España

El día del orgullo del macho

Si han creado “el día del orgullo gay”. ¿Por qué no se puede crear un “día del orgullo del macho? Seguramente muchos, sobre todo muchas, saldrán diciendo que es un acto machista. ¡Bien! ¡Y qué!

Ya por lo visto, la figura del macho está pasada de moda, hoy gusta el hombre “amariconao” , metrosexual creo que le llaman. Ese que se da cremitas para las arrugas y se pone pendientes hasta en el glande.

La mujer de hoy siente ternura y hasta admiración por el maricón; y no es que lo critique, cada cual que sienta lo que quiera por quien quiera, pero no deja de maravillarme esta cambio en sus estructuras mentales.

Según mi modesta opinión, la figura del hombre a la antigua usanza, tipo Jorge Negrete, Clark Gable, John Wayne o Gleen Ford, si, ese de la hostia a Gilda, ya “no molan”, porque reflejaban una superioridad manifiesta sobre la mujer en todos los niveles sociales. Superioridad de que la mujer de entonces aceptaba de buen grado, y hasta se sentía orgullosa de ser “el reposo del guerrero”. Eso de esperar a “su macho” cansado del trabajo, abrazarle y besarle, tenerle preparada la pipa, las zapatillas, la bata y el periódico para que reposara hasta la hora de la cena, son imágenes de un pasado que a algunas mujeres les dan ganas de vomitar sólo pensarlo.

Lo que quizás algunas ignoren, que aquellas mujeres, se sentían así muy realizadas y eran inmensamente felices; eran el símbolo de la femineidad, así lo proclamaban presumiendo entre ellas cual de los maridos era el más macho. Por eso quiero hacer una glosa sobre el macho perdido. Ser maricón está mejor visto que ser machista para la mujer de hoy.

Lo que pasa, es que muchas mujeres de hoy tienen la creencia que el macho de entonces era un ser desastroso, que olía a una mezcla de tabaco y tigre, que se tiraba pedos en la cama y que no se mudaba de calzoncillos nada más que una vez a la semana. ¡Ah! Y que tenía sometida a su mujer como una esclava. ¡No señoras no! Este que digo, era un hijo de put.a indigno de ser esposo y padre.

Me estoy refiriendo al macho que era capaz de escalar la roca más escarpada para coger la flor más aromada y ofrecérsela a su amada postrado ante ella de rodillas.

Al hombre capaz de matar al dragón de cien cabezas que tenía presa a su doncella.

Al macho que se responsabilizaba de la seguridad de su familia y luchaba a brazo partido por su bienestar.

Al hombre que tomaba a su amada en brazos cual mariposa, y cruzar ese charco de agua
para que no se mojara sus piececitos.

Al macho que no se le escapaba ningún detalle con su amada, que le cantaba boleros en el quicio de la puerta, y la besaba tan apasionadamente que la desmayaba de sentimientos profundos.

A ese macho que tomaba delicadamente a su galanteada por el talle y la paseaba orgulloso por plazas y calles.

Al que luchaba denodadamente en mil duelos para conquistar la húmeda y cálida rosa de su amor.