España

Qué obsesión. Seguro que sueñas con él y todo.

Un nacionalista español absolutamente dispuesto a aliarse con la gente más antiliberal del mundo para enfrentarse a lo que él percibe como sus enemigos.
Como buen ex-maoísta ex estalinista, alguien que carece de la menor decencia intelectual para analizar la realidad en tonos complejos y abigarrados, que es como se presenta, y para quien todo contradictor es un enemigo mortal que no un adversario político.
Un botarate pitecantropizado, brutal y primitivo, antiempático, sin ningún sentido común.
Muy antiliberal.

Naturalmente para opinar sobre alguien que se dedica a escribir y que es un comentarista político hay que haberlo leído, pero ya me hago cargo de que para la España LOGSAICA la lectura es un pecado nefando y esto, conjugado con el derecho a opinar que se atribuyen los cenutrios progresistas (valga la redundancia) da lugar al conocido hábito de tales de gaznápiros de opinar sobre lo que no tienen ni idea.

Naturalmente en tal contexto resultará muy gratificante que alguno de tales exponentes me llame, como consecuencia de lo que voy a escribir, “fascista” aunque ya les he sugerido que me llamen también “judío hijo de pu.ta”, como gustan de hacer por calles y plazas, ya que es una expresión que me honraría aún más.

Pues resulta que, como sabe cualquiera que haya leído a don Federico, el señor Losantos es un liberal. Lo que no se sabe es si es un liberal conservador o un liberal individualista radical (como yo), ya que trabajando en la COPE, único ámbito de libertad de expresión que queda en esta España gomulkizada, tiene que atenerse a ciertas servidumbres, aunque hay indicios de que está más cerca de mí que del Primado (por lo demás excelente persona que merece todo mi respeto y aprecio como persona ajena a la Iglesia Católica que soy).

No voy a proponer la lectura de los libros de don Federico porque tiene tochos de 600 páginas y no todos tenemos los mismos gustos literarios (a los LOGSAICOS no les propongo ni la lectura de Superman, que ya conozco sus limitaciones y su rigidez moral que los mantiene del nefando hábito de leer y del no menos nefando de pensar). Pero si alguien se toma la molestia de mirar en la página 534 de la edición de 1993 de “Contra el Felipismo”, editada por temas de hoy, encontrará, del puño y letra de don Federico las razones por las que no sólo no es de extrema derecha sino ni siquiera franquista.

Según yo no, según la evidencia de una vida vivida en buena parte bajo en franquismo, contra el franquismo, desde raíces familiares anti-franquistas, hijo de condenado a muerte en consejo de guerra regular e intachable, en cuanto a tal, por rebelión militar (efectivamente, mi padre cometió rebelión militar porque perdió la guerra; si la hubiera ganado la rebelión militar la habrían cometido los que lo condenaron y luego indultaron) y sobrino de asesinado por milicianos cedistas espontáneos (aquí no hubo juicio).

No digo esto por “echarme flores”, pues mi desprecio de la izquierda me impide presumir de cualquier concomitancia con ella, sino para que se comprenda que he vivido el franquismo y desde posiciones que me permiten una visión no franquista (como don Federico yo tampoco soy ni franquista ni cristiano).

Franco arrebató los puestos claves del poder a la extrema derecha, a la que utilizó, antes de terminar la Segunda Guerra Muldial (porque entendió, y con razón, que en esa coyuntura le convenía); eliminó a extrema derecha de todo puesto relevante a partir de 1956 (por la misma razón) y esa extrema derecha, liderada por Blas Piñar (hubo algunos otros grupúsculos menos relevantes) se dedicó desde esa fecha y hasta 1975 (19 años) a lanzar lamentos quejumbrosos desde la revista Fuerza Nueva, sin que Franco le prestara la menos atención, aunque los usaba para mantener a raya a la izquierda en la calle con un terrorismo tolerado al modo etarra, es decir, una especie de kale borroka puntual contra algunas librerías y algunos individuos muy localizados y ligados casi en exclusiva al Partido Comunista de España y grupúsculos a su izquierda (el número de asesinatos que permitió como desahogo a aquellos antiguos colaboradores no llego, ni con mucho, a los cometidos por los grupos izquierdistas -ETA y otros- antes y después de su muerte), no un terrorismo de Estado generalizado como el que se vivió en los regímenes de verdadera extrema derecha, como el de los Nacional Socialistas Alemanes.

Esta es la verdad “verdadera”. Naturalmente no encaja con el diseño de reescritura de la historia puesto en marcha por las Cortes del Amasijo y el Gobierno de ustedes, pero yo no cobro de los fondos reservados, así que puedo decir la verdad.

Nota bene: si tienen a bien ofrecerme una sustanciosa asignación procedente de esos fondos estoy dispuesto a marcharme a un país libre y dedicarme a leer y escribir sobre los grandes poemas gongorinos.

Para ser de extrema derecha hay que edificar Auschwitz Birkenau, Bergen Belsen o Treblinka, y no entregar pasaportes y reclamar a los judíos sefarditas que se habían acogido a la doble nacionalidad otorgada por don Miguel Primo de Ribera.

Como para ser de extrema izquierda hay que tener una Lefortovo, una Sukhanovka o una Butyrka o una Lubyanka (y para ser despreciable hay que organizar actos de exaltación de la GPU en la Asamblea de Madrid, Julián Grimau mediante -esto va por doña Esperanza Aguirre y Gil de Biedma, que seguramente aprende esos métodos en el Club de Bilderberg, de sus amigachos illuminati y de la Skull and Bones).

Lleva razón, pero no deja de ser curioso:

rivera. (Del lat. rivus, riachuelo). 1. f. Arroyo, pequeño caudal de agua continua que corre por la tierra.

ribera. (Del lat. *riparĭa, de ripa). 1. f. Margen y orilla del mar o río.