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Jatamí fue Ministro de Cultura y Orientación Islámica desde1982 a 1992, bajo las presidencias de Sayyed Ali Hossein Khamenei y, luego, del siniestro Hojatolislam Ali Akbar Hashemi Rafsanjani, hombre de negocios, mullah, y político, reputado por ser el hombre más rico de Irán y la 46ª fortuna del mundo. Durante la guerra contra Irak (1980-1988) fue además Jefe del Mando Conjunto de las Fuerzas Armadas y ostentó la Presidencia del Centro para la Propaganda de Guerra. A partir de 1992 fue Director de la Biblioteca Nacional y asesor presidencial de Rafsanjani. En 1997, fue “elegido” presidente de la República Islámica y en 2001fue “reelegido”, expirando su mandato el 3 de agosto del 2005. El término “elegido” no tiene ningún valor en este caso, ya que el Estado iraní es una dictadura teocrática en la que, tanto los candidatos al parlamento o Majlis como los candidatos a la Presidencia de la República requieren el visto bueno del llamado “Consejo de Guardianes” y el Presidente de la República ha de ser ratificado, tras su “elección”, por el llamado “Guía Supremo de la Revolución Islámica” (en estos momentos el Ayatollah Sayyed Mohammad Ali Hoseyn Jamenei, sucesor de Jomeini); ni el “Consejo de Guardianes” ni el “Guía Supremo de la Revolución Islámica” son elegidos por los ciudadanos; el segundo es designado por una “Asamblea de Expertos” (en la práctica una asamblea de teólogos chiitas fundamentalistas) y el primero está formado por 12 miembros, de los que 6 son clérigos islámicos fundamentalistas designados por el “Guía Supremo” y 6 son juristas civiles elegidos por el Majlis de entre los nominados por la Corte Suprema, a su vez designada por el “Guía Supremo”. La “Asamblea de Expertos” está formada por 86 clérigos "virtuosos y doctos" “elegidos” por los ciudadanos por un término de ocho años de entre los candidatos aprobados por el “Consejo de Guardianes”. Vemos pues que todo se cuece entre el “Guía Supremo”, el “Consejo de Guardianes” y la “Asamblea de Expertos” y que la democracia, en el sentido civilizado del término, brilla por su ausencia. Como era de esperar desde el primer día la pretensión de José Luis Rodríguez Zapatero de hacernos tragas a tenebroso Jatamí como “civilizado” es, como en los demás casos, pura propaganda dirigida a su público, es decir, a neoestalinistas fanáticos o a indocumentados que están dispuestos a tragarse lo que sea (recordemos aquello de “con Fraga, haga lo que haga”; nos enfrentamos ahora a gentes de la misma pasta: “con Zapatero, haga lo que haga”)