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"Good morning Vietnam"
Enviado por el día 12 de Mayo de 2004 a las 19:00
Good morning Vietnam!» Publicado hoy en Levante-EMV








NICOLÝS SÝNCHEZ DURÝ - Universidad de Valencia

Que lo reprimido retorna, famoso aserto de Freud, se demuestra también respecto de Iraq en los últimos meses. De no querer, por unos, ni mentarse para no convocar el fantasma de la derrota; de incluso sentir pudor de hacerlo, por parte de otros, para no ser confundidos con nostálgicos de órdenes sociales históricamente fracasados, resulta que Vietnam reaparece ahora en los comentarios en todos sus estados: como fantasma, modelo, analogía o metáfora: good morning Vietnam!

Porque es pertinente, si quiera sea en un aspecto, invocar Vietnam en el caso de Iraq. A pesar del ilustrado colega de la universidad que -en columna reciente de la sección local de un periódico nacional- afirmaba que éramos unos «ingenuos» anticapitalistas, anticolonialistas? anclados, en definitiva, en un «radicalismo rescatado de las patéticas certezas que a finales de los 60 y durante la primera mitad de los 70 quisieron ver en el fiasco de Vietnam el fin de lo EEUU». ¡Vaya por Dios, no creo que ningún guardia rojo a la europea fuera en tiempos tan optimista! Y el aspecto pertinente es -entre otras muchas identidades y diferencias- que la guerra de Iraq se ha trasformado en una guerra partisana, por decirlo con el término que aquel nazi singular e inteligente teorizó cuando refugiado en otro país entonces fascista, digo de Carl Schmitt en Santiago de Compostela y su Teoría del Partisano de 1962.

El partisano combate irregularmente, tiene una gran movilidad, intenso compromiso político, un carácter telúrico y abre el combate a una dimensión espacial nueva. Si el oculto submarino extendió la guerra naval de la superficie del mar a su entero volumen, la lucha partisana empapa todo el espacio físico y penetra en toda estructura social abriendo un inabarcable campo de batalla. Y, justamente, para eso es para lo que no es acorde el tipo de ejercito de EEUU, cuyos últimos desarrollos lo son todavía para la guerra interestatal de grandes ejércitos. Entre otras razones porque los multimillonarios contratos de la industria de guerra han ido a parar al ejercito del aire, la marina y la Virtual War de la cohetería, adelgazando sin cesar al ejercito de tierra. Hoy los 135.000 soldados desplegados en Iraq casi apuran las capacidad de despliegue de EEUU y reforzarlos tras el desastre supone lo que políticamente no se deseaba en absoluto: la movilización de los reservistas y de partes de la Guardia Nacional. En el Reino Unido, cuyo número de tropas sobre el terreno es incomparablemente menor, el Estado Mayor se ha resistido a enviar nuevas tropas argumentando que en tal caso no podría atender ninguna otra crisis. Esa es una de las razones de fondo de esta curiosa privatización de la guerra, donde ciertas tareas clásicamente militares las cumplen subsidiariamente empresas de seguridad privadas.

La lógica de la guerra antipartisana convierte a los ejércitos, de por sí escasos d´esprit de finesse moral en situaciones de combate, en una suerte de policía desbocada, sin ninguna dependencia, ni control judicial para la que toda la población se convierte en sospechosa. Pues parte de la irregularidad del combate partisano consiste en que éstos no tienen una jerarquía de mando bien establecida, insignias fijas y visibles, no llevan las armas abiertamente y se entreveran en su logística con la población que les apoya. Aunque esta definición de irregularidad, según las convenciones internacionales, pierde velozmente su sentido: las nuevas armas tecnológicas -por no hablar de las agencias de seguridad subcontratadas ajenas a la cadena de mando del ejército regular- son menos abiertas e infinitamente menos visibles que los partisanos armados con un explosivo o fusil. Hoy vemos a los francotiradores de los marines en los tejados; pues bien, desde la guerra franco-prusiana en el XIX hasta la guerra del 14 se consideraba a los francotiradores irregulares, fuera de las reglas y costumbres de la guerra. Con el tiempo, todo deviene de género borroso: una corporación de empresas mercenarias ostenta el nombre de Asociación de Operaciones Internacionales de Paz, las guerras como son ilegales no se declaran, se disfrazan, y no hay manera de distinguir conceptualmente de forma nítida -más allá de algunos aspectos fenomenológicos aparentes- entre lucha irregular partisana y combate de un ejército regular.

Quien se asombre de los casos de tortura, después de haber brutalizado a la población entera, sí es ingenuo. En 1967 Aguilar publicó Crímenes de guerra en Vietnam, de un autor tan poco radical en el sentido usado por mi colega -pero tan radical en otro sentido- como Bertrand Russell. Recomiendo su lectura comparativa desde el punto de vista de considerar Iraq y Vietnam guerras de partisanos ¿Recuerdan la famosa filmación del jefe de policía de Saigón, luego convertida en imagen estática e icono de una época, disparándole sin más contemplaciones un tiro en la sien a un prisionero del Viet Cong en la ofensiva del Tet? Lo malo de la fotografía de la agonía -ya avisó Berger- es que induce a pensar que la instantánea da noticia de un solo caso, ese captado, del que no sabemos ni el antes ni el después. Ayer en Vietnam como hoy en Iraq. No serán éstos los únicos horrores que conozcamos de esta misión de evangelización liberal. Lo más suave que puede decirse es que supone un flagrante caso de incoherencia perlocucionaria: el método de convertir a las gentes a los principios de la democracia liberal masacrándolas y expoliándolas no parece argumentativamente exento de contradicción. Así, volviendo a la borrosa distinción entre combate regular e irregular, no ha merecido suficiente atención que el primer objetivo táctico del sitio de Faluya fuera la ocupación por los marines del hospital civil de la ciudad. No es baladí: porque el objetivo del combate regularmente irregular de la potencia ocupante es cortocircuitar la habitual relación de uso de la población con sus recursos de vida. Hoy en Iraq como ayer en Vietnam. Lo exige la lógica de la guerra antipartisana. Pero en cada agresión el ocupante es más débil y el partisano más fuerte. También pertenece a esa lógica.

Con todo, hay un aspecto -conexo con el que mi colega nos atribuye a los ingenuos- que da vértigo pensar. Cuando el avance imparable de la coalición desintegró el ejército y el estado iraquíes, la administración republicana empezó a amenazar Siria e Irán. Incluso Blair y Aznar se mostraron reticentes ante tamañas intenciones. Si toda la zona hubiera ardido, las consecuencias hubieran sido imprevisibles. Hoy el asunto está olvidado. Más tarde que pronto llegará la paz y el conflicto no se habrá extendido. La resistencia iraquí, el tremendo derroche de sangre y dolor, ha frenado el intervencionismo militar en la zona. Dígase lo que se diga, la guerra de Iraq la han perdido los que la iniciaron porque no parece verosímil una pacificación del país con un gobierno títere sumiso a los intereses de EEUU. ¿Tiene pues la paz un componente sacrificial hoy en Iraq como ayer en Vietnam?. De nuevo los conceptos devienen borrosos: mi ilustrado colega y yo discutiríamos también sobre el significado de paz.







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