Internacional
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Tendencias en la UE
Enviado por el día 14 de Enero de 2006 a las 17:44
Han salido los nuevos datos relativos a I+D en la UE y en el año 2005.Pues bien,España se encuentra a la altura de los paises del Este de reciente incorporación,con una tendencia decreciente y ,sin duda, preocupante.
Esto coincide con un notable decenso del nivel educativo(que también nos situa en los puestos de cola de europa)
Pues bien,creo que estas dos variables relativas a España son muy preocupantes de cara al futuro,nos vamos a encontrar en poco tiempo en el vagón de cola de Europa.Creo que no se le está dando la importancia debida,creo que nos estamos equivocando de rumbo y creo,finalmente,que lo vamos a pagar muy caro a corto o medio plazo.
Esto coincide con un notable decenso del nivel educativo(que también nos situa en los puestos de cola de europa)
Pues bien,creo que estas dos variables relativas a España son muy preocupantes de cara al futuro,nos vamos a encontrar en poco tiempo en el vagón de cola de Europa.Creo que no se le está dando la importancia debida,creo que nos estamos equivocando de rumbo y creo,finalmente,que lo vamos a pagar muy caro a corto o medio plazo.
Re: Tendencias en la UE
Enviado por el día 14 de Enero de 2006 a las 17:51
En mi humilde opinión se debe al escaso desarrollo de las ciencias y tecnología... Basta con observar las companías vuestras que operan en el tercermundo: toda la tecnología que usan es alemana o sueca. Por ejemplo, la compañía Telefónica que opera en Panamá como Movistar utiliza teléfonos suecos y alemanes de la marca Siemens y Nokia... me parece que las cosas no han cambiado desde la colonia: España no produce, no crea, ni piensa... En la colonia no lo hacía, sólo se concretaba a extraer oro y otras materias primas... las industrias estaban en Holanda y en Inglaterra... por ejemplo: España compraba las telas que utilizaba en Manchester... la industria española murió en el huevo... Nunca la desarrollaron. La historia se repite en espiral, y ocurrirá de nuevo lo que dice Eduardo Galeano en "Las Venas Abiertas de América Latina": España es dueña de la vaca pero otros se toman la leche...
La historia se repite: España tomará su lugar en la cola...
Enviado por el día 14 de Enero de 2006 a las 17:54
ESPAÑA TENÝA LA VACA, PERO OTROS TOMABAN LA LECHE
Entre 1545 y 1558 se descubrieron las fértiles minas de plata de Potosí, en la actual Bolivia, y las de Zacatecas y Guanajuato en México; el proceso de amalgama con mercurio, que hizo posible la explotación de plata de ley más baja, empezó a aplicarse en ese mismo período. El «rush» de la plata eclipsó rápidamente a la minería de oro. A mediados del siglo xvii la plata abarcaba más del 99 por ciento de las exportaciones minerales de la América hispánica\'.
América era, por entonces, una vasta bocamina centrada, sobre todo, en Potosí. Algunos escritores bolivianos, inflamados de excesivo entusiasmo, afirman que en tres siglos España recibió suficiente metal de Potosí como para tender un puente de plata desde la cumbre del cerro hasta la puerta del palacio real al otro lado del océano. La imagen es, sin duda, obra de fantasía, pero de cualquier manera alude a una realidad que, en efecto, parece inventada: el flujo de la plata alcanzó dimensiones gigantescas. La cuantiosa exportación clandestina de plata americana, que se evadía de contrabando rumbo a las Filipinas, a la China y a la propia España, no figura en los cálculos de Earl J. Hamilton (21 Earl J. Hamilton, op. cit), quien a partir de los datos obtenidos en la Casa de Contratación ofrece, de todos modos, en su conocida obra sobre el tema, cifras asombrosas. Entre 1503 y 1660, llegaron al puerto de Sevilla 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata. La plata transportada a España en poco más de un siglo y medio, excedía tres veces el total de las reservas europeas. Y estas cifras, cortas, no incluyen el contrabando.
Los metales arrebatados a los nuevos dominios coloniales estimularon el desarrollo económico europeo y hasta puede decirse que lo hicieron posible. Ni siquiera los efectos de la conquista de los tesoros persas que Alejandro Magno volcó sobre el mundo helénico podrían compararse con la magnitud de esta formidable contribución de América al progreso ajeno. No al de España, por cierto, aunque a España pertenecían las fuentes de plata americana. Como se decía en el siglo XVII, «España es como la boca que recibe los alimentos, los mastica, los tritura, para enviarlos enseguida a los demás órganos, y no retiene de ellos por su parte, más que un gusto fugitivo o las partículas que por casualidad se agarran a sus dientes» (22 Citado por Gustavo Adolfo Otero, op. cit.). Los españoles tenían la vaca, pero eran otros quienes bebían la leche. Los acreedores del reino, en su mayoría extranjeros, vaciaban sistemáticamente las arcas de la Casa de Contratación de Sevilla, destinadas a guardar bajo tres llaves, y en tres manos distintas los tesoros de América.
Entre 1545 y 1558 se descubrieron las fértiles minas de plata de Potosí, en la actual Bolivia, y las de Zacatecas y Guanajuato en México; el proceso de amalgama con mercurio, que hizo posible la explotación de plata de ley más baja, empezó a aplicarse en ese mismo período. El «rush» de la plata eclipsó rápidamente a la minería de oro. A mediados del siglo xvii la plata abarcaba más del 99 por ciento de las exportaciones minerales de la América hispánica\'.
América era, por entonces, una vasta bocamina centrada, sobre todo, en Potosí. Algunos escritores bolivianos, inflamados de excesivo entusiasmo, afirman que en tres siglos España recibió suficiente metal de Potosí como para tender un puente de plata desde la cumbre del cerro hasta la puerta del palacio real al otro lado del océano. La imagen es, sin duda, obra de fantasía, pero de cualquier manera alude a una realidad que, en efecto, parece inventada: el flujo de la plata alcanzó dimensiones gigantescas. La cuantiosa exportación clandestina de plata americana, que se evadía de contrabando rumbo a las Filipinas, a la China y a la propia España, no figura en los cálculos de Earl J. Hamilton (21 Earl J. Hamilton, op. cit), quien a partir de los datos obtenidos en la Casa de Contratación ofrece, de todos modos, en su conocida obra sobre el tema, cifras asombrosas. Entre 1503 y 1660, llegaron al puerto de Sevilla 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata. La plata transportada a España en poco más de un siglo y medio, excedía tres veces el total de las reservas europeas. Y estas cifras, cortas, no incluyen el contrabando.
Los metales arrebatados a los nuevos dominios coloniales estimularon el desarrollo económico europeo y hasta puede decirse que lo hicieron posible. Ni siquiera los efectos de la conquista de los tesoros persas que Alejandro Magno volcó sobre el mundo helénico podrían compararse con la magnitud de esta formidable contribución de América al progreso ajeno. No al de España, por cierto, aunque a España pertenecían las fuentes de plata americana. Como se decía en el siglo XVII, «España es como la boca que recibe los alimentos, los mastica, los tritura, para enviarlos enseguida a los demás órganos, y no retiene de ellos por su parte, más que un gusto fugitivo o las partículas que por casualidad se agarran a sus dientes» (22 Citado por Gustavo Adolfo Otero, op. cit.). Los españoles tenían la vaca, pero eran otros quienes bebían la leche. Los acreedores del reino, en su mayoría extranjeros, vaciaban sistemáticamente las arcas de la Casa de Contratación de Sevilla, destinadas a guardar bajo tres llaves, y en tres manos distintas los tesoros de América.
Las mismas malas cabezas de siempre...
Enviado por el día 14 de Enero de 2006 a las 17:56
La Corona estaba hipotecada. Cedía por adelantado casi todos los cargamentos de plata a los banqueros alemanes, genoveses, flamencos y españoles (23 J. H. Elliott, op. cit., y Earl J. Hamilton, op. cit.). También los impuestos recaudados dentro de España corrían, en gran medida, esta suerte: en 1543, un 65 por ciento del total de las rentas reales se destinaba al pago de las anualidades de los títulos de deuda. Sólo en mínima medida la plata americana se incorporaba a la economía española; aunque quedara formalmente registrada en Sevilla, iba a parar a manos de los Függer, poderosos banqueros que habían adelantado al Papa los fondos necesarios para terminar la catedral de San Pedro, y de otros grandes prestamistas de la época, al estilo de los WeIser, los Shetz o los Grimaldi. La plata se destinaba también al pago de exportaciones de mercaderías no españolas con destino al Nuevo Mundo.
Aquel imperio rico tenía una metrópoli pobre, aunque en ella la ilusión de la prosperidad levantara burbujas cada vez más hinchadas: la Corona abría por todas partes frentes de guerra mientras la aristocracia se consagraba al despilfarro y se multiplicaban, en suelo español, los curas y los guerreros, los nobles y los mendigos, al mismo ritmo frenético en que crecían los precios de las cosas y las tasas de interés del dinero. La industria moría al nacer en aquel reino de los vastos latifundios estériles, y la enferma economía española no podía resistir el brusco impacto del alza de la demanda de alimentos y mercancías que era la inevitable consecuencia de la expansión colonial. El gran aumento de los gastos públicos y la asfixiante presión de las necesidades de consumo en las posesiones de ultramar agudizaban el déficit comercial y desataban, al galope, la inflación. Colbert escribía: «Cuanto más comercio con los españoles tiene un estado, más plata tiene». Había una aguda lucha europea por la conquista del mercado español que implicaba el mercado y la plata de América. Un memorial francés de fines del siglo XVII, nos permite saber que España sólo dominaba, por entonces, el cinco por ciento del comercio con «sus» posesiones coloniales de más allá del océano; pese al espejismo jurídico del monopolio: cerca de una tercera parte del total estaba en manos de holandeses y flamencos, una cuarta parte pertenecía a los franceses, los genoveses controlaban más del veinte por ciento, los ingleses el diez y los alemanes algo menos (24 Roland Mousnier, Los siglos XVI y XVII, volumen tv de la Historia geyeral de las civilizaciones, de Maurice Crouzet. Barcelona. 1967.) . América era un negocio europeo.
Aquel imperio rico tenía una metrópoli pobre, aunque en ella la ilusión de la prosperidad levantara burbujas cada vez más hinchadas: la Corona abría por todas partes frentes de guerra mientras la aristocracia se consagraba al despilfarro y se multiplicaban, en suelo español, los curas y los guerreros, los nobles y los mendigos, al mismo ritmo frenético en que crecían los precios de las cosas y las tasas de interés del dinero. La industria moría al nacer en aquel reino de los vastos latifundios estériles, y la enferma economía española no podía resistir el brusco impacto del alza de la demanda de alimentos y mercancías que era la inevitable consecuencia de la expansión colonial. El gran aumento de los gastos públicos y la asfixiante presión de las necesidades de consumo en las posesiones de ultramar agudizaban el déficit comercial y desataban, al galope, la inflación. Colbert escribía: «Cuanto más comercio con los españoles tiene un estado, más plata tiene». Había una aguda lucha europea por la conquista del mercado español que implicaba el mercado y la plata de América. Un memorial francés de fines del siglo XVII, nos permite saber que España sólo dominaba, por entonces, el cinco por ciento del comercio con «sus» posesiones coloniales de más allá del océano; pese al espejismo jurídico del monopolio: cerca de una tercera parte del total estaba en manos de holandeses y flamencos, una cuarta parte pertenecía a los franceses, los genoveses controlaban más del veinte por ciento, los ingleses el diez y los alemanes algo menos (24 Roland Mousnier, Los siglos XVI y XVII, volumen tv de la Historia geyeral de las civilizaciones, de Maurice Crouzet. Barcelona. 1967.) . América era un negocio europeo.
Re: Las mismas malas cabezas de siempre...
Enviado por el día 14 de Enero de 2006 a las 17:59
Es por lo anterior que digo que España jamás tuvo un Imperio: Esta vaina era como una gran mina: Los españoles extraían pero todo iba a parar a manos de los banqueros Welser, Grimaldi, Fugger, etc. España recibía las migajas del magno saqueo...