Internacional

OBITUARIO / HEINRICH GROSS
El Herodes austriaco
Ha muerto sin ser juzgado por el asesinato de cientos de niños durante el periodo nazi
MONICA FOKKELMAN

Heinrich Gross murió el 15 de diciembre sin haber sido juzgado por sus crímenes. El abominable doctor logró durante décadas esquivar a la Justicia bajo la protección del Partido Socialista austriaco, que le tuvo como destacado miembro hasta 1981 posibilitándole una brillante carrera médica terminada la guerra.


Cada vez que aquellos niños que ahora ya son adultos traumatizados aparecían en los últimos años en la television austriaca, el estremecimiento era casi tan punzante como aquellas jeringuillas de la muerte. «De repente sentí un dolor agudo en el estómago», cuenta Johann, entonces 10 años, «caí al suelo retorciéndome sin apenas respirar, como atragantándome. Luego empecé a vomitar y los pinchazos en el estómago provocaron unos vómitos verdosos durante horas. Tan sólo un rasgado llanto lejano de bebé me advertía de que seguía vivo».

Hoy Johann tiene 80 años y es uno de los nueve supervivientes del hospital vienés de Spiegelgrund, donde el asesino nazi Heinrich Gross hizo experimentos que acabaron con la vida de decenas de niños.


Nacido en 1915, Heinrich Gross se afilió al movimiento nazi en 1931. Fue una de aquellas jóvenes promesas que aprovecharon su política de eutanasia para justificar su interés científico.En una entrevista publicada en 1978 en el semanario austriaco Profil admitió haberse agenciado 300 cerebros de niños fallecidos o asesinados en la colindante clínica de Steinhof para realizar sus investigaciones. Gross no sólo siguió trabajando en Spiegelgrund una vez terminada la guerra sino que fue nombrado jefe de la clínica neurológica.

Gross se sirvió de muchos cerebros de bebés y niños anormales.Una vez que Berlin decidió en 1939 la eutanasia contra la población infantil «defectuosa», Spiegelgrund creó una «sección infantil destinada a la investigación de males hereditarios de menores».

En vista de que las comadronas estaban obligadas a informar sobre el nacimiento de niños con este tipo de malformaciones, ninguna de estas criaturas logró salvarse de las garras de la atroz ciencia nazi.

Algunas cifras hablan de 7.000 asesinatos cometidos con inyecciones de morfina-hidrocloral o luminal o simplemente dejando a las criaturas morir de hambre.

En Spiegelgrund también se realizaron todo tipo de experimentos.Niños sanos eran vacunados con bacterias de enfermedades infecciosas que terminaban con su vida. La práctica más común allí era la encefalografía infantil, un método tremendamente doloroso que se practicaba tanto a los niños sanos como a los enfermos.

Con centenares de cerebros de estas víctimas, Gross realizó estudios que le catapultaron a la cima de la medicina neurológica de la posguerra. Siguió unos espeluznantes criterios nazis de los que siempre dijo impasible que ya no podía acordarse.