España

El Garn Francisco Pizarro dio un salto grandioso: De cuidar cerdos en su pueblo medieval extremeño, se convirtió en "Conquistador del Perú". Partió de Panamá en compañía de otros extremeños no menos inmundos. En esta ciudad de Panamá, frente a la catedral, cuyas ruinas subsisten, trazó una línea con su espada, indicando: "Los que queden en Panamá a la pobreza, los que vamos al Perú (a robar, se entiende) a la riqueza. Esta escena era contemplada por un cura español, medio mari-cón como todos ellos, que era como todos ellos, un agente del imperialismo español, un imperialismo de medio pelo, de papelillo. He aquí el relato del actuar de uno de esos sacerdotes marico-nes, que como buen agente del imperialimso barato y asesino de los españoles se prestó para el saqueo, la violación carnal y el robo: el saludo del predicador Fray Vicente Valverde a Atahualpa, con cruz y breviario. Irritado por la forma de ser saludado, Atahualpa arrojó el breviario del sacerdote al suelo y trató de dar órdenes a sus tropas. Pero entonces intervinieron rápidamente los españoles con sus caballos e iniciaron una matanza. Este relato confirma por tanto que Atahualpa tenía un plan de ataque a los españoles, aunque éstos lo atajaron. Pero, por lo que se refiere a la pregunta que nos hacíamos inicialmente, sobre el derecho de conquista, conviene resaltar la escena del predicador: con la bula de 1493, los españoles podían conquistar para después predicar. Pero aquí vemos ya establecida la costumbre de presentar el objetivo principal de la expedición -la predicación-, de modo que, si es aceptado por los indios el derecho de los cristianos a predicar su fe, no sea preciso privarles de sus propiedades, costumbres, y en definitiva de su autogobierno. Si rechazaban este derecho, entraba en acción el brazo armado para imponerlo. En todo caso, es una postura más avanzada que la de la "estricta aplicación de la bula", y vemos que Pizarro se ajusta a una norma, que puede ser considerado un legalismo -la información que con la prédica se aporta a Atahualpa puede ser insuficiente-, pero al menos muestra que Pizarro no actúa arbitrariamente.