España

Por fin el totalitarismo fascista se impone en Cataluña, como lógica culminación del camino identitario emprendido 120 años atrás.
Sólo cuando Cataluña ha estado sometida al centralismo ha prosperado. Abandonada a sus instintos primarios Cataluña se transforma en pesadilla.
Cuando se fulminaron las instituciones medievales en 1715 Cataluña se hizo rica y dinámica, cuando se impuso desde Madrid el ensanche de Cerdá , Barcelona entró en el mapa de grandes ciudades europeas...

Ahora, el patio de colegio suburbial en el que se había convertido la política catalana da paso a la siguiente fase, la talibán y oscura de la supresión de la libertad de expresión.

Por fin, en una orgía identitaria de totalitarismo nacionalsocialista, el catalanismo muestra su faz única antiliberal, antidemocrática, reaccionaria, medievalizante...

No es algo nuevo, no en vano George Orwell escribió "1984" impactado por su experiencia catalana durante la guerra civil.

Frente al carácter castellano espiritual, casi místico, noble, heroico, Cataluña se había distinguido durante siglos por su falta de carácter, si acaso una mala copia meridional de los franceses.

Esa envidia y resentimiento hacia la alta cultura castellana, forjadora de imperios, se transformó en una desmedido apetito por lo material.

Amasar dinero para tapar carencias espirituales de gran magnitud se convirtió en santo y seña de la región. Todo valía si permitía acumular riquezas: tráfico de esclavos, explotación obrera, engorde de reses con clembuterol, estatuts y otras mezquindades.

Cuando esos payeses convertidos en millonarios decidieron lanzarse a la política y trascender su carácter de tendero judío, inventaron, nadando en una edad media manipulada, el catalanismo, una mezcla de provincianismo, fascismo de poca monta, catolicismo beatón, y caciquismo patronal.

Al fin van a cumplir su sueño, ver a Cataluña arruinada y convertida en un infierno, pero eso sí, más catalana que nunca.