Internacional
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Inmigración y crecimiento económico.
Enviado por el día 21 de Abril de 2006 a las 18:38
La Comunidad de Madrid, según su presidenta ha alcanzado un treinta por ciento más de ingreso per cápita que la media de la Unión Europea, como consecuencia, fundamentalmente, del trabajo incesante de la riada de inmigrantes que, literalmente, la han invadido en los últimos seis años hasta alcanzar el 15 por ciento del censo.
Gracias a los inmigrantes --la mayor parte de ellos ecuatorianos, colombianos, argentinos, dominicanos, rumanos y magrebíes-- el número de personas que contribuyen al seguro social ha aumentado sustancialmente en beneficio de una población que envejecía peligrosamente sin aportar suficientes reemplazos a la fuerza laboral. Y esa presencia masiva, lejos de disminuir los salarios reales de los trabajadores o de aumentar el número de españoles desempleados, había provocado el efecto contrario: más transacciones comerciales, más capital creado y acumulado, más empresas pequeñas y medianas, más ofertas de trabajo. Mientras en la Unión Europea la tasa de desempleo se sitúa muy cerca del 10 por ciento, en Madrid es la mitad.
Los alemanes, escoceses, irlandeses, italianos, polacos --cristianos y judíos-- hicieron grande y poderoso a Estados Unidos. Los bolsones de prosperidad que uno encuentra en Honduras, Guayaquil o Panamá no se explican sin el enérgico aporte de turcos y hebreos. Los japoneses son el componente étnico más dinámico de la economía brasilera o peruana. La edad de oro de Argentina fue la de la llegada de millones de italianos, gallegos y judíos centroeuropeos ansiosos por reconstruir sus magulladas vidas. Venezuela fue uno de los países de mayor crecimiento sostenido a lo largo del siglo XX mientras mantuvo sus puertas abiertas a la inmigración portuguesa, española e italiana.
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Gracias a los inmigrantes --la mayor parte de ellos ecuatorianos, colombianos, argentinos, dominicanos, rumanos y magrebíes-- el número de personas que contribuyen al seguro social ha aumentado sustancialmente en beneficio de una población que envejecía peligrosamente sin aportar suficientes reemplazos a la fuerza laboral. Y esa presencia masiva, lejos de disminuir los salarios reales de los trabajadores o de aumentar el número de españoles desempleados, había provocado el efecto contrario: más transacciones comerciales, más capital creado y acumulado, más empresas pequeñas y medianas, más ofertas de trabajo. Mientras en la Unión Europea la tasa de desempleo se sitúa muy cerca del 10 por ciento, en Madrid es la mitad.
Los alemanes, escoceses, irlandeses, italianos, polacos --cristianos y judíos-- hicieron grande y poderoso a Estados Unidos. Los bolsones de prosperidad que uno encuentra en Honduras, Guayaquil o Panamá no se explican sin el enérgico aporte de turcos y hebreos. Los japoneses son el componente étnico más dinámico de la economía brasilera o peruana. La edad de oro de Argentina fue la de la llegada de millones de italianos, gallegos y judíos centroeuropeos ansiosos por reconstruir sus magulladas vidas. Venezuela fue uno de los países de mayor crecimiento sostenido a lo largo del siglo XX mientras mantuvo sus puertas abiertas a la inmigración portuguesa, española e italiana.
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