España

La realidad irreal que vivimos se inscribe dentro de un mar de fondo con olas muy amplias pero de gran calado. La guerra civil es el punto de partida. Las fuerzas siniestras de la locura comunista eligieron nuestro país tempranamente, probablemente por verlo como puerta de entrada a muchos millones de personas en América. Lo eligieron como víctima por su grandeza pasada. Esto trajo la conmoción no justificada de un pueblo. Y la exacerbación defensiva de un nacionalismo español, a la postre también dañino, que ha desacreditado la satisfacción de ser español. Desde entonces la gente ha vivido con miedo. Miedo a "qué pasará" había en las primeras elecciones de la democracia, cuando una gran mayoría votó UCD por miedo a los extremos. Era miedo. La gente estaba muy asustada. El franquismo supuso un paréntesis, pero no sirvió para sanear la herida a fondo, aunque en sus últimos años hubiera parecido que si. Lo que parecía una normalidad civilizada en los últimos años de Franco era más bien una sociedad que no quería pensar en el pasado pero que tampoco podía olvidar. Se evitó hablar a los jóvenes de la guerra civil, pero fué peor, al final estos terminaron sacando sus propias conclusiones, que fácilmente eran más radicales que las de los que vivieron esos años, atemperados por el sufrimiento.

El olvido forzado y no la reflexión sanadora son el cimiento sobre el que se asienta lo que tenemos ahora. Del "qué va a pasar" se pasó al "no pasa nada" de la victoria del PSOE. Y el olvido forzado se ha convertido en pasotismo del votante medio de izquierdas respecto a la política. Del entontecimiento del franquismo se ha pasado al "buenismo" de la derecha y su ingenuidad. Unos ciudadanos inmaduros y discapacitados para el criterio político ágil han sido presa fácil del convencimiento de que el sistema lo aguanta todo. La falta de análisis de la guerra civil se ha convertido en incapacidad para el análisis político. No es que la gente no tenga un criterio político. Es que los criterios políticos en buena parte de la población son heredados. Es como nacer de uno u otro club de fútbol. Da igual lo bien o lo mal que lo haga un partido, siempre tiene sus parroquianos fijos. Es un mito lo de la madurez de la sociedad española y su transición ejemplar. Los muy notables acuerdos conseguidos no fueron producto de la madurez de un pueblo soberano sino del miedo de éste conducido con espíritu de verdadero servicio por un puñado de políticos y la corona. En ese río revuelto de miedo, aprovecharon los nacionalismos para sacar su tajadita, escasa, pero suficiente para ir ganando terreno al rebaño.