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El vaso al revés
Enviado por el día 9 de Diciembre de 2003 a las 16:00
¡Sus comentarios serán bienvenidos y apreciados!
El vaso al revés
Muy exaltados y casi frenéticos, recién dejamos atrás un siglo y un milenio e inauguramos otro, haciendo acopio y en celebración ininterrumpida del paso arrollador de los progresos de la ciencia, de la economía y, en consecuencia, de gran parte de la humanidad. “¡En cincuenta años hemos avanzado más que en cinco siglos!” nos pontificaban con aires triunfales noveles heraldos del progreso. “¡Regocíjate y compórtate. Vamos bién y seguiremos mejorando!” inflexionaba la ráfaga del consejo no solicitado.
En contraste con ese credo del progreso inevitable, el planeta entero convulsa hasta por sus recursos de vida medio ambientales (el boquete en la capa de ozono sigue abriéndose, exponiéndonos a la desaparición) y las matanzas continúan a troche y moche. El novato Siglo 21 se ha estrenado como mega contaminado y sangriento eslabón, añadiéndose a la misma cadena lúgubre de los siglos precedentes.
Justo antes de nacer este dual siglo/milenio, el feroz, insaciable y petrolero equipo de Bush Junior se agenció judicialmente en la Florida la victoria electoral que había perdido; se inauguró sin legitimidad; proclamó el nuevo orden unipolar; procedió de inmediato a orillar a las Naciones Unidas, a sabotear casi todos los más importantes acuerdos multilaterales negándose a firmar, entre otros, el Protocolo Ambiental de Kyoto, el Tratado Sobre las Armas de Destrucción Masiva (Nucleares, Químicas y Biológicas) y el Acuerdo sobre las Minas Anti Personales; comenzó, y no ha parado, a repartirse con los mayores contribuidores de su campaña contratos fabulosos y exenciones contributivas estratosféricas --convirtiendo de paso el heredado Superavit (más ingresos que gastos) en Déficit (más gastos que lo que ingresa) y , en consecuencia, endeudando a su país a niveles irresponsables; despertó del sueño del mundo unipolar el 11 de septiembre de 2001; dictaminó el úcase de las Guerras Preventivas y la Ley Patriótica; invadió y depuso en Afganistán e Irak a sus antiguos discípulos y aliados ; y al presente, a lanzado a la calle 2.5 millones de trabajadores industriales; entre otras lindezas semejantes.
Nuestro Borinquén, considerado a la ligera como magnífico exhíbit del progreso material, sigue desempeñando el patético performance de fuerza de choque del imperio de turno: matándonos entre nos, y yendo a matar a lejanas y a cercanas tierras. No se ha secado la sangre del último epesodio cuando se produce uno nuevo. En el momento menos esperado, por calles, casas, centros de trabajo o de estudios o comerciales, nuestro charco sangriento se extiende arropando semejantes, siendo rarísimas las vecindades que aún no han sido al menos salpicadas. O nos llegan heridas o muertas las más recientes bajas de las aventuras internacionales. El saldo: una sociedad atribulada con profundas y extensas desgarraduras del alma, pero, patéticamente, vistiendo o añorando ropas de marcas.
Como de costumbre, y demostrando una implacable precisión oligárquica y racista, la carnicería se ha ensañado con las mayorías. La carga mayor recae en los familiares de la pobreza jóven y prieta, entre los “desventajados”, según el modo de decir de una sociología melíflua y coqueta al servicio del régimen. En ocasiones, no obstante, ocurren bajas “colaterales”, no menos trágicas pero sí más espectaculares y noticiosas, entre los “pudientes”.
Sin embargo, el dedo acusatorio, el resorte automático de nuestra imaginación condicionada por los medios de aculturación, feminiza y aisla el problema apuntando de inmediato a unas quíntuples sin rostro, impersonales: la criminalidad/la droga/la violencia/la descomposición de la familia/la pobreza. Por impersonales y analíticamente separadas, ellas no pueden responder. Son razonamientos fantasmales, sugiriendo mucho y esclareciendo muy poco.
En cambio, recordando al sabio Platón cuando insistía en que las preguntas relevantes son más importantes que las respuestas simples, examinemos algunas interrogantes pertinentes.
¿Dónde y quiénes diagnostican, prescriben, regulan y asignan los fondos (a ser pareados) acerca de la salud, la educación, los empleos, la vivienda, la seguridad social, la nacional y la civil? ¿Dónde y quiénes controlan y regulan las aduanas, los puertos y aereopuertos, las costas, el espacio aéreo, las comunicaciones, la migración, el ejército, las relaciones y los tratados internacionales?
Hagámonos también otras preguntas no tan evidentes: ¿Quién regula y controla la banca, la moneda, las inversiones, el movimiento del capital, el censo, el comercio interestatal e internacional? Sencillamente, ¿Quiénes están a cargo?
Además, ¿No es la omnipresente exaltación de la cultura militar y de las guerras, una propuesta oficial de la violencia como medio de imponer intereses particulares? ¿No es el ejército de los EU un enorme generador de alcohólicos y drogadictos?¿Por qué, según ha sido documentado y es la experiencia, circulan tan fácil las drogas ilegales entre sus tropas y por qué consumen tanto licor los activos y los veteranos?
Aún los más prominentes de nuestros oficiales de gobierno no se percatan de la grave admisión pública de incapacidad soberana que hacen cuando utilizan el argumento de que “No se puede adoptar la recomendación de implantar el seguro universal de salud y medicalizar las drogas que propone el modelo salubrista, aún reconociendo que reduciría al mínimo ese gran negocio ilícito y que daría acceso confidencial, masivo y de calidad a programas de rehabilitación, porque se mudarían acá todos los adictos de los E.U.” Es decir, aquí no controlamos quienes entran y salen.
Los responsables de controlar el flujo migratorio son responsables igualmente del contínuo ir y venir de las multibillonarias narcomafias norteamericanas, dedicadas también al trasiego de armas y al lavado de dinero. Un factor agravante es que la política pública de quienes se han turnado a co administrar (PPD-PNP), en condición de subalternos, ha sido y es, fomentar el turismo caro de adictos a los casinos (reconocidas lavanderías de dinero) y los numerosos juegos de apuestas.
A la anterior fórmula para el desastre añádale varias generaciones de familias impactadas con todo tipo de disfunciones por miembros militares, y el dato de que a partir de Corea y Vietnam se nos multiplicó a nivel de epidemia la adicción a la legalizada droga del alcohol (sí, el alcohol es una droga adictiva), al punto que constituye nuestro principal problema de salud: tres veces más grave que el de las drogas ilegales. Claro, del alcoholismo prácticamente ni se habla si lo comparamos con la atención que recibe el de las drogas ilegales, y, sin embargo, es la ancha puerta legal y tradicional (por lo tanto, la más efectiva) para la iniciación a otras adicciones.
Una reflexión aparte amerita el innegable nexo entre el transplantado modelo de sociedad consumerista y el desquicie social y ambiental mayúsculo que ha desatado en nuestro país. ¿Alguna duda sobre la necesidad existencial urgente de una revolución cultural?
Las indagaciones anteriores señalan a que nuestro país necesita los poderes de su soberanía para, por lo menos, poder enfrentarnos con éxito a la pavorosa cadena de violencia familiar y comunitaria que se genera alrededor del militarismo, el alcoholismo, la drogadicción, el narco comercio, la economía subterránea, y la competencia que entraña el capitalismo salvaje. A asumir el mando en nuestra casa para aspirar seriamente a poder cultivar entre nosotros, y aportar al mundo, una feliz cultura democrática, con paz social y justicia económica.
¿Pero, cómo un pueblo asediado por tantos y tan descomunales problemas puede rescatar su soberanía, a la par que adelanta la noble agenda de profundizar su cultura democrática con la democracia social y económica? Sobre todo, ante el cuadro presente en el que las cúpulas de nuestro país --incluyendo destacada aunque no exclusivamente al tan “divertido” (en el sentido de desenfocado y distraído) liderato político-- se empecinan en desviar, desperdiciar y maldistribuir esfuerzos y recursos, como quien trata de llenar un vaso que reposa boca abajo. ¿Cómo podemos salir de este desorden institucional, de este mortificante círculo vicioso?
Sin ánimo de fórmulas mágicas, mas bien recogiendo algunas experiencias colectivas, sostengo que nuestro pueblo está dispuesto a resolver el problema del status; que intuye que el momento apropiado se produce con el recurso formidable de la acumulación de las fuerzas necesarias, no antes; y que está conciente de que la Acción Ciudadana Autónoma (descubierta hace siglos en muchos vecindarios y, más cerca, en grupos de enfoque particular como los A.A. y los N.A.), la en boga Sociedad Civil, es la fuerza de cambio que puede producir resultados medulares y perdurables.
De no ser así, ¿de qué otra forma se explica los cientos de miles de voluntarios involucrados en organizaciones autónomas no gubernamentales, aún a contra pelo de un sistema que empuja al sálvese quien pueda, a que todo el mundo debe conventirse en una máquina de producir dinero? ¿Cómo se explica el nivel de conciencia colectiva evidenciado en el cerrar filas por el país con la causa de Vieques? También creo que envía muchas otras señales sobre el rumbo a seguir, mientras continúa su astuta, paciente y perseverante marcha ciudadana.
Resumiendo, opino que nuestro pueblo logrará redifinir con éxito nuestra relación política y económica con los Estados Unidos sobre la sólida base de la soberanía. Tal vez poniendo a producir el posible factor aglutinante del mecanismo de una Asamblea de Status, si se logra suficiente independencia operativa de la partidocracia. Si no, en alguna coyuntura que desencadene audaces coordinaciones y contínuas movilizaciones. Con el poder transformador y subversivo que generan el concenso nacional, las acciones persistentes y las alianzas amplias. En la hora del poder de la desobediencia civil y de la militancia masiva. Del poder irreductible de la fuerza moral que generan las acciones por la paz, la libertad, la justicia y la dignidad: los otros nombres del amor.
Colaboración de José Miguel Pérez Otero
El vaso al revés
Muy exaltados y casi frenéticos, recién dejamos atrás un siglo y un milenio e inauguramos otro, haciendo acopio y en celebración ininterrumpida del paso arrollador de los progresos de la ciencia, de la economía y, en consecuencia, de gran parte de la humanidad. “¡En cincuenta años hemos avanzado más que en cinco siglos!” nos pontificaban con aires triunfales noveles heraldos del progreso. “¡Regocíjate y compórtate. Vamos bién y seguiremos mejorando!” inflexionaba la ráfaga del consejo no solicitado.
En contraste con ese credo del progreso inevitable, el planeta entero convulsa hasta por sus recursos de vida medio ambientales (el boquete en la capa de ozono sigue abriéndose, exponiéndonos a la desaparición) y las matanzas continúan a troche y moche. El novato Siglo 21 se ha estrenado como mega contaminado y sangriento eslabón, añadiéndose a la misma cadena lúgubre de los siglos precedentes.
Justo antes de nacer este dual siglo/milenio, el feroz, insaciable y petrolero equipo de Bush Junior se agenció judicialmente en la Florida la victoria electoral que había perdido; se inauguró sin legitimidad; proclamó el nuevo orden unipolar; procedió de inmediato a orillar a las Naciones Unidas, a sabotear casi todos los más importantes acuerdos multilaterales negándose a firmar, entre otros, el Protocolo Ambiental de Kyoto, el Tratado Sobre las Armas de Destrucción Masiva (Nucleares, Químicas y Biológicas) y el Acuerdo sobre las Minas Anti Personales; comenzó, y no ha parado, a repartirse con los mayores contribuidores de su campaña contratos fabulosos y exenciones contributivas estratosféricas --convirtiendo de paso el heredado Superavit (más ingresos que gastos) en Déficit (más gastos que lo que ingresa) y , en consecuencia, endeudando a su país a niveles irresponsables; despertó del sueño del mundo unipolar el 11 de septiembre de 2001; dictaminó el úcase de las Guerras Preventivas y la Ley Patriótica; invadió y depuso en Afganistán e Irak a sus antiguos discípulos y aliados ; y al presente, a lanzado a la calle 2.5 millones de trabajadores industriales; entre otras lindezas semejantes.
Nuestro Borinquén, considerado a la ligera como magnífico exhíbit del progreso material, sigue desempeñando el patético performance de fuerza de choque del imperio de turno: matándonos entre nos, y yendo a matar a lejanas y a cercanas tierras. No se ha secado la sangre del último epesodio cuando se produce uno nuevo. En el momento menos esperado, por calles, casas, centros de trabajo o de estudios o comerciales, nuestro charco sangriento se extiende arropando semejantes, siendo rarísimas las vecindades que aún no han sido al menos salpicadas. O nos llegan heridas o muertas las más recientes bajas de las aventuras internacionales. El saldo: una sociedad atribulada con profundas y extensas desgarraduras del alma, pero, patéticamente, vistiendo o añorando ropas de marcas.
Como de costumbre, y demostrando una implacable precisión oligárquica y racista, la carnicería se ha ensañado con las mayorías. La carga mayor recae en los familiares de la pobreza jóven y prieta, entre los “desventajados”, según el modo de decir de una sociología melíflua y coqueta al servicio del régimen. En ocasiones, no obstante, ocurren bajas “colaterales”, no menos trágicas pero sí más espectaculares y noticiosas, entre los “pudientes”.
Sin embargo, el dedo acusatorio, el resorte automático de nuestra imaginación condicionada por los medios de aculturación, feminiza y aisla el problema apuntando de inmediato a unas quíntuples sin rostro, impersonales: la criminalidad/la droga/la violencia/la descomposición de la familia/la pobreza. Por impersonales y analíticamente separadas, ellas no pueden responder. Son razonamientos fantasmales, sugiriendo mucho y esclareciendo muy poco.
En cambio, recordando al sabio Platón cuando insistía en que las preguntas relevantes son más importantes que las respuestas simples, examinemos algunas interrogantes pertinentes.
¿Dónde y quiénes diagnostican, prescriben, regulan y asignan los fondos (a ser pareados) acerca de la salud, la educación, los empleos, la vivienda, la seguridad social, la nacional y la civil? ¿Dónde y quiénes controlan y regulan las aduanas, los puertos y aereopuertos, las costas, el espacio aéreo, las comunicaciones, la migración, el ejército, las relaciones y los tratados internacionales?
Hagámonos también otras preguntas no tan evidentes: ¿Quién regula y controla la banca, la moneda, las inversiones, el movimiento del capital, el censo, el comercio interestatal e internacional? Sencillamente, ¿Quiénes están a cargo?
Además, ¿No es la omnipresente exaltación de la cultura militar y de las guerras, una propuesta oficial de la violencia como medio de imponer intereses particulares? ¿No es el ejército de los EU un enorme generador de alcohólicos y drogadictos?¿Por qué, según ha sido documentado y es la experiencia, circulan tan fácil las drogas ilegales entre sus tropas y por qué consumen tanto licor los activos y los veteranos?
Aún los más prominentes de nuestros oficiales de gobierno no se percatan de la grave admisión pública de incapacidad soberana que hacen cuando utilizan el argumento de que “No se puede adoptar la recomendación de implantar el seguro universal de salud y medicalizar las drogas que propone el modelo salubrista, aún reconociendo que reduciría al mínimo ese gran negocio ilícito y que daría acceso confidencial, masivo y de calidad a programas de rehabilitación, porque se mudarían acá todos los adictos de los E.U.” Es decir, aquí no controlamos quienes entran y salen.
Los responsables de controlar el flujo migratorio son responsables igualmente del contínuo ir y venir de las multibillonarias narcomafias norteamericanas, dedicadas también al trasiego de armas y al lavado de dinero. Un factor agravante es que la política pública de quienes se han turnado a co administrar (PPD-PNP), en condición de subalternos, ha sido y es, fomentar el turismo caro de adictos a los casinos (reconocidas lavanderías de dinero) y los numerosos juegos de apuestas.
A la anterior fórmula para el desastre añádale varias generaciones de familias impactadas con todo tipo de disfunciones por miembros militares, y el dato de que a partir de Corea y Vietnam se nos multiplicó a nivel de epidemia la adicción a la legalizada droga del alcohol (sí, el alcohol es una droga adictiva), al punto que constituye nuestro principal problema de salud: tres veces más grave que el de las drogas ilegales. Claro, del alcoholismo prácticamente ni se habla si lo comparamos con la atención que recibe el de las drogas ilegales, y, sin embargo, es la ancha puerta legal y tradicional (por lo tanto, la más efectiva) para la iniciación a otras adicciones.
Una reflexión aparte amerita el innegable nexo entre el transplantado modelo de sociedad consumerista y el desquicie social y ambiental mayúsculo que ha desatado en nuestro país. ¿Alguna duda sobre la necesidad existencial urgente de una revolución cultural?
Las indagaciones anteriores señalan a que nuestro país necesita los poderes de su soberanía para, por lo menos, poder enfrentarnos con éxito a la pavorosa cadena de violencia familiar y comunitaria que se genera alrededor del militarismo, el alcoholismo, la drogadicción, el narco comercio, la economía subterránea, y la competencia que entraña el capitalismo salvaje. A asumir el mando en nuestra casa para aspirar seriamente a poder cultivar entre nosotros, y aportar al mundo, una feliz cultura democrática, con paz social y justicia económica.
¿Pero, cómo un pueblo asediado por tantos y tan descomunales problemas puede rescatar su soberanía, a la par que adelanta la noble agenda de profundizar su cultura democrática con la democracia social y económica? Sobre todo, ante el cuadro presente en el que las cúpulas de nuestro país --incluyendo destacada aunque no exclusivamente al tan “divertido” (en el sentido de desenfocado y distraído) liderato político-- se empecinan en desviar, desperdiciar y maldistribuir esfuerzos y recursos, como quien trata de llenar un vaso que reposa boca abajo. ¿Cómo podemos salir de este desorden institucional, de este mortificante círculo vicioso?
Sin ánimo de fórmulas mágicas, mas bien recogiendo algunas experiencias colectivas, sostengo que nuestro pueblo está dispuesto a resolver el problema del status; que intuye que el momento apropiado se produce con el recurso formidable de la acumulación de las fuerzas necesarias, no antes; y que está conciente de que la Acción Ciudadana Autónoma (descubierta hace siglos en muchos vecindarios y, más cerca, en grupos de enfoque particular como los A.A. y los N.A.), la en boga Sociedad Civil, es la fuerza de cambio que puede producir resultados medulares y perdurables.
De no ser así, ¿de qué otra forma se explica los cientos de miles de voluntarios involucrados en organizaciones autónomas no gubernamentales, aún a contra pelo de un sistema que empuja al sálvese quien pueda, a que todo el mundo debe conventirse en una máquina de producir dinero? ¿Cómo se explica el nivel de conciencia colectiva evidenciado en el cerrar filas por el país con la causa de Vieques? También creo que envía muchas otras señales sobre el rumbo a seguir, mientras continúa su astuta, paciente y perseverante marcha ciudadana.
Resumiendo, opino que nuestro pueblo logrará redifinir con éxito nuestra relación política y económica con los Estados Unidos sobre la sólida base de la soberanía. Tal vez poniendo a producir el posible factor aglutinante del mecanismo de una Asamblea de Status, si se logra suficiente independencia operativa de la partidocracia. Si no, en alguna coyuntura que desencadene audaces coordinaciones y contínuas movilizaciones. Con el poder transformador y subversivo que generan el concenso nacional, las acciones persistentes y las alianzas amplias. En la hora del poder de la desobediencia civil y de la militancia masiva. Del poder irreductible de la fuerza moral que generan las acciones por la paz, la libertad, la justicia y la dignidad: los otros nombres del amor.
Colaboración de José Miguel Pérez Otero
Re: El vaso al revés
Enviado por el día 18 de Diciembre de 2003 a las 14:14
Con muy buena fe he empezado a leer tu parrafada... sin embargo al llegar al segundo párraafo he dejado de leer porque mentir no es buen síntoma.
Para que te enteres, el agujero de la capa de ozono se está haciendo cada vez más PEQUEÑO.
Infórmate antes de decir sandeces...
http://www.erpayo.com
Para que te enteres, el agujero de la capa de ozono se está haciendo cada vez más PEQUEÑO.
Infórmate antes de decir sandeces...
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