España

Hay que ver lo que da de sí un solo libro!

De la misma forma que comenté en otro lado que privatizar la universidad pública me parecía radicalmente inacpetable, no veo con muy buenos ojos que se subvencionen a las productoras de cine (no se subvenciona a un director, no?), ya que en el fondo el dinero va a parar a manos privadas. Incluso escuché el otro día que el gobierno quería obligar a las televisiones (incluidas las privadas) a que invirtiesen el 5% de su presupuesto en cine. Si las subvenciones son discutibles (y seguro que hay buenas razones para mantenerlas), el obligar a una empresa privada a que se gaste su dinero de determinada forma me parece de aurora boreal...

Dicho lo dicho, me gustaría matizar un par de cosas.

En primer lugar, las subvenciones a artistas. En este caso concreto, la subvención al cine como arte tiene unas implicaciones que van más allá de la subención pura y dura a una empresa privada. Desde que el mundo es mundo, el PODER (así, con mayúsculas) siempre se ha encargado de establecer un determinado imaginario simbólico, en el que se representa SU visión del mundo y con el que, de paso, se afianza su legitimidad y autoridad. Por eso el PODER siempre contó con un conjunto de artistas encargados de llevar a cabo esta misión. Estoy pensando en todas las monarquías absolutistas europeas, o la Iglesia misma. Creo que son ejemplos evidentes por sí mismos.
El problema llegó hace siglo y medio, al rebufo de la modernidad, cuando se comienza a dinamitar todo la maquinaria de producción artística “oficial”, es decir, de las Academias. Con la democratización (algunos dirían masificación) del hecho artístico (no sólo su recepción pública, sino su misma creación), quedó en el aire tanto el criterio para valorar las obras (una crisis que todavía el arte actual no ha superado...) como también su relación con el PODER establecido.

Desde este punto de vista, se puede entender que el estado se dedique a financiar y promover obras de arte, de la misma forma que financia a científicos investigadores, por ejemplo.
Pero también puede verse el problema desde otra perspectiva, subyacente en el post (y que tanto preocupa a los liberales y neoliberales). Si se acepta que hoy el MERCADO es el PODER absoluto, entonces es necesario llegar a la conclusión de que el MERCADO debe encargarse del arte y el estado no debe dar un duro. En buena medida el mercado ya ha hecho esto; porque además incluye su particular criterio de valoración de la obra artística (el mismo por el que se determina el valor de cualquier otra mercancía). El resultado está a la vista. Como dice félix de azúa, basta observar la producción artística de los últimos cincuenta años para sentir un escalofrío que recorra todo el cuerpo.

El segundo punto, implícito en el primero, es considerar al cine como arte. Lo cual también es muy discutible. Yo personalmente no lo creo así, por lo menos por ahora, o no totalmente.

El invento legislativo más reciente ideado por los ministros de ZP consiste en hacer pagar a las televisiones, privadas y públicas, un canon del 5% de sus resultados de explotación.
El “impuesto revolucionario”, nacido en imitación de la “excepción cultural” de los franceses, tiene como objeto financiar a los realizadores españoles y europeos que se las ven negras para poder competir con sus homólogos del otro lado del Atlántico...o del otro lado del Canal de la Mancha.
Nuestros cineastas aún no se han dado cuenta de que el cine, es decir, las películas, son un bien como otro cualquiera, ni más importante ni menos, y por lo tanto está sometido a las mismas leyes de mercado. Quien quiere prosperar en cualquier sector de la producción tiene que satisfacer a los clientes que, dicho sea de paso, son los verdaderos amos del sistema. El que mejor lo hace, el que ofrece en definitiva lo que el público demanda, se lleva el gato al agua. Quien sirve bien sobrevive, quien lo hace mal desaparece. El mercado es la democracia más perfecta que existe.
El cine norteamericano, tan denostado por la progresía europea, ofrece productos de todos los tipos; buenos, malos y regulares pero siempre se somete al dictamen del mercado para seguir produciéndolos y exportándolos. Nuestros realizadores en cambio prefieren que sean otros los que financien sus aventuras empresariales"creativas".

Ciertamente, basta ya de subvencionar a caraduras. Recomiendo tambien el libro de Enrique de Diego \"los nuevos clerigos\" que denuncia y pone al desnudo este tipo de comportamiento sectario de la izquierda. Una obra maestra y ejemplar. Digna de estudio. Claro que en nuestras univrsidades nunca se recomendará para su lectura. Privatizar la universidad es una de las ideas que defiende \"los Nuevos Clerigos\". Enhorabuena al autor