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La guardería de ZP
Enviado por el día 31 de Mayo de 2004 a las 19:13
Frente a tanto nacionalismo (que personalmente me aburre) un repaso al gobierno del talante, en clave de humor (sacado de http://www.larazon.es/ediciones/anteriores/2004-05...)
César Lumbreras
PZ no ha formado un Gobierno, sino que ha puesto una guardería. Como quería tener controlado el negocio, ha puesto al frente de los ingresos y los gastos al «profe» Solbes, un maestro experimentado que cada día se parece más al comisario Fischler y al abuelo de Heidi. Pero, mira por donde, los alumnos han salido traviesos, ignorantes o una mezcla de las ambas cosas. Y, claro, el «profe» no gana para disgustos. Pocas horas después de entrar en la guardería, Elenita Espinosa, la encargada de regar las plantas, de que crezcan las coles y de dar de comer a los conejitos, fue a ver al «tito» Fischler, hasta hace poco colega de Solbes; éste la dio un repaso de arriba abajo y de derecha a izquierda que pasará a los anales de la guardería. Elenita se dedicó entonces a llamar al «profe» para quejarse de que el ogro Fischler era malo y se comía a los niños recién llegados a la guardería. Estaba atendiendo todavía a los lloros de la criatura Espinosa, cuando, aprovechando que Solbes estaba de espaldas, Carmencita Calvo, a la que habían encargado de forrar y guardar los libros de toda la clase, anunció que iba (con B) a bajar el IVA (con V) de los libros. «A ver Carmencita, hija, a la pizarra», dijo Solbes. «Escribe cien veces: no tocaré nunca el IVA ni los otros impuestos, porque es cosa de los mayores».
Mientras vigilaba a la «niña del IVA», llegó Jesusito Caldera y dijo que había que subir el salario mínimo. El «profe» Solbes le sacó al encerado y le puso como tarea escribir cien veces «no tocaré el salario mínimo». Cuando iba a empezar a escribir, apareció por allí PZ, el dueño y director de la guardería, y Jesusito Caldera se quejó entre pucheros de que el profe era malo y no quería subir el salario mínimo. PZ sacó su pañuelo, limpió sus lágrimas y ordenó a Solbes que no fuese tan estricto. Salir PZ de la guardería y aparecer otro díscolo fue todo uno. Montilla se llama el nuevo rebelde, que está empeñado en poner el horario de la guardería. El «profe» Solbes le llamó al orden, y como tenía el encerado y la pizarra ocupados, le pidió que escribiese en su cuaderno de clase otras cien veces la frase «no tocaré los horarios comerciales».
Y, mientras unos y otros hacían sus tareas, el profe volvió a ocuparse de María Antonia Trujillo, «Antoñita la Fantástica», la encargada de conseguir otro edificio para la guardería. «Vamos a ver, Antoñita, explica otra vez cómo vamos a hacer 180.000 viviendas», dijo Solbes. «No profe, respondió ella, que no se entera, ya no son viviendas, ni pisos, ahora son actuaciones». «¿Actuaciones?, respondió el profe, ¿pero eso no es de Cultura y de Carmencita Calvo, acaso vas a meter a los actores en pisos?». Y, ella, muy pizpireta no se arrugó: «Que no, que no, que tampoco son actuaciones, que son soluciones habitacionales». Solbes estaba al borde del infarto, cuando apareció Pepito Bono en su ayuda; puso firmes a todos y gritó: «A callar todos, la información de la guardería no se desclasifica. Amén».
César Lumbreras
PZ no ha formado un Gobierno, sino que ha puesto una guardería. Como quería tener controlado el negocio, ha puesto al frente de los ingresos y los gastos al «profe» Solbes, un maestro experimentado que cada día se parece más al comisario Fischler y al abuelo de Heidi. Pero, mira por donde, los alumnos han salido traviesos, ignorantes o una mezcla de las ambas cosas. Y, claro, el «profe» no gana para disgustos. Pocas horas después de entrar en la guardería, Elenita Espinosa, la encargada de regar las plantas, de que crezcan las coles y de dar de comer a los conejitos, fue a ver al «tito» Fischler, hasta hace poco colega de Solbes; éste la dio un repaso de arriba abajo y de derecha a izquierda que pasará a los anales de la guardería. Elenita se dedicó entonces a llamar al «profe» para quejarse de que el ogro Fischler era malo y se comía a los niños recién llegados a la guardería. Estaba atendiendo todavía a los lloros de la criatura Espinosa, cuando, aprovechando que Solbes estaba de espaldas, Carmencita Calvo, a la que habían encargado de forrar y guardar los libros de toda la clase, anunció que iba (con B) a bajar el IVA (con V) de los libros. «A ver Carmencita, hija, a la pizarra», dijo Solbes. «Escribe cien veces: no tocaré nunca el IVA ni los otros impuestos, porque es cosa de los mayores».
Mientras vigilaba a la «niña del IVA», llegó Jesusito Caldera y dijo que había que subir el salario mínimo. El «profe» Solbes le sacó al encerado y le puso como tarea escribir cien veces «no tocaré el salario mínimo». Cuando iba a empezar a escribir, apareció por allí PZ, el dueño y director de la guardería, y Jesusito Caldera se quejó entre pucheros de que el profe era malo y no quería subir el salario mínimo. PZ sacó su pañuelo, limpió sus lágrimas y ordenó a Solbes que no fuese tan estricto. Salir PZ de la guardería y aparecer otro díscolo fue todo uno. Montilla se llama el nuevo rebelde, que está empeñado en poner el horario de la guardería. El «profe» Solbes le llamó al orden, y como tenía el encerado y la pizarra ocupados, le pidió que escribiese en su cuaderno de clase otras cien veces la frase «no tocaré los horarios comerciales».
Y, mientras unos y otros hacían sus tareas, el profe volvió a ocuparse de María Antonia Trujillo, «Antoñita la Fantástica», la encargada de conseguir otro edificio para la guardería. «Vamos a ver, Antoñita, explica otra vez cómo vamos a hacer 180.000 viviendas», dijo Solbes. «No profe, respondió ella, que no se entera, ya no son viviendas, ni pisos, ahora son actuaciones». «¿Actuaciones?, respondió el profe, ¿pero eso no es de Cultura y de Carmencita Calvo, acaso vas a meter a los actores en pisos?». Y, ella, muy pizpireta no se arrugó: «Que no, que no, que tampoco son actuaciones, que son soluciones habitacionales». Solbes estaba al borde del infarto, cuando apareció Pepito Bono en su ayuda; puso firmes a todos y gritó: «A callar todos, la información de la guardería no se desclasifica. Amén».
