España
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CORRUPCIÓN, empezando por el Rey. 1ª
Enviado por el día 31 de Octubre de 2005 a las 18:52
El Rey Juan Carlos tiene un importantísimo papel que desempeñar en un momento en que nos jugamos la unidad nacional.
El problema reside en la oligarquía económico financiera madrileña.
¿Qué ejemplo ha dado, puede dar, este Madrid convertido en un gran lodazal a unas periferias que han decidido jugar por su cuenta?
Las ramas del árbol están podridas porque el tronco se pudrió antes.
A punto de cumplirse 30 años de la muerte de Franco, el episodio del Estatuto catalán, como antes el Plan Ibarretxe, no hace sino poner de manifiesto un fiasco colectivo, el fracaso de la Transición, de la salida amañada del franquismo.
En aquel Régimen que se caía a pedazos, la autoridad política y moral de la España de finales de 1975 estaba en el Príncipe, el hombre que como Monarca se erige en 1976 en la gran y quizá única autoridad, el repartidor del poder en España.
Y ¿qué hizo el Rey ?
Empieza el reparto del pastel. El monarca se rodea a partir de entonces de gente en la cresta de la ola del poder económico y financiero del momento:
De la Rosa cuando sus petrodólares inundaban Madrid; Conde cuando al frente de Banesto parecía un poder emergente para décadas; Emilio Ybarra después; Polanco desde hace años; ahora también Botín, y siempre personajes que a su condición de millonarios unen su amor por la farándula y el sentido hedonista de la vida, tal que Alberto Alcocer.
Siempre al lado de los ricos, de los ricos madrileños, se entiende, que son los que hacen y deshacen (sólo los ricos madrileños pueden hacer los grandes negocios.
Botín vende Fenosa a March y da una patada en el culo a los millonarios gallegos, con Amancio Ortega al frente, que se creían con derecho a entrar en el coto de caza).
Los que están en la cresta de la ola son sus amigos.
Unas veces en el barco, otras en la finca, y casi siempre en la Bolsa. Los amigos de la desmesura.
Nace una clase de trepadores e intermediarios que conforma el madrileñeo, porque en Madrid es donde está y seguirá estando el poder.
La fuente de la corrupción ha sido siempre Madrid, no Palencia o Teruel. Y estos señores son los que deciden hacer de la Corte su particular casino.
Adolfo Suárez y Felipe González miran hacia otro lado. Do ut des. Consienten a cambio de que consienta.
El resultado es que la centralidad del Estado, esa columna vertebral donde anidan las termitas de la corrupción, no ha sido capaz de emerger como faro para las periferias, de destilar una sola lección ejemplarizante, de enviar una señal de conducta moral, de conjurar un proyecto colectivo de país basado en la creación de riqueza, la investigación, la cultura, el trabajo honesto y bien hecho.
