España

Los nacionalistas son iguales en todos los sitios. Las soflamas patrióticas son idénticas, y lo único que varía es el objeto de devoción: cójase cualquier panfleto de ERC, cámbiese “catalunya” por “espanya” y obtendremos un genuino panfleto del españolismo más aldeano. Y al revés sucede lo mismo, claro. Por eso unos y otros se llevan tan bien: sus diferencias son de matiz, pero en lo básico están de acuerdo: invención de la nación; la nación como referencia grupal más importante para el individuo; mistificación, idealización y poetización del terruño, la historia, la lengua y los héroes nacionales; esencialismo ridículo sobre “el pueblo”; subordinación del individuo a la nación; romanticismo mal digerido; folklorismo rústico disimulado; demagogia manifiesta… en definitiva: los dogmas de fe del nacionalismo patanegra.

Lo peor de la metástasis nacionalpatriotera es la secreción autolegitimadora que produce. Por ejemplo, en la moral. No es sólo que se crea fervorosamente que la nación es la cuarta persona de la divinidad, sino que además el individuo está obligado moralmente (cuando no lo es por la fuerza) a participar, colaborar, engrandecer y, llegado el caso, a sacrificarse por la nación (y a matar por ella); además utilizando la jerga de los libros de management empresarial tan de moda en la actualidad (“proyecto común”, “proyecto de todos”, “proyecto apasionante”…). El nacionalismo es el sucedáneo estatalista de la religión (de ahí la paradójica relación entre religión y nacionalismo) y, si nos fiamos de durkheim, ya la religión era una divinización del grupo social, por persona interpuesta, antes de que hubiera naciones.

Sería interesante saber de dónde sale y cómo se justifica esa obligación moral para con la nación. Así podríamos conocer algo mejor los mecanismos mentales de estos especímenes adoradores de banderas y escudos.

La idea de que la nación le da a uno de comer es muy sugerente. Puede entenderse en el sentido literal de que los tomates murcianos nacen de la tierra española y son genéticamente españoles: los productos españoles alimentan, fortalecen y confirman a los españoles en su españolidad (ya en otro hilo se habló de la relación entre comida y nacionalismo; entonces al respecto del cava y su españolidad sospechosa). España como madre nutricia y dadora de vida. Qué bonito.
Una idea muy poética, coherente con toda la mística y metafísica romanticona de la “tierra y la sangre” (y, de paso, colando de rondón la identificación de una nación y un territorio).

En fin, los trabajadores españoles de IBM deben de ser unos traidores a la patria.

y, por supuesto, arasou, para confirmar que españa es el mejor de los mundos posibles es necesario viajar a colombia, nigeria o haití.
Cuidado con el billete que compre en la agencia de viajes, no se vayan a equivocar y le den un tour en autobús por suiza-alemania-dinamarca y comience a dudar de que españa es el auténtico, original e insustituible paraíso terrenal anunciado en la biblia.