Internacional

EL FESTIVAL DE LAS HIENAS EN CANNES

La reacción en Cannes de elación y júbilo ante otra de las habituales diatribas, difamaciones y ataques demenciales a que nos tiene acostumbrado Michael Moore, dice más sobre el pueblo francés y los lazos de depravación que une a Hollywood con las élites europeas que los méritos de pueda tener la película.

Francia de pie le brindó a Moore, en un paroxismo eyaculatorio colectivo, la más larga ovación jamás dada en el Festival de Cannes.

Esta es la nación que hoy estaría hablando en alemán sino fuera por nuestros heroicos soldados… y gracias a su cobardía colectiva, en menos de veinte años se verán obligados a cambiar el francés por el árabe, tal como lo están demando ahora en Bélgica aquellos que llegaron como inmigrantes y ahora se consideran amos del país exigiendo que se adopte el árabe como segunda lengua oficial de Bélgica.

El espectáculo vergonzoso de Cannes no es más que la reiteración del carácter del pueblo galo.

No olvidemos que Hitler ocupó Francia sin apenas resistencia y encontró extensa colaboración del pueblo, al extremo de entregar a los nazis los judíos franceses para su exterminación, 60,000 de los cuales pudieron salvarse cruzando la frontera de España donde Franco les dio asilo reconociéndoles ciudadanos españoles como si todos fueran descendientes de los judíos sefarditas que fueron expulsados de España en 1492 por orden de los Reyes Católicos.

Hay un hecho que define de manera conclusiva la fibra moral del pueblo francés. Cuando las tropas americanas e inglesas derrotan y expulsan a los nazis de Francia, los aliados tuvieron la cortesía de permitirle a De Gaulle con sus escasas tropas de la resistencia a que encabezara el desfile triunfal al entrar en París.

Sin embargo, muy pronto De Gaulle decidió que Francia no debería formar parte de la Nato, la Alianza del Atlántico del Norte entre Europa Occidental y los Estados Unidos, alianza que evitó que cayeran bajo el yugo soviético como había ocurrido con la Europa Oriental.

Como un ratón con complejo de león, De Gaulle rugió demandando la salida inmediata de todas las bases y tropas americanas del suelo francés.
Eisenhower, con la mayor dignidad le contestó, General, nos va a tomar cierto tiempo poder desenterrar todos nuestros muertos del suelo de Francia.

Hollywood y los franceses, en sus mentes enfermas comparten la común añoranza por las ideas desacreditadas y fracasadas del socialismo, ideas cuyo legado ha sido esclavitud y ríos de sangre a través Europa, Asia, Ýfrica y la América Latina con la completa aprobación y complicidad de esas mismas élites.

Hoy vierten sus complejos de inferioridad contra la nación que hizo posible que ellos tuvieran la libertad para difamar y verter su odio sobre esta nación generosa que sacrificó sus mejores hijos para que ellos pudieran dar riendas sueltas a su envidia colectiva contra quienes los libraron del cautiverio alimentándoles y vistiéndoles cuando estaban sumidos en la peor de las miserias.

En entrevista para la revista Hola (4/29/04) hecha por Jean-Marie Rouart, Miembro de la Academia Francesa, a Su Alteza Real la Princesa Carolina de Mónaco y de Hannover, éste le preguntó:

¿Qué piensa usted de la crisis de la investigación en Francia?

S.A.R. Carolina: “Es lamentable. En Francia hay verdadera escasez. Asistimos a una fuga de inteligencias. Eso será un empobrecimiento para la vida científica e intelectual. A veces se necesitan tres meses de espera para tener un microscopio en una unidad de investigación. Son aparatos que a menudo valen cerca de cuatrocientos cincuenta mil euros, pero no hay nada más que uno por universidad, es decir, para casi mil investigadores, que se ven obligados a esperar sin poder dedicarse a sus experimentos.”

Esto es el producto del socialismo. Esa es la famosa medicina socializada europea. Un país que el verano pasado dejó morir de calor a decenas de miles de ancianos sin asistencia de familiares ni mucho menos de la cacareada medicina socializada.

Los familiares, los médicos y enfermeras se habían ido a disfrutar de su mes de vacaciones y no se les podía molestar, ni mucho menos interrumpirlas, mientras sus ancianos morían en completo abandono.

Una pareja francesa paga gustosa 200 euros por una cena en un restaurante no de extremo lujo; pero no puede gastar 300 euros para un aire acondicionado para el cuarto del padre o la madre ancianos.

Da verdadero asco el desparpajo y tono de superioridad moral con que hablan sobre las bajas civiles inevitables en toda guerra, que han sido ínfimas en el año de la guerra de Irak, comparadas con cualquier otra guerra, y mucho menor que los ancianos que ellos dejaron morir en Francia en el periodo de menos de un mes.

Este es el país que quiere asumir el liderazgo de Europa y convertirse en un contrapeso de los Estados Unidos en la geopolítica global.

Un país que se opuso a la liberación de Irak porque había sido comprado por Saddam Hussein con contratos petroleros que representaban cerca de 100 billones de euros.

Un país que en contubernio con las Naciones Unidas, Alemania, Rusia y el propio Vaticano, estaban esquilmando de las bocas de los niños iraquíes billones de dólares que se suponía estaban destinados para comida y medicinas y no para construir palacios para Saddam y comprar influencias con políticos y miembros de la prensa internacional.

Francia, un país que se excedió aplicando las más brutales torturas durante la guerra de Argelia, aprobadas por el gobierno socialista de Mitterrand, se atreve a juzgar las idioteces cometidas contra prisioneros terroristas iraquíes por un pequeño grupo de soldados americanos, que más que torturas fueron humillaciones; pero que no obstante serán sometidos a las penas más severas que contemplen las leyes de la nación por violar las regulaciones y manchar el honor de nuestras heroicas y ejemplares fuerzas armadas.

El país que creó la guillotina para cercenar humanamente las cabezas de aquellos que la plebe consideraba superiores no ha podido exorcizar de su alma y de sus genes los demonios del terror jacobino y tratan de ver en otros un legado sangriento similar al suyo.

Ese deleite por la decapitación les hace compartir el gusto de los terroristas islámicos tan dados a ese arte, y por lo tanto no objetan cuando degüellan a un ser indefenso, especialmente, si la víctima es un americano.

¿Alguien oyó a Francia condenar los crímenes de Stalin, Mao, Pot Pol, Castro o la decapitación del infeliz Nick Berg?

Francia es un país que ha querido hacer de la ingratitud una virtud como quedó plasmado en el libro “La Obsesión Antiamericana” del filósofo y gran escritor francés Jean Francois Rebel.

Naturalmente, Moore se sentía en el Festival de Cannes a sus anchas por encontrarse entre hienas de la misma camada.