?
Kuznetsov: Absolutely. Gulag day must represent the victims of all socialist atrocities.
Hollander: I agree that forced labor camps were essential parts of most communist systems at any rate during much of their existence. They served both political and economic purposes: intimidation, elimination of potential opposition and cheap labor.
Yarim-Agaev: Gulag is a fundamental fact of any communist system. The history says it. It also follows from the uniformity of the totalitarian system, — if you have something in one of those countries you must have it in any other. Communism is absolutely identical in the Soviet Union, China, Cuba, Korea, and will be the same in any other country, which, God forbid, may decide to install this system. And I can guarantee that they will have their Gulag. Hence the Gulag Day must not be limited to the Soviet Union.
I also suggest limiting our discussion to communism no matter to what extent it is related to socialism in general, and how much the members of this panel disagree with the latter. Our goal should be the universal condemnation and prohibition of communism. Communism should be declared a totally unacceptable political system no matter how it comes to power, whether by a violent coup or a majority vote. By itself this would be a dramatic result with the enormous political consequences. That is why it will be so hard to achieve it. Yet, I believe that this task is feasible and fully justifiable. I cannot say it about socialism per se. And for all practical purposes of making our world better, the universal condemnation and prohibition of communism would mean much more than hundreds of debates about disadvantages of socialism.
Bukovsky: Of course, you are right. This is why we all agree that remembering the results of that experiment is so important, and will be so relevant in the decades to come. One hopes that those enormous human sacrifices will not be in vain, that humanity will learn something as a result and, at least, try to avoid repeating the same mistakes in the future. Yet, this is precisely why this idea is bound to meet a very stiff resistance from the Establishment. Let us face it: we did not win the Cold War conclusively, and the socialist Utopia is still a dominant political idea among the so-called "educated classes". They still see only the "bright side" of it, while stubbornly refusing to acknowledge the dark one. They still insist on their "right to have a dream", refusing to see that one man's dream is another man's nightmare. I guess Nazis also had a nice dream of an Aryan paradise, but somehow we do deny a right for such "dream" to anyone now, bearing in mind the cost of it to all of us.
Question #3: Why do you gentlemen think that Nazism's atrocities have all been denounced by the whole world, but the atrocities of socialism are still played down?
Kuznetsov: There are a lot of reasons for this double standard. The main one is that the ideology and practice of socialism are still very influential factors in the whole world till this day. For supporters of the ideology, who refuse to be chastened by history, it's impossible to concede that socialism is the mother of communism, which, in turn, is the synonym of Gulag.
Hollander: I wrote a fair amount about this matter. To summarize it: Marxism made communist systems more respectable; communist systems have been viewed as idealistic in their origins. The World War II alliance between the U.S. and USSR also made the latter more respectable.
Nazism did not have a respectable ideology or ideals; its racism delegitimated it. It was also defeated in a major war and all its wrongdoings could be investigated and documented. Also, communist systems did not have Nazi-style extermination camps — in the sense that more people died because of conditions in the camps, not because of execution.
Bukovsky: There are several reasons for it, some of which I already mentioned above. First, Nazism was much more open about its ultimate goals right from the start, and it did advertise its reliance on brutal force. Military conquest was Nazism's chosen method, and this practically forced the reluctant West to confront it. Second, the Nazi sympathisers were not dominating the Western Establishment at the end of WWII, or even at the start of it. Third, Nazism was defeated conclusively, while communism was allowed to "reform" itself and to escape scot-free. Finally, and most importantly, popular perception assigns Nazism to the Right, and Communism to the Left — thus predetermining the attitude of our Left-leaning world. In reality, both are just not-too-different versions of socialism and this "perception" was fabricated by the Comintern propaganda in the 1930s. See, for example, Stephen Koch's excellent book, Double Lives, Harper/Collins 1995.
Pipes: This is indeed puzzling. Messrs Kuznetsov and Hollander are right, in my opinion, that the ideology of Communism is more "respectable" and its ideals more noble. Another factor is that the Nazi concentration camps were occupied by Allied forces and the whole horror of what transpired there became visible. The Gulag, by contrast, was quietly dismantled. There were no trials of Soviet citizens responsible for these atrocities, which also pushed them from the front pages.
Yarim-Agaev: The reason number one is that the communism is not completely defeated yet. We have a quarter of the world still ruled by this system, a great part of the post soviet countries where old party nomenklatura still holds power, and a big chunk of western "academic and cultural elite" which still worships this cult. Mind you, China and Russia are among five permanent members of the UN Security Council.
Question #4: Do you think it is feasible and worthy still to try to organize Nuremberg-type trials against the crimes of communist regimes?
Kuznetsov: It's absolutely worthy, but not feasible for the time being, precisely because of the way socialists continue to control language and impose historical amnesia. If we mean that the trial should have some binding judicial meaning, it would be very difficult to implement in the present political climate. Nonetheless, a public Nuremberg-type trial would be a very important step in the right direction.
Hollander: Such trials would certainly be enlightening and just, but it requires political will in the countries concerned. It would be difficult to have them, especially as time goes by. There is as much justification for them as there was for Nazi war criminals.
Yarim-Agaev: The Nuremberg trials were preceded by the complete victory over nazism and its unconditional surrender. Nothing of this kind has happened to communism yet. One has to apprehend a criminal before trying him. The trial in absentia when the criminal is at large and still armed and dangerous is a sign of weakness, as it was with the Moscow tribunal. After communism is fully defeated, however, it should be certainly brought to the Nuremberg type trial.
Bukovsky: The right moment for this was in 1991 - 1992, and it was missed. Sadly, the further it recedes into the past, the less likely becomes such a trial. I don't believe I will see it in my lifetime. What we can and should try is to organise an international public tribunal. But before even that is feasible, we ought to remind the world what Gulag was about.
Question #5: Wait a minute. Yuri, I am not sure if I misunderstand one of the implications of your answer to Question #2 regarding socialism. Do you agree that the very idea, the very notion, of socialism necessary spawns terror and Gulag in its application? Once you begin to consider eliminating inequality, curing the flaws in humans, "solving" the tragedies inherent in the human condition, making humans into Gods (as Nicholas Berdyaev prophetically warned against), you are already paving the road to the Gulag Archipelago. Right? What do the other guests say?
Yarim-Agaev: Yes, if developed to its logical end — communism. No, if contained by a strong democratic political system. The most typical representatives of socialism are England and Sweden, and there are no Gulags. Neither do they exist in the rest of socialist western Europe, nor in America, which, as many would argue, became a socialist country too. Is there potential danger of developing socialism in any of those places into communism? Yes. Is it imminent? I don't know. Has it already happened? No.
Yet, it happened in Russia, China and many other countries. And in all places where communism came to power we have Gulags and atrocities, which are well documented and can be proved beyond reasonable doubt. We have a very strong case against communism, which can be tried and won in a court of law. We do not have such a case against socialism in general. There is a difference between a criminal caught red-handed and a potential criminal. The first can and must be instantly tried and imprisoned. The second should be retrained in all other possible ways.
Now we face a dilemma: either to separate a well-built case against communism, to win it and to get a guilty verdict, or to say that communism is merely an extreme form of socialism, which we have to deal with in its entirety. The second option does not provide us with a legal case. It does with the intellectual, philosophical, political, but not legal. Yet many western conservatives fully emerged in the battle with the immediate socialist opponents, and for whom communism is far away in time and space, would merely chip away pieces of this monolithic case and use them as tokens in their political debate. This is a luxury we cannot afford, however. Too many people paid with their lives and freedom to build this case and it should not be dropped and spared in this way. And nothing can help more in the general debate with socialism than winning this case clearly and decisively.
Kuznetsov: I think that the idea of some kind of socialism is a natural part of any normal human being. There is a rather old wisdom: "If you are not a socialist in your 20s, it means you don't have a heart, but if you are still socialist in your 30s, it means that you don't have brains". But it doesn't mean that even after your 30s you are absolutely free (or should be free) from some kind of pro-socialist inclinations. The answer is in key (at least for me) one word: balance.
The danger of socialist's intentions: I would say that even a non-aggressive type of governing socialism inevitably builds structures (political, economic, public etc.) which in case of some cataclysm could easily be converted (intentionally or not) in totalitarian structures. It means that inside the ideology and practice of socialism (even a liberal sort of it) there is hidden a potential danger. Socialists are good only in opposition (if we speak about states with a parliamentarian system).
Bukovsky: Every form of socialism, even the most benign one, creates a corresponding version of Gulag. Here in the West a milder version of it was created long ago and is slowly evolving into a harder kind. We call it "intellectual Gulag". Just try to publicly express your honest views on race, gender, "lifestyles", global warming, ozone holes etc., and you will become a pariah. No publisher will touch your books, no university will offer you a job. This, however, is just a beginning. With an emergence of such newspeak notions as "hate crime" and "hate speech", we came much closer to a real Gulag than ever. Thus, British Home Secretary David Blanckett has tried to introduce a new criminal law this Spring, making "hate speech" a criminal offence punishable by up to 7 years of imprisonment. Fortunately, it was blocked by the Parliament. But the fact that it was possible in Britain at all, and that the Secretary was not forced to resign in disgrace, tells a lot to any of us who lived under a totalitarian regime.
Hollander: I agree that there is a crucial connection between the pursuit of equality and socialism and its degeneration into totalitarian terror.
Pipes: My impression is that socialism in practice necessarily involves repression and terror. The reason for this is that its central plank — the abolition of private property — runs against the acquisitive spirit common to all living creatures. To deprive people of what they own, requires a repressive apparatus; to keep them from reacquiring property calls for redoubling this apparatus. It thus becomes a permanent feature of every socialist/communist regime. Lenin defined "the dictatorship of the proletariat" as one that is constrained by no laws and rests directly on coercion, and such it turned out to be.
Question #6: Gentlemen, when you sit back and think of all the horror that socialism spawned in the 20th Century. ...when you think of all the misery, torture, collectivization, terror famine...when you think of all the millions of lives lost...when you read something like Robert Conquest's The Harvest of Sorrow...I don't know...often I am at a loss for words, just staggered, depressed and stupefied. We know "why" this happened in a technical sense. But I want to ask the same question in a deeper sense: why?
Yarim-Agaev: It takes books to answer this question. Maybe the best way to answer it briefly is to give my definition of this system: communism is a dictatorship of the intellegentsia. This half-educated class with little knowledge but "great theories" is very dangerous when it gets into power. It starts to implement those theories mercilessly and fanatically. This class can be opposed and checked only by an empirical wisdom of the middle class. So, those countries, which have the strongest middle class, are most immune to communism. Russia was not. The culture of the nation is also very important. More scholastic and mystical culture of Russia or Germany makes them more susceptible to pseudo-theories than empirical culture of Anglo-Saxon nations.
Kuznetsov: Why? In order to answer the question in short you can't avoid simplification of this very complicated issue. But in any case, I'll try to note the most important (in my opinion) factor in the historical process which made possible the horror of communism and nazism. It seems that in the second half of 19th century, and the first half of 20th century, that mankind (at least the Western part of it)lived in a mythological period. Now the West (in comparison to the East) has entered into a pragmatic era (with all its pluses and minuses).
Bukovsky: All it takes for the Evil to triumph is for a few good people to keep silent. The biggest accomplice of the totalitarian crimes is human conformity. There is always a certain percent of crackpots and fanatics in our world, but they are normally kept in check by the sound majority. The trouble comes when this healthy reaction becomes muted at the times of some disasters, crises, catastrophes such as a World War, economic collapse and moral confusion. Then, in the extreme conditions, otherwise normal human beings would accept the "lesser evil" as they see it. Bit by bit, they would compromise with the "reality" thus becoming a part of the totalitarian machinery. In no time the lunatic fringe runs the show because the road to hell is always paved with small compromises. Are you asking how does this happen? Well, you can observe its development right in front of you in the United States with "political correctness". Or in Europe with imposition of the European Union. And it does not even require a threat of imprisonment, let alone of the execution.
Hollander: As to the ultimate WHY? Several factors: the sense of entitlement derived from the idealistic goals; a more general human capacity to dehumanize other human beings (in this case the enemies of the wonderful ideals); perhaps also unintended consequences as in the case of the spreading terror during the Purges, waves of mutual denunciations etc.; and possibly also the low regard for human life in a highly stratified society.
Question #7: My father spent his life fighting the Soviet regime. A significant and priceless part of my upbringing entailed sitting at the table in our home listening to the profound intellectual conversations he conducted with family and friends. One of the questions my father often posed has never left my consciousness: if you were given the chance to go back in time, to late 19th century Russia, and you were given a loaded gun....and you were put in the presence of the young Vladimir Lenin, would you shoot him dead?
At one time, my inclination was to answer "no" to this question, because I was afraid to play with history. Today, I must say, with full certainty, that put into the hypothetical situation my father described, I wouldn't hesitate one second in pulling the trigger. Please forgive me if I put you on the spot with perhaps an uncomfortable and unconventional question: how about you?
Bukovsky: I am really sorry I was not given such an opportunity.
Yarim-Agaev: I would have not. For two reasons. First, only God knows with absolute certainty what will happen in the future, and I am humble enough not to assume this role. Second, such an act would have merely created one more communist martyr, and possibly would have even helped communism to get to power, rather than stopping it. Unfortunately, not one personality, but much deeper historical reasons brought communism to power in Russia and other countries. As to putting somebody on the spot, I can remind you that the mummified corpse of Lenin still rests in peace in the mausoleum in the center of Moscow, symbolising the eternal nature of communism. This reminder, however, should not be interpreted as an invitation for some eager person to go and destroy it. At the moment it would look as an act of desperation hardly appropriate for the victor. What would be more appropriate is to move this mummy away from the mausoleum and place it as an exposition in the museum of Gulag.
Hollander: We will never know how much difference shooting Lenin might have made. But certainly his death early in his career would not have been a great loss for humanity — to say the least.
Kuznetsov: If you speaking about Lenin you mean all revolutionaries of his type (cynical, blood-thirsty and so on) then maybe I would pull the trigger, but only together with the people that were more guilty, more responsible for (though indirectly) promoting the revolution — the most part of the Tsarist government. Only by removing from the historical arena both of these groups could you give a chance to such reformists as Stolypin. This could have saved Russia from the revolution.
Question #8: Gentlemen, in his essay, "The Meaning of Left and Right" in The Politics of Bad Faith, David Horowitz looks at the history of the last 200 years from the vantage provided by the complete and utter failure of socialism. History proves that the left is not a "progressive" force, but a destructive and reactionary one. As a result, Horowitz argues that the categories of our historical interpretation simply need to be reversed. In other words, the very idea of socialism should be associated in society's mindset with monstrosity, bestial crimes and malign and nihilistic destructive intent. But will this ever happen, as it should? Unfortunately, as long as inequality exists — as the human condition necessitates, there will always be the poisonous thought of socialism, and there will always, therefore, be future Gulags ready to sprout. What do you think of this?
Yarim-Agaev: Socialism should be challenged with all intensity in both the political and intellectual arena. Unfortunately, conservatives, who have abundant resources, do not do this job well. They underestimate the role of ideology in modern society. Having said that, once again, I urge to use different methods in dealing with socialism in general and communism in particular. The latter should be tried, sentenced and declared a criminal and unacceptable political system and such a verdict will be the best argument against socialism in general.
Kuznetsov: As I already note in the answer to fifth question, in my opinion some kind of inclination to socialism's utopian ideas is an implicit part of any normal human being. And what is more, the socialist type of thinking (the mythologival one, looking for simple and quick answers to all questions) is peculiar to people with a dominant power of the left cerebral hemisphere, which produces q flat, black and white, simplistic picture of the world (in comparison to function of the right hemisphere which gives a picture of the reality in all its connections, dimensions, colours and so on).
It is impossible to eliminate the left hemisphere from man's brain and it is therefore impossible to eliminate socialist ideas. It seems that there is only one realistic way to try to diminish the influence of socialists: to keep them (and temptations of your own left hemisphere's activity) in check.
Bukovsky: I hope not, particularly if the mankind finally draws a lesson from the past experiments of this kind. Inequality will always be around, but hopefully our reaction to it might become different.
Hollander: Hard to know what will happen to the ideals of socialism. It is true that inequality nurtures this ideal and it would be better to get rid of the ideal. But it is hard to imagine a modern world in which inequality is serenely accepted or taken for granted.
Interlocutor: Eduard Kuznetsov, Yuri Yarim-Agaev, Vladimir Bukovsky, Paul Hollander and Richard Pipes, thank you for joining Frontpage Symposium. It was a pleasure.
PREVIOUS SYMPOSIUMS:
Saudi Arabia: Friend or Foe? Guests: Stephen Schwartz, Daniel Pipes, Michael Ledeen.
To Invade Iraq or Not; That is the Question. Guests: Richard Pipes, Michael Ledeen, Fred Barnes and Vladimir Bukovsky.
Alexander Ginzburg and the Resistance to Totalitarian Evil. Guests: Vladimir Bukovsky, Eduard Kuznetsov and Yuri Yarim-Agaev.
Re: Re: Un atentado que duró tres días
Enviado por el día 1 de Abril de 2004 a las 19:03
Bueno, si se demuestra lo que parece más probable cada día, q la invasión y ocupación de Irak fue preparada por Bush y su equipo antes del 11-S, y q la verdadera razón era la q todos suponíamos, los contratos q Total y Lukoil habían obtenido del gobierno Irakí para explotar el petróleo del país una vez levantado el embargo, dejando fuera a las compañías yanquis de Cheney, Rumsfeld y Rice...
Habría muchas razones para q el trío matamoros se pasara una temporadita en la cárcel.
Habría muchas razones para q el trío matamoros se pasara una temporadita en la cárcel.
¿El mismo Nuremberg que juzgaba segun los criterios de Stalin?
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 03:05
The Nazi Background of Saddam Hussein
By Chuck Morse
ChuckMorse.com | February 17, 2003
Kharaillah Tulfah, Saddam Hussein's uncle and future father-in-law, along with Gen. Rashid Ali and the so-called "golden square" cabal of pro-Nazi officers, participated in a failed coup against the pro-British government of Iraq in 1941. Operating behind the scenes in Baghdad at the time, and arranging for Nazi weapons and assistance was the notorious pro-Nazi Haj Amin al-Husseini the Grand Mufti of Jerusalem. The Mufti had been on the Nazi payroll, according to testimony at the Nuremberg and Eichmann trials, since 1937 when he had met with Adolf Eichmann during Eichmann's brief visit to Palestine. Saddam Hussein was born in 1937.
The Mufti, after instigating a pogrom against Jews in Palestine in 1920, the first such pogrom against Jews in the Arab world in hundreds of years, went on to inspire the development of pro-Nazi parties throughout the Arab world including Young Egypt, led by Gamal Abdul Nasser, and the Social Nationalist Party of Syria led by Anton Sa'ada. After the failure of the 1941 pro-Nazi coup in Iraq, the Mufti fled to Berlin where he spent the war years heading a Nazi-Muslim government in exile and using confiscated Jewish funds in a largely successful effort to further pro-Nazi and anti-Semitic propaganda in the Arab world. While in Berlin, the Mufti also helped form pro-Nazi Muslim Hanschar brigades in Nazi-occupied Yugoslavia.
Kharaillah Tulfah, participant in the 1941 pro-Nazi coup and an advocate of a pan-Islamic Nazi alliance along with the Mufti, raised and educated his nephew Saddam Hussein from age 10. In 1959, the 22-year-old Saddam failed in an attempt to assassinate Iraqi leader Abdel Karim Qassim. He subsequently fled to Egypt where he received refuge from fellow Mufti disciple Nasser. At the time, Nasser, along with the Mufti himself, who resided in Cairo after the war and his conviction by the Nuremberg Tribunal of war crimes, was spearheading what was known as the Odessa Network, which facilitated the settlement of thousands of Nazi criminals in Egypt and elsewhere in the Arab world. In 1962, Saddam married Sajidah Tuffah, the daughter of his uncle and mentor.
Saddam triumphantly returned to Baghdad in 1963 after a successful coup by the Ba'ath Party against Qassim where he assumed control of State Security. The Ba'ath seizure of power in Iraq was followed by firing squads and murder of political opponents reminiscent of Castro's seizure of Cuba. Saddam was chief interrogator and torturer at the infamous Palace of the End set up as a torture chamber under the auspices of State Security.
Saddam became absolute ruler in 1979 after assassinating over 20 leaders of his own party. He immediately proceeded to implement the Nazi vision of his uncle and the Mufti. In Iraq, Saddam annihilated of his opponents and, using his absolute power, developed a personality-cult around himself reminiscent of the Nazi Furherprincip. Like the Nazis, who sought to implement a new social order based on socialist and nationalist principles, Saddam has sought to develop a united Arab order under his personal control. Imitating the example of Hitler, Saddam set up concentration camps and began to carry out a planned program of genocide against the Kurds.
Saddam, in control of weapons of mass destruction, is today's chief disciple of the infamous Grand Mufti, the Nazi war criminal. Like the Mufti, he will stop at nothing in his quest to annihilate the Jews and defeat the western democracies. His regime is the Nazi principle manifested today in all its horror and inherent evil and like the Nazi's before him, he must be utterly crushed if there is to be any peace.
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Chuck Morse is a radio talk show host at WROL in Boston.
By Chuck Morse
ChuckMorse.com | February 17, 2003
Kharaillah Tulfah, Saddam Hussein's uncle and future father-in-law, along with Gen. Rashid Ali and the so-called "golden square" cabal of pro-Nazi officers, participated in a failed coup against the pro-British government of Iraq in 1941. Operating behind the scenes in Baghdad at the time, and arranging for Nazi weapons and assistance was the notorious pro-Nazi Haj Amin al-Husseini the Grand Mufti of Jerusalem. The Mufti had been on the Nazi payroll, according to testimony at the Nuremberg and Eichmann trials, since 1937 when he had met with Adolf Eichmann during Eichmann's brief visit to Palestine. Saddam Hussein was born in 1937.
The Mufti, after instigating a pogrom against Jews in Palestine in 1920, the first such pogrom against Jews in the Arab world in hundreds of years, went on to inspire the development of pro-Nazi parties throughout the Arab world including Young Egypt, led by Gamal Abdul Nasser, and the Social Nationalist Party of Syria led by Anton Sa'ada. After the failure of the 1941 pro-Nazi coup in Iraq, the Mufti fled to Berlin where he spent the war years heading a Nazi-Muslim government in exile and using confiscated Jewish funds in a largely successful effort to further pro-Nazi and anti-Semitic propaganda in the Arab world. While in Berlin, the Mufti also helped form pro-Nazi Muslim Hanschar brigades in Nazi-occupied Yugoslavia.
Kharaillah Tulfah, participant in the 1941 pro-Nazi coup and an advocate of a pan-Islamic Nazi alliance along with the Mufti, raised and educated his nephew Saddam Hussein from age 10. In 1959, the 22-year-old Saddam failed in an attempt to assassinate Iraqi leader Abdel Karim Qassim. He subsequently fled to Egypt where he received refuge from fellow Mufti disciple Nasser. At the time, Nasser, along with the Mufti himself, who resided in Cairo after the war and his conviction by the Nuremberg Tribunal of war crimes, was spearheading what was known as the Odessa Network, which facilitated the settlement of thousands of Nazi criminals in Egypt and elsewhere in the Arab world. In 1962, Saddam married Sajidah Tuffah, the daughter of his uncle and mentor.
Saddam triumphantly returned to Baghdad in 1963 after a successful coup by the Ba'ath Party against Qassim where he assumed control of State Security. The Ba'ath seizure of power in Iraq was followed by firing squads and murder of political opponents reminiscent of Castro's seizure of Cuba. Saddam was chief interrogator and torturer at the infamous Palace of the End set up as a torture chamber under the auspices of State Security.
Saddam became absolute ruler in 1979 after assassinating over 20 leaders of his own party. He immediately proceeded to implement the Nazi vision of his uncle and the Mufti. In Iraq, Saddam annihilated of his opponents and, using his absolute power, developed a personality-cult around himself reminiscent of the Nazi Furherprincip. Like the Nazis, who sought to implement a new social order based on socialist and nationalist principles, Saddam has sought to develop a united Arab order under his personal control. Imitating the example of Hitler, Saddam set up concentration camps and began to carry out a planned program of genocide against the Kurds.
Saddam, in control of weapons of mass destruction, is today's chief disciple of the infamous Grand Mufti, the Nazi war criminal. Like the Mufti, he will stop at nothing in his quest to annihilate the Jews and defeat the western democracies. His regime is the Nazi principle manifested today in all its horror and inherent evil and like the Nazi's before him, he must be utterly crushed if there is to be any peace.
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Chuck Morse is a radio talk show host at WROL in Boston.
Lo que los iraquíes realmente piensan
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 03:22
Lo que los iraquíes realmente piensan
Les preguntamos. Lo que nos dijeron es tranquilizador.
Karl Zinsmeister
The Wall Street Journal
Algunos dicen que EEUU está aferrado a una política en Irak sin saber mucho sobre lo que realmente piensan los iraquíes. ¿Están del lado de los fundamentalistas islámicos? ¿Qué tipo de gobierno les gustaría? ¿Cuál es su actitud hacia EEUU?¿Nos odian los chiítas? ¿Pudiera Irak convertirse en otro Irán bajo otros ayatolas? ¿Son los que viven en el triángulo sunita el verdadero problema? Hasta ahora sólo hemos podido conjeturar. Nos hemos apoyado en conversaciones con la gente y hemos estado a la merced de las imágenes que nos presenta la prensa. Todos sabemos que los periodistas tienen el prejuicio de las malas noticias: la rehabilitación de 10,000 escuelas no es noticia pero la voladura de una de ellas provoca una semana de frenesí informativo. Y algunos de nosotros que hemos pasado tiempo recientemente en Irak – yo fui uno de los periodistas incorporados al ejército durante la guerra – nos hemos sentido intrigados por las noticias y las imágenes de la posguerra, que son mucho más negativas que lo que muchos individuos que están participando en la reconstrucción de Irak nos han estado diciendo. Bueno, finalmente, tenemos algunas pruebas de donde está realmente la verdad. La revista American Enterprise, trabajando con los investigadores de de Zogby Internacional survey, ha realizado la primera encuesta científica del público iraquí. Dado el estado del país o ha sido fácil. Problemas de seguridad demoraron a nuestros intrépidos trabajadores de campo en varas ocasiones. Trabajamos en cuidadosas traducciones, muestras regionales y métodos de encesta para garantizar que nuestros resultados reflejaran con exactitud los puntos de vista del heterogéneo y sufrido pueblo iraquí. Consultamos encuestadores del este de Europa sobre la mejor forma de obtener respuestas honestas de personas condicionadas a reprimir sus verdaderos sentimientos.
Realizado en agosto, nuestra encuesta fue necesariamente limitada en alcance, pero refleja una muestra nacionalmente representativa de los puntos de vida iraquíes, según captadas en cuatro diversas ciudades: Basra (la segunda mayor del país, con 1.7 millones de habitantes, en el extremo sur), Mosul (la tercera mayor, en el extremo norte), Kirkuk (ciudad petrolera de influencia kurda, la cuarta mayor) y Ramada (un nido de resistencia en el triángulo sunita). Los resultados muestran que el pueblo iraquí es más sensato, estable y moderado de como es generalmente representado y que, Irak no es tan fanático ni está tan resentido contra EEUU después de todo.
- Los iraquíes están optimistas. 7 de cada 10 dijo esperar que su país y sus vidas personales serían mejores dentro de 5 años. En ambos sentidos, 32% dijo que serían mucho mejores.
- Lo más difícil de la reconstrucción, dicen los iraquíes, va a ser la política, no la economía. Están nerviosos con la democracia. Cuando les preguntaron que frase representaba mejor su punto de vista - “La democracia puede funcionar en Irak”, o “La democracia es una forma occidental de hacer las cosas” – 5 de cada 10 dijo que la democracia era occidental y no funcionaría en Irak. Uno de cada 10 no estaba seguro. Y 4 de cada 10 dijo que la democracia podía funcionar e Irak. Hubo divergencias interesantes. Los sunitas eran negativos sobre la democracia por más de 2 a 1; pero la mayoría chiíta estaba parejamente dividida en si la democracia podía o no podía funcionar en Irak. Las personas entre las edades de 18-29 eran mucho más optimistas en relación con la democracia que otros iraquíes, y las mujeres eran significativamente más positivas que los hombres.
Cuando les preguntaron que país quisieran como modelo para su nuevo gobierno entre cinco posibilidades – la Siria baasista, la monarquía islámica de Arabia Saudita, el Egipto líder entre los árabes, la república islámica de Irán o Estados Unidos – el modelo más popular, por amplia ventaja, resultó ser Estados Unidos. Estados Unidos fue preferido como modelo por 37% de los iraquíes que escogieron entre esos cinco: más que Siria, Irán y Egipto juntos. Arabia Saudita quedó segunda con 28%. De nuevo, hubo importantes divisiones demográficas. Los jóvenes adultos son especialmente favorables a EEUU, y los chiítas nos aprecian más que los sunitas. Es interesante constatar que los chiítas de Irak, correligionarios de los iraníes, no admiran el gobierno islámico de Irán. EEUU es seis veces más popular como modelo de gobierno. Nuestros entrevistadores preguntaron si Irak debía tener un gobierno islámico o si dejar que todo el mundo practicara la religión que quisiera. Sólo 33% quiso un gobierno islámico, un sólido 60% dijo que no. Un detalle vital: los chiítas (a los que los reporteros occidentales describen a menudo como fundamentalistas) son menos receptivos a la idea de un gobierno islámico rechazándola por un margen de 66% a 27%. Es sólo entre la minoría sunita que existe un interés por un estado religioso, y están parejamente divididos en ese aspecto.
- Quizás el indicio más fuerte de que un gobierno islámico no será parte del futuro de Irak: la nación está completamente secularizada. Preguntamos con qué frecuencia nuestros entrevistados habían asistido a la plegaria del viernes en el último mes. 43% dijo “nunca” Es hora de borrar Komeini II de la lista de temores mórbidos.
- También se puede tachar a Osama II: 57% de los iraquíes tiene una opinión desfavorable de OBL, con 41% diciendo tener una opinión muy desfavorable. (Las mujeres lo detestan especialmente.) Excepto en el triángulo sunita (donde el limitado apoyo a OBL está muy concentrado), las opiniones negativas sobre el supremo de Al Qaida están muy generalizadas en todo Irak. Y esas opiniones fueron recogidas antes de que la policía iraquí anunciara que habían sido miembros de Al Qaida los asesinaron a los creyentes congregados en la mezquita de Najaf.
- Y se puede descartar la posibilidad de una resurrección del partido Baas. Preguntamos “¿Deben ser castigados los líderes baasistas que cometieron crímenes en el pasado o esas acciones deben olvidarse?” Un implacable pueblo iraquí afirmó que los sicarios de Saddam Hussein debían ser castigados por un margen de 74% a 18%. Esta nueva prueba de la opinión pública iraquí sugiere que el país es controlable. Si las tropas americanas pueden seguir eliminando al pequeño número de militantes que está realizando los sabotajes y los asesinatos (lo que ya está sucediendo), entonces es probable que la gran masa que vive a lo largo del valle del Tigris-Eufrates haga un uso sensato de sus libertades. “No olvidaremos que fueron soldados americanos los que nos liberaron de Saddam’, dijo Abid Ali, dueño de un taller de mecánica automotriz en Sadr City el mes pasado y, según nuestra investigación, se trata de una opinión representativa.
Nada de esto debe sugerir que la tarea que hay por delante será fácil. La ansiedad en relación con EEUU se hizo visible cuando le preguntamos a los iraquíes si pensaban que EEUU iba a ayudar o a perjudicar a Irak en un periodo de cinco años. Por un margen de 50% a 36% dijeron perjudicar. Esto es comprensible. Los iraquíes acaban de pasar una guerra en la que los americanos (necesariamente) les estaban disparando. Estas experiencias pueden explicar por que las mujeres (que son más anti-militares en todas las culturas) se muestran particularmente preocupadas, actualmente, por EEUU. La guerra nunca es agradable aunque las tropas americanas hayan hecho heroicos esfuerzos por salvar vidas inocentes, como he mostrado en mi libro sobre las batallas. En nuestra encuesta se pueden percibir pruebas de la relativa gentileza de esta guerra. Menos de 30% de nuestra muestra de iraquíes sabía o había oído de alguien muerto en los combates de abril. Mientas tanto, la mitad sabía de algún familiar, vecino o amigo que había sido asesinado por las fuerzas de la seguridad iraquí durante la era de Saddam Hussein. Un indicio de como se sienten los iraquíes en relación con los objetivos americanos en su región se hizo patente cuando les preguntamos ¿cuánto tiempo les gustaría ver a los fuerzas americanas y británicas permanecer en el país? ¿Seis meses? ¿Un año? ¿Dos años o más? Dos terceras partes de los que tenían una opinión sobre el tema exhortaron a las tropas de la coalición a quedarse por lo menos un año más. Estábamos avanzando en una sufrida parte del mundo. Firme ahí, América.
Zinsmeister es editor en jefe de la revista The American Enterprise y autor del “Boots on the Ground: A Month with the 82nd Airborne in the Battle for Iraq’’ que acaba de salir en St. Martin’s Press.
Les preguntamos. Lo que nos dijeron es tranquilizador.
Karl Zinsmeister
The Wall Street Journal
Algunos dicen que EEUU está aferrado a una política en Irak sin saber mucho sobre lo que realmente piensan los iraquíes. ¿Están del lado de los fundamentalistas islámicos? ¿Qué tipo de gobierno les gustaría? ¿Cuál es su actitud hacia EEUU?¿Nos odian los chiítas? ¿Pudiera Irak convertirse en otro Irán bajo otros ayatolas? ¿Son los que viven en el triángulo sunita el verdadero problema? Hasta ahora sólo hemos podido conjeturar. Nos hemos apoyado en conversaciones con la gente y hemos estado a la merced de las imágenes que nos presenta la prensa. Todos sabemos que los periodistas tienen el prejuicio de las malas noticias: la rehabilitación de 10,000 escuelas no es noticia pero la voladura de una de ellas provoca una semana de frenesí informativo. Y algunos de nosotros que hemos pasado tiempo recientemente en Irak – yo fui uno de los periodistas incorporados al ejército durante la guerra – nos hemos sentido intrigados por las noticias y las imágenes de la posguerra, que son mucho más negativas que lo que muchos individuos que están participando en la reconstrucción de Irak nos han estado diciendo. Bueno, finalmente, tenemos algunas pruebas de donde está realmente la verdad. La revista American Enterprise, trabajando con los investigadores de de Zogby Internacional survey, ha realizado la primera encuesta científica del público iraquí. Dado el estado del país o ha sido fácil. Problemas de seguridad demoraron a nuestros intrépidos trabajadores de campo en varas ocasiones. Trabajamos en cuidadosas traducciones, muestras regionales y métodos de encesta para garantizar que nuestros resultados reflejaran con exactitud los puntos de vista del heterogéneo y sufrido pueblo iraquí. Consultamos encuestadores del este de Europa sobre la mejor forma de obtener respuestas honestas de personas condicionadas a reprimir sus verdaderos sentimientos.
Realizado en agosto, nuestra encuesta fue necesariamente limitada en alcance, pero refleja una muestra nacionalmente representativa de los puntos de vida iraquíes, según captadas en cuatro diversas ciudades: Basra (la segunda mayor del país, con 1.7 millones de habitantes, en el extremo sur), Mosul (la tercera mayor, en el extremo norte), Kirkuk (ciudad petrolera de influencia kurda, la cuarta mayor) y Ramada (un nido de resistencia en el triángulo sunita). Los resultados muestran que el pueblo iraquí es más sensato, estable y moderado de como es generalmente representado y que, Irak no es tan fanático ni está tan resentido contra EEUU después de todo.
- Los iraquíes están optimistas. 7 de cada 10 dijo esperar que su país y sus vidas personales serían mejores dentro de 5 años. En ambos sentidos, 32% dijo que serían mucho mejores.
- Lo más difícil de la reconstrucción, dicen los iraquíes, va a ser la política, no la economía. Están nerviosos con la democracia. Cuando les preguntaron que frase representaba mejor su punto de vista - “La democracia puede funcionar en Irak”, o “La democracia es una forma occidental de hacer las cosas” – 5 de cada 10 dijo que la democracia era occidental y no funcionaría en Irak. Uno de cada 10 no estaba seguro. Y 4 de cada 10 dijo que la democracia podía funcionar e Irak. Hubo divergencias interesantes. Los sunitas eran negativos sobre la democracia por más de 2 a 1; pero la mayoría chiíta estaba parejamente dividida en si la democracia podía o no podía funcionar en Irak. Las personas entre las edades de 18-29 eran mucho más optimistas en relación con la democracia que otros iraquíes, y las mujeres eran significativamente más positivas que los hombres.
Cuando les preguntaron que país quisieran como modelo para su nuevo gobierno entre cinco posibilidades – la Siria baasista, la monarquía islámica de Arabia Saudita, el Egipto líder entre los árabes, la república islámica de Irán o Estados Unidos – el modelo más popular, por amplia ventaja, resultó ser Estados Unidos. Estados Unidos fue preferido como modelo por 37% de los iraquíes que escogieron entre esos cinco: más que Siria, Irán y Egipto juntos. Arabia Saudita quedó segunda con 28%. De nuevo, hubo importantes divisiones demográficas. Los jóvenes adultos son especialmente favorables a EEUU, y los chiítas nos aprecian más que los sunitas. Es interesante constatar que los chiítas de Irak, correligionarios de los iraníes, no admiran el gobierno islámico de Irán. EEUU es seis veces más popular como modelo de gobierno. Nuestros entrevistadores preguntaron si Irak debía tener un gobierno islámico o si dejar que todo el mundo practicara la religión que quisiera. Sólo 33% quiso un gobierno islámico, un sólido 60% dijo que no. Un detalle vital: los chiítas (a los que los reporteros occidentales describen a menudo como fundamentalistas) son menos receptivos a la idea de un gobierno islámico rechazándola por un margen de 66% a 27%. Es sólo entre la minoría sunita que existe un interés por un estado religioso, y están parejamente divididos en ese aspecto.
- Quizás el indicio más fuerte de que un gobierno islámico no será parte del futuro de Irak: la nación está completamente secularizada. Preguntamos con qué frecuencia nuestros entrevistados habían asistido a la plegaria del viernes en el último mes. 43% dijo “nunca” Es hora de borrar Komeini II de la lista de temores mórbidos.
- También se puede tachar a Osama II: 57% de los iraquíes tiene una opinión desfavorable de OBL, con 41% diciendo tener una opinión muy desfavorable. (Las mujeres lo detestan especialmente.) Excepto en el triángulo sunita (donde el limitado apoyo a OBL está muy concentrado), las opiniones negativas sobre el supremo de Al Qaida están muy generalizadas en todo Irak. Y esas opiniones fueron recogidas antes de que la policía iraquí anunciara que habían sido miembros de Al Qaida los asesinaron a los creyentes congregados en la mezquita de Najaf.
- Y se puede descartar la posibilidad de una resurrección del partido Baas. Preguntamos “¿Deben ser castigados los líderes baasistas que cometieron crímenes en el pasado o esas acciones deben olvidarse?” Un implacable pueblo iraquí afirmó que los sicarios de Saddam Hussein debían ser castigados por un margen de 74% a 18%. Esta nueva prueba de la opinión pública iraquí sugiere que el país es controlable. Si las tropas americanas pueden seguir eliminando al pequeño número de militantes que está realizando los sabotajes y los asesinatos (lo que ya está sucediendo), entonces es probable que la gran masa que vive a lo largo del valle del Tigris-Eufrates haga un uso sensato de sus libertades. “No olvidaremos que fueron soldados americanos los que nos liberaron de Saddam’, dijo Abid Ali, dueño de un taller de mecánica automotriz en Sadr City el mes pasado y, según nuestra investigación, se trata de una opinión representativa.
Nada de esto debe sugerir que la tarea que hay por delante será fácil. La ansiedad en relación con EEUU se hizo visible cuando le preguntamos a los iraquíes si pensaban que EEUU iba a ayudar o a perjudicar a Irak en un periodo de cinco años. Por un margen de 50% a 36% dijeron perjudicar. Esto es comprensible. Los iraquíes acaban de pasar una guerra en la que los americanos (necesariamente) les estaban disparando. Estas experiencias pueden explicar por que las mujeres (que son más anti-militares en todas las culturas) se muestran particularmente preocupadas, actualmente, por EEUU. La guerra nunca es agradable aunque las tropas americanas hayan hecho heroicos esfuerzos por salvar vidas inocentes, como he mostrado en mi libro sobre las batallas. En nuestra encuesta se pueden percibir pruebas de la relativa gentileza de esta guerra. Menos de 30% de nuestra muestra de iraquíes sabía o había oído de alguien muerto en los combates de abril. Mientas tanto, la mitad sabía de algún familiar, vecino o amigo que había sido asesinado por las fuerzas de la seguridad iraquí durante la era de Saddam Hussein. Un indicio de como se sienten los iraquíes en relación con los objetivos americanos en su región se hizo patente cuando les preguntamos ¿cuánto tiempo les gustaría ver a los fuerzas americanas y británicas permanecer en el país? ¿Seis meses? ¿Un año? ¿Dos años o más? Dos terceras partes de los que tenían una opinión sobre el tema exhortaron a las tropas de la coalición a quedarse por lo menos un año más. Estábamos avanzando en una sufrida parte del mundo. Firme ahí, América.
Zinsmeister es editor en jefe de la revista The American Enterprise y autor del “Boots on the Ground: A Month with the 82nd Airborne in the Battle for Iraq’’ que acaba de salir en St. Martin’s Press.
Re: Lo que los iraquíes realmente piensan
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 03:34
Yo, en cambio, creo que lo que los irakies realmente piensan es lo que demostraron el otro día con aquellos contratistas...
Ya lo decía Heidegger: "Sólo se conoce el actuar como la producción de un efecto, cuya realidad se estima en función de su utilidad. Pero la esencia del actuar es el llevar a cabo. Llevar a cabo significa desplegar algo en la plenitud de su esencia, guiar hacia ella, producere. Por eso, en realidad sólo se puede llevar a cabo lo que ya es".
Pues sí.
Ya lo decía Heidegger: "Sólo se conoce el actuar como la producción de un efecto, cuya realidad se estima en función de su utilidad. Pero la esencia del actuar es el llevar a cabo. Llevar a cabo significa desplegar algo en la plenitud de su esencia, guiar hacia ella, producere. Por eso, en realidad sólo se puede llevar a cabo lo que ya es".
Pues sí.
Re: Re: Lo que los iraquíes realmente piensan
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 04:06
Un triste concepto de lo que es un iraquí promedio pensando: una turba.
Si es por eso prefiero entonces el petróleo "robado" por empresas privadas internacionales, que en manos de un poder público anónimo en manos de una turba sanguinaria de salvajes dirigidos por algún dictador nacionalista totalitario (al estilo del que admiraba Heidegger)
Si es por eso prefiero entonces el petróleo "robado" por empresas privadas internacionales, que en manos de un poder público anónimo en manos de una turba sanguinaria de salvajes dirigidos por algún dictador nacionalista totalitario (al estilo del que admiraba Heidegger)
Re: Re: Re: Lo que los iraquíes realmente piensan
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 05:54
Psche...con todo, no resulta conveniente mezclar juicios de hecho con juícios de valor -entre otras cosas porque estos últimos, exceptuando la ovbia función taxonómica, para bien poco valen-.
¿Y porqué?, ¿será mas feliz así la turba?, ¿amainará su barbarie?, ¿o sucederá todo lo contrario y se repetirán escenas como esas?. Hmmm...
¿Y porqué?, ¿será mas feliz así la turba?, ¿amainará su barbarie?, ¿o sucederá todo lo contrario y se repetirán escenas como esas?. Hmmm...
Re: Re: Re: Re: Lo que los iraquíes realmente piensan
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 06:36
Si la civilización y la prosperidad de Occidente no llegara a ayudar a la turba a amainar su barbarie, pues lástima por ella. Tal vez sea que el hecho de ser turba sea la causa de su felicidad. Y si así es, no tiene salvación.
Precisamente, con dejar que las turbas hagan lo que quieran es que se van a repetir escenas como esas, como se repetían sistemáticamente bajo la tiranía socialista de Hussein, y ahora no.
Las turbas y los terroristas no son un dios invencible que demuestra su inhumanidad cuando lo desea y donde lo desea. Si por este "dios" fuera todo Occidente habría sido barrido del mapa en una gran jihad termonuclear. Pero no lo ha hecho aún. Y no es así porque aún no tiene el poder y los medios para hacerlo. Y pensando que son invencibles, que sólo mutilarán y torturarán sin freno posible si se los agrede, que se convertirán en monstruos sólo en defensa propia, y que entonces no hay que molestarlos, pensando así lo que hacemos es darles más poder. Mucho más poder aún que el que ya tenían.
Precisamente, con dejar que las turbas hagan lo que quieran es que se van a repetir escenas como esas, como se repetían sistemáticamente bajo la tiranía socialista de Hussein, y ahora no.
Las turbas y los terroristas no son un dios invencible que demuestra su inhumanidad cuando lo desea y donde lo desea. Si por este "dios" fuera todo Occidente habría sido barrido del mapa en una gran jihad termonuclear. Pero no lo ha hecho aún. Y no es así porque aún no tiene el poder y los medios para hacerlo. Y pensando que son invencibles, que sólo mutilarán y torturarán sin freno posible si se los agrede, que se convertirán en monstruos sólo en defensa propia, y que entonces no hay que molestarlos, pensando así lo que hacemos es darles más poder. Mucho más poder aún que el que ya tenían.
Re: Re: Re: Re: Re: Lo que los iraquíes realmente piensan
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 08:05
¿Que prosperidad chico?, si esa gente tuviese algo que echarse a la cazuela, desde luego, se ocuparía de otras cosas. La turba no existe per se, causa sui, no es una idea platónica. Todo efecto tiene una causa.
No durante la tiranía de Saddam no se registraban escenas de esa catadura, como no se registran tampoco en las calles de Riad o Rabat, sabes el porqué ¿verdad?.
No durante la tiranía de Saddam no se registraban escenas de esa catadura, como no se registran tampoco en las calles de Riad o Rabat, sabes el porqué ¿verdad?.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Lo que los iraquíes realmente piensan
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 08:34
Prosperidad es la que no van a conseguir si esa turba insiste en resistirse a las vías correctas para lograrla. Pero la turba existe per se, así como existe tu odiado Bush per se. ¿O él sí es la causa que no es efecto de nada?
Lo de los efectos y las causas mecanicistas en las conductas humanas te lo dejo a tu imaginación. Lo podrás usar a tu discreción arbitraria para hacer condenas morales contra Bush y Aznar, y no contra Hussein y la animalidad terrorista que se acobijó por tanto tiempo bajo su ala.
Pero en cuanto a causas y efectos, sí podemos hablar de economía. Por ejemplo, la prosperidad económica del modelo liberal implantado en Chile por Buchi Buc bajo el régimen de Pinochet y continuado aún más por la presidencia de Lagos, fue resistida por las bandas terroristas del MIR, aún antes de lograrse esa prosperidad.
No se si la escasez de la época de Allende es la causa del efecto terrorista de las turbas del MIR, pero sin duda las turbas del MIR no son la causa del efecto de la prosperidad liberal subsiguiente. A lo sumo fue parte del efecto de reprimirlas y eliminarlas físicamente lo que posibilitó la prosperidad. Y eso es precisamente lo que hay que hacer en Irak.
Y sí se registraban escenas de esta catadura, sólo que las realizaba la misma policía política, y no se veían, salvo eventualmente por la televisión oficial.
A menos claro, que con tu pregunta retórica "¿verdad?" estés insinuando que antes no sucedía porque la buena gente que hace esos linchamientos era más feliz bajo Saddam y libremente decidía no realizarlos contra su régimen sino contra sus opositores. Nunca falta imaginación. ¿Es eso lo que insinuás?
Lo de los efectos y las causas mecanicistas en las conductas humanas te lo dejo a tu imaginación. Lo podrás usar a tu discreción arbitraria para hacer condenas morales contra Bush y Aznar, y no contra Hussein y la animalidad terrorista que se acobijó por tanto tiempo bajo su ala.
Pero en cuanto a causas y efectos, sí podemos hablar de economía. Por ejemplo, la prosperidad económica del modelo liberal implantado en Chile por Buchi Buc bajo el régimen de Pinochet y continuado aún más por la presidencia de Lagos, fue resistida por las bandas terroristas del MIR, aún antes de lograrse esa prosperidad.
No se si la escasez de la época de Allende es la causa del efecto terrorista de las turbas del MIR, pero sin duda las turbas del MIR no son la causa del efecto de la prosperidad liberal subsiguiente. A lo sumo fue parte del efecto de reprimirlas y eliminarlas físicamente lo que posibilitó la prosperidad. Y eso es precisamente lo que hay que hacer en Irak.
Y sí se registraban escenas de esta catadura, sólo que las realizaba la misma policía política, y no se veían, salvo eventualmente por la televisión oficial.
A menos claro, que con tu pregunta retórica "¿verdad?" estés insinuando que antes no sucedía porque la buena gente que hace esos linchamientos era más feliz bajo Saddam y libremente decidía no realizarlos contra su régimen sino contra sus opositores. Nunca falta imaginación. ¿Es eso lo que insinuás?
La guerra justa por las razones adecuadas
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 03:29
La guerra justa por las razones adecuadas
Por Robert Kagan y William Kristol
Con toda la alharaca desatada por los comentarios de David Kay en torno al fracaso en encontrar arsenales de armas químicas y biológicas en Irak, es el momento de retornar a los primeros principios y formular una pregunta clave: ¿fue correcta la decisión de ir a la guerra?
Los críticos de la guerra, y de la administración Bush, insisten en el fallo en dar con las armas de destrucción masiva. Pero si las armas que poseía fueron un factor determinante en la decisión de remover a Saddam, esa decisión también incluía otros muchos factores. La determinación de Saddam de obtener armas de destrucción masiva estaba inextricablemente enlazada con la naturaleza de su régimen tiránico, sus reiteradas agresiones, el desafío a sus obligaciones internacionales y sus inocultables lazos con una variedad de terroristas, desde Abu Nidal hasta Al Qaeda (un tópico que aquí no cubrimos en detalle, aunque referimos a los lectores a los reportajes de Stephen F. Hayes en esta revista el año pasado). Este patrón de comportamiento en su conjunto hizo de la deposición de Saddam algo tanto deseable como necesario a juicio de las administraciones de Clinton y de Bush. Ese juicio fue correcto entonces y sigue siéndolo ahora.
I
Parece de buen tono desdeñar el factor moral en la liberación del pueblo iraquí del prolongado y brutal gobierno de Saddam. Los críticos repiten que la mera opresión no era causa suficiente para la guerra y que, en todo caso, no fue la razón invocada por Bush. En efecto, fue por supuesto sólo una de las razones de Bush, pero además proveyó una razón de peso moral y humanitario a la guerra para remover a Saddam en Irak. Como fue ciertamente una razón de consideración para aquellos que, como nosotros, apoyamos la guerra contra Slobodan Milosevic hace pocos años. En nuestra visión –y aquí estamos en desacuerdo con lo que Paul Wolfowitz dijo a Vanity Fair hace unos meses -, librar al pueblo iraquí de una dictadura tan brutal y totalitaria como la de Saddam era en sí misma razón más que suficiente para remover a Saddam.
El razonamiento no era “meramente” moral. Como ocurre tan a menudo en los asuntos internacionales, no había una separación entre la naturaleza del gobierno de Saddam dentro de Irak y las políticas que él desarrollaba más allá de sus fronteras. El régimen de Saddam aterrorizaba a su propio pueblo, pero también constituía una amenaza a la región, y a nosotros. El argumento moral para ir a la guerra estaba ligado a las consideraciones estratégicas relativas a la paz y la seguridad en el Oriente Medio.
Saddam no era un “loco”. Era un depredador y un agresor. Mediante la fuerza bruta logró un dominio total en su país, y fue también mediante la fuerza o la amenaza de emplear la fuerza que llevó a cabo sus intentos por dominar toda la región. A lo largo de la década de 1980 mantuvo una guerra contra Irán. En 1990 invadió Kuwait. Gastó decenas de miles de millones de dólares en armas, tanto convencionales como no convencionales. Su clara e inmodificable ambición, una ambición alimentada a lo largo de tres décadas, fue la de dominar el Oriente Medio en lo económico y en lo militar, en sus intentos por apoderarse de la parte del león del petróleo de la zona, intimidando o destruyendo a cualquiera que se interpusiera en su camino. Y esto, también, era razón suficiente para sacarlo del poder.
La última vez que abordamos los argumentos para ir a la guerra en Irak (en octubre de 2003), citamos extensamente un discurso pronunciado por el presidente Clinton en febrero de 1998. En esta ocasión citamos extensamente otro discurso, pronunciado diez meses después, en diciembre de 1998, por el consejero de seguridad nacional del presidente Clinton, Sandy Berger. Lo mismo que el presidente Clinton, Berger hizo un trabajo excelente fundamentando la necesidad de remover a Saddam Hussein. Y los argumentos de Berger iban más allá del asunto de las armas.
Sí, reconocía Berger, “el interés nacional más importante a la hora de tratar con Irak” era para América “prevenir que Saddam reconstruya su capacidad militar, incluyendo las armas de destrucción masiva, y que emplee ese arsenal contra sus vecinos o contra su propio pueblo”. Pero la amenaza que Saddam representaba, con su “continuado reino del terror dentro de Irak y de intimidación más allá de Irak” resultaba más amplia aún. Lo que estaba en juego en Irak era el futuro del Medio Oriente e incluso del mundo árabe.
“El futuro de Irak”, argumentaba Berger, “afectará la manera en la cual el Oriente Medio y el mundo árabe en particular evolucionarán durante la próxima década e incluso después.” Esos pueblos se encontraban en medio de una “lucha entre dos amplias visiones del futuro”. Una visión era la del “pluralismo político” y la “apertura económica”. La otra visión era la que se alimentaba del descontento y el temor; la que estaba por la “oposición violenta a que esas fuerzas pudieran liberarse”. En tanto Saddam permaneciera “en el poder y en confrontación con el mundo”, continuaba Berger, Irak continuaría siendo “una fuente de conflictos potenciales en la región” y, tal vez lo más importante, “una fuente de inspiración para aquellos que equiparan la violencia con el poder y el compromiso con la rendición”.
Al final, explicaba Berger, la contención de Saddam pudiera no bastar. La “amenaza militar inminente” de momento podía ser evitada. “Pero incluso un Saddam contenido” representaba “un obstáculo para la estabilidad de la región y su evolución positiva”. Y en efecto la contención probablemente no podría “sostenerse a largo plazo”. Se trataba de “una política costosa en términos tanto económicos como estratégicos”. El patrón de los años precedentes –el desafío iraquí, seguido por la movilización por parte nuestra, seguida por la capitulación iraquí-- había dejado a “la comunidad internacional vulnerable a las manipulaciones de Saddam.” Cuanto más se prolongue el diferendo, advertía Berger, “peor resultará conseguir que se mantenga” la voluntad internacional. Tampoco existían dudas acerca de lo que Saddam podría hacer si, y en el momento que, la contención colapsara. “La historia de agresiones de Saddam y su reciente historial de engaños y desafíos no dejan lugar a dudas de que reasumiría su pretensión de dominador regional a la menor oportunidad. Año tras año, conflicto tras conflicto, Saddam evidenció que buscaba armamento, incluyendo armas de destrucción masiva, y lo buscaba para emplearlo.”
Por eso, continuaba Berger, la administración Clinton comprendía que en algún momento resultaría necesario pasar de la contención al cambio de régimen. Lo que estaba en juego era “nuestra habilidad para combatir el terror, evitar un conflicto regional, promover la paz y proteger la seguridad de nuestros amigos y aliados”. Citando al presidente Clinton, Berger sugería que “el mejor modo de enfrentar el desafío que Irak representa es a través de un gobierno en Bagdad –un nuevo gobierno-- comprometido a representar y respetar a su propio pueblo, no a reprimirlo; comprometido con la paz en la región”.
Fue sustancialmente el mismo argumento de la carta que dirigimos al presidente Clinton en enero de 1998, una carta cuyos signatarios incluían a Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, Richard Armitage y Robert Zoellick. En nuestra carta argumentábamos que:
La política de “contención” contra Saddam Hussein se ha erosionado rápidamente en los meses recientes. Como el último acontecimiento han demostrado, ya no podemos confiar en nuestros aliados de la alianza en la Guerra del Golfo para que continúen en vigor las sanciones que castigaban a Saddam cuando él bloqueaba o evadía las inspecciones de la ONU. Nuestra habilidad para asegurarnos en consecuencia de que Saddam Hussein no está produciendo armas de destrucción masiva se ha reducido sustancialmente. Incluso si las inspecciones sin cortapisas se reanudaran eventualmente, algo que en absoluto se vislumbra, la experiencia demuestra que resultará muy difícil, si no imposible, monitorear la producción de armas químicas y biológicas. El prolongado periodo durante el cual los inspectores fueron incapaces de acceder a innumerables instalaciones iraquíes hace incluso más improbable que puedan en algún momento descubrir lo que Saddam quiera mantener secreto. Como resultado, en un no muy lejano futuro seremos incapaces de determinar con un nivel de confianza razonable si Irak está o no está en posesión de dichas armas.
La última predicción resultó estar mucho más acertada de lo que hubiéramos imaginado en aquel momento. Pero ya subrayábamos que la misma incertidumbre era un peligro en sí, porque los Estados Unidos no estarían en capacidad de determinar si, o con qué intensidad, los riesgos representados por Saddam se pudieran incrementar. La incertidumbre de la situación actual, argüíamos, “ejerce un serio efecto desestabilizador en todo el Medio Oriente”. Ahora parece claro que esa incertidumbre en torno a las reales capacidades de Irak era lo que Saddam pretendía.
II
De manera que la amenaza que representaban las armas de destrucción masiva de Saddam se insertaba en la amenaza mayor política y estratégica que representaba su régimen para el Oriente Medio. Sólo que el incuestionable interés histórico de Saddam por las armas de destrucción masiva subrayaban esa amenaza. El peligro no radicaba, sin embargo, en el que Irak pudiera suponer para los Estados Unidos o, para emplear la frase de moda, la amenaza “inminente” para nuestro territorio. Nuestra principal preocupación en 1998, lo mismo que para Berger, era la amenaza que Saddam suponía para la seguridad y estabilidad de la región, cuyo mantenimiento recaía en gran medida sobre los Estados Unidos. Si Saddam “adquiere la capacidad de atacar con armas de destrucción masiva”, argumentábamos, la cual eventualmente alcanzaría “con casi total certeza de prolongarse el actual curso de acontecimientos”, a las tropas americanas en la región y a los aliados de los americanos, la estabilidad en el Oriente Medio y el suministro de petróleo en todo el mundo se verían en riesgo. La amenaza para los Estados Unidos consistía en que nos veríamos compelidos a defender a nuestros aliados y nuestros intereses en circunstancias mucho más difíciles y peligrosas con el arsenal letal de Saddam incrementado.
De ahí que los programas de armas de destrucción masiva de Saddam, tanto los que conocíamos como los que no conocíamos, dotaban a la situación de una urgencia especial. Era urgente en 1998 y continuaba siendo urgente cuatro años después. No existían dudas en 1998 –ni hay dudas hoy, con base en los hallazgos de David Kay-- de que Saddam por un lado procuraba agenciarse armas de destrucción masiva y por otro intentaba ocultar esos esfuerzos a los inspectores de la ONU. Después de 1995, cuando la defección del yerno de Saddam a cargo del programa armamentista, Hussein Kamal, aportó un caudal de información nueva acerca de los programas de armas de Irak y de sus arsenales --información que los iraquíes se vieron forzados a reconocer como exacta--, la inspección de armas de la ONU se convirtió en un juego de gato caza ratón. Como el presidente Clinton lo recalcó en su discurso tres años después, Kamal había “revelado que Irak continúa ocultando armas y misiles y su capacidad de construir muchos más”. Los inspectores intensificaron sus pesquisas. Y algún éxito deben haber tenido, colocándose a un paso de descubrir lo que Saddam ocultaba con tanto celo, cuando este empezó a mostrarse cada vez menos cooperativo y decidió impedir el acceso a algunas instalaciones.
Finalmente se dio la famosa confrontación en torno a los llamados “palacios presidenciales” –realmente vastos complejos de edificios y almacenes que Saddam simplemente declaró fuera del límite de los inspectores. Los funcionarios de inteligencia de Clinton observaron el trasiego por los iraquíes de equipos que podían utilizarse para la fabricación de armas que eludían las cámaras de video instaladas por los inspectores de la ONU. Para fines de 1997, reportó el New York Times, el team de inspectores de la ONU “ya no pudo verificar que Irak no estaba produciendo armas de destrucción masiva” y específicamente le fue impedido monitorear “equipos capaces de multiplicar cepas de agentes biológicos en cuestión de horas”.
El presidente Clinton declaró a principios de 1998 que Saddam claramente intentaba “proteger cualquier remanente existente de su capacidad para producir armas de destrucción masiva, los misiles para transportarlas y los laboratorios necesarios para producirlas”. Los inspectores de la ONU creen, continuó Clinton, que Irak todavía posee arsenales de municiones químicas y biológicas […] y la capacidad de reestablecer rápidamente su producción y construir muchas, muchas más armas”. Mientras tanto, el 13 de febrero de 1998, un libro blanco del gobierno de los Estados Unidos sobre las armas de destrucción masiva de Irak afirmaba que “en ausencia de los inspectores de la UNDCOM, Irak es capaz de reemprender la producción de cantidades limitadas de agente mostaza en el término de breves semanas, la producción a gran escala de sarin en cuestión de meses, y la producción a los niveles previos a la Guerra del Golfo --incluido VX-- en dos o tres años.
Fue el presidente Clinton quien, en febrero de 1998, formuló esta cuestión crítica: “qué pasa si [Saddam] falla en cumplir y nosotros fallamos en actuar, o tomamos algún otro sendero ambiguo que le proporcione más oportunidades de llevar adelante el programa de armas de destrucción masiva… Bueno, puede concluir que la comunidad internacional ha perdido su determinación. Puede entonces concluir que tiene el derecho de seguir adelante y reconstruir su arsenal de destrucción devastadora. Y les puedo garantizar que algún día, de algún modo, él utilizará ese arsenal”. “El siglo venidero”, predijo Clinton, “la comunidad de naciones verá más y más el tipo de amenazas que ahora representa Irak –un estado delincuente con armas de destrucción masiva, listo para emplearlas o proporcionárselas a terroristas… que se muevan desapercibidos entre nosotros por todo el mundo.”
En el transcurso de 1998 el proceso de inspección de la ONU colapsó. Los intentos de ganar el pulseo sostenido con Saddam y que los inspectores consiguieran acceso a los sitios prohibidos terminaron en nada. Una semana después del discurso de Berger en que advertía de las limitaciones de la contención, la administración Clinton lanzó la Operación Zorro del Desierto, una campaña de cuatro días de bombardeo aéreo sobre Irak destinada a destruir tanta capacidad armamentista de Saddam como fuera posible. Guiándose por informes de la inteligencia americana, la administración Clinton señaló blancos sospechosos de ser facilidades para producir armas en todo el territorio de Irak. La fuerza aérea y las agencias de inteligencia consideraron que el bombardeo destruyó o degradó un número de facilidades para producir armas de destrucción masiva, pero nunca tuvieron la certeza de la extensión del daño infligido debido, naturalmente, a que no quedaron inspectores que pudieran verificarlo.
Como respuesta al ataque Saddam expulsó a los inspectores de la ONU y no les permitiría regresar hasta noviembre de 2002. Como recordó Clinton el verano pasado: “Puede que acabáramos con todo; puede que acabáramos con la mitad; puede que no acabáramos con nada. Lo cierto es que no lo supimos”. En el otoño de 2002 Clinton llegó a decir acerca de las acciones del presidente Bush: “Así que yo pensé que era prudente que el presidente acudiera a la ONU y que la ONU dijera a Saddam: usted va a permitir esas inspecciones o, como no las permita, no va a haber más sanciones, sino un cambio de régimen”.
La situación que se presentaba a comienzos de 1999 resultaba problemática para todos los implicados, no sólo para los funcionarios americanos. Un informe al Consejo de Seguridad de la ONU en enero de 1999 redactado por Richard Butler, jefe del grupo de inspectores de la ONU, advertía que era mucho lo que se desconocía del programa iraquí, pero existían amplias razones para creer en la existencia de un significativo programa de armas de destrucción masiva aún vigente en Irak. Butler recontaba la historia de siete años de engaños y ocultamientos de armas y actividades prohibidas. Durante los primeros cuatro años de inspecciones, subrayaba Butler, los inspectores “en gran medida han sido confundidos por Irak, tanto en el conocimiento de los programas de armas proscritos y la continuación de actividades igualmente prohibidas, incluso bajo el monitoreo [de la ONU].” Sólo la defección de Hussein Kamal reveló que los inspectores habían sido llevados a formular erróneamente “juicios positivos sobre el cumplimiento de Irak.” Pero incluso después de la huida de Kamal los iraquíes continuaron ocultando sus programas y engañando a los inspectores. Los iraquíes fueron cogidos en flagrantes mentiras sobre si alguna vez habían cargado proyectiles con el agente nervioso VX. Los exámenes científicos demostraron que sí los habían cargado.
Los iraquíes fueron además sorprendidos mintiendo sobre su programa de armas biológicas. Primero negaron de plano tener ningún programa de armas; después, cuando sus mentiras salieron a la luz, negaron estar cargando los proyectiles con agentes biológicos. En un cierto momento fueron obligados a reconocer que habían “hecho armas con agentes biológicos para la guerra y desplegado armas biológicas para su uso en combate”. Los inspectores de la ONU reportaron que cientos de casquillos cargados con agente mostaza habían sido declarados “perdidos” por el gobierno iraquí y permanecían en paradero desconocido. Hubo como unas 6,000 bombas aéreas repletas de agentes químicos que nunca se contaron. Hubo también ciertas “ojivas especiales” con agentes para armas biológicas de las que nunca se llevó la cuenta. El informe de Butler concluía que, en adición a eso, “es preciso reconocer que Irak posee la capacidad industrial y el conocimiento necesario como para producir agentes biológicos con fines militares en poco tiempo y en grandes cantidades, si el gobierno iraquí decide hacerlo”.
La expulsión de los inspectores dejó sumidas en la más profunda oscuridad las actividades de Saddam durante cuatro años enteros. Después de todo, muchas actividades iraquíes prohibidas no habían podido ser detectadas incluso contando con la presencia en el terreno de los inspectores que intentaban monitorearlas. Sin los inspectores, la tarea de seguir la pista a los programas que Saddam determinara emprender resultaba de todo punto imposible.
III
De manera que, cuando la administración Bush tomó posesión, las razones para preocuparse con las capacidades potenciales de Saddam no eran menores que al final de la administración Clinton. Ni existían más razones para considerar que la contención pudiera resultar sostenible. Durante los primeros meses de la administración, los colaboradores de Bush empezaron a considerar cierto incremento en el apoyo a las fuerzas de oposición iraquíes, de acuerdo a la legislación aprobada abrumadoramente en 1998 con el apoyo de la administración Clinton. (La Ley de Liberación de Irak tomaba nota del uso de las armas químicas por parte de Saddam y declaraba que Irak “ha persistido en un patrón de engaño y ocultación en relación con sus programas de armas de destrucción masiva”. Y continuaba: “Debe ser política de los Estados Unidos apoyar los esfuerzos para desplazar del poder el régimen encabezado por Saddam Hussein en Irak y promocionar la aparición de un gobierno democrático que lo reemplace.”) Mientras tanto, el secretario de Estado Colin Powell se esforzaba por prevenir el colapso de las sanciones impuestas al régimen y la quiebra del consenso en el Consejo de Seguridad de la ONU mediante el establecimiento a un esfuerzo menos engorroso con las llamadas “sanciones inteligentes”.
Fue en ese momento que se produjeron los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. El 11 de septiembre dejó en estado de shock a la nación y en estado de shock al presidente. El hecho tuvo la virtud de hacer que muchos dentro de la administración y fuera de ella se fijaran más en las amenazas internacionales, porque era evidente que todos habíamos sido en exceso indolentes al considerar tales amenazas anteriormente. Tampoco resultó sorpresivo que la cuestión de Irak adquiriera preeminencia de inmediato. En efecto, ninguno de los candidatos para la elección del 2000 se había referido mucho a Irak. Pero no porque alguno creyera que había dejado de ser un problema urgente y creciente. La administración Clinton no quería hablar del asunto porque sentía que se estaba quedando sin opciones. La campaña de Bush no aludía al tema porque Bush estaba llevando a cabo una campaña, irónica viéndola en retrospectiva, que prometía unos Estados Unidos menos activos, con un papel más restringido en los asuntos mundiales. Pero nada de eso significaba que la cuestión iraquí se hubiera evaporado, y tras el 11 de septiembre retornó a un primer plano. Después de todo, habíamos tenido una década entera de confrontación con Irak, seguíamos realizando incursiones aéreas sobre Irak de tanto en tanto, el presidente Clinton había declarado a Saddam Hussein la mayor de las amenazas a nuestra seguridad en el siglo XXI, colaboradores de Clinton como Sandy Berger y Madeleine Albright habían llegado a la conclusión de que en algún momento Saddam tendría que ser removido, en tanto los inspectores de la ONU había hecho público informe alarmante tras informa alarmante acerca de las reales y potenciales capacidades armamentísticas de Saddam.
Así que la administración Bush determinó que había que sacar de Irak al régimen de Saddam Hussein de una vez y para siempre, exactamente como Clinton y Berger habían sugerido que resultaría preciso hacer en algún momento. Por todas las razones que Berger había esgrimido, el problema estaba en la mera existencia del régimen de Saddam, por encima y más allá de sus capacidades armamentísticas. Constituía un obstáculo al progreso en el Medio Oriente y en el mundo árabe. Era una amenaza para el pueblo iraquí y para los vecinos de Irak. Y una gran parte de esa amenaza estaba constituida por la determinación de Saddam de adquirir tanto armas convencionales como armas no convencionales.
El 11 de septiembre había añadido nuevas dimensiones al peligro. Porque como Bush y muchos otros se preguntaban, ¿qué sucedería si Saddam permitiera que los terroristas tuvieran acceso a sus arsenales? ¿Qué sucedería si un día no lejano terroristas como los que estrellaron los aviones en el World Trade Center y en el Pentágono dispusieran de armas nucleares, químicas o biológicas? ¿Vacilarían en emplearlas? Los posibles nexos entre el terrorismo y el programa armamentista iraquí hacían de Irak un asunto todavía más urgente. ¿Fue esta preocupación legítima exagerada y utilizada como excusa? En ese caso, fue exactamente la misma excusa exagerada que había preocupado al presidente Clinton en 1998 cuando alertó, en su alocución sobre Irak, sobre un “estado delincuente con armas de destrucción masiva dispuesto a emplearlas o a proporcionarlas a los terroristas”, y cuando habló del “eje impío” formado por terroristas internacionales y estados fuera de la ley como una de las grandes amenazas enfrentadas por los americanos.
Ni fue sorprendente que cuando el presidente Bush comenzó a moverse hacia la guerra con Irak en el otoño y el invierno de 2002 contara con apoyo considerable tanto entre los demócratas como entre los republicanos. Una mayoría de los senadores demócratas --incluyendo, por supuesto a John Kerry y a John Edwards --votaron a favor de la resolución que autorizaba al presidente el empleo de la fuerza contra Irak. ¿Y cómo hubieran podido dejar de hacerlo? El manejo de la situación iraquí por parte de la administración Bush no fue sino la prolongación del manejo que le había dado la administración Clinton, excepto que tras el 11 de septiembre la inacción resultaba menos aceptable. La mayoría del establishment del Partido Demócrata familiarizado con la política exterior apoyó la guerra y no porque se confundiera con una retórica belicista excesiva. (Un exceso apreciablemente menor que el del secretario de Defensa de Clinton, William Cohen, quien apareció en la televisión nacional a finales de 1997 con un paquete de azúcar en la mano mientras hacía notar que una cantidad similar de ántrax “era capaz de destruir a la mitad de la población de Washington, D.C.” En una conferencia de prensa sobre las armas de destrucción masiva de Irak, Cohen señaló también que si Saddam poseía “tanto VX almacenado como sospechaban los inspectores de la ONU” estaría en “capacidad de matar a todos y cada uno de los habitantes del planeta”.) Ni apoyaron la guerra porque en lo fundamental los engañara la inteligencia americana acerca de la naturaleza y la extensión de los programas de armas de Saddam. La mayor parte de lo que sabían y cualquiera sabía acerca de esos programas se lo debíamos a los inspectores de la ONU, no a la inteligencia americana.
IV
Algunos de esos datos de inteligencia resultaron ser falsos. Algunos resultaron ser ciertos. Y es simplemente demasiado pronto para pronunciarse acerca del resto. La prensa enfocó su atención casi enteramente en la afirmación de David Kay de que no había depósitos de armas químicas y biológicas cuando los Estados Unidos y sus aliados invadieron Irak en marzo pasado. Abordaremos esa afirmación en un momento. Pero ¿qué acerca del resto del testimonio de Kay?
La cuestión clave por más de una década, tanto para la administración de Clinton como para la de Bush, fue no sólo qué armas Saddam poseía, sino qué armas estaba tratando de obtener, y cuánto demoraría en obtenerlas si la contención fracasaba. La meta de la política americana, y por cierto la del Consejo de Seguridad de la ONU, durante toda una docena de años con posterioridad a la Guerra del Golfo de 1991, no pretendía en principio localizar los arsenales que Saddam pudiera poseer. Eso era algo subsidiario a la meta principal, que consistía en el desarme iraquí, incluyendo no sólo la eliminación de las armas prohibidas existentes, sino todos los programas armamentísticos como forma de garantizar que Irak no dispusiera de armas de destrucción masiva ni en el presente ni en el futuro. Tal como Richard Butler y otros inspectores de armas dejaron en claro, ese empeño resultaba prácticamente imposible una vez claro el propósito de Saddam de hacerse con ese tipo de armamento en algún instante. Como Butler repitió una vez y otra en sus informes al Consejo de Seguridad, la completa tarea inspectora dependía de la cooperación de Saddam. Pero Saddam jamás cooperó, ni en los 90s ni en 2003.
Conviene recordar que el propósito principal de la resolución 1441 del Consejo de Seguridad, aprobada el 8 de noviembre de 2002, no iba dirigido a descubrir si Saddam tenía armas o programas para producirlas. Nadie dudaba que Saddan las tuviera. Lo importante era determinar si se encontraba listo para aliviar su conciencia de toda culpa y renunciar no sólo a las armas prohibidas que poseía, sino a cualquier esfuerzo posterior a adquirirlas, de una vez y por todas. La intención era conceder a Saddam “una última oportunidad” para modificar su talante y cooperar mediante la revelación de todos sus programas ofensivos, desmantelarlos y prometer no volver a implementarlos jamás.
Después de todo, ¿qué no podía haber sucedido si Saddam entregaba sus arsenales y desmantelaba sus proyectos sólo para reanudarlos al minuto siguiente en que la comunidad internacional volviera las espaldas? Saddam podía ser obligado a moverse más despacio, pero no a detenerse en seco. Y esa fue la lógica que había conducido a la administración Clinton a concluir que algún día, de alguna manera, la única respuesta al problema tendría que ser sacar a Saddam del poder. Y no sorprende que la administración Bush estuviera todavía más convencida de que la remoción de Saddam era la única respuesta. Que la administración conviniera con el proceso de inspecciones pautado por la resolución 1441 fue una concesión a las presiones internacionales y domésticas. Ningún funcionario, incluido el secretario Powell, creía en la más mínima posibilidad de que Saddam se atuviera a los términos impuestos por la resolución 1441.
La resolución 1441 demandaba que, en el término de 30 días, Irak proveyera “un recuento detallado, completo y exhaustivo de todos sus programas de desarrollo de armas químicas, biológicas y nucleares, misiles balísticos y otros sistemas de lanzamiento como el de vehículos de navegación y dispersión aéreas sin piloto, incluyendo la precisa localización de tales armas, componentes para su fabricación, subcomponentes, depósitos de agentes deletéreos y cualesquiera materiales y equipos relacionados, los lugares de trabajo, de investigación y de producción de los mismos, así como cualesquiera otros programas químicos, biológicos o nucleares, incluidos aquellos pretendidamente no relacionados con la producción o el material armamentista”. Los funcionarios de la administración dudaban que Saddam pudiera aceptar esto. Esperaban sólo porque, una vez que el incumplimiento de Saddam se pusiera de manifiesto, ellos podrían obtener el apoyo unánime en el Consejo de Seguridad de la ONU para desatar la guerra.
Y quedó muy claro que Saddam no se estaba sometiendo a la resolución. En su informe del 30 de mayo de 2003 al Consejo de Seguridad, Hans Blix declaró que de los depósitos de ántrax y VX no se daba cuenta. Y elaboró: “Es poco el progreso hecho para solucionar asuntos cardinales… La larga lista de ítems proscriptos de los que no se da cuenta y que por lo tanto implican cuestiones relativas al desarme no resueltas no ha sido acortada ni por las inspecciones ni por las declaraciones y la documentación aportadas por Irak”.
Ahora, por supuesto, definitivamente sabemos mucho mejor que Saddam no cumplió con la resolución 1441. Esa es una parte del testimonio de Kay que ha sido ampliamente ignorada. Lo que Kay descubrió en el curso de los ocho meses de su investigación fue que Irak falló en responder adecuadamente cuestiones vitales sobre sus arsenales y programas. Más aún, continuó empeñado en una elaborada campaña de engaño y ocultamiento de actividades relacionadas con las armas durante todo el tiempo que Hans Blix y el resto de inspectores de la UNMOVIC estuvieron en el país, y después hasta el día de la invasión, e incluso después.
Como Kay declaró ante el Comité de Servicios Armados del Senado el mes pasado, el Grupo Investigador de Irak “descubrió cientos de casos, basados tanto en documentos, evidencias físicas o el testimonio de iraquíes, de actividades prohibidas bajo la resolución inicial de la ONU 687 y que debieron haber sido mencionados en la 1441, con testimonios iraquíes que no sólo no revelaron esto a la ONU, sino que fueron instruidos de no hacerlo y de ocultar material”. Kay reportó: “Teníamos un número de iraquíes que se nos acercaron a decirnos: ´No revelamos a la ONU lo que estábamos ocultando, ni nos hubiéramos atrevido a decirlo´” porque el riesgo era demasiado grande. ¿Y qué es lo que estaban ocultando? Kay reportó: “Mantenían su actividad y sus programas vivos, con la intención de reasumirlos en el futuro. Así que era mucho lo que debían ocultar porque revelaría que todo era ilegal”. Como reveló Kay en octubre pasado, su team descubrió docenas de actividades relacionadas con programas de armas de destrucción masiva y cantidades significativas de equipos que Irak había ocultado a las inspecciones de la ONU que comenzaron a finales de 2002”. En particular, Kay reportó:
· Una red clandestina de laboratorios y casas de seguridad del servicio de inteligencia iraquí que contenía equipos capaces de desarrollar armas químicas y biológicas. Esta clase de equipos fue explícitamente mencionada en el pedido de información de Hans Blix, pero le fue ocultado a Blix durante toda la investigación que este llevó a cabo.
· Un complejo prisión-laboratorio que pudo haber sido usado en pruebas de agentes biológicos en personas. A los funcionarios iraquíes que organizaron las inspecciones de la ONU en 2002 y 2003 se les prohibió explícitamente inspeccionar la existencia del complejo prisión-laboratorio.
· Las llamadas “reference-strains” de organismos biológicos, que pueden ser utilizadas en la producción de armas. Fueron encontradas en la casa de un científico.
· Nuevas investigaciones en agentes aplicables a las armas biológicas, incluyendo la fiebre hemorrágica del Congo y Crimea, y continuas investigaciones de la ricina y la aflatoxina –que fueron ocultadas a Hans Blix a despecho de su petición de que se le suministrara cualquier información relacionada.
· Planes y diseños avanzados de nuevos misiles con alcance de al menos 1,000 kilómetros, bastante más que el límite de 150 kilómetros impuesto a Irak por el Consejo de Seguridad de la ONU. Estos misiles le habrían permitido a Saddam amenazar objetivos que van desde Ankara hasta el Cairo.
El último mes Kay también reportó que Irak “estaba en los primeros escalones de renovar su programa [nuclear], construyendo nuevas instalaciones”.
Como Kay ha testificado repetidamente, Irak estaba “en flagrante violación de la 1441”. De manera que si el mundo hubiera sabido en febrero de 2003 lo que Kay dice que sabemos ahora –que no existen grandes depósitos de armas, pero que Irak continuaba buscando programas de armas de destrucción masiva al tiempo que ocultaba estos esfuerzo a los inspectores de la ONU que, dirigidos por Blix a la sazón en cumplimiento de la resolución 1441-- ¿no habría habido al menos tanto, y probablemente más, apoyo para ir a la guerra? Saddam habría quedado en evidencia como violador flagrante de otro conjunto de compromisos de desarmarse. Habría evidenciado de nuevo que no estaba dispuesto a abandonar tales programas y que no iba a aprovechar esta “última oportunidad” para desarmarse de una vez por todas. Si el mundo hubiera descubierto de manera inequívoca en febrero de 2003 que Saddam no estaba observando los compromisos que le imponía la resolución 1441, es muy probable que hasta los franceses hubieran encontrado dificultades para vetar una resolución de la ONU que autorizara la guerra. Como Dominique de Villepin reconoció en aquellos contenciosos meses que precedieron a la guerra: “Todos reconocemos que el éxito de las inspecciones presuponen que obtenemos la completa colaboración de Irak”. Cuál habría sido la reacción de conocerse que Saddam se había embarcado en otra ronda de mentiras y ocultamientos?
Si Kay está en lo cierto, Saddam había aprendido una lección en algún momento de los años 90s, quizás tras la defección de Kamal, quizás antes de la Operación Zorro del Desierto en 1998. Pero no era una lección lo que los Estados Unidos o el resto del mundo demandaban que él aprendiera. En un momento determinado Saddam pudo decidir que, en lugar de amontonar grandes arsenales, lo más saludable para él era continuar con los programas de producción de manera secreta, a la espera para entregarlas sólo si eventualmente la presión resultaba demasiado intensa. Para cuando los inspectores retornaron a Irak en 2002, Saddam estaba listo para cooperar un poquito más ya que había enmascarado sus programas de modo que pudieran escapar a mayores escrutinios. Había dado marcha atrás hasta quedarse con los esqueletos de los programas, a la espera del instante en que pudiera insuflarles vida de nuevo. Sin embargo, incluso así no permitió que los inspectores lo examinaran todo. Sin duda esperaba que, de poder salir ileso de esa última ronda de inspecciones, lo dejarían en paz, tal vez levantándole las sanciones y poniendo fin a las inspecciones. Ahora sabemos que a comienzos de 2003 Saddam asumió que los Estados Unidos podrían lanzar otra ronda de ataques aéreos, pero no una invasión en gran escala. De manera que calculó que sus posibilidades de sobrevivir eran grandes y, como Kay concluyó: “Mantenían sus programas y actividades y ciertamente tenían la intención de reanudarlos en algún momento”.
¿Resultaba eso satisfactorio? Si tanto se había conseguido, si habíamos tenido éxito en que diera marcha atrás en sus programas y todo lo que tenía Saddam era la esperanza de tal vez volver a implementarlos algún día, ¿cuál era la razón entonces para ir a la guerra? Kay no cree eso. Ni nosotros. Si los Estados Unidos llegan a retroceder el año pasado, podríamos haber caído en la trampa sobre la que ya cinco años antes Berger había precavido. Habríamos vuelto al viejo patrón de “Irak desafía, a continuación nosotros nos movilizamos y a seguidas Irak capitula”, eso seguido de un nuevo desafío iraquí –y el cansancio tanto de la comunidad internacional como de los Estados Unidos.
Había un argumento el año pasado en contra de ir a la guerra. Pero recordemos de qué argumento se trataba. No tenía nada que ver conque si Saddam poseía armas y programas de armas de destrucción masiva. Todos y cada uno, desde Howard Dean a la junta editorial del New York Times a Dominique de Villepin a Jacques Chirac, daban por sentado que las poseía. La mayoría de reparos a la guerra tenían que ver con el timing. La queja más frecuente era que Bush apremiaba por la guerra. ¿Por qué no conceder a Blix y sus inspectores otros tres meses, o seis meses?
Ahora tenemos claro, sin embargo, que dar a Blix unos meses adicionales pudo no hacer ninguna diferencia. El mes pasado se preguntó a Kay qué hubiera ocurrido si a Blix y su team se les hubiera dejado proseguir su misión. Respuesta de Kay: “Cuanto puedo decir es que entre el numeroso personal científico iraquí con quien hablamos, muchos nos dijeron: La ONU nos interrogó; nosotros nos reservamos la verdad, no les enseñamos el equipo, no mencionamos siquiera esos programas; no podíamos hacerlo en tanto Saddam continuara en el poder. Sospecho que, no importa cuánto tiempo duraran las investigaciones, la respuesta habría continuado siendo la misma”. Kay concluyó que él y su team supieron de cosas luego de la guerra “que ningún inspector de la ONU pudo descubrir” en tanto Saddam permanecía en el poder.
Así que resulta muy dudoso que, con otros tres meses u otros seis meses, Blix y su gente hubieran podido llegar a una conclusión definitiva en un sentido o en otro. O que, por lo mismo, pudiera haberse dado un voto unánime en el Consejo de Seguridad a favor de la guerra al cabo de tales seis meses. Que los Estados Unidos habrían podido mantener en pie de guerra permanente a otros 200,000 soldados en el Golfo Pérsico es incluso más dudoso.
V
¿Acaso la administración proclamaba que la amenaza iraquí era inminente, en el sentido de que Irak poseía armas que estaban a punto de ser empleadas contra los Estados Unidos? Ese es el mayor de los cargos que formulan los enemigos de la administración Bush en la actualidad. Y resulta sorprendente, dada la certeza con la que estos cargos son formulados, cuán pocas son las citas de las palabras de la administración que sus críticos pueden esgrimir en respaldo a sus acusaciones. Afirmar que una acción es urgente no es lo mismo que decir que la amenaza es inminente. En efecto, el presidente dijo que la amenaza no era inminente, y que lo que teníamos que hacer (urgentemente) era actuar antes de que la amenaza deviniera inminente. Como el líder demócrata del Senado, Tom Daschle, dijo el 10 de octubre de 2002, explicando su apoyo a la legislación que autorizaba al presidente a ir a la guerra: “La amenaza representada por Saddam Hussein puede no ser inminente, pero es real, sigue creciendo y no puede ser ignorada”.
Una razón para que los críticos hayan estado insistiendo en que la administración afirmaba que la amenaza de Irak era inminente, nos parece se debe a lo fácil que resulta demostrar que el peligro para los Estados Unidos no era inminente. Pero la tesis central del argumento contra la guerra, tal como fue formulado antes de la misma, consistía en decir que la amenaza de Irak no sería inminente incluso si Saddam poseía cada arma prohibida en su arsenal. Recuerden, la inmensa mayoría de los argumentos contra la guerra asumían que esas armas prohibidas existían. Pero dichas armas, se decía, no eran un peligro inminente porque Saddam, como antes lo fue la Unión Soviética, podría ser contenido. Y lo que era más, el hecho de que Saddam poseyera esas armas era una razón adicional para que los Estados Unidos se abstuvieran de ir a la guerra. Porque, después de todo, lo más probable es que Saddam sí usara las armas que poseía como resultado de la invasión americana. El otro debate actual acerca de la “inminencia” es un intento ex post facto de reformular el viejo argumento sobre la guerra. El que los arsenales no hayan aparecido después no cambia en absoluto los contornos de aquel debate.
VI
El 8 de febrero en Ante la Prensa, Tim Russert preguntó al presidente si la guerra en Irak fue “una guerra elegida o una guerra necesaria”. El presidente hizo una pausa antes de responder, pidiendo a Russert que se explicara mejor, como renuente a aceptar tal dicotomía. Tenía razón.
Porque eso de pelear una “guerra de elección” suena problemático. ¿Pero cuántas de nuestras guerras han sido, en puridad de verdad, guerras de necesidad? ¿Cuán a menudo el país debió encarar un peligro y una destrucción inminentes a menos que lanzara una guerra? ¿Fue la Primera Guerra Mundial una guerra de necesidad? ¿Lo fue la Segunda Guerra Mundial antes del ataque a Pearl Harbor o, después, respecto al conflicto con Alemania en Europa? ¿Fue la Guerra Hispano-Americana una guerra de necesidad? ¿Lo fue el conflicto de Corea? No hablemos de Vietnam, la República Dominicana, Grenada, Panamá, Somalia, Haití, Bosnia y el Kosovo. ¿Y qué decir de la primera Guerra del Golfo? Muchos argumentan que Saddam pudo ser (y de hecho lo fue) frenado en Kuwait y que eventualmente había sido forzado a contenerse mediante sanciones económicas.
En cierto sentido todas las anteriores fueron guerras de elección. Pero, cuando se miran en su contexto histórico y en sus circunstancias internaciones, todas se basaron en juicios acerca del costo de la inacción, los beneficios de la acción, y en cálculos estratégicos sobre si la pronta acción sería preferible a tener que actuar después en circunstancias menos favorables. En otras palabras, la guerra fue necesaria para nuestro interés nacional, si es que no fue absolutamente necesaria para la inmediata protección del suelo patrio.
En este caso, creemos que la guerra pudo habernos alcanzado eventualmente debido a la trayectoria de Saddam –en el entendimiento de que los Estados Unidos intentaban continuar desempeñando su papel como garantes de la paz y la seguridad en el Oriente Medio. La cuestión era si resultaba más seguro actuar antes o después. El presidente argumentó, convincentemente, que era más seguro –más necesario-- actuar lo más pronto posible. Las sanciones no podían seguir siendo mantenidas; la contención, ya bastante dudosa, estaba lejos de resultar persuasiva después del 11 de septiembre; y así la guerra para remover a Saddam se hizo, en el sentido más amplio, en el sentido relevante a la política internacional responsable, necesaria. Este es, por supuesto, un curso de legitimidad sujeto a debate –pero también debería serlo en el caso de que grandes arsenales de armas ya hubieran sido descubiertos.
VII
¿Pero qué en torno a los arsenales? El no poder encontrarlos, y ahora la afirmación de David Kay de que no existían al momento de la invasión el año pasado (una afirmación repetida por un sorprendente número de periodistas en el sentido de que nunca existieron en absoluto), han llevado a muchos a mantener que la guerra entera se llevó a cabo sobre premisas falsas. Ya hemos examinado ese punto, pero también queremos examinar la afirmación de Kay.
Estamos preparados para admitir que los enormes arsenales de ántrax, ricina, VX y otras armas biológicas y químicas que sin duda existieron fueron en algún momento destruidos por los iraquíes. Pero no comprendemos porqué Kay está tan seguro de saber cuál fue el destino de esos arsenales y el resto de los programas armamentistas de Saddam que no fueron encontrados.
De acuerdo al testimonio de Kay ante el Senado (y puesto que no ha sometido un informe por escrito ni existe documentación que apoye sus recientes afirmaciones, es cuanto cualquiera puede tener), Kay y su team fueron “a su trabajo sin tratar de encontrar dónde las armas estaban escondidas”. Cuando el Survey Group no encontró las armas “en los lugares obvios”, presumiblemente los lugares identificados por la inteligencia y otras fuentes, nos explica Kay, trató de descubrir la verdad por otros medios. Su principal método parece haber sido entrevistar a científicos que pudieran haber sabido qué se había producido y dónde pudiera estar guardado, así como el examen de una parte de los documentos descubiertos después de la Guerra. Kay reconoce que los arsenales, ciertamente, pudieran estar todavía escondidos en algún sitio. Pero no cree que lo estén.
Ante el cuestionamiento de los senadores, sin embargo, Kay admitió unas pocas áreas de incertidumbre. La primera, sus entrevistas con los científicos iraquíes. En algunas ocasiones Kay afirmó que, con Saddam fuera del poder, debía asumirse que los científicos ya no experimentaban miedo de contar la verdad y se encontraban dispuestos a colaborar. Por consiguiente, sus testimonios de que no existían arsenales debían resultar confiables. Pero cuando se le preguntó si los individuos que participaron en los programas armamentistas iraquíes pudieran temer ahora ser enjuiciados por crímenes de guerra, Kay respondió: “Absolutamente. Y el temor de algunos de los que se encuentran detenidos es muy grande”, lo cual es “una razón para que no hablen”. Así que resulta que algunos científicos no están colaborando. Esto produce, Kay sugiere, “un nivel de ambigüedad insoluble” respecto de los programas de armas de Saddam. ¿Pero es esta ambigüedad realmente “insoluble” o es sólo insoluble dentro de los límites de la investigación de Kay? ¿Resulta posible que cuando la totalidad de los científicos se sientan más confiados y seguros como para hablar nos enteremos de algo más?
Lo mismo podría preguntarse acerca de las búsquedas físicas que Kay no llevó a cabo. Cuando Kay sometió su informe interino en octubre de 2003, hizo notar que existían aproximadamente 130 áreas de depósitos de municiones en Irak, algunas con extensiones de hasta 50 millas cuadradas, y que incluían como 600,000 toneladas de casquillos, cohetes, bombas de aviación y otro material. En los 90s, los inspectores de la ONU supieron que los militares almacenaban materiales químicos en los mismos depósitos de las armas convencionales. Para octubre de 2003, únicamente 10 de esos depósitos de armamentos habían sido examinados por los equipos americanos. Kay no ha dicho cuántos más fueron examinados en los cuatro meses siguientes, pero uno no puede menos que sospechar que muchos de ellos están todavía sin examinar. Ciertamente esto crea otro nivel de ambigüedad que, con el tiempo, pudiera ser resuelto.
Finalmente está la cuestión de los documentos iraquíes. Comprendemos que miles de páginas confiscadas al final de la guerra no hayan podido leerse todavía. En los 90s, los inspectores de la ONU a menudo encontraban tesoros de información provenientes de un simple documento extraído de una montaña de papeles. ¿Es posible que alguno de los documentos todavía no leídos contenga información útil? Y además, de acuerdo al informe de octubre de Kay y a su testimonio posterior, los funcionarios iraquíes llevaron a cabo un esfuerzo masivo dirigido a destruir evidencias, quemando documentos y rompiendo discos duros de computadoras. El resultado, Kay reconoció, es que “no seremos capaces de probar… algunas de las conclusiones positivas que pretendíamos”. He aquí un nuevo nivel de ambigüedad.
La verdad es que ni Kay ni nadie sabe qué pasó con los depósitos que se conoce positivamente Irak poseyó en el pasado –porque los mismos iraquíes admitieron poseerlos. De nuevo, estamos dispuestos a admitir que Saddam no poseía esos arsenales el año pasado cuando la guerra comenzó. Pero es demasiado pronto, consideramos, como para dar por definitiva esa conclusión. Ni encontramos particularmente persuasivo el argumento de que Saddam no poseía esos armamentos, pero quería convencernos de que sí los poseía, o el de que él sí creía en su existencia, pero no porque existieran, sino porque lo engañaban todos cuantos lo rodeaban. Esas hipótesis son posibles. Como también es posible que encontremos los depósitos de armas o evidencia de que fueron destruidos o movidos de lugar justo antes de empezar la guerra.
Kay, curiosamente, sugirió él mismo en una entrevista de prensa que los depósitos o una parte de ellos pudieron ser transferidos a Siria antes de la guerra. Si eso fuera cierto, entonces no sería verdad el caso hecho por Kay de que “estábamos todos equivocados”. La semana pasada, sin embargo, otro informe del gobierno americano referente a las armas iraquíes apareció en la prensa. Si bien ampliamente mal citado como confirmación de las alegaciones de Kay respecto a los arsenales, ciertamente el informe arroja dudas sobre ello. En diciembre de 2002, según el USA Today, un team de analistas de inteligencia americanos predijo que resultaría extremadamente dificultoso encontrar armas de destrucción masiva después de una invasión. El estudio había “considerado, pero rechazado, la posibilidad de que Irak no hubiera prohibido las armas”. Pero predecía que “localizar un programa que… ha sido conducido con negativas y ocultamientos no es tarea sencilla”. Los esfuerzos para encontrar las armas después de la guerra podrían ser como “tratar de encontrar muchas agujas en un pajar… en un panorama en el que se desconoce el número de agujas que puedan estar ocultas”.
Continúa siendo posible que aparezca nueva evidencia. Comprendemos que algunos deseen dar por terminada la búsqueda ahora mismo. Pero no vemos cómo puede beneficiar eso a los Estados Unidos o al mundo si se hace prematuramente.
VIII
Sea cual sea el resultado de esa búsqueda, continuará resultando válida la noción de que valía la pena pelear la guerra y de que era necesario pelearla. Para el pueblo de Irak, la guerra puso fin a tres décadas de terror y sufrimiento. Las tumbas colectivas descubiertas desde el fin del conflicto son ellas solas suficiente justificación para el mismo. Asumiendo que los Estados Unidos continúan comprometidos a ayudar a establecer un gobierno democrático en Irak, eso será una bendición tanto para el pueblo iraquí como para sus vecinos. Y para esos vecinos la amenaza de la agresión de Saddam, que pendió sobre ellos por más de dos décadas, finalmente ha sido eliminada. Las perspectivas de guerra en la región han disminuido considerablemente gracias a nuestra acción.
También queda vez más claro que la batalla de Irak ha sido una victoria importante en esa guerra más amplia en la que estamos enfrascados, una guerra contra el terror, contra la proliferación armamentística y por un nuevo Oriente Medio. Algunos otros regímenes en la región que intentaban desarrollar armas de destrucción masiva empiezan a sentir la presión, y algunos han comenzado a moverse en la dirección correcta. Libia ha renunciado a su programa de armas de destrucción masiva. Irán ha hecho al menos gestos que indican que abrirá a la inspección su programa nuclear. La red internacional clandestina organizada por el paquistaní A.Q. Khan, que desempeñó un papel central en la diseminación nuclear entre estados delincuentes, ha sido revelada. De Irán a Arabia Saudita las fuerzas liberales se han visto estimuladas. Estamos pagando un precio cierto en sangre y en dinero en Irak. Pero creemos que ya está claro –tan claro como pueden serlo las cosas en el mundo real-- que el precio de la liberación de Irak ha valido la pena.
Robert Kagan es un editor colaborador para The Weekly Standard. William Kristol es el editor de The Weekly Standard.
En el número del 23 de febrero de 2004:
La liberación de Irak justificada de sobra.
02-23-2004, Volume 009, Issue 23
Traducido por José A. Zarraluqui.
Por Robert Kagan y William Kristol
Con toda la alharaca desatada por los comentarios de David Kay en torno al fracaso en encontrar arsenales de armas químicas y biológicas en Irak, es el momento de retornar a los primeros principios y formular una pregunta clave: ¿fue correcta la decisión de ir a la guerra?
Los críticos de la guerra, y de la administración Bush, insisten en el fallo en dar con las armas de destrucción masiva. Pero si las armas que poseía fueron un factor determinante en la decisión de remover a Saddam, esa decisión también incluía otros muchos factores. La determinación de Saddam de obtener armas de destrucción masiva estaba inextricablemente enlazada con la naturaleza de su régimen tiránico, sus reiteradas agresiones, el desafío a sus obligaciones internacionales y sus inocultables lazos con una variedad de terroristas, desde Abu Nidal hasta Al Qaeda (un tópico que aquí no cubrimos en detalle, aunque referimos a los lectores a los reportajes de Stephen F. Hayes en esta revista el año pasado). Este patrón de comportamiento en su conjunto hizo de la deposición de Saddam algo tanto deseable como necesario a juicio de las administraciones de Clinton y de Bush. Ese juicio fue correcto entonces y sigue siéndolo ahora.
I
Parece de buen tono desdeñar el factor moral en la liberación del pueblo iraquí del prolongado y brutal gobierno de Saddam. Los críticos repiten que la mera opresión no era causa suficiente para la guerra y que, en todo caso, no fue la razón invocada por Bush. En efecto, fue por supuesto sólo una de las razones de Bush, pero además proveyó una razón de peso moral y humanitario a la guerra para remover a Saddam en Irak. Como fue ciertamente una razón de consideración para aquellos que, como nosotros, apoyamos la guerra contra Slobodan Milosevic hace pocos años. En nuestra visión –y aquí estamos en desacuerdo con lo que Paul Wolfowitz dijo a Vanity Fair hace unos meses -, librar al pueblo iraquí de una dictadura tan brutal y totalitaria como la de Saddam era en sí misma razón más que suficiente para remover a Saddam.
El razonamiento no era “meramente” moral. Como ocurre tan a menudo en los asuntos internacionales, no había una separación entre la naturaleza del gobierno de Saddam dentro de Irak y las políticas que él desarrollaba más allá de sus fronteras. El régimen de Saddam aterrorizaba a su propio pueblo, pero también constituía una amenaza a la región, y a nosotros. El argumento moral para ir a la guerra estaba ligado a las consideraciones estratégicas relativas a la paz y la seguridad en el Oriente Medio.
Saddam no era un “loco”. Era un depredador y un agresor. Mediante la fuerza bruta logró un dominio total en su país, y fue también mediante la fuerza o la amenaza de emplear la fuerza que llevó a cabo sus intentos por dominar toda la región. A lo largo de la década de 1980 mantuvo una guerra contra Irán. En 1990 invadió Kuwait. Gastó decenas de miles de millones de dólares en armas, tanto convencionales como no convencionales. Su clara e inmodificable ambición, una ambición alimentada a lo largo de tres décadas, fue la de dominar el Oriente Medio en lo económico y en lo militar, en sus intentos por apoderarse de la parte del león del petróleo de la zona, intimidando o destruyendo a cualquiera que se interpusiera en su camino. Y esto, también, era razón suficiente para sacarlo del poder.
La última vez que abordamos los argumentos para ir a la guerra en Irak (en octubre de 2003), citamos extensamente un discurso pronunciado por el presidente Clinton en febrero de 1998. En esta ocasión citamos extensamente otro discurso, pronunciado diez meses después, en diciembre de 1998, por el consejero de seguridad nacional del presidente Clinton, Sandy Berger. Lo mismo que el presidente Clinton, Berger hizo un trabajo excelente fundamentando la necesidad de remover a Saddam Hussein. Y los argumentos de Berger iban más allá del asunto de las armas.
Sí, reconocía Berger, “el interés nacional más importante a la hora de tratar con Irak” era para América “prevenir que Saddam reconstruya su capacidad militar, incluyendo las armas de destrucción masiva, y que emplee ese arsenal contra sus vecinos o contra su propio pueblo”. Pero la amenaza que Saddam representaba, con su “continuado reino del terror dentro de Irak y de intimidación más allá de Irak” resultaba más amplia aún. Lo que estaba en juego en Irak era el futuro del Medio Oriente e incluso del mundo árabe.
“El futuro de Irak”, argumentaba Berger, “afectará la manera en la cual el Oriente Medio y el mundo árabe en particular evolucionarán durante la próxima década e incluso después.” Esos pueblos se encontraban en medio de una “lucha entre dos amplias visiones del futuro”. Una visión era la del “pluralismo político” y la “apertura económica”. La otra visión era la que se alimentaba del descontento y el temor; la que estaba por la “oposición violenta a que esas fuerzas pudieran liberarse”. En tanto Saddam permaneciera “en el poder y en confrontación con el mundo”, continuaba Berger, Irak continuaría siendo “una fuente de conflictos potenciales en la región” y, tal vez lo más importante, “una fuente de inspiración para aquellos que equiparan la violencia con el poder y el compromiso con la rendición”.
Al final, explicaba Berger, la contención de Saddam pudiera no bastar. La “amenaza militar inminente” de momento podía ser evitada. “Pero incluso un Saddam contenido” representaba “un obstáculo para la estabilidad de la región y su evolución positiva”. Y en efecto la contención probablemente no podría “sostenerse a largo plazo”. Se trataba de “una política costosa en términos tanto económicos como estratégicos”. El patrón de los años precedentes –el desafío iraquí, seguido por la movilización por parte nuestra, seguida por la capitulación iraquí-- había dejado a “la comunidad internacional vulnerable a las manipulaciones de Saddam.” Cuanto más se prolongue el diferendo, advertía Berger, “peor resultará conseguir que se mantenga” la voluntad internacional. Tampoco existían dudas acerca de lo que Saddam podría hacer si, y en el momento que, la contención colapsara. “La historia de agresiones de Saddam y su reciente historial de engaños y desafíos no dejan lugar a dudas de que reasumiría su pretensión de dominador regional a la menor oportunidad. Año tras año, conflicto tras conflicto, Saddam evidenció que buscaba armamento, incluyendo armas de destrucción masiva, y lo buscaba para emplearlo.”
Por eso, continuaba Berger, la administración Clinton comprendía que en algún momento resultaría necesario pasar de la contención al cambio de régimen. Lo que estaba en juego era “nuestra habilidad para combatir el terror, evitar un conflicto regional, promover la paz y proteger la seguridad de nuestros amigos y aliados”. Citando al presidente Clinton, Berger sugería que “el mejor modo de enfrentar el desafío que Irak representa es a través de un gobierno en Bagdad –un nuevo gobierno-- comprometido a representar y respetar a su propio pueblo, no a reprimirlo; comprometido con la paz en la región”.
Fue sustancialmente el mismo argumento de la carta que dirigimos al presidente Clinton en enero de 1998, una carta cuyos signatarios incluían a Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, Richard Armitage y Robert Zoellick. En nuestra carta argumentábamos que:
La política de “contención” contra Saddam Hussein se ha erosionado rápidamente en los meses recientes. Como el último acontecimiento han demostrado, ya no podemos confiar en nuestros aliados de la alianza en la Guerra del Golfo para que continúen en vigor las sanciones que castigaban a Saddam cuando él bloqueaba o evadía las inspecciones de la ONU. Nuestra habilidad para asegurarnos en consecuencia de que Saddam Hussein no está produciendo armas de destrucción masiva se ha reducido sustancialmente. Incluso si las inspecciones sin cortapisas se reanudaran eventualmente, algo que en absoluto se vislumbra, la experiencia demuestra que resultará muy difícil, si no imposible, monitorear la producción de armas químicas y biológicas. El prolongado periodo durante el cual los inspectores fueron incapaces de acceder a innumerables instalaciones iraquíes hace incluso más improbable que puedan en algún momento descubrir lo que Saddam quiera mantener secreto. Como resultado, en un no muy lejano futuro seremos incapaces de determinar con un nivel de confianza razonable si Irak está o no está en posesión de dichas armas.
La última predicción resultó estar mucho más acertada de lo que hubiéramos imaginado en aquel momento. Pero ya subrayábamos que la misma incertidumbre era un peligro en sí, porque los Estados Unidos no estarían en capacidad de determinar si, o con qué intensidad, los riesgos representados por Saddam se pudieran incrementar. La incertidumbre de la situación actual, argüíamos, “ejerce un serio efecto desestabilizador en todo el Medio Oriente”. Ahora parece claro que esa incertidumbre en torno a las reales capacidades de Irak era lo que Saddam pretendía.
II
De manera que la amenaza que representaban las armas de destrucción masiva de Saddam se insertaba en la amenaza mayor política y estratégica que representaba su régimen para el Oriente Medio. Sólo que el incuestionable interés histórico de Saddam por las armas de destrucción masiva subrayaban esa amenaza. El peligro no radicaba, sin embargo, en el que Irak pudiera suponer para los Estados Unidos o, para emplear la frase de moda, la amenaza “inminente” para nuestro territorio. Nuestra principal preocupación en 1998, lo mismo que para Berger, era la amenaza que Saddam suponía para la seguridad y estabilidad de la región, cuyo mantenimiento recaía en gran medida sobre los Estados Unidos. Si Saddam “adquiere la capacidad de atacar con armas de destrucción masiva”, argumentábamos, la cual eventualmente alcanzaría “con casi total certeza de prolongarse el actual curso de acontecimientos”, a las tropas americanas en la región y a los aliados de los americanos, la estabilidad en el Oriente Medio y el suministro de petróleo en todo el mundo se verían en riesgo. La amenaza para los Estados Unidos consistía en que nos veríamos compelidos a defender a nuestros aliados y nuestros intereses en circunstancias mucho más difíciles y peligrosas con el arsenal letal de Saddam incrementado.
De ahí que los programas de armas de destrucción masiva de Saddam, tanto los que conocíamos como los que no conocíamos, dotaban a la situación de una urgencia especial. Era urgente en 1998 y continuaba siendo urgente cuatro años después. No existían dudas en 1998 –ni hay dudas hoy, con base en los hallazgos de David Kay-- de que Saddam por un lado procuraba agenciarse armas de destrucción masiva y por otro intentaba ocultar esos esfuerzos a los inspectores de la ONU. Después de 1995, cuando la defección del yerno de Saddam a cargo del programa armamentista, Hussein Kamal, aportó un caudal de información nueva acerca de los programas de armas de Irak y de sus arsenales --información que los iraquíes se vieron forzados a reconocer como exacta--, la inspección de armas de la ONU se convirtió en un juego de gato caza ratón. Como el presidente Clinton lo recalcó en su discurso tres años después, Kamal había “revelado que Irak continúa ocultando armas y misiles y su capacidad de construir muchos más”. Los inspectores intensificaron sus pesquisas. Y algún éxito deben haber tenido, colocándose a un paso de descubrir lo que Saddam ocultaba con tanto celo, cuando este empezó a mostrarse cada vez menos cooperativo y decidió impedir el acceso a algunas instalaciones.
Finalmente se dio la famosa confrontación en torno a los llamados “palacios presidenciales” –realmente vastos complejos de edificios y almacenes que Saddam simplemente declaró fuera del límite de los inspectores. Los funcionarios de inteligencia de Clinton observaron el trasiego por los iraquíes de equipos que podían utilizarse para la fabricación de armas que eludían las cámaras de video instaladas por los inspectores de la ONU. Para fines de 1997, reportó el New York Times, el team de inspectores de la ONU “ya no pudo verificar que Irak no estaba produciendo armas de destrucción masiva” y específicamente le fue impedido monitorear “equipos capaces de multiplicar cepas de agentes biológicos en cuestión de horas”.
El presidente Clinton declaró a principios de 1998 que Saddam claramente intentaba “proteger cualquier remanente existente de su capacidad para producir armas de destrucción masiva, los misiles para transportarlas y los laboratorios necesarios para producirlas”. Los inspectores de la ONU creen, continuó Clinton, que Irak todavía posee arsenales de municiones químicas y biológicas […] y la capacidad de reestablecer rápidamente su producción y construir muchas, muchas más armas”. Mientras tanto, el 13 de febrero de 1998, un libro blanco del gobierno de los Estados Unidos sobre las armas de destrucción masiva de Irak afirmaba que “en ausencia de los inspectores de la UNDCOM, Irak es capaz de reemprender la producción de cantidades limitadas de agente mostaza en el término de breves semanas, la producción a gran escala de sarin en cuestión de meses, y la producción a los niveles previos a la Guerra del Golfo --incluido VX-- en dos o tres años.
Fue el presidente Clinton quien, en febrero de 1998, formuló esta cuestión crítica: “qué pasa si [Saddam] falla en cumplir y nosotros fallamos en actuar, o tomamos algún otro sendero ambiguo que le proporcione más oportunidades de llevar adelante el programa de armas de destrucción masiva… Bueno, puede concluir que la comunidad internacional ha perdido su determinación. Puede entonces concluir que tiene el derecho de seguir adelante y reconstruir su arsenal de destrucción devastadora. Y les puedo garantizar que algún día, de algún modo, él utilizará ese arsenal”. “El siglo venidero”, predijo Clinton, “la comunidad de naciones verá más y más el tipo de amenazas que ahora representa Irak –un estado delincuente con armas de destrucción masiva, listo para emplearlas o proporcionárselas a terroristas… que se muevan desapercibidos entre nosotros por todo el mundo.”
En el transcurso de 1998 el proceso de inspección de la ONU colapsó. Los intentos de ganar el pulseo sostenido con Saddam y que los inspectores consiguieran acceso a los sitios prohibidos terminaron en nada. Una semana después del discurso de Berger en que advertía de las limitaciones de la contención, la administración Clinton lanzó la Operación Zorro del Desierto, una campaña de cuatro días de bombardeo aéreo sobre Irak destinada a destruir tanta capacidad armamentista de Saddam como fuera posible. Guiándose por informes de la inteligencia americana, la administración Clinton señaló blancos sospechosos de ser facilidades para producir armas en todo el territorio de Irak. La fuerza aérea y las agencias de inteligencia consideraron que el bombardeo destruyó o degradó un número de facilidades para producir armas de destrucción masiva, pero nunca tuvieron la certeza de la extensión del daño infligido debido, naturalmente, a que no quedaron inspectores que pudieran verificarlo.
Como respuesta al ataque Saddam expulsó a los inspectores de la ONU y no les permitiría regresar hasta noviembre de 2002. Como recordó Clinton el verano pasado: “Puede que acabáramos con todo; puede que acabáramos con la mitad; puede que no acabáramos con nada. Lo cierto es que no lo supimos”. En el otoño de 2002 Clinton llegó a decir acerca de las acciones del presidente Bush: “Así que yo pensé que era prudente que el presidente acudiera a la ONU y que la ONU dijera a Saddam: usted va a permitir esas inspecciones o, como no las permita, no va a haber más sanciones, sino un cambio de régimen”.
La situación que se presentaba a comienzos de 1999 resultaba problemática para todos los implicados, no sólo para los funcionarios americanos. Un informe al Consejo de Seguridad de la ONU en enero de 1999 redactado por Richard Butler, jefe del grupo de inspectores de la ONU, advertía que era mucho lo que se desconocía del programa iraquí, pero existían amplias razones para creer en la existencia de un significativo programa de armas de destrucción masiva aún vigente en Irak. Butler recontaba la historia de siete años de engaños y ocultamientos de armas y actividades prohibidas. Durante los primeros cuatro años de inspecciones, subrayaba Butler, los inspectores “en gran medida han sido confundidos por Irak, tanto en el conocimiento de los programas de armas proscritos y la continuación de actividades igualmente prohibidas, incluso bajo el monitoreo [de la ONU].” Sólo la defección de Hussein Kamal reveló que los inspectores habían sido llevados a formular erróneamente “juicios positivos sobre el cumplimiento de Irak.” Pero incluso después de la huida de Kamal los iraquíes continuaron ocultando sus programas y engañando a los inspectores. Los iraquíes fueron cogidos en flagrantes mentiras sobre si alguna vez habían cargado proyectiles con el agente nervioso VX. Los exámenes científicos demostraron que sí los habían cargado.
Los iraquíes fueron además sorprendidos mintiendo sobre su programa de armas biológicas. Primero negaron de plano tener ningún programa de armas; después, cuando sus mentiras salieron a la luz, negaron estar cargando los proyectiles con agentes biológicos. En un cierto momento fueron obligados a reconocer que habían “hecho armas con agentes biológicos para la guerra y desplegado armas biológicas para su uso en combate”. Los inspectores de la ONU reportaron que cientos de casquillos cargados con agente mostaza habían sido declarados “perdidos” por el gobierno iraquí y permanecían en paradero desconocido. Hubo como unas 6,000 bombas aéreas repletas de agentes químicos que nunca se contaron. Hubo también ciertas “ojivas especiales” con agentes para armas biológicas de las que nunca se llevó la cuenta. El informe de Butler concluía que, en adición a eso, “es preciso reconocer que Irak posee la capacidad industrial y el conocimiento necesario como para producir agentes biológicos con fines militares en poco tiempo y en grandes cantidades, si el gobierno iraquí decide hacerlo”.
La expulsión de los inspectores dejó sumidas en la más profunda oscuridad las actividades de Saddam durante cuatro años enteros. Después de todo, muchas actividades iraquíes prohibidas no habían podido ser detectadas incluso contando con la presencia en el terreno de los inspectores que intentaban monitorearlas. Sin los inspectores, la tarea de seguir la pista a los programas que Saddam determinara emprender resultaba de todo punto imposible.
III
De manera que, cuando la administración Bush tomó posesión, las razones para preocuparse con las capacidades potenciales de Saddam no eran menores que al final de la administración Clinton. Ni existían más razones para considerar que la contención pudiera resultar sostenible. Durante los primeros meses de la administración, los colaboradores de Bush empezaron a considerar cierto incremento en el apoyo a las fuerzas de oposición iraquíes, de acuerdo a la legislación aprobada abrumadoramente en 1998 con el apoyo de la administración Clinton. (La Ley de Liberación de Irak tomaba nota del uso de las armas químicas por parte de Saddam y declaraba que Irak “ha persistido en un patrón de engaño y ocultación en relación con sus programas de armas de destrucción masiva”. Y continuaba: “Debe ser política de los Estados Unidos apoyar los esfuerzos para desplazar del poder el régimen encabezado por Saddam Hussein en Irak y promocionar la aparición de un gobierno democrático que lo reemplace.”) Mientras tanto, el secretario de Estado Colin Powell se esforzaba por prevenir el colapso de las sanciones impuestas al régimen y la quiebra del consenso en el Consejo de Seguridad de la ONU mediante el establecimiento a un esfuerzo menos engorroso con las llamadas “sanciones inteligentes”.
Fue en ese momento que se produjeron los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. El 11 de septiembre dejó en estado de shock a la nación y en estado de shock al presidente. El hecho tuvo la virtud de hacer que muchos dentro de la administración y fuera de ella se fijaran más en las amenazas internacionales, porque era evidente que todos habíamos sido en exceso indolentes al considerar tales amenazas anteriormente. Tampoco resultó sorpresivo que la cuestión de Irak adquiriera preeminencia de inmediato. En efecto, ninguno de los candidatos para la elección del 2000 se había referido mucho a Irak. Pero no porque alguno creyera que había dejado de ser un problema urgente y creciente. La administración Clinton no quería hablar del asunto porque sentía que se estaba quedando sin opciones. La campaña de Bush no aludía al tema porque Bush estaba llevando a cabo una campaña, irónica viéndola en retrospectiva, que prometía unos Estados Unidos menos activos, con un papel más restringido en los asuntos mundiales. Pero nada de eso significaba que la cuestión iraquí se hubiera evaporado, y tras el 11 de septiembre retornó a un primer plano. Después de todo, habíamos tenido una década entera de confrontación con Irak, seguíamos realizando incursiones aéreas sobre Irak de tanto en tanto, el presidente Clinton había declarado a Saddam Hussein la mayor de las amenazas a nuestra seguridad en el siglo XXI, colaboradores de Clinton como Sandy Berger y Madeleine Albright habían llegado a la conclusión de que en algún momento Saddam tendría que ser removido, en tanto los inspectores de la ONU había hecho público informe alarmante tras informa alarmante acerca de las reales y potenciales capacidades armamentísticas de Saddam.
Así que la administración Bush determinó que había que sacar de Irak al régimen de Saddam Hussein de una vez y para siempre, exactamente como Clinton y Berger habían sugerido que resultaría preciso hacer en algún momento. Por todas las razones que Berger había esgrimido, el problema estaba en la mera existencia del régimen de Saddam, por encima y más allá de sus capacidades armamentísticas. Constituía un obstáculo al progreso en el Medio Oriente y en el mundo árabe. Era una amenaza para el pueblo iraquí y para los vecinos de Irak. Y una gran parte de esa amenaza estaba constituida por la determinación de Saddam de adquirir tanto armas convencionales como armas no convencionales.
El 11 de septiembre había añadido nuevas dimensiones al peligro. Porque como Bush y muchos otros se preguntaban, ¿qué sucedería si Saddam permitiera que los terroristas tuvieran acceso a sus arsenales? ¿Qué sucedería si un día no lejano terroristas como los que estrellaron los aviones en el World Trade Center y en el Pentágono dispusieran de armas nucleares, químicas o biológicas? ¿Vacilarían en emplearlas? Los posibles nexos entre el terrorismo y el programa armamentista iraquí hacían de Irak un asunto todavía más urgente. ¿Fue esta preocupación legítima exagerada y utilizada como excusa? En ese caso, fue exactamente la misma excusa exagerada que había preocupado al presidente Clinton en 1998 cuando alertó, en su alocución sobre Irak, sobre un “estado delincuente con armas de destrucción masiva dispuesto a emplearlas o a proporcionarlas a los terroristas”, y cuando habló del “eje impío” formado por terroristas internacionales y estados fuera de la ley como una de las grandes amenazas enfrentadas por los americanos.
Ni fue sorprendente que cuando el presidente Bush comenzó a moverse hacia la guerra con Irak en el otoño y el invierno de 2002 contara con apoyo considerable tanto entre los demócratas como entre los republicanos. Una mayoría de los senadores demócratas --incluyendo, por supuesto a John Kerry y a John Edwards --votaron a favor de la resolución que autorizaba al presidente el empleo de la fuerza contra Irak. ¿Y cómo hubieran podido dejar de hacerlo? El manejo de la situación iraquí por parte de la administración Bush no fue sino la prolongación del manejo que le había dado la administración Clinton, excepto que tras el 11 de septiembre la inacción resultaba menos aceptable. La mayoría del establishment del Partido Demócrata familiarizado con la política exterior apoyó la guerra y no porque se confundiera con una retórica belicista excesiva. (Un exceso apreciablemente menor que el del secretario de Defensa de Clinton, William Cohen, quien apareció en la televisión nacional a finales de 1997 con un paquete de azúcar en la mano mientras hacía notar que una cantidad similar de ántrax “era capaz de destruir a la mitad de la población de Washington, D.C.” En una conferencia de prensa sobre las armas de destrucción masiva de Irak, Cohen señaló también que si Saddam poseía “tanto VX almacenado como sospechaban los inspectores de la ONU” estaría en “capacidad de matar a todos y cada uno de los habitantes del planeta”.) Ni apoyaron la guerra porque en lo fundamental los engañara la inteligencia americana acerca de la naturaleza y la extensión de los programas de armas de Saddam. La mayor parte de lo que sabían y cualquiera sabía acerca de esos programas se lo debíamos a los inspectores de la ONU, no a la inteligencia americana.
IV
Algunos de esos datos de inteligencia resultaron ser falsos. Algunos resultaron ser ciertos. Y es simplemente demasiado pronto para pronunciarse acerca del resto. La prensa enfocó su atención casi enteramente en la afirmación de David Kay de que no había depósitos de armas químicas y biológicas cuando los Estados Unidos y sus aliados invadieron Irak en marzo pasado. Abordaremos esa afirmación en un momento. Pero ¿qué acerca del resto del testimonio de Kay?
La cuestión clave por más de una década, tanto para la administración de Clinton como para la de Bush, fue no sólo qué armas Saddam poseía, sino qué armas estaba tratando de obtener, y cuánto demoraría en obtenerlas si la contención fracasaba. La meta de la política americana, y por cierto la del Consejo de Seguridad de la ONU, durante toda una docena de años con posterioridad a la Guerra del Golfo de 1991, no pretendía en principio localizar los arsenales que Saddam pudiera poseer. Eso era algo subsidiario a la meta principal, que consistía en el desarme iraquí, incluyendo no sólo la eliminación de las armas prohibidas existentes, sino todos los programas armamentísticos como forma de garantizar que Irak no dispusiera de armas de destrucción masiva ni en el presente ni en el futuro. Tal como Richard Butler y otros inspectores de armas dejaron en claro, ese empeño resultaba prácticamente imposible una vez claro el propósito de Saddam de hacerse con ese tipo de armamento en algún instante. Como Butler repitió una vez y otra en sus informes al Consejo de Seguridad, la completa tarea inspectora dependía de la cooperación de Saddam. Pero Saddam jamás cooperó, ni en los 90s ni en 2003.
Conviene recordar que el propósito principal de la resolución 1441 del Consejo de Seguridad, aprobada el 8 de noviembre de 2002, no iba dirigido a descubrir si Saddam tenía armas o programas para producirlas. Nadie dudaba que Saddan las tuviera. Lo importante era determinar si se encontraba listo para aliviar su conciencia de toda culpa y renunciar no sólo a las armas prohibidas que poseía, sino a cualquier esfuerzo posterior a adquirirlas, de una vez y por todas. La intención era conceder a Saddam “una última oportunidad” para modificar su talante y cooperar mediante la revelación de todos sus programas ofensivos, desmantelarlos y prometer no volver a implementarlos jamás.
Después de todo, ¿qué no podía haber sucedido si Saddam entregaba sus arsenales y desmantelaba sus proyectos sólo para reanudarlos al minuto siguiente en que la comunidad internacional volviera las espaldas? Saddam podía ser obligado a moverse más despacio, pero no a detenerse en seco. Y esa fue la lógica que había conducido a la administración Clinton a concluir que algún día, de alguna manera, la única respuesta al problema tendría que ser sacar a Saddam del poder. Y no sorprende que la administración Bush estuviera todavía más convencida de que la remoción de Saddam era la única respuesta. Que la administración conviniera con el proceso de inspecciones pautado por la resolución 1441 fue una concesión a las presiones internacionales y domésticas. Ningún funcionario, incluido el secretario Powell, creía en la más mínima posibilidad de que Saddam se atuviera a los términos impuestos por la resolución 1441.
La resolución 1441 demandaba que, en el término de 30 días, Irak proveyera “un recuento detallado, completo y exhaustivo de todos sus programas de desarrollo de armas químicas, biológicas y nucleares, misiles balísticos y otros sistemas de lanzamiento como el de vehículos de navegación y dispersión aéreas sin piloto, incluyendo la precisa localización de tales armas, componentes para su fabricación, subcomponentes, depósitos de agentes deletéreos y cualesquiera materiales y equipos relacionados, los lugares de trabajo, de investigación y de producción de los mismos, así como cualesquiera otros programas químicos, biológicos o nucleares, incluidos aquellos pretendidamente no relacionados con la producción o el material armamentista”. Los funcionarios de la administración dudaban que Saddam pudiera aceptar esto. Esperaban sólo porque, una vez que el incumplimiento de Saddam se pusiera de manifiesto, ellos podrían obtener el apoyo unánime en el Consejo de Seguridad de la ONU para desatar la guerra.
Y quedó muy claro que Saddam no se estaba sometiendo a la resolución. En su informe del 30 de mayo de 2003 al Consejo de Seguridad, Hans Blix declaró que de los depósitos de ántrax y VX no se daba cuenta. Y elaboró: “Es poco el progreso hecho para solucionar asuntos cardinales… La larga lista de ítems proscriptos de los que no se da cuenta y que por lo tanto implican cuestiones relativas al desarme no resueltas no ha sido acortada ni por las inspecciones ni por las declaraciones y la documentación aportadas por Irak”.
Ahora, por supuesto, definitivamente sabemos mucho mejor que Saddam no cumplió con la resolución 1441. Esa es una parte del testimonio de Kay que ha sido ampliamente ignorada. Lo que Kay descubrió en el curso de los ocho meses de su investigación fue que Irak falló en responder adecuadamente cuestiones vitales sobre sus arsenales y programas. Más aún, continuó empeñado en una elaborada campaña de engaño y ocultamiento de actividades relacionadas con las armas durante todo el tiempo que Hans Blix y el resto de inspectores de la UNMOVIC estuvieron en el país, y después hasta el día de la invasión, e incluso después.
Como Kay declaró ante el Comité de Servicios Armados del Senado el mes pasado, el Grupo Investigador de Irak “descubrió cientos de casos, basados tanto en documentos, evidencias físicas o el testimonio de iraquíes, de actividades prohibidas bajo la resolución inicial de la ONU 687 y que debieron haber sido mencionados en la 1441, con testimonios iraquíes que no sólo no revelaron esto a la ONU, sino que fueron instruidos de no hacerlo y de ocultar material”. Kay reportó: “Teníamos un número de iraquíes que se nos acercaron a decirnos: ´No revelamos a la ONU lo que estábamos ocultando, ni nos hubiéramos atrevido a decirlo´” porque el riesgo era demasiado grande. ¿Y qué es lo que estaban ocultando? Kay reportó: “Mantenían su actividad y sus programas vivos, con la intención de reasumirlos en el futuro. Así que era mucho lo que debían ocultar porque revelaría que todo era ilegal”. Como reveló Kay en octubre pasado, su team descubrió docenas de actividades relacionadas con programas de armas de destrucción masiva y cantidades significativas de equipos que Irak había ocultado a las inspecciones de la ONU que comenzaron a finales de 2002”. En particular, Kay reportó:
· Una red clandestina de laboratorios y casas de seguridad del servicio de inteligencia iraquí que contenía equipos capaces de desarrollar armas químicas y biológicas. Esta clase de equipos fue explícitamente mencionada en el pedido de información de Hans Blix, pero le fue ocultado a Blix durante toda la investigación que este llevó a cabo.
· Un complejo prisión-laboratorio que pudo haber sido usado en pruebas de agentes biológicos en personas. A los funcionarios iraquíes que organizaron las inspecciones de la ONU en 2002 y 2003 se les prohibió explícitamente inspeccionar la existencia del complejo prisión-laboratorio.
· Las llamadas “reference-strains” de organismos biológicos, que pueden ser utilizadas en la producción de armas. Fueron encontradas en la casa de un científico.
· Nuevas investigaciones en agentes aplicables a las armas biológicas, incluyendo la fiebre hemorrágica del Congo y Crimea, y continuas investigaciones de la ricina y la aflatoxina –que fueron ocultadas a Hans Blix a despecho de su petición de que se le suministrara cualquier información relacionada.
· Planes y diseños avanzados de nuevos misiles con alcance de al menos 1,000 kilómetros, bastante más que el límite de 150 kilómetros impuesto a Irak por el Consejo de Seguridad de la ONU. Estos misiles le habrían permitido a Saddam amenazar objetivos que van desde Ankara hasta el Cairo.
El último mes Kay también reportó que Irak “estaba en los primeros escalones de renovar su programa [nuclear], construyendo nuevas instalaciones”.
Como Kay ha testificado repetidamente, Irak estaba “en flagrante violación de la 1441”. De manera que si el mundo hubiera sabido en febrero de 2003 lo que Kay dice que sabemos ahora –que no existen grandes depósitos de armas, pero que Irak continuaba buscando programas de armas de destrucción masiva al tiempo que ocultaba estos esfuerzo a los inspectores de la ONU que, dirigidos por Blix a la sazón en cumplimiento de la resolución 1441-- ¿no habría habido al menos tanto, y probablemente más, apoyo para ir a la guerra? Saddam habría quedado en evidencia como violador flagrante de otro conjunto de compromisos de desarmarse. Habría evidenciado de nuevo que no estaba dispuesto a abandonar tales programas y que no iba a aprovechar esta “última oportunidad” para desarmarse de una vez por todas. Si el mundo hubiera descubierto de manera inequívoca en febrero de 2003 que Saddam no estaba observando los compromisos que le imponía la resolución 1441, es muy probable que hasta los franceses hubieran encontrado dificultades para vetar una resolución de la ONU que autorizara la guerra. Como Dominique de Villepin reconoció en aquellos contenciosos meses que precedieron a la guerra: “Todos reconocemos que el éxito de las inspecciones presuponen que obtenemos la completa colaboración de Irak”. Cuál habría sido la reacción de conocerse que Saddam se había embarcado en otra ronda de mentiras y ocultamientos?
Si Kay está en lo cierto, Saddam había aprendido una lección en algún momento de los años 90s, quizás tras la defección de Kamal, quizás antes de la Operación Zorro del Desierto en 1998. Pero no era una lección lo que los Estados Unidos o el resto del mundo demandaban que él aprendiera. En un momento determinado Saddam pudo decidir que, en lugar de amontonar grandes arsenales, lo más saludable para él era continuar con los programas de producción de manera secreta, a la espera para entregarlas sólo si eventualmente la presión resultaba demasiado intensa. Para cuando los inspectores retornaron a Irak en 2002, Saddam estaba listo para cooperar un poquito más ya que había enmascarado sus programas de modo que pudieran escapar a mayores escrutinios. Había dado marcha atrás hasta quedarse con los esqueletos de los programas, a la espera del instante en que pudiera insuflarles vida de nuevo. Sin embargo, incluso así no permitió que los inspectores lo examinaran todo. Sin duda esperaba que, de poder salir ileso de esa última ronda de inspecciones, lo dejarían en paz, tal vez levantándole las sanciones y poniendo fin a las inspecciones. Ahora sabemos que a comienzos de 2003 Saddam asumió que los Estados Unidos podrían lanzar otra ronda de ataques aéreos, pero no una invasión en gran escala. De manera que calculó que sus posibilidades de sobrevivir eran grandes y, como Kay concluyó: “Mantenían sus programas y actividades y ciertamente tenían la intención de reanudarlos en algún momento”.
¿Resultaba eso satisfactorio? Si tanto se había conseguido, si habíamos tenido éxito en que diera marcha atrás en sus programas y todo lo que tenía Saddam era la esperanza de tal vez volver a implementarlos algún día, ¿cuál era la razón entonces para ir a la guerra? Kay no cree eso. Ni nosotros. Si los Estados Unidos llegan a retroceder el año pasado, podríamos haber caído en la trampa sobre la que ya cinco años antes Berger había precavido. Habríamos vuelto al viejo patrón de “Irak desafía, a continuación nosotros nos movilizamos y a seguidas Irak capitula”, eso seguido de un nuevo desafío iraquí –y el cansancio tanto de la comunidad internacional como de los Estados Unidos.
Había un argumento el año pasado en contra de ir a la guerra. Pero recordemos de qué argumento se trataba. No tenía nada que ver conque si Saddam poseía armas y programas de armas de destrucción masiva. Todos y cada uno, desde Howard Dean a la junta editorial del New York Times a Dominique de Villepin a Jacques Chirac, daban por sentado que las poseía. La mayoría de reparos a la guerra tenían que ver con el timing. La queja más frecuente era que Bush apremiaba por la guerra. ¿Por qué no conceder a Blix y sus inspectores otros tres meses, o seis meses?
Ahora tenemos claro, sin embargo, que dar a Blix unos meses adicionales pudo no hacer ninguna diferencia. El mes pasado se preguntó a Kay qué hubiera ocurrido si a Blix y su team se les hubiera dejado proseguir su misión. Respuesta de Kay: “Cuanto puedo decir es que entre el numeroso personal científico iraquí con quien hablamos, muchos nos dijeron: La ONU nos interrogó; nosotros nos reservamos la verdad, no les enseñamos el equipo, no mencionamos siquiera esos programas; no podíamos hacerlo en tanto Saddam continuara en el poder. Sospecho que, no importa cuánto tiempo duraran las investigaciones, la respuesta habría continuado siendo la misma”. Kay concluyó que él y su team supieron de cosas luego de la guerra “que ningún inspector de la ONU pudo descubrir” en tanto Saddam permanecía en el poder.
Así que resulta muy dudoso que, con otros tres meses u otros seis meses, Blix y su gente hubieran podido llegar a una conclusión definitiva en un sentido o en otro. O que, por lo mismo, pudiera haberse dado un voto unánime en el Consejo de Seguridad a favor de la guerra al cabo de tales seis meses. Que los Estados Unidos habrían podido mantener en pie de guerra permanente a otros 200,000 soldados en el Golfo Pérsico es incluso más dudoso.
V
¿Acaso la administración proclamaba que la amenaza iraquí era inminente, en el sentido de que Irak poseía armas que estaban a punto de ser empleadas contra los Estados Unidos? Ese es el mayor de los cargos que formulan los enemigos de la administración Bush en la actualidad. Y resulta sorprendente, dada la certeza con la que estos cargos son formulados, cuán pocas son las citas de las palabras de la administración que sus críticos pueden esgrimir en respaldo a sus acusaciones. Afirmar que una acción es urgente no es lo mismo que decir que la amenaza es inminente. En efecto, el presidente dijo que la amenaza no era inminente, y que lo que teníamos que hacer (urgentemente) era actuar antes de que la amenaza deviniera inminente. Como el líder demócrata del Senado, Tom Daschle, dijo el 10 de octubre de 2002, explicando su apoyo a la legislación que autorizaba al presidente a ir a la guerra: “La amenaza representada por Saddam Hussein puede no ser inminente, pero es real, sigue creciendo y no puede ser ignorada”.
Una razón para que los críticos hayan estado insistiendo en que la administración afirmaba que la amenaza de Irak era inminente, nos parece se debe a lo fácil que resulta demostrar que el peligro para los Estados Unidos no era inminente. Pero la tesis central del argumento contra la guerra, tal como fue formulado antes de la misma, consistía en decir que la amenaza de Irak no sería inminente incluso si Saddam poseía cada arma prohibida en su arsenal. Recuerden, la inmensa mayoría de los argumentos contra la guerra asumían que esas armas prohibidas existían. Pero dichas armas, se decía, no eran un peligro inminente porque Saddam, como antes lo fue la Unión Soviética, podría ser contenido. Y lo que era más, el hecho de que Saddam poseyera esas armas era una razón adicional para que los Estados Unidos se abstuvieran de ir a la guerra. Porque, después de todo, lo más probable es que Saddam sí usara las armas que poseía como resultado de la invasión americana. El otro debate actual acerca de la “inminencia” es un intento ex post facto de reformular el viejo argumento sobre la guerra. El que los arsenales no hayan aparecido después no cambia en absoluto los contornos de aquel debate.
VI
El 8 de febrero en Ante la Prensa, Tim Russert preguntó al presidente si la guerra en Irak fue “una guerra elegida o una guerra necesaria”. El presidente hizo una pausa antes de responder, pidiendo a Russert que se explicara mejor, como renuente a aceptar tal dicotomía. Tenía razón.
Porque eso de pelear una “guerra de elección” suena problemático. ¿Pero cuántas de nuestras guerras han sido, en puridad de verdad, guerras de necesidad? ¿Cuán a menudo el país debió encarar un peligro y una destrucción inminentes a menos que lanzara una guerra? ¿Fue la Primera Guerra Mundial una guerra de necesidad? ¿Lo fue la Segunda Guerra Mundial antes del ataque a Pearl Harbor o, después, respecto al conflicto con Alemania en Europa? ¿Fue la Guerra Hispano-Americana una guerra de necesidad? ¿Lo fue el conflicto de Corea? No hablemos de Vietnam, la República Dominicana, Grenada, Panamá, Somalia, Haití, Bosnia y el Kosovo. ¿Y qué decir de la primera Guerra del Golfo? Muchos argumentan que Saddam pudo ser (y de hecho lo fue) frenado en Kuwait y que eventualmente había sido forzado a contenerse mediante sanciones económicas.
En cierto sentido todas las anteriores fueron guerras de elección. Pero, cuando se miran en su contexto histórico y en sus circunstancias internaciones, todas se basaron en juicios acerca del costo de la inacción, los beneficios de la acción, y en cálculos estratégicos sobre si la pronta acción sería preferible a tener que actuar después en circunstancias menos favorables. En otras palabras, la guerra fue necesaria para nuestro interés nacional, si es que no fue absolutamente necesaria para la inmediata protección del suelo patrio.
En este caso, creemos que la guerra pudo habernos alcanzado eventualmente debido a la trayectoria de Saddam –en el entendimiento de que los Estados Unidos intentaban continuar desempeñando su papel como garantes de la paz y la seguridad en el Oriente Medio. La cuestión era si resultaba más seguro actuar antes o después. El presidente argumentó, convincentemente, que era más seguro –más necesario-- actuar lo más pronto posible. Las sanciones no podían seguir siendo mantenidas; la contención, ya bastante dudosa, estaba lejos de resultar persuasiva después del 11 de septiembre; y así la guerra para remover a Saddam se hizo, en el sentido más amplio, en el sentido relevante a la política internacional responsable, necesaria. Este es, por supuesto, un curso de legitimidad sujeto a debate –pero también debería serlo en el caso de que grandes arsenales de armas ya hubieran sido descubiertos.
VII
¿Pero qué en torno a los arsenales? El no poder encontrarlos, y ahora la afirmación de David Kay de que no existían al momento de la invasión el año pasado (una afirmación repetida por un sorprendente número de periodistas en el sentido de que nunca existieron en absoluto), han llevado a muchos a mantener que la guerra entera se llevó a cabo sobre premisas falsas. Ya hemos examinado ese punto, pero también queremos examinar la afirmación de Kay.
Estamos preparados para admitir que los enormes arsenales de ántrax, ricina, VX y otras armas biológicas y químicas que sin duda existieron fueron en algún momento destruidos por los iraquíes. Pero no comprendemos porqué Kay está tan seguro de saber cuál fue el destino de esos arsenales y el resto de los programas armamentistas de Saddam que no fueron encontrados.
De acuerdo al testimonio de Kay ante el Senado (y puesto que no ha sometido un informe por escrito ni existe documentación que apoye sus recientes afirmaciones, es cuanto cualquiera puede tener), Kay y su team fueron “a su trabajo sin tratar de encontrar dónde las armas estaban escondidas”. Cuando el Survey Group no encontró las armas “en los lugares obvios”, presumiblemente los lugares identificados por la inteligencia y otras fuentes, nos explica Kay, trató de descubrir la verdad por otros medios. Su principal método parece haber sido entrevistar a científicos que pudieran haber sabido qué se había producido y dónde pudiera estar guardado, así como el examen de una parte de los documentos descubiertos después de la Guerra. Kay reconoce que los arsenales, ciertamente, pudieran estar todavía escondidos en algún sitio. Pero no cree que lo estén.
Ante el cuestionamiento de los senadores, sin embargo, Kay admitió unas pocas áreas de incertidumbre. La primera, sus entrevistas con los científicos iraquíes. En algunas ocasiones Kay afirmó que, con Saddam fuera del poder, debía asumirse que los científicos ya no experimentaban miedo de contar la verdad y se encontraban dispuestos a colaborar. Por consiguiente, sus testimonios de que no existían arsenales debían resultar confiables. Pero cuando se le preguntó si los individuos que participaron en los programas armamentistas iraquíes pudieran temer ahora ser enjuiciados por crímenes de guerra, Kay respondió: “Absolutamente. Y el temor de algunos de los que se encuentran detenidos es muy grande”, lo cual es “una razón para que no hablen”. Así que resulta que algunos científicos no están colaborando. Esto produce, Kay sugiere, “un nivel de ambigüedad insoluble” respecto de los programas de armas de Saddam. ¿Pero es esta ambigüedad realmente “insoluble” o es sólo insoluble dentro de los límites de la investigación de Kay? ¿Resulta posible que cuando la totalidad de los científicos se sientan más confiados y seguros como para hablar nos enteremos de algo más?
Lo mismo podría preguntarse acerca de las búsquedas físicas que Kay no llevó a cabo. Cuando Kay sometió su informe interino en octubre de 2003, hizo notar que existían aproximadamente 130 áreas de depósitos de municiones en Irak, algunas con extensiones de hasta 50 millas cuadradas, y que incluían como 600,000 toneladas de casquillos, cohetes, bombas de aviación y otro material. En los 90s, los inspectores de la ONU supieron que los militares almacenaban materiales químicos en los mismos depósitos de las armas convencionales. Para octubre de 2003, únicamente 10 de esos depósitos de armamentos habían sido examinados por los equipos americanos. Kay no ha dicho cuántos más fueron examinados en los cuatro meses siguientes, pero uno no puede menos que sospechar que muchos de ellos están todavía sin examinar. Ciertamente esto crea otro nivel de ambigüedad que, con el tiempo, pudiera ser resuelto.
Finalmente está la cuestión de los documentos iraquíes. Comprendemos que miles de páginas confiscadas al final de la guerra no hayan podido leerse todavía. En los 90s, los inspectores de la ONU a menudo encontraban tesoros de información provenientes de un simple documento extraído de una montaña de papeles. ¿Es posible que alguno de los documentos todavía no leídos contenga información útil? Y además, de acuerdo al informe de octubre de Kay y a su testimonio posterior, los funcionarios iraquíes llevaron a cabo un esfuerzo masivo dirigido a destruir evidencias, quemando documentos y rompiendo discos duros de computadoras. El resultado, Kay reconoció, es que “no seremos capaces de probar… algunas de las conclusiones positivas que pretendíamos”. He aquí un nuevo nivel de ambigüedad.
La verdad es que ni Kay ni nadie sabe qué pasó con los depósitos que se conoce positivamente Irak poseyó en el pasado –porque los mismos iraquíes admitieron poseerlos. De nuevo, estamos dispuestos a admitir que Saddam no poseía esos arsenales el año pasado cuando la guerra comenzó. Pero es demasiado pronto, consideramos, como para dar por definitiva esa conclusión. Ni encontramos particularmente persuasivo el argumento de que Saddam no poseía esos armamentos, pero quería convencernos de que sí los poseía, o el de que él sí creía en su existencia, pero no porque existieran, sino porque lo engañaban todos cuantos lo rodeaban. Esas hipótesis son posibles. Como también es posible que encontremos los depósitos de armas o evidencia de que fueron destruidos o movidos de lugar justo antes de empezar la guerra.
Kay, curiosamente, sugirió él mismo en una entrevista de prensa que los depósitos o una parte de ellos pudieron ser transferidos a Siria antes de la guerra. Si eso fuera cierto, entonces no sería verdad el caso hecho por Kay de que “estábamos todos equivocados”. La semana pasada, sin embargo, otro informe del gobierno americano referente a las armas iraquíes apareció en la prensa. Si bien ampliamente mal citado como confirmación de las alegaciones de Kay respecto a los arsenales, ciertamente el informe arroja dudas sobre ello. En diciembre de 2002, según el USA Today, un team de analistas de inteligencia americanos predijo que resultaría extremadamente dificultoso encontrar armas de destrucción masiva después de una invasión. El estudio había “considerado, pero rechazado, la posibilidad de que Irak no hubiera prohibido las armas”. Pero predecía que “localizar un programa que… ha sido conducido con negativas y ocultamientos no es tarea sencilla”. Los esfuerzos para encontrar las armas después de la guerra podrían ser como “tratar de encontrar muchas agujas en un pajar… en un panorama en el que se desconoce el número de agujas que puedan estar ocultas”.
Continúa siendo posible que aparezca nueva evidencia. Comprendemos que algunos deseen dar por terminada la búsqueda ahora mismo. Pero no vemos cómo puede beneficiar eso a los Estados Unidos o al mundo si se hace prematuramente.
VIII
Sea cual sea el resultado de esa búsqueda, continuará resultando válida la noción de que valía la pena pelear la guerra y de que era necesario pelearla. Para el pueblo de Irak, la guerra puso fin a tres décadas de terror y sufrimiento. Las tumbas colectivas descubiertas desde el fin del conflicto son ellas solas suficiente justificación para el mismo. Asumiendo que los Estados Unidos continúan comprometidos a ayudar a establecer un gobierno democrático en Irak, eso será una bendición tanto para el pueblo iraquí como para sus vecinos. Y para esos vecinos la amenaza de la agresión de Saddam, que pendió sobre ellos por más de dos décadas, finalmente ha sido eliminada. Las perspectivas de guerra en la región han disminuido considerablemente gracias a nuestra acción.
También queda vez más claro que la batalla de Irak ha sido una victoria importante en esa guerra más amplia en la que estamos enfrascados, una guerra contra el terror, contra la proliferación armamentística y por un nuevo Oriente Medio. Algunos otros regímenes en la región que intentaban desarrollar armas de destrucción masiva empiezan a sentir la presión, y algunos han comenzado a moverse en la dirección correcta. Libia ha renunciado a su programa de armas de destrucción masiva. Irán ha hecho al menos gestos que indican que abrirá a la inspección su programa nuclear. La red internacional clandestina organizada por el paquistaní A.Q. Khan, que desempeñó un papel central en la diseminación nuclear entre estados delincuentes, ha sido revelada. De Irán a Arabia Saudita las fuerzas liberales se han visto estimuladas. Estamos pagando un precio cierto en sangre y en dinero en Irak. Pero creemos que ya está claro –tan claro como pueden serlo las cosas en el mundo real-- que el precio de la liberación de Irak ha valido la pena.
Robert Kagan es un editor colaborador para The Weekly Standard. William Kristol es el editor de The Weekly Standard.
En el número del 23 de febrero de 2004:
La liberación de Irak justificada de sobra.
02-23-2004, Volume 009, Issue 23
Traducido por José A. Zarraluqui.
Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 03:56
Realismo vs socialismo,
dos concepciones de política exterior
Adolfo Rivero Caro
En el trasfondo de las discusiones sobre política exterior siempre podemos encontrar el choque de dos concepciones contrapuestas. Son las dos grandes corrientes de pensamiento en relación con la política internacional: la realista y la socialista. Su diferendo básico gira en torno a cuál debe ser la base fundamental de las relaciones internacionales, si el poder o los tratados. Los socialistas aspiran a un orden mundial que, al igual que la sociedad nacional, esté gobernado por leyes, por acuerdos entre los países. Un orden internacional que sea como una extensión del estado de derecho de cualquier país civilizado. De aquí que sean esencialmente multilateralistas. Los multilateralistas quieren un orden internacional que no esté basado en la soberanía y el poder, sino en la interdependencia y los acuerdos. A través del multilateralismo, el internacionalismo socialista busca trascender los estrechos intereses nacionales y, en última instancia, el estado nacional mismo. Después de todo, los socialistas siempre han considerado al estado nacional como el aparato represivo de una clase dominante explotadora (la burguesía) y su política exterior como la proyección internacional de su afán depredador. Este es el trasfondo teórico de la aversión socialista al estado nacional. Es por eso que acogen con regocijo la disminución de la soberanía como el camino idóneo hacia un sistema internacional regido por normas legales purificadas de egoísmos sectarios. Curiosamente, Europa practicó la multipolaridad durante siglos y la encontró inestable y sangrienta. Ahora ha renunciado a la multipolaridad para la región sólo para pretender establecerla a nivel mundial.
La más poderosa de las soberanías nacionales, por supuesto, es la de la superpotencia americana. Es por eso que los internacionalistas socialistas se sienten tan terriblemente incómodos con el dominio americano. De aquí que sea imprescindible domesticar a Estados Unidos. Su proyecto es restringirlo mediante una vasta red de acuerdos, algo así como amarrar a Gulliver con miles de hilos que contengan su enorme poder. Esta visión del internacionalismo socialista, esta visión de un poder americano sólidamente amarrado y constreñido, es la visión dominante en Europa. También es la visión dominante dentro del Partido Demócrata y de gran parte de los diplomáticos profesionales de Estados Unidos. Hay que señalar, sin embargo, que esto es un fenómeno relativamente nuevo, posterior a la Guerra de Vietnam y lamentablemente desvinculado de las grandes tradiciones de Wilson, Roosevelt y Truman. En una época de peligros internacionales sin precedentes, el Partido Demócrata ha sido secuestrado por un ala izquierda ajena a los intereses nacionales, como han señalado con preocupación importantes dirigentes demócratas.
Los realistas consideran esta visión socialista, internacionalista, como irremediablemente utópica. La historia de los tratados internacionales --desde los acuerdos de Oslo hasta los firmados con Corea del Norte en 1994, por sólo mencionar los más recientes-- constituyen una tóxica combinación de ingenuidad y cinismo. Los acuerdos entre amigos que puedan tener algún punto de desacuerdo son una cosa y los tratados entre enemigos irreconciliables son otra muy distinta. Estos últimos son peores que nada puesto que inspiran un falso sentimiento de seguridad. Baste recordar el Pacto de Munich. Para los realistas, el elemento básico de las relaciones internacionales --así como de la seguridad, la estabilidad y la paz-- es, y tiene que ser, el poder. Es el único lenguaje que entienden los bárbaros. Y los bárbaros, desgraciadamente, son la mayoría.
Es por esto que es muy difícil que los realistas renuncien a la actual unipolaridad en aras de un supuesto globalismo. La retórica sobre el globalismo político pretende ocultar que en el mundo existen muy pocos estados de derecho. Es cierto que el desarrollo de la ciencia y las comunicaciones (un desarrollo que es producto exclusivo de la civilización occidental) ha estrechado mucho las relaciones comerciales entre los países, pero confundir este fenómeno con una mayor homogeneidad política entre los mismos es confundir deseos con realidades. Las diferencias entre Haití y la República Dominicana, pese a ser estados fronterizos, son simplemente abismales. Y ese tipo de diferencia es la regla, no la excepción. La joven estudiante americana que recorre el mundo con su lap top puede terminar como suculento almuerzo en muchas regiones de Africa o decapitada por infiel en el mundo árabe (por no hablar de otros destinos no menos siniestros) pese a estar convencida de que debe ser algún error porque ella sólo estaba recorriendo la aldea global.
Estados Unidos no utiliza su poder para gobernar a otros pueblos. Estados Unidos ha estado 50 años en Europa y nunca ha pretendido gobernar a nadie. Estados Unidos no quiere ningún Reich de mil años, no quiere ningún hombre nuevo, no quiere rehacer ninguna naturaleza humana. Estados Unidos liberó a Kuwait y se marchó rápidamente (sólo se quedó una empresa para apagar los pozos petroleros incendiados por Saddam Hussein, no para quedarse con ellos).
Eso no significa, por supuesto, que su historial sea perfecto. EEUU ha establecido alianzas con regímenes brutalmente autoritarios, pero esas alianzas han tenido, al menos, la justificación de haberse establecido para derrotar a un mal mayor (la amenaza mundial del comunismo) y de ser temporales (expiran con la emergencia). Tras la derrota de Hitler, se acabaron las buenas relaciones con Stalin; 40 años después, cuando la amenaza soviética retrocedió, EEUU le retiró el apoyo a esos dictadores. Lo hizo cuando desaparecieron las condiciones que habían justificado esas alianzas: la amenaza mundial del comunismo soviético y la aparición de alternativas democráticas a sus dictaduras. Estados Unidos no es ningún imperio, sino una república comercial. Quienes lo atacan y calumnian pretenden ignorar que es la democracia más antigua del mundo, con más de dos siglos de ininterrumpida transferencia pacífica del poder. Y una democracia no quiere colonias, sino vecinos prósperos.
Es importante tomar conciencia de que en esta nueva época de infinito peligro, donde un maletín con una bomba nuclear pude vaporizar a Nueva York o Washington, el realismo de la política exterior americana es lo único que nos separa a todos de un Armagedón.
dos concepciones de política exterior
Adolfo Rivero Caro
En el trasfondo de las discusiones sobre política exterior siempre podemos encontrar el choque de dos concepciones contrapuestas. Son las dos grandes corrientes de pensamiento en relación con la política internacional: la realista y la socialista. Su diferendo básico gira en torno a cuál debe ser la base fundamental de las relaciones internacionales, si el poder o los tratados. Los socialistas aspiran a un orden mundial que, al igual que la sociedad nacional, esté gobernado por leyes, por acuerdos entre los países. Un orden internacional que sea como una extensión del estado de derecho de cualquier país civilizado. De aquí que sean esencialmente multilateralistas. Los multilateralistas quieren un orden internacional que no esté basado en la soberanía y el poder, sino en la interdependencia y los acuerdos. A través del multilateralismo, el internacionalismo socialista busca trascender los estrechos intereses nacionales y, en última instancia, el estado nacional mismo. Después de todo, los socialistas siempre han considerado al estado nacional como el aparato represivo de una clase dominante explotadora (la burguesía) y su política exterior como la proyección internacional de su afán depredador. Este es el trasfondo teórico de la aversión socialista al estado nacional. Es por eso que acogen con regocijo la disminución de la soberanía como el camino idóneo hacia un sistema internacional regido por normas legales purificadas de egoísmos sectarios. Curiosamente, Europa practicó la multipolaridad durante siglos y la encontró inestable y sangrienta. Ahora ha renunciado a la multipolaridad para la región sólo para pretender establecerla a nivel mundial.
La más poderosa de las soberanías nacionales, por supuesto, es la de la superpotencia americana. Es por eso que los internacionalistas socialistas se sienten tan terriblemente incómodos con el dominio americano. De aquí que sea imprescindible domesticar a Estados Unidos. Su proyecto es restringirlo mediante una vasta red de acuerdos, algo así como amarrar a Gulliver con miles de hilos que contengan su enorme poder. Esta visión del internacionalismo socialista, esta visión de un poder americano sólidamente amarrado y constreñido, es la visión dominante en Europa. También es la visión dominante dentro del Partido Demócrata y de gran parte de los diplomáticos profesionales de Estados Unidos. Hay que señalar, sin embargo, que esto es un fenómeno relativamente nuevo, posterior a la Guerra de Vietnam y lamentablemente desvinculado de las grandes tradiciones de Wilson, Roosevelt y Truman. En una época de peligros internacionales sin precedentes, el Partido Demócrata ha sido secuestrado por un ala izquierda ajena a los intereses nacionales, como han señalado con preocupación importantes dirigentes demócratas.
Los realistas consideran esta visión socialista, internacionalista, como irremediablemente utópica. La historia de los tratados internacionales --desde los acuerdos de Oslo hasta los firmados con Corea del Norte en 1994, por sólo mencionar los más recientes-- constituyen una tóxica combinación de ingenuidad y cinismo. Los acuerdos entre amigos que puedan tener algún punto de desacuerdo son una cosa y los tratados entre enemigos irreconciliables son otra muy distinta. Estos últimos son peores que nada puesto que inspiran un falso sentimiento de seguridad. Baste recordar el Pacto de Munich. Para los realistas, el elemento básico de las relaciones internacionales --así como de la seguridad, la estabilidad y la paz-- es, y tiene que ser, el poder. Es el único lenguaje que entienden los bárbaros. Y los bárbaros, desgraciadamente, son la mayoría.
Es por esto que es muy difícil que los realistas renuncien a la actual unipolaridad en aras de un supuesto globalismo. La retórica sobre el globalismo político pretende ocultar que en el mundo existen muy pocos estados de derecho. Es cierto que el desarrollo de la ciencia y las comunicaciones (un desarrollo que es producto exclusivo de la civilización occidental) ha estrechado mucho las relaciones comerciales entre los países, pero confundir este fenómeno con una mayor homogeneidad política entre los mismos es confundir deseos con realidades. Las diferencias entre Haití y la República Dominicana, pese a ser estados fronterizos, son simplemente abismales. Y ese tipo de diferencia es la regla, no la excepción. La joven estudiante americana que recorre el mundo con su lap top puede terminar como suculento almuerzo en muchas regiones de Africa o decapitada por infiel en el mundo árabe (por no hablar de otros destinos no menos siniestros) pese a estar convencida de que debe ser algún error porque ella sólo estaba recorriendo la aldea global.
Estados Unidos no utiliza su poder para gobernar a otros pueblos. Estados Unidos ha estado 50 años en Europa y nunca ha pretendido gobernar a nadie. Estados Unidos no quiere ningún Reich de mil años, no quiere ningún hombre nuevo, no quiere rehacer ninguna naturaleza humana. Estados Unidos liberó a Kuwait y se marchó rápidamente (sólo se quedó una empresa para apagar los pozos petroleros incendiados por Saddam Hussein, no para quedarse con ellos).
Eso no significa, por supuesto, que su historial sea perfecto. EEUU ha establecido alianzas con regímenes brutalmente autoritarios, pero esas alianzas han tenido, al menos, la justificación de haberse establecido para derrotar a un mal mayor (la amenaza mundial del comunismo) y de ser temporales (expiran con la emergencia). Tras la derrota de Hitler, se acabaron las buenas relaciones con Stalin; 40 años después, cuando la amenaza soviética retrocedió, EEUU le retiró el apoyo a esos dictadores. Lo hizo cuando desaparecieron las condiciones que habían justificado esas alianzas: la amenaza mundial del comunismo soviético y la aparición de alternativas democráticas a sus dictaduras. Estados Unidos no es ningún imperio, sino una república comercial. Quienes lo atacan y calumnian pretenden ignorar que es la democracia más antigua del mundo, con más de dos siglos de ininterrumpida transferencia pacífica del poder. Y una democracia no quiere colonias, sino vecinos prósperos.
Es importante tomar conciencia de que en esta nueva época de infinito peligro, donde un maletín con una bomba nuclear pude vaporizar a Nueva York o Washington, el realismo de la política exterior americana es lo único que nos separa a todos de un Armagedón.
Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 06:29
"Estados Unidos liberó a Kuwait"
¿De quien?, ¿del sátrapa Al-Sahed?.
¿De quien?, ¿del sátrapa Al-Sahed?.
Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 06:46
No lo sé... ¿esclavizaba a alguien como hacía Hussein?
Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 07:58
No hombre, este era un demócrata de pura cepa. Como Fahd.
Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 08:21
Yo hablé de libertad, no de democracia.
Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 08:31
Ah, muy bien, ¿de que libertad hablamos en el caso de los saudíes?, ¿de conciencia?. La madre del wahabismo (y de Bin Laden, claro).
La única libertad que tienen esas gentes es la de doblar el espinazo ante el reyezuelo de turno, que por lo demás, suele disfrutar de un tren de vida escandaloso.
Dime, ¿de que libertades disponen los saudíes que no dispusiesen los irakíes bajo Saddam?.
Yo estuve en Marruecos, ¿tu has visitado un país árabe en alguna ocasión?.
Pobre de mi que soy esclavo en España, ¿por que no se me habrá ocurrido emigrar al reino alauíta, que está ahí al lado?...
La única libertad que tienen esas gentes es la de doblar el espinazo ante el reyezuelo de turno, que por lo demás, suele disfrutar de un tren de vida escandaloso.
Dime, ¿de que libertades disponen los saudíes que no dispusiesen los irakíes bajo Saddam?.
Yo estuve en Marruecos, ¿tu has visitado un país árabe en alguna ocasión?.
Pobre de mi que soy esclavo en España, ¿por que no se me habrá ocurrido emigrar al reino alauíta, que está ahí al lado?...
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 08:45
Habrá que evaluar en cada caso el nivel de violación de garantías a la propiedad y por ende el grado de totalitarismo de cada régimen para evaluar en cual existe más o menos libertad. Luego analizar la situación geopolítica de la región y ver si hay males menores y males mayores, y empezar por los mayores, si es necesario aliándose con los menores si luego quedan garantías de poder eliminar esos males menores a su vez.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 09:04
¿Qué propiedad?. La única propiedad que existe en Arabia es la del sátrapa, la Aramco. Y el harén, por supuesto.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 09:12
Bueno, es mejor un 25% de derechos de propiedad que 0%, 1% o 2% bajo un dictador socialista.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 10:42
Sí, pero Saddam tiene de socialista lo que Suharto o Ferdinand Marcos. No confundir con Al-Bakr. De hecho, nada más auparse al poder procedió a privatizar, en favor, por cierto, de ese Khairallah Tulfah a que hace mención uno de los articulos que has posteado, amén de otros integrantes del denominado "clan de Tikrit".
Vamos, que es tan socialista como puede serlo Ménem.
Vamos, que es tan socialista como puede serlo Ménem.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 18:28
Junto con Corea del Norte, Irak era una de las últimas economías estilo soviético sobrevivientes en el mundo. El gobierno baatista controlaba los "altos comandos" de la economía iraquí. El sector petrolero producía más del 60% del PIB del país y el 95% de sus ingresos en moneda dura. Únicamente la agricultura e industrias de pequeña escala estaban en manos de empresarios privados.
Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 08:33
Entonces robespierre supongo que si los israelies reocupan los territorios bajo administracion de Arafat, llevado las cosas a la situacion existente entre 1967 y 1993, eso estara bien porque al fin y al cabo el tipejo es un dictador.
Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 08:36
Supongo que tambien apoyas todas las politicas de colonizacion realizadas por europa en el siglo XIX, al fin y al cabo, los territorios conquistados por los europeos no eran democracias y todos tenian su satrapa de turno, no muy diferente al emir de Kuwait.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 08:52
¿Why not?. Perdón por pecar de eurocéntrico, pero lord Mountbatten era un gran hombre. No, ahora en serio, no las apoyo porque la colonización no supuso democratización alguna. A decir verdad, las democracias en la Europa del XIX eran más bien escasas...
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 09:14
Pero porque la gente era mayormente libre, es que luego pudieron complementarse en democracias representativas y multipartidarias hoy día.
Eso, y la protección de la OTAN y el freno de Estados Unidos al imperialismo soviético.
Europa es bastante malagradecida, convengamos.
Eso, y la protección de la OTAN y el freno de Estados Unidos al imperialismo soviético.
Europa es bastante malagradecida, convengamos.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 08:50
Mas alla del chiste hay 2 grandes diferencias entre los reinos de la peninsula arabiga y el estado iraki bajo el bath
- Los reinos nunca llevaron a cabo la politicas de represion de Saddam que dejaron al menos unos 100.000 muertos
_Los reinos tampoco se encaminaron en politicas de agresion a sus vecinos, cosa que si hizo Saddam y que dejaron varios centenares de miles de muerto (solo guerra Iran-Irak)
En el noble arte del asesinato masivo, y comparados con el campesino de Tikit, los emires del golfo son solo aprendices. Pero ya sabes como va el dicho: Entre un regimen feudal y una dictadura totalitaria moderna, siempre elige el primero.
- Los reinos nunca llevaron a cabo la politicas de represion de Saddam que dejaron al menos unos 100.000 muertos
_Los reinos tampoco se encaminaron en politicas de agresion a sus vecinos, cosa que si hizo Saddam y que dejaron varios centenares de miles de muerto (solo guerra Iran-Irak)
En el noble arte del asesinato masivo, y comparados con el campesino de Tikit, los emires del golfo son solo aprendices. Pero ya sabes como va el dicho: Entre un regimen feudal y una dictadura totalitaria moderna, siempre elige el primero.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 08:57
Coincido, y ante la disyuntiva esa fue siempre mi elección.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 09:02
La mía tambien lo sería, sí y solo sí se me permite formar parte de la dinastía reinante, por supuesto.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 09:06
No, mi decisión sería la misma con independencia de ese privilegio. Y estoy seguro que la suya tambien.
(Es más, de tener tal privilegio, lo rechazaría, salvo tal vez para viajar a un país más libre y allí asentarme.)
(Es más, de tener tal privilegio, lo rechazaría, salvo tal vez para viajar a un país más libre y allí asentarme.)
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 09:19
vamos Robespierre no me vengas con eso. En el regimen feudal el poder del monarca es limitado y existen un sinnumero de poderes intermedios, clases privilegiadas y otros actores que terminan formando un muy primitivo sistema de check and balances. Preguntale al rey Faisal de Arabia Saudita lo que sucede cuando uno comienza a tomar demasiadas decisiones sin respetar a todos estos otros estratos de poder.
Las dictaduras totalitarias modernas tienen la capacidad de barrer con todos estos privilegios y el psicopata de turno no tiene obstaculo alguno a sus deseso por mas absurdos y peligrosos que estos sean, por ejemplo invadir a tu vecino que, lamentable casualidad, es el Estado mas poderoso de la zona.
Las dictaduras totalitarias modernas tienen la capacidad de barrer con todos estos privilegios y el psicopata de turno no tiene obstaculo alguno a sus deseso por mas absurdos y peligrosos que estos sean, por ejemplo invadir a tu vecino que, lamentable casualidad, es el Estado mas poderoso de la zona.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 11:07
Ya, pero los estados feudales, suelen ser pasto con la mayor facilidad para fundamentalismos religiosos y subsecuente terrorismo, y al caso del wahabismo me remito. Y ello porque el propio poder político se legitima a divinis.
Un autoritarismo laico, por el contrario, impide tal fenómeno.
Un autoritarismo laico, por el contrario, impide tal fenómeno.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 09:00
Bueno, la guerra irano-irakí (1 millón de muertos, 700000 iraníes y 300000 irakies, para ser exactos) pudo haberse evitado de no mediar la previa iniciativa del asqueroso Pahlevi de imponer a su vecino los Acueros de Argel -también los norteamericanos metieron sus sucias pezuñas en esto, desde luego-, que privaron a Irak de su única salida al mar, el Chatt al-Arab, vital atendiendo al comercio petrolífero, a su vez vital en lo que atañe a la economía del país. Era cuestión de tiempo, con o sin Jomeini.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 09:18
"sucias pezuñas" ¡buen recurso propagandístico!
¿Qué te pareció "La obsesión antiamericana" de Jean Francois Revel?
¿Qué te pareció "La obsesión antiamericana" de Jean Francois Revel?
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 10:49
No hombre, no era más que una pequeña licencia poética.
Detestable. Pero Revel tiene libros interesantes, "El conocieminto inútil" verbigratia, sus tesis y postulados pueden aplicarse alternativamente al paleomarxismo folklórico y castrista que todavía pervive y al infame neoconservadurismo norteamericano. Nunca, absolutamente nunca, dicen la verdad. Es algo que les une.
Detestable. Pero Revel tiene libros interesantes, "El conocieminto inútil" verbigratia, sus tesis y postulados pueden aplicarse alternativamente al paleomarxismo folklórico y castrista que todavía pervive y al infame neoconservadurismo norteamericano. Nunca, absolutamente nunca, dicen la verdad. Es algo que les une.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 18:18
No se, yo no sería tan taxativo: "nunca, absolutamente nunca".
Además no hay que olvidar que el marxismo modernizado no es otra cosa que un marxismo con influencias del liberalismo moderno, y que hay varios neo-conservadurismos, algunos de tendencia más liberal (especialmente desde comienzos de los 80s), otros no. Thatcher se las tuvo que ver con los más estatistas de los conservadores en su momento.
Y no te olvides que fueron esos paleomarxistas castristas de los que hablas los que instalaron la idea de que un liberal que se defiende es un conservador (¿Vaclav Havel? ¿Konrad Adenauer?) y que conservador es sinónimo de fascista, pobre Churchill. Creo que los conservadores han tenido últimamente muchos aciertos, en especial en aceptar en su seno a los liberales que les repetían que el welfare state era un grave error económico, claro que como conservadores no redujeron en gran cosa el llamado warfare state. Y ahora dan pasos atrás en ese sentido cuando se dieron cuenta que el militarismo y el asistencialismo se necesitan mutuamente. Hoy los conservadores son más socializantes en materia de asistencialismo público e incluso de intervencionismo que muchos gobiernos socialistas. En Chile eso saltó a la luz. El programa de Lagos era más liberal y privatista que el de Pinochet, mientras que el de Lavín paradójicamente era más intervencionista y regulatorio.
De cualquier forma poner al mismo nivel a Leo Strauss (con quien disiento por lejos) con los apologistas del totalitarismo castrista o chavista, creo que es injusto.
Además no hay que olvidar que el marxismo modernizado no es otra cosa que un marxismo con influencias del liberalismo moderno, y que hay varios neo-conservadurismos, algunos de tendencia más liberal (especialmente desde comienzos de los 80s), otros no. Thatcher se las tuvo que ver con los más estatistas de los conservadores en su momento.
Y no te olvides que fueron esos paleomarxistas castristas de los que hablas los que instalaron la idea de que un liberal que se defiende es un conservador (¿Vaclav Havel? ¿Konrad Adenauer?) y que conservador es sinónimo de fascista, pobre Churchill. Creo que los conservadores han tenido últimamente muchos aciertos, en especial en aceptar en su seno a los liberales que les repetían que el welfare state era un grave error económico, claro que como conservadores no redujeron en gran cosa el llamado warfare state. Y ahora dan pasos atrás en ese sentido cuando se dieron cuenta que el militarismo y el asistencialismo se necesitan mutuamente. Hoy los conservadores son más socializantes en materia de asistencialismo público e incluso de intervencionismo que muchos gobiernos socialistas. En Chile eso saltó a la luz. El programa de Lagos era más liberal y privatista que el de Pinochet, mientras que el de Lavín paradójicamente era más intervencionista y regulatorio.
De cualquier forma poner al mismo nivel a Leo Strauss (con quien disiento por lejos) con los apologistas del totalitarismo castrista o chavista, creo que es injusto.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 22:06
Yo no he mencionado a Strauss, eso de entrada -pero conste que un tipo que defiende la mentira como herramienta política ne me resulta plato de gusto-, tampoco me refería a la altura intelectual de los sujetos en cuestión -si de eso se trata, podríamos ponerlo al nivel de Gramsci-.
Habel es un socialdemócrata, el liberal es Vaclav Klaus.
No me parece que el neomarxismo, por cierto, sea "un marxismo con influencias del liberalismo moderno", pero, a decir verdad, no tengo muy claro a que autores te refieres.
Habel es un socialdemócrata, el liberal es Vaclav Klaus.
No me parece que el neomarxismo, por cierto, sea "un marxismo con influencias del liberalismo moderno", pero, a decir verdad, no tengo muy claro a que autores te refieres.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 22:11
¿Y en que sentido mi país -o la propia UE podría decir- depende de la buena salud de un complejo industrial-militar, que diría Eisenhower, para sostener un porcentaje de gasto público sobre el PIB del 49'6 en el presenta año?, jamás he tragado con esa boutade marcusiana del welfare-warfare...
Si nuestra última guerra fue la de Marruecos...
Si nuestra última guerra fue la de Marruecos...
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 7 de Abril de 2004 a las 21:46
Havel es un liberal que tuvo orígenes socialistas como fue el caso de Hayek. Para Havel el orden liberal de mercado era tanto natural como ético, o más precisamente: lo segundo por lo primero.
Havel decía que la economía de libre mercado "es la única economía natural, la única que tiene sentido, la única que conduce a la prosperidad, por ser la única que refleja la vida misma".
El neomarxismo (obviamente no hablo del líder de Sendero Luminoso ni de los maoístas de Nepal) tiene conceptos sobre la democracia que ya no son marxistas sino liberales: pluripartidismo (Allende incluso decía que el unipartidismo era una producto patológico de situaciones de extrema violencia), Estado de Derecho, la necesidad del mercado, e incluso bajo sistemas realmente socialistas con economías planificadas al menos emularlo (que mayor ironía del destino que el economista que más influyó sobre Oskar Lange fuera Ludwig von Mises).
Y luego están los marxistas aggiornados, o la ultraizquierda del "marxismo rococó" de Klein, que mezcla conceptos de derechos individuales en su criterio arbitario de derechos humanos mezclado con cierta prédica populista-nacionalista sobre la "justicia social" y la "soberanía nacional", etc.
Havel decía que la economía de libre mercado "es la única economía natural, la única que tiene sentido, la única que conduce a la prosperidad, por ser la única que refleja la vida misma".
El neomarxismo (obviamente no hablo del líder de Sendero Luminoso ni de los maoístas de Nepal) tiene conceptos sobre la democracia que ya no son marxistas sino liberales: pluripartidismo (Allende incluso decía que el unipartidismo era una producto patológico de situaciones de extrema violencia), Estado de Derecho, la necesidad del mercado, e incluso bajo sistemas realmente socialistas con economías planificadas al menos emularlo (que mayor ironía del destino que el economista que más influyó sobre Oskar Lange fuera Ludwig von Mises).
Y luego están los marxistas aggiornados, o la ultraizquierda del "marxismo rococó" de Klein, que mezcla conceptos de derechos individuales en su criterio arbitario de derechos humanos mezclado con cierta prédica populista-nacionalista sobre la "justicia social" y la "soberanía nacional", etc.
Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 08:46
Si los israelíes reocupan los territorios y se retrotraen a esa situación ello no estaría ni bien ni mal, sencillamente habría más israelíes muertos. Sin más.
Y no te creas que simpatizo con Arafat, los dirigentes árabes en general, que me resultan execrables sin excepción, empezando por el vecino monarca de Marruecos, o el tal Yasín, que en su gloria esté. Ojalá desapareciesen todos ellos.
Y no te creas que simpatizo con Arafat, los dirigentes árabes en general, que me resultan execrables sin excepción, empezando por el vecino monarca de Marruecos, o el tal Yasín, que en su gloria esté. Ojalá desapareciesen todos ellos.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 09:21
Bueno, ya que te molestan tanto, ¿los invadimos y derrocamos?
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 10:54
Sí, pero para implantar democracias y no satrapías títere. Derrocar a Saddam para imponer un Chalabi, un Pahlevi o un Fahd es una perdida de tiempo. Si ya lo he dicho en otra ocasión. Que empiecen por Arabia Saudí, cuna del wahabismo, fermento doctrinario de todos los integrismos islámicos -de hecho, los salafistas autores del atentado de Madrid también eran wahabíes-.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 10:59
Pero nunca lo harán, prefieren que el petroleo esté en manos de sátrapas corruptos y venales antes que en las de presidentes democráticos que puedan emplearlo en beneficio del país -Noruega, por ejemplo, encabeza un año sí y otro tambien el ranking de Desarrollo Humano de la ONU fundamentalmente gracias a la inteligente utilización de los recursos que proporcionan los yacimientos del Mar del Norte, en manos de Statoil, la petrolera, como su nombre bien indica, estatal-.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 17:58
No creo que sea así, que prefieran que estén en manos de propietarios privilegiados por el Estado, y que funcionen mal. Prefieren que estén en manos privadas eficientes que operen dentro del mercado, y así tener aliados comerciales.
Pero eso es mejor que una empresa esté en manos privadas a que esté en manos del Estado, sea democrático o autocrático, totalitario o liberal, ya que el hecho de que el bienestar dependa de utilizar una empresa petrolera sin criterios de ganancia para subsidiar a una sociedad, hace a esa misma sociedad dependiente y a la larga a toda la economía poco competitiva.
El "desarrollo humano" sostenido por el Estado, no es en sí desarrollo, sino bienestar subsidiado a pérdida. A la larga se quiebra.
Una empresa petrolera, como cualquiera otra, debe estar en manos de quien la pueda comprar, y no en manos del poder público, que se sostiene mediante la fuerza contra el mercado, mediante medios impositivos, y que reparte ganancias en forma de asistencialismo estatal contra el cual ninguna empresa privada puede competir. Esto ya es una cuestión económica. Pero la prosperidad de Noruega no se debe a regalar ganancias de una empresa petrolera, sino a su economía mayormente de libre mercado. Que a países que luego de realmente desarrollarse le sea fácil hacer enormes gastos públicos no prueba nada en favor de ese mismo gasto público. Tratá de empezar a hacer gasto público social en un país que no tenga un mercado al cual puedas saquear para sostenerlo, y como mucho vas a tener el éxito económico norcoreano, cubano, iraquí, etc.
Pero eso es mejor que una empresa esté en manos privadas a que esté en manos del Estado, sea democrático o autocrático, totalitario o liberal, ya que el hecho de que el bienestar dependa de utilizar una empresa petrolera sin criterios de ganancia para subsidiar a una sociedad, hace a esa misma sociedad dependiente y a la larga a toda la economía poco competitiva.
El "desarrollo humano" sostenido por el Estado, no es en sí desarrollo, sino bienestar subsidiado a pérdida. A la larga se quiebra.
Una empresa petrolera, como cualquiera otra, debe estar en manos de quien la pueda comprar, y no en manos del poder público, que se sostiene mediante la fuerza contra el mercado, mediante medios impositivos, y que reparte ganancias en forma de asistencialismo estatal contra el cual ninguna empresa privada puede competir. Esto ya es una cuestión económica. Pero la prosperidad de Noruega no se debe a regalar ganancias de una empresa petrolera, sino a su economía mayormente de libre mercado. Que a países que luego de realmente desarrollarse le sea fácil hacer enormes gastos públicos no prueba nada en favor de ese mismo gasto público. Tratá de empezar a hacer gasto público social en un país que no tenga un mercado al cual puedas saquear para sostenerlo, y como mucho vas a tener el éxito económico norcoreano, cubano, iraquí, etc.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 22:17
No, prefieren que estén en manos de sátrapas vasallos que vendan crudo barato, fíjate en la Aramco saudí o el caso de Kuwait. El mercado petrolero no es un mercado libre en modo alguno. El petroleo es algo demasiado importante como para dejarlo en manos de los árabes, que decía Kissinger.
Ni Saddam ni el rey Fahd han utilizado el petroleo para subsidiar otra cosa que no sean sus apetencias.
Ni Saddam ni el rey Fahd han utilizado el petroleo para subsidiar otra cosa que no sean sus apetencias.
Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Re: Realismo vs socialismo
Enviado por el día 2 de Abril de 2004 a las 18:03
Seguramente. Pero tratando de tener todo de la noche a la mañana se puede perder todo. Pelearse con tus amigos por sus defectos para sentirte puro en la lucha contra tus enemigos, puede llevarte a que un día descubras que ya no te quedan amigos. En ese sentido la doctrina Nixon no fue errada.
