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Thomas Mann en Iraq
Enviado por el día 19 de Abril de 2004 a las 19:06
Ahí va un artículo de opinión aparecido en Levante-EMV el 15/4/04, titulado Thomas Mann en Iraq.
NICOLÝS SÝNCHEZ DURÝ - Universidad de Valencia

El 3 de octubre de 1940, ante los Amigos de los Colleges de Claremont, un vehemente Thomas Mann pronunció la conferencia Guerra y democracia. Ese mismo mes dieron comienzo sus celebres alocuciones de la BBC de Londres destinadas tanto a los alemanes cuanto a los países ya ocupados por la Alemania nazi; discursos radiofónicos felizmente recién editados en castellano por Península bajo el título Oíd, alemanes? Pero en la conferencia de Claremont, ante un público estadounidense, el propósito era otro: combatir las fuertes tendencias aislacionistas de EE UU para persuadir a sus élites de intervenir en la guerra apoyando a Inglaterra. Al leer hoy la conferencia, publicada con posterioridad for private distribution only, se repara en cuan extensos y firmes fueron los sectores de la sociedad americana que se resistían a intervenir. Sin embargo, aunque su intención era ganar adeptos para la causa de la democracia amenazada por el fascismo, el escritor no evitó un párrafo, que hoy resulta profético, a todas luces valiente en aquel contexto: «Sí, hay gentes tales que convierten esa gran y sagrada palabra de ´libertad´ en el escudo tras del cual esconden su traición a la democracia. Para ellos, libertad significa la oportunidad de asesinar la libertad. Déjenme que les diga toda la verdad: si alguna vez el fascismo llega a América, llegará en nombre de la ´libertad´». Bien, parece que en ésas estamos.

Pues arrecian los discursos ?después del desmentido general que ha supuesto la reciente sublevación en Iraq? donde ya no se pone el acento en su ser supuesta base del terrorismo, en las armas masivamente destructivas o en la tiranía de Sadam. Así Blair, en su último artículo en The Observer, afirma que «los insurgentes saben que su victoria tendrá más efectos que la derrota de los EE UU y Reino Unido. Derrotarían la democracia y la civilización». Lo significativo es que Blair no refiere esa derrota especialmente a Iraq, sino al mundo entero. Lo cual deja claro que los insurgentes son lisa y llanamente unos incivilizados. Esa estigmatización del enemigo, ahora enemigo de la entera especie humana en tanto incivilizado y por ende exterminable sin miramientos, no es nueva. Aparece en todos los conflictos por la hegemonía política mundial desde la gran guerra del 14, donde el concepto de civilización ?y el conexo de progreso? fue el principal dispositivo retórico de todas las partes enfrentadas. No cabe aquí una genealogía del asunto, pero es ilustrativo comparar declaraciones como las de Blair con las que se produjeron en dos momentos clave de la lucha por la hegemonía de los EE UU: la guerra de Corea y la guerra del Vietnam (que los vietnamitas llaman la Guerra Americana). También entonces se decía que la retirada comportaría el Apocalipsis de la civilización, la extensión de la barbarie, la amenaza de nuestra forma de vida.

Es aterrador ver lo que algunos consideran nuestra forma de vida. Porque el caso es que en Corea, por 40.000 americanos muertos, murieron medio millón de chinos y tres millones de coreanos, la gran mayoría civiles. En cuanto a Vietnam, fueron poco más de 58.000 los combatientes americanos muertos (y 250.000 soldados del ejército títere de Vietnam del Sur). Lo que pocas veces se recuerda es que no existen listas ni de los muertos del Viet Cong ni de los civiles ?ayer, como hoy en Iraq, unos muertos valen más que otros. Aunque los cálculos vietnamitas son mayores, la mejor estimación cifra entre 1´5 y 2 millones ?3 millones si se añaden Laos y Camboya? los que perecieron entonces a manos de la defensa de la democracia y la civilización. Lo que sí se sabe ?el complejo militar-industrial es puntilloso en este aspecto? es la cantidad de explosivos que lanzó la fuerza aérea: más de ocho millones de toneladas ?aproximadamente tres veces más que las bombas lanzadas por todos los bandos en la Segunda Guerra Mundial? con una capacidad explosiva 640 veces superior a la bomba de Hiroshima. Añádase los defoliantes y el agente naranja, téngase en cuenta la reducida superficie de la península de Indochina y se obtendrá una idea del eventual resultado de ciertas defensas de la democracia y la civilización.

Tanto la guerra de Corea como la de Vietnam la comenzaron presidentes demócratas, siendo presidentes republicanos los forzados a admitir lo, en principio, declarado inadmisible. Se invierte ahora la situación, pero de ganar el aspirante demócrata Kerry éste ya ha declarado que en ningún caso cederá el mando ,de sus tropas. No puede ser de otra manera, pues la guerra de Iraq tuvo como fin desde el principio cernir y reforzar la hegemonía económica y política de

EE UU. Lo evidente es que la población iraquí nunca podrá ver esas tropas y sus aliados como defensores de la democracia y la civilización, o lo que es peor, llegará a identificar esos conceptos con una pesadilla. El asedio de Faluya es pura y simplemente una operación de castigo, un escarmiento no hacia los insurgentes armados sino contra la población. Como en Vietnam, donde la masacre continua de campesinos tenía como supuesto aterrorizarlos para que no apoyaran a la guerrilla campesina del Sur y respaldaran a los terratenientes y comerciantes ricos de las ciudades que, a su vez, sostenían al gobierno títere. Porque la disyuntiva es la misma: un gobierno autóctono estable, libre y leal a sus ciudadanos entra en flagrante contradicción con los intereses que llevaron a EE UU a Iraq; pero, a estas alturas, un gobierno títere que acepte el expolio y colabore con la continua matanza nunca será reconocido por la población. La semana anterior a la insurgencia generalizada, las tropas españolas dispararon contra una manifestación de parados que dirigían su protesta contra el gobernador de la zona. Es decir, intervinieron militarmente en un conflicto civil. Por el contrario, un batallón de las incipientes fuerzas armadas iraquíes se ha negado a intervenir en el asedio de Faluya junto a los marines ¿Quiénes serán vistos como defensores de la democracia y la civilización?



Re: Thomas Mann en Iraq
Enviado por el día 19 de Abril de 2004 a las 19:50
¡Pero como se atreven los iraquies a levantarse en armas para defender su pais y su derecho a la autodeterminacion! ¡Barbaros incivilizados!
Re: Re: Thomas Mann en Iraq
Enviado por el día 19 de Abril de 2004 a las 20:07
Que terror, si los Iraquíes recuperan su soberanía e independencia la civilización occidental será destruida.

Es q ya sabemos, la historia nos ha enseñado q de Irak, la antigua Mesopotamia, solo puede surgir caos y destrucción.
La civilización occidental desciende de los pueblos anglosajones y germánicos, q pueden presumir de tener más 5000 años de alta cultura.

En cambio en Irak, ¿qué ha surgido de allí?


ved la miseria histórica, la destrucción y el caos q desde el actúal Irak se ha extendido por el mundo:

"Toda la civilización mesopotámica se basó en la cultura sumerio-acadia. Aunque los diversos pueblos que la invadieron o se establecieron en su territorio como los amorreros, asirios, hititas y caldeos le añadieron algunos rasgos propios, la civilización mesopotámica conservó a través de millares de años un carácter relativamente homogéneo.




La escritura

Lo sorprendente en los restos sumerios es la escritura. El maravilloso arte parece ya bien avanzado, adecuado para expresar pensamientos complejos en el comercio, la poesía y la religión. Las inscripciones más antiguas se encuentran en piedra -muy escasa en es zona de Mesopotamia- y datan al parecer de tiempos tan remotos como 3.600 años antes de Cristo. Hacia el 3.200 aparece la tabla de arcilla, y desde entonces en adelante los sumerios parecen haberse deleitado en el gran descubrimiento. Buena fortuna para la humanidad es que la gente de Mesopotamia no escribiese en frágil papel y con tinta que se borra con el tiempo, sino en húmeda arcilla con la "cuneiforme" punta de un estilo. Con este dócil material el escriba mantenía registros, redactaba contratos y documentos oficiales, inscribía propiedades, sentencias y ventas, y creaba una cultura en la que el estilo -punzón que usaban los antiguos para escribir en tablas de arcilla- se hizo tan poderoso como la espada. Completado el escrito, el escriba cocía la tabla de arcilla junto al fuego o al sol y la convertía en un manuscrito mucho más duradero que el papel y sólo menos firme que la piedra. Este desarrollo de la escritura cuneiforme fue la descollante contribución de Sumeria a la civilización de la humanidad.






Bóveda y arco

Así como en materia de escritura Sumeria creó la cuneiforme, que fue adoptada por todo el Medio Oriente a excepción de los egipcios que usaban los jeroglíficos, en la arquitectura creó las formas fundamentales de casa y templo, columna, bóveda y arco. El campesino sumerio construía su choza plantando juncos de modo que formasen un cuadrado, un rectángulo o un círculo, doblando su parte superior y uniéndolos de tal modo que formasen un arco, una bóveda o una cúpula; éste, se supone, es el simple origen, o la primera aparición conocida, de estas formas arquitectónicas. Entre las ruinas de Nippur hay una alcantarilla arqueada de 5.000 años de antigüedad; en las tumbas reales de Ur hay arcos que datan de 3.500 años a. de C., y las puertas arqueadas eran comunes en Ur en 2000 a. C. Estas construcciones eran verdaderos arcos, es decir, piedras tallada de modo talladas de modo tal que encajaban perfectamente.





Medicina

Un anónimo médico sumerio decidió reunir y poner por escrito, para uso de sus colegas y de los estudiantes, sus recetas médicas más valiosas. Preparó una tablilla de barro de 9 x 16 centímetros, afiló el estilo hasta que uno de sus extremos adquirió la requerida forma de cuña y escribió con letras cuneiformes más de una docena de sus remedios favoritos.

La tablilla permaneció enterrada en las minas de Nippur durante más de cuatro mil años hasta que la desenterró una expedición estadounidense. Estas son algunas muestras de la sabiduría del médico:

Conocía las propiedades medicinales de plantas como la casia, el mirto, la asafétida, el tomillo... y también de árboles; sabía preparar cuerpos simples para almacenarlos, ya fuera en forma sólida y pulverizada de semillas, raíces, ramas, cortezas o goma. Conocía las propiedades medicinales de minerales como el cloruro de sodio -sal- y el nitrato de potasio -salitre-. Sabía hacer ungüentos. Sabía química y conocía la forma de hacer filtrados al hervir los ingredientes en agua para extraer los principios deseados, agregando un álcali y sales para obtener un mayor rendimiento del extracto total, y después filtrando la solución para obtener los materiales orgánicos. En el grado de conocimientos químicos que sustentan esos procedimientos descansa lo sorprendente de las recomendaciones del médico. Los cuerpos simples deben "purificarse" antes de pulverizados. El polvo necesario en dos recetas para preparar ungüentos provenía probablemente de las cenizas de algunas plantas particularmente ricas en sosa. Esto significa que se había descubierto la interacción por la cual este álcali, mezclado con sustancias que contienen mucha grasa natural, se combina con ellas para producir una sustancia que tenía consistencia de ungüento. En realidad este proceso se utilizó 3.500 años después en Europa para fabricar el primer jabón.





Matemática y astronomía

Quienes llevaban las cuentas en Sumeria descubrieron que 6+6 era igual a 6x2, hecho que simplificaba en gran manera la cuestión, para no decir nada del ahorro de espacio cuando había que anotar, por ejemplo, 9 entregas de 8 árboles cada uno. De esto se deducía por supuesto, que 6 era igual a 12:2. Toda civilización digna de llamarse así ha elaborado símbolos de los números, así como los procesos de sumar y restar.

Los sumero-acadios fueron el primer pueblo que pensó en indicar el valor de un número por su posición: es decir, en escribir el equivalente numérico de, por ejemplo, 563, no como 100+100+100+100+100+10+10+10+10+10+10+3 -que es lo que hicieron los egipcios, y también los romanos dos mil años después-, sino como lo hacemos nosotros: 5 seguido por 6 y seguido por 3.

Con posterioridad, los babilonios y los caldeos -pueblo que invadió Mesopotamia- ahondaron en estas materias. Como éstos últimos creían en los presagios, la astrología nació naturalmente. Pensaban que cada astro era la manifestación de una divinidad y la Tierra era parte integrante del universo. Debido a esto, creían que todo acontecimiento terrenal debía estar influido y determinado por las divinidades celestes. Por eso, los adivinos, al conocer los secretos de aquéllas, podían presagiar el futuro del hombre, inscrito en los astros. Esta creencia dio origen a la astrología. Como ésta no podía ser ejercida sin una observación científica de los astros, se derivó a la astronomía.

La obra de los últimos caldeos asombra, como Naburimanni -que vivió en el 490 a. C.- o de Kidinnu -del 379 a. C. El astrónomo Naburimanni dio listas de eclipses de sol, incluyendo algunos que él sabía que no serían visibles en Babilonia; señalaba el momento del comienzo de cada eclipse, con errores de sólo unos minutos; y daba la posición de los planetas, en un futuro avanzado, con errores similares. Su sucesor, Kidinnu estableció la duración del año sideral en 365 días, 6 horas, 13 minutos y 43,4 segundos. Cifró también la duración del movimiento de la Tierra desde su punto de mayor proximidad al Sol hasta el más alejado y retorno a la primera posición, en 365 días, 6 horas, 25 minutos y 46 segundos, que es la misma que hoy se admite.

Según las doce constelaciones del zodíaco, dividieron el año en 12 meses, el día en dos veces de 12 horas, la hora en cinco veces de 12 minutos. También las matemáticas estuvieron basadas en el sistema duodecimal. Los números 1,2,3 y sus múltiplos 6,12..., formaban la base de toda operación aritmética, a diferencia del sistema decimal moderno, con sus números básicos 1,5 y 10. A base de este sistema, los babilonios supieron no sólo sumar, restar, multiplicar y dividir, sino también operar con fracciones, elevar a las más altas potencias y extraer raíces.

En geometría, dividieron el círculo en 360 grados, el grado en 60 minutos, y el minuto en 60 segundos, sistema que fue adoptado más tarde por los romanos y de éstos ha pasado a los tiempos modernos. Los pesos y las medidas -la docena, por ejemplo- estuvieron basados igualmente en el sistema duodecimal.




Religión

Muchas de las ideas que forman el fondo religioso de los pueblos primitivos se perpetúan en las creencias mesopotámicas. El convencimiento de que los astros, sobre todo el Sol y la Luna, eran seres superiores al hombre, los indujo a convertirlos en dioses. La participación que atribuían a los dioses en los negocios humanos les hizo buscar cierta relación entre la situación y brillo de los astros y el destino de los pueblos y del hombre.

Los dioses mayores eran el Sol, la Luna y los cinco planetas que se ven a simple vista. Los más conocidos son Marduk o Belo, dios de Júpiter y de Babilonia, e Ishtar, diosa del planeta Venus, que representaba la guerra y el amor y era especialmente venerada en Nínive. Los dioses eran considerados como seres terribles que sólo protegían a los pueblos que los adoptaban, y que veían con agrado que sus fieles exterminaran al resto de los hombres. En las inscripciones los reyes, al referir sus hazañas bélicas, siempre dicen que han emprendido la guerra para vengar a sus dioses, castigando a sus enemigos, y se jactan de las torturas y suplicios que han impuestos a los vencidos.





Arquitectura, templos, escultura

Los monumentos de Mesopotamia eran colosales y estaban construidos de ladrillos, con adornos de piedra. La forma de todos ellos era uniforme y maciza, prevaleciendo siempre las líneas rectas. Los ladrillos se unían entre sí con mortero de arcilla o cal y a veces con betún. Cada ladrillo tenía el sello del rey que ordenaba la construcción. En las ruinas de Babilonia hay millones de ladrillos que tienen esta inscripción: "Soy Nabucodonosor, rey de Babilonia". (En la fotografía, León de cerámica esmaltada).

Los ladrillos estaban a menudo revestidos con brillantes azulejos, de color azul, amarillo o blanco, adornados con animales u otras figuras en vidriado relieve, que continúan siendo óptimos en su clase.

En cuanto a los templos, tenían la forma de altas torres escalonadas, de siete pisos. El edificio llamado zigurat es una torre alta de planta cuadrada, que se compone de varios pisos, siendo cada uno más pequeño que el inferior. En la plataforma del piso más alto se levantaban el santuario y el altar de la divinidad. Los pisos eran de construcción maciza, estando conectados por rampas exteriores.

Este tipo de templo es de origen sumerio y sirvió de modelo a todos los demás pueblos mesopotámicos.

La falta de piedra, y dado que las rocas de las montañas de Asiria son demasiado blandas, en Mesopotamia se conservan pocas estatuas y éstas no pueden compararse con las que se admiran en Egipto. En cambio se han encontrado bajorrelieves que por su belleza no fueron superados en la antigüedad. Servían para adornar las paredes exteriores e interiores de los palacios. Los más célebres son los toros alados con cabezas humanas de palacio de Sargón -influencia hitita-. Otros representan genios con cuádruples alas, dioses ahogando leones e innumerables escenas de guerra, de caza o de la vida ordinaria.

Mesopotamia también tienen su literatura. El poema más famoso es el de Gigalmesh, que no tiene parangón entre los hombres y que representa el tipo ideal babilónico.




En busca del pasado

"La exhumación de esta olvidada cultura- escribió Will Durant- es uno de los episodios más novelescos de la arqueología. Para aquellos que, con poco sentido de la amplitud del tiempo, llamamos los "antiguos" -esto es, los romanos, griegos y judíos-, Sumeria era desconocida. Herodoto, al parecer, nunca oyó hablar de ella; si algo supo, lo omitió como cosa más antigua para él que él para nosotros, que vivió hacia 484 a 425 a. de C. Beroso, historiador babilonio que escribió hacia el 250 a. de C., conocía a Sumeria tan sólo a través del velo de una leyenda. Describió una raza de monstruos que, guiados por Oanes, procedente del Golfo Pérsico, introdujeron las artes de la agricultura, metalurgia y escritura: "todas las cosas que procuran el mejoramiento de la vida -declara- fueron legadas por Oanes a los hombres, y desde entonces no se han hecho más inventos".

Hasta dos mil años después de Beroso no se redescubrió a Sumeria. Arqueólogos eminentes se dedicaron, ya en el siglo XIX, a desenterrar ese mundo perdido. Ahí están los nombres del francés Botta, del inglés Layard; de Thomas y Oppert, de M. de Sarzec , de Koldewey y Delitzsch, de Jacques Morgan, del inglés Wooley entre otros, y del alemán Grotefend, a quien se debe el desciframiento de las inscripciones de la Mesopotamia. (En la fotografía, casco de oro encontrado en la ciudad sumeria de Ur).

El estudio de los monumentos e inscripciones de los hititas por un lado, como de Babilonia, Nínive, Ur y Lagasch, por otro, y finalmente de Asiria, ha dado origen a una ciencia, la Asiriología, en perpetua actividad, que se dedica a recoger todos los datos que permitan reconstruir la historia del país donde se presume que comenzó la civilización humana."