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¿Debe prevalecer la libertad de expresión por encima de todo?
Enviado por el día 4 de Noviembre de 2005 a las 13:31
¿Debe prevalecer la libertad de expresión por encima de todo ?
Estoy firmemente convencido que nadie es quien para callar la palabra de otro. Pero también creo que el ser humano debe saber las consecuencias que se van a derivar de las mismas en los demás, para decidir por si mismo si conviene o no expresarlas en un momento determinado. Por consiguiente, él que se manifiesta debería ser su propio censor.
Sin embargo la conveniencia de hablar o callar en un momento dado no se soluciona con esta tesis, ya que puede ser muy distinta en la mentalidad de cada individuo, y además, lo que se exprese nunca será del beneplácito de todos; siempre habrá alguien que desapruebe los pensamientos de otros. Esta es una lógica tan aplastante, que aquel que se cohíba por las detracciones de otros, es sin duda un pusilánime.
La libertad de expresión siempre es relativa, ya que ésta depende de las normas establecidas por aquellos que determinan las conductas a seguir en el medio donde se expresen las ideas. La democracia interna de las entidades privadas nada tiene que ver con la democracia pública, y así y todo sigue sometida a controversias dependiendo del ente que dirija la situación. Hoy según algunos, la cadena Cope atenta contra la libertad de expresión porque promueve a la confrontación, sin embargo esos mismos, aceptan como legítimas otras acciones que promueven al separatismo.
Por lo que queda demostrado, que la libertad de expresión siempre caminará por una cuerda floja, dependiendo de la fuerza de los criterios de los que la intentan acallar.
La razón no existe nada más que en la voluntad del ente, y si esa razón por muy poderosa que sea para el que la posee no tiene la fuerza suficiente para ser impuesta ante los demás, quedará irremisiblemente perdida o en saco roto; y sólo le queda el recurso del pataleo o situarse fuera de ella misma = perder la razón.
El éxito de nuestras palabras, se halla (no lo olviden nunca) en el poder que ejerzan ante los demás, no ante nosotros mismos. Esto es lo verdaderamente difícil de comprender por los profanos o henchidos de moral ante las acciones que acometen sus causas a lo desesperado. La verdad amigos, no se halla en la razón, se ubica en el poder. Quien detente el poder tiene la razón. Y el poder en democracia no es la cognición de unas minoría; tiene más poder la sinrazón de las mayorías.
Así es, y así lo asumo. Sólo cabe esperar al tiempo. Este si que implacable y el que al final es el que determina la verdadera razón.
Estoy firmemente convencido que nadie es quien para callar la palabra de otro. Pero también creo que el ser humano debe saber las consecuencias que se van a derivar de las mismas en los demás, para decidir por si mismo si conviene o no expresarlas en un momento determinado. Por consiguiente, él que se manifiesta debería ser su propio censor.
Sin embargo la conveniencia de hablar o callar en un momento dado no se soluciona con esta tesis, ya que puede ser muy distinta en la mentalidad de cada individuo, y además, lo que se exprese nunca será del beneplácito de todos; siempre habrá alguien que desapruebe los pensamientos de otros. Esta es una lógica tan aplastante, que aquel que se cohíba por las detracciones de otros, es sin duda un pusilánime.
La libertad de expresión siempre es relativa, ya que ésta depende de las normas establecidas por aquellos que determinan las conductas a seguir en el medio donde se expresen las ideas. La democracia interna de las entidades privadas nada tiene que ver con la democracia pública, y así y todo sigue sometida a controversias dependiendo del ente que dirija la situación. Hoy según algunos, la cadena Cope atenta contra la libertad de expresión porque promueve a la confrontación, sin embargo esos mismos, aceptan como legítimas otras acciones que promueven al separatismo.
Por lo que queda demostrado, que la libertad de expresión siempre caminará por una cuerda floja, dependiendo de la fuerza de los criterios de los que la intentan acallar.
La razón no existe nada más que en la voluntad del ente, y si esa razón por muy poderosa que sea para el que la posee no tiene la fuerza suficiente para ser impuesta ante los demás, quedará irremisiblemente perdida o en saco roto; y sólo le queda el recurso del pataleo o situarse fuera de ella misma = perder la razón.
El éxito de nuestras palabras, se halla (no lo olviden nunca) en el poder que ejerzan ante los demás, no ante nosotros mismos. Esto es lo verdaderamente difícil de comprender por los profanos o henchidos de moral ante las acciones que acometen sus causas a lo desesperado. La verdad amigos, no se halla en la razón, se ubica en el poder. Quien detente el poder tiene la razón. Y el poder en democracia no es la cognición de unas minoría; tiene más poder la sinrazón de las mayorías.
Así es, y así lo asumo. Sólo cabe esperar al tiempo. Este si que implacable y el que al final es el que determina la verdadera razón.
