España

La infanta Leonor, nombre que nos recuerda al gran amor de Machado, amenaza con perpetuar la monarquía borbónica hasta su fin natural, lo que en términos monárquicos supone que será tan infinita como Dios o la santísima Trinidad. No en vano, la monarquía fue desde sus inicios modernos la representación de Dios en la tierra.
Con el nacimiento de la infanta Leonor se plantea la posibilidad de reformar la CE para que acceda al trono en igualdad de condiciones que un varón, rompiendo –según se dice la injusticia que representa el hecho de que un hombre ostente prevalencia en la línea dinástica.
No deja de ser paradójico el hecho de que nadie quiera extender esa medida y llegar a democratizar la monarquía. Me explico, sí, es injusto que el varón tenga primacía en su acceso al trono sobre la mujer. Ahora bien, la monarquía no brilla por su justicia, sino por su anacronismo. Sólo así se puede entender que la monarquía se sustente sobre la prevalencia de aquellas personas con “sangre real” sobre el resto de personas carentes de la misma. Es por tanto una institución que, en pleno siglo XXI y con la democracia plenamente estabilizada en España, ostenta un anacronismo derivado de la Edad Media y carente de sentido en la actualidad.
Partiendo de este axioma resulta extraño que se quiera modificar la CE para dar prevalencia a las mujeres en el acceso al trono, aspecto que si se aplicara retroactivamente dejaría a Juan Carlos y a su hijo fuera del trono. La Corona es una institución imposible de modernizar, porque su fundamento se halla en una forma de pensar y de concentrar poder absoluto autóctona de la Edad Media. La única forma de adaptar la monarquía a las normas que rigen la sociedad actual sería la de democratizala, lo que supondría la posibilidad de elegir al Rey, lo que por ende se traduciría en una presidencia de la República, a la que Juan Carlos se podría presentar como un representante válido, pero refrendado por el poder popular, lo que sería la única situación coherente con los tiempos que corren.
El Rey ha cumplido su función como elemento estabilizador de la democracia española, aspecto que se le agradece, pero que ya ha finalizado, la democracia española es una democracia estable, con una sociedad que ostenta una cultura democrática suficiente, superando aquellas proclamas de los golpistas del 36 que afirmaban que España lo que necesitaba era mano dura.
Por tanto, me parece consecuente que la monarquía se reforme pero no en el sentido de igualar la posibilidad de acceder al trono sin distinción de sexo que, si bien es injusto y hasta se podría calificar de inconstitucional, sería liar más la madeja de una institución que carece de sentido en la actualidad. Así, sería mejor dejar las cosas como están que aportar un grano de arena más a la incoherencia de una institución sin sentido en nuestros días.