Internacional
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UNA CARTICA
Enviado por el día 11 de Diciembre de 2003 a las 19:55
Carta de un opositor decepcionado
Querida oposición:
Durante años hemos vivido momentos memorables.
Nunca olvidaré como comenzó todo. Te conocí cuando decías que si Chávez ganaba las elecciones iba a freír las cabezas de los adecos.
Yo nunca fui adeco, pero como tengo un carrito y un apartamento, tuve miedo. Porque también me dijiste que Chávez iba a quitarnos todo y repartírselo a la gente de los cerros. Yo he trabajado mucho, todo lo que tengo me lo he ganado, nunca me he robado nada y no podía permitir que llegara ese loco a quitarme lo mío.
Confieso que desde que te vi me sedujiste. Tú, tan bonita, tan catirita, tan bien vestida, tan educada, mi oposición querida, me derretí por ti. Eras exactamente lo que siempre había soñado. Sin embargo, me preocupaban tus malas juntas, porque vamos a estar claros, eso de andar exhibiéndote por ahí con los que destrozaron el país por 40 años tampoco era como para aplaudirte. Pero bueno, me dije, no todos sus amigos pueden ser de la sociedad civil y gente de bien, también a mi querida oposición le hace falta echarse un bañito de pueblo, y la verdad que en eso los adecos son buenísimos.
Siempre fuiste muy discreta, hasta el 10 de Diciembre de 2001 cuando me propusiste un paro. Yo te hice caso, pero no debí. Esa fue una idea terrible, porque tú sabes bien que esa es la época en que nosotros producimos más dinero.
Además, venía la Navidad. Por otro lado, contra todos los pronósticos, el loco y su combo habían logrado controlar la inflación, el dólar ya no subía intempestivamente, un millón de niños habían logrado entrar en el sistema escolar, las reservas internacionales habían aumentado y hasta estaban subiendo los precios del petróleo.
De verdad que todas las cifras decían que el país había mejorado.
Pero es cierto, si seguíamos con ese loco, en cualquier momento Fidel Castro iba a ser presidente del Banco Central.
Luego, me invitaste a las marchas, y yo, me compré todo el kit:
gorra, koala, banderita, cooler, y marché, marché, marché y marché...
por ti, mi vida. Estaba dispuesto a desgastar todas las suelas de mis zapatos, porque tú tenías razón: el tipo es un comunista, y yo no podía permitir que me quitaran mi carro y mi apartamento.
“Chávez, vete ya”, esa era la consigna.
No podíamos esperar. “El país no aguanta hasta agosto del 2003”, me decías. “Eso está lejíííííííííííísimo, ¿casi dos años más con esos marginales gobernando?” ¡No! Había que evitar a toda costa que el castro-comunismo se adueñara de nuestro país.
Y ahí es cuando usaste el mayor de tus artilugios. Tú, mi amada oposición, tan bella, tan catirita, tan bien vestida, tan democrática, tan educada. Te apareciste una noche en mi casa, sigilosa, y me propusiste sacar al tipo con un golpe de Estado civilizado. Uff! Yo que había llevado una vida tan aburrida hasta ese momento, de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. ¡Yo, conspirando! Mi vida, ese fue el clímax de la seducción.
Comencé a reunirme en la clandestinidad con los vecinos de confianza, a hablar en clave por teléfono por si acaso me los tenían pinchados y a organizar reuniones secretas para revisar todos los planes.
Y se presentó el gran día. “La Gran Batalla”, la gran marcha en donde todos los venezolanos tomaríamos Miraflores y haríamos que esos comunistas dejaran el país.
Me convenciste de que fuéramos a Miraflores. Pero ¿sabes qué?, me extrañó que fui solo. Sí, porque tus más importantes amigos no fueron para allá. Ni Pedro, ni Carlos, ni Julio, ni Manuel, ni Andrés, no, ninguno de ellos llegó a Miraflores.
Pero no importa. ¡Lo sacamos!
¡Se fue! ¡Renunció!
Esa noche me bebí todo el whisky de mi casa. Hasta que te vi a ti y a Pedro en televisión. ¡Por Dios, querida!, ¿tanto trabajo que nos costó sacar al tipo, para que ustedes vinieran a destrozar nuestro esfuerzo en una sola tarde?.
Me di cuenta, querida oposición, que conspirar no era lo mío, que eso era muy peligroso, que casi me matan y que lo peor es que uno no sabe de dónde vienen los tiros. Por eso me quedé tranquilo un tiempo.
Pero para Junio, me volviste a buscar y a insistirme que teníamos que salir de ese hombre, antes de que prohibieran la salida de los niños del país.
Como te diste cuenta de que solo con tus amigos venezolanos no podías contra ese hombre, llamaste a tus amigos extranjeros y fue cuando César se instaló en la casa.
Siete meses me tuve que calar la visita. Te preguntaba que para qué servía esa mesa de negociación y tú, en la intimidad, me decías que para nada, pero que había que guardar las apariencias.
Y fue cuando en Diciembre del año pasado me sedujiste otra vez.
Yo, que con tanto esfuerzo había logrado echar para adelante mi negocio, lo cerré. Dos meses estuve sin vender nada. Al principio tú me convenciste de que el paro sería sólo unos días, porque el hombre estaba listo, y me aseguraste que nos comeríamos las hallacas sin el loco. Pero pasamos la Navidad y el Año Nuevo. Ya no tenía ganas de nada. No podía aceptar que todo ese esfuerzo había sido inútil. Entonces, te hice caso un mes más. Pasé días en colas para echar gasolina, me intoxiqué comiendo enlatados, me quitaron la temporada de beisbol y ni una cervecita conseguí para celebrar el 31. Hice bailo terapia. Dañé las ollas de la casa a punta de cacerolazos.
Todas las noches a las ocho, las golpeaba con fuerza, pues me convenciste de que con eso lograríamos sacar al hombre más rápido. ¿Para qué?, para nada, porque igual tuve que abrir el negocio con el hombre ahí.
Mi amada oposición. Te he sido fiel como ninguno. Te he seguido, al punto de la obsesión. Te he hecho caso en todo. Pero me has pagado muy mal.
Hoy en día estoy en quiebra y perdí el negocio. Lo que no me hizo el loco, me lo hiciste tú, pues, contra todos los pronósticos, después de casi 5 años, él todavía no me ha quitado ni el carro ni el apartamento. Pero tú me traicionaste, te fuiste. Cuando más te necesité, estabas en Colombia, en Costa Rica, en República Dominicana, en Nueva York o en Miami.
Te dabas la gran vida, mientras yo aquí me comía un cable.
Pero lo peor no es eso. Lo peor, es que sigues intentando seducirme. Y ahora, quieres convencerme de que debo firmar para sacar a Chávez, que ahora sí. Y te pregunto ¿por qué yo voy a meterme en el lío de firmar, por qué voy a poner mi nombre en una lista, si yo sé que cuando te necesite seguro vas a estar en el exterior, dándote la gran vida?.
Sé sincera. Suponte que logramos sacar a Chávez. Vendría un gobierno de transición de yo no sé quién, para que haga yo no sé qué cosa. Más inestabilidad, más zozobra, más cheques en blanco, ¿para qué?: para luego convocar unas elecciones en las que gane Chávez otra vez, porque, vamos a estar claros, ninguno de tus amiguitos del G5 le puede ganar a ese hombre. O sea: tanto nadar para venir a morir en la orilla.
Mi vida, con todo el dolor de mi alma te tengo que decir que me cansé. No te creo más, no te sigo más. Me hartaste. Además, entérate:
me empaté con Yuleizi. Sí, la mulata que tú tildas de marginal.
Pero ¿sabes algo?, la chama es burda de solidaria. Limpio y todo, ella me quiere, y dudo que al primer problema se vaya corriendo para Miami.
De la periodista venezolana Mari Pili Hernandez
Querida oposición:
Durante años hemos vivido momentos memorables.
Nunca olvidaré como comenzó todo. Te conocí cuando decías que si Chávez ganaba las elecciones iba a freír las cabezas de los adecos.
Yo nunca fui adeco, pero como tengo un carrito y un apartamento, tuve miedo. Porque también me dijiste que Chávez iba a quitarnos todo y repartírselo a la gente de los cerros. Yo he trabajado mucho, todo lo que tengo me lo he ganado, nunca me he robado nada y no podía permitir que llegara ese loco a quitarme lo mío.
Confieso que desde que te vi me sedujiste. Tú, tan bonita, tan catirita, tan bien vestida, tan educada, mi oposición querida, me derretí por ti. Eras exactamente lo que siempre había soñado. Sin embargo, me preocupaban tus malas juntas, porque vamos a estar claros, eso de andar exhibiéndote por ahí con los que destrozaron el país por 40 años tampoco era como para aplaudirte. Pero bueno, me dije, no todos sus amigos pueden ser de la sociedad civil y gente de bien, también a mi querida oposición le hace falta echarse un bañito de pueblo, y la verdad que en eso los adecos son buenísimos.
Siempre fuiste muy discreta, hasta el 10 de Diciembre de 2001 cuando me propusiste un paro. Yo te hice caso, pero no debí. Esa fue una idea terrible, porque tú sabes bien que esa es la época en que nosotros producimos más dinero.
Además, venía la Navidad. Por otro lado, contra todos los pronósticos, el loco y su combo habían logrado controlar la inflación, el dólar ya no subía intempestivamente, un millón de niños habían logrado entrar en el sistema escolar, las reservas internacionales habían aumentado y hasta estaban subiendo los precios del petróleo.
De verdad que todas las cifras decían que el país había mejorado.
Pero es cierto, si seguíamos con ese loco, en cualquier momento Fidel Castro iba a ser presidente del Banco Central.
Luego, me invitaste a las marchas, y yo, me compré todo el kit:
gorra, koala, banderita, cooler, y marché, marché, marché y marché...
por ti, mi vida. Estaba dispuesto a desgastar todas las suelas de mis zapatos, porque tú tenías razón: el tipo es un comunista, y yo no podía permitir que me quitaran mi carro y mi apartamento.
“Chávez, vete ya”, esa era la consigna.
No podíamos esperar. “El país no aguanta hasta agosto del 2003”, me decías. “Eso está lejíííííííííííísimo, ¿casi dos años más con esos marginales gobernando?” ¡No! Había que evitar a toda costa que el castro-comunismo se adueñara de nuestro país.
Y ahí es cuando usaste el mayor de tus artilugios. Tú, mi amada oposición, tan bella, tan catirita, tan bien vestida, tan democrática, tan educada. Te apareciste una noche en mi casa, sigilosa, y me propusiste sacar al tipo con un golpe de Estado civilizado. Uff! Yo que había llevado una vida tan aburrida hasta ese momento, de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. ¡Yo, conspirando! Mi vida, ese fue el clímax de la seducción.
Comencé a reunirme en la clandestinidad con los vecinos de confianza, a hablar en clave por teléfono por si acaso me los tenían pinchados y a organizar reuniones secretas para revisar todos los planes.
Y se presentó el gran día. “La Gran Batalla”, la gran marcha en donde todos los venezolanos tomaríamos Miraflores y haríamos que esos comunistas dejaran el país.
Me convenciste de que fuéramos a Miraflores. Pero ¿sabes qué?, me extrañó que fui solo. Sí, porque tus más importantes amigos no fueron para allá. Ni Pedro, ni Carlos, ni Julio, ni Manuel, ni Andrés, no, ninguno de ellos llegó a Miraflores.
Pero no importa. ¡Lo sacamos!
¡Se fue! ¡Renunció!
Esa noche me bebí todo el whisky de mi casa. Hasta que te vi a ti y a Pedro en televisión. ¡Por Dios, querida!, ¿tanto trabajo que nos costó sacar al tipo, para que ustedes vinieran a destrozar nuestro esfuerzo en una sola tarde?.
Me di cuenta, querida oposición, que conspirar no era lo mío, que eso era muy peligroso, que casi me matan y que lo peor es que uno no sabe de dónde vienen los tiros. Por eso me quedé tranquilo un tiempo.
Pero para Junio, me volviste a buscar y a insistirme que teníamos que salir de ese hombre, antes de que prohibieran la salida de los niños del país.
Como te diste cuenta de que solo con tus amigos venezolanos no podías contra ese hombre, llamaste a tus amigos extranjeros y fue cuando César se instaló en la casa.
Siete meses me tuve que calar la visita. Te preguntaba que para qué servía esa mesa de negociación y tú, en la intimidad, me decías que para nada, pero que había que guardar las apariencias.
Y fue cuando en Diciembre del año pasado me sedujiste otra vez.
Yo, que con tanto esfuerzo había logrado echar para adelante mi negocio, lo cerré. Dos meses estuve sin vender nada. Al principio tú me convenciste de que el paro sería sólo unos días, porque el hombre estaba listo, y me aseguraste que nos comeríamos las hallacas sin el loco. Pero pasamos la Navidad y el Año Nuevo. Ya no tenía ganas de nada. No podía aceptar que todo ese esfuerzo había sido inútil. Entonces, te hice caso un mes más. Pasé días en colas para echar gasolina, me intoxiqué comiendo enlatados, me quitaron la temporada de beisbol y ni una cervecita conseguí para celebrar el 31. Hice bailo terapia. Dañé las ollas de la casa a punta de cacerolazos.
Todas las noches a las ocho, las golpeaba con fuerza, pues me convenciste de que con eso lograríamos sacar al hombre más rápido. ¿Para qué?, para nada, porque igual tuve que abrir el negocio con el hombre ahí.
Mi amada oposición. Te he sido fiel como ninguno. Te he seguido, al punto de la obsesión. Te he hecho caso en todo. Pero me has pagado muy mal.
Hoy en día estoy en quiebra y perdí el negocio. Lo que no me hizo el loco, me lo hiciste tú, pues, contra todos los pronósticos, después de casi 5 años, él todavía no me ha quitado ni el carro ni el apartamento. Pero tú me traicionaste, te fuiste. Cuando más te necesité, estabas en Colombia, en Costa Rica, en República Dominicana, en Nueva York o en Miami.
Te dabas la gran vida, mientras yo aquí me comía un cable.
Pero lo peor no es eso. Lo peor, es que sigues intentando seducirme. Y ahora, quieres convencerme de que debo firmar para sacar a Chávez, que ahora sí. Y te pregunto ¿por qué yo voy a meterme en el lío de firmar, por qué voy a poner mi nombre en una lista, si yo sé que cuando te necesite seguro vas a estar en el exterior, dándote la gran vida?.
Sé sincera. Suponte que logramos sacar a Chávez. Vendría un gobierno de transición de yo no sé quién, para que haga yo no sé qué cosa. Más inestabilidad, más zozobra, más cheques en blanco, ¿para qué?: para luego convocar unas elecciones en las que gane Chávez otra vez, porque, vamos a estar claros, ninguno de tus amiguitos del G5 le puede ganar a ese hombre. O sea: tanto nadar para venir a morir en la orilla.
Mi vida, con todo el dolor de mi alma te tengo que decir que me cansé. No te creo más, no te sigo más. Me hartaste. Además, entérate:
me empaté con Yuleizi. Sí, la mulata que tú tildas de marginal.
Pero ¿sabes algo?, la chama es burda de solidaria. Limpio y todo, ella me quiere, y dudo que al primer problema se vaya corriendo para Miami.
De la periodista venezolana Mari Pili Hernandez
Re: UNA CARTICA
Enviado por el día 23 de Diciembre de 2003 a las 23:59
Si tu fuiste la presidenta del canal del estado; devuelve lo que te robastes; que carta tan balurda y tragicomicate escapastes de la casa de reposo y te metiste en un infocentro a escribir sandeces; mejor que te devuelvas a tu cerro junto a tu amor lesbico la mulata de Yuleize.
Y ya deja de seguir guindandotele al satrapa de Hugo Chávez que no te va a poner de nuevo en el canal del estado porque para que lo sepas no eres la unica que tiene la oportunidad de robar bajo la mirada complaciente de la robolución bolivariana.
Y ya deja de seguir guindandotele al satrapa de Hugo Chávez que no te va a poner de nuevo en el canal del estado porque para que lo sepas no eres la unica que tiene la oportunidad de robar bajo la mirada complaciente de la robolución bolivariana.