España

Carta al éter. Para entregar al abuelo de Zapatero.

Distinguido señor abuelo de D. José Luis Rodríguez Zapatero.

Mis creencias sobre lo etéreo no me permiten tener esperanzas de que usted pueda leer esta carta que va a navegar por las ondas, pero seguro que algunas personas si la van a percibir, y puede que les sirva para cerrar de una vez las heridas que les dejaron unos terribles sucesos que costaron la vida a un millón de personas (al decir de algunos). Y si pudiera leerla su nieto José Luis, quizás reflexionaría sobre la inconveniencia de usarle a usted como justificación de la maldad de unos.

Su nieto José Luis ha llegado a ocupar el puesto más alto de la política: presidente del gobierno ¡ni más ni menos! ¡Qué orgulloso se debe sentir desde el universo en que se halla! Pero lo que no sé, señor, si también se sentirá orgulloso de las acciones a las que esta incurriendo. ¿Sabe usted que su nieto está hiriendo de una forma muy sangrante los sentimientos de muchos millones de españoles?

A usted le está utilizando de una manera torticera y hasta cruel con la intención de demostrar lo que a la mayoría de los españoles no nos hace falta que nos demuestren ya. Quiere su nietecito reivindicar las memorias de los que como a usted fusiló el franquismo, con la siniestra intención de cambiar el curso de la historia: Que los vencedores que aquella masacre fueron los que como usted dieron sus vidas por su causa; causa que su nieto, ZP, (como le llaman hoy), quiere dejar muy claro que fue la legítima vencedora.

No sé, señor, si a usted a estas alturas de su vida espiritual le satisface y le llena el alma de satisfacción lo que su nieto pretende. Dicen que en las alturas todo se ve blanco y azul; que los colores negros de la ira y de la venganza allí no pintan. Por eso estoy seguro que si pudiera hablar con su nietecito José Luis le reprocharía sus acciones, porque estoy seguro señor, que aunque su nieto no haya perdonado a los que injustamente le quitaron la vida, usted si que lo ha hecho.

Me lo dice la humedad de sus ojos. Una lágrima de súbito ha mojado la pantalla de mi ordenador. Seguro que se le ha desprendido a usted.

Reciba señor, mi más profundo cariño y admiración.

Félix Basaldúa.