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El Fondo Monetario Internacional como agente influyente en la expansión de la &eac
Enviado por el día 15 de Octubre de 2003 a las 01:24
Hola, un original mío (por fa, ojo que lo tengo registrado) Besitos
El 27 de octubre de 2002 se concretó el triunfo, por amplio margen, del candidato presidencial del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inacio “ Lula” Da Silva, frente a Jose Serra, candidato del oficialista Partido Socialdemócrata Brasileño (PSDB). Dicho triunfo plantea la idea de una tendencia a la instauración de lo que podríamos llamar un “circuito de izquierdas” en Latinoamérica, situación que ha llevado a algunos sectores de opinión a pensar en el fracaso, a nivel político y, eventualmente, económico, del “Consenso de Washington” (Williamson, 1989), conjunto de principios y valores racionales de ética económica liberal difundidos en Latinoamérica en virtud de los compromisos asumidos por estos países con el FMI, previa firma de una Carta de Intención, para la ejecución de una serie de medidas de política macroeconómica como condición sine qua non para el otorgamiento de créditos destinados a resolver déficits de balanza de pagos y evitar mora en el pago del servicio de deuda externa, situaciones en las que se vieron envueltas las economías latinoamericanos durante los años 80.
Lo que involucró la idea de un Brasil de izquierda inquietó a la bolsa de valores carioca en los meses previos a la elección de Da Silva, por los temores a las consecuencias que ello podría representar para el capital financiero transnacional y para los inversionistas extranjeros: las más importantes calificadoras de riesgo, como JP Morgan, Moody´s y Fitch Ratings señalaron un alto índice riesgo-país, la colocación de los bonos de la deuda externa bajó y la moneda brasileña, el real, se devalúo de manera importante como consecuencia de la presión de los capitales sobre el mercado cambiario, todo en el marco de una delicada situación económica en Brasil, que incluye estancamiento económico, altos índices de desempleo y pobreza así como también temores a una iliquidez que lleve al Gobierno a suspender los pagos del servicio de su enorme deuda externa e interna, con el consiguiente efecto dominó en las economías emergentes latinoamericanas.
No obstante, todo indica que hace tiempo que “Lula” abandonó las posiciones radicales de izquierda. El líder del PT declaró en su “Carta a los Brasileños” que mantendrá el superávit primario y honrará los compromisos contraídos por Cardozo con el FMI . Ya sea por pragmatismo o por convicción -él mismo señala que ha cambiado, al igual que el mundo- Lula se declaró a favor de una posición más moderada- algunos analistas dicen que Lula se movió “un poco a la derecha”, que le permitió alcanzar los consensos políticos necesarios para su triunfo electoral en la conservadora y desigual sociedad brasileña. Da Silva mantiene como ejes centrales de su programa de gobierno reinvindicaciones sociales, fortalecimiento de la soberanía y medidas destinadas a fortalecer el sector productivo interno y la infraestructura que permiten definir, a él y a su partido, como centro-izquierdista.
Como ejemplo de este consenso de ideas y valores político-económicos alcanzado por Da Silva y el PT valdría la pena recordar tanto las declaraciones emitidas a la prensa por Da Silva en los meses recientes respecto al FMI y lo que este representa, que pudieran calificarse de “amables aunque reservadas” y la escogencia como compañero de fórmula al líder del Partido Liberal, Jose Alencar -de tendencias derechistas. Evidentemente, los temores del mercado y la reacción del ente multilateral tuvieron un impacto en este giro político, por lo que podría pensarse que hasta “Lula”, el sencillo obrero nordestinho de la industria paulista, cuya liderazgo se sustentó por tantos años en el pensamiento marxista, tuvo que aprender las lecciones del anglosajón Smith y de sus herederos.
Un resultado electoral como éste era impensable en la década pasada, durante la cual Da Silva se postuló a la Primera Magistratura de Brasil en tres oportunidades, siendo derrotado por el conservador Fernando Collor de Mello (1989) y por el socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso, del Partido Socialdemócrata Brasileño (1994 y 1998), cuyas orientaciones en materia de política económica pueden percibirse como de tendencia conservadora, bajo los lineamientos recomendados por los organismos multilaterales, en especial del FMI, en el marco del “Consenso de Washington” , heredero a su vez de los “descubrimientos” postmodernos de la Escuela de Chicago.
En aquéllos años, el triunfo de las democracias capitalistas occidentales sobre el socialismo real implicó evidentemente la imposición supraestructural e institucional de la ética del Occidente capitalista anglosajón, la cual puede considerarse como el eje racional del sistema capitalista, reflejada en los siguientes principios y valores: libre mercado, maximización de la ganancia, libertades individuales, la acción individual vs la acción del Estado, democracia representativa, buen gobierno, libre competencia, especialización productiva, entre otros.
En los principios y valores de la ética (neo) liberal ya señalados, se encuentra subsumido, desde sus primeros años (siglos XVI, XVII y XVIII) la lógica del capitalismo . Estos principios dirigen, asimismo, el actual proceso de globalización, en cuanto fenómeno de expansión capitalista. La internacionalización de los mercados y la tendencia a su apertura, la homogeneización cultural, la especulación financiera, entre otros fenómenos característicos de la globalización, son mecanismos que contribuyen a fortalecer los principios y valores de la ética del capitalismo liberal y con ello, la institucionalización del mismo en todo el orbe. (una Pax Capitalista liberal).
Partimos de la premisa que el FMI, en cuanto organismo multilateral que funciona con una lógica capitalista, es difusor de esta ética, con el objeto de coadyuvar a crear un environment económico y político que favorece sobre todo al capital transnacional occidental y asiático. Estos principios virtuosos se reflejan en el famoso “paquete neoliberal” de medidas macroeconómicas cuya aplicación es recomendada por el FMI. Lamentablemente, el factor social no fue suficientemente tomado en cuenta dentro de estos principios, lo que contribuye a la inequidad social y aumento de la pobreza, situación en la que los críticos del FMI y del “Consenso de Washington” coinciden .
A objeto de ejemplificar lo anterior, se cita lo siguiente de un material informativo del FMI. Pensamos que las palabras en negritas ilustran lo que acabamos de sostener. “El FMI tiene como fines la expansión y el crecimiento del comercio mundial, la estabilidad de los tipos de cambio, la evitación de devaluaciones cambiarias competitivas y la corrección ordenada de los problemas de balanza de pagos de un país. (…) Por conducto de la supervisión que realiza de la política económica de los países miembros, el FMI examina (los resultados macroeconómicos). Esto incluye el gasto total (y sus componentes principales como gasto de consumo e inversión empresarial), producto, empleo e inflación y también la balanza de pagos del país. (…) Mediante la labor que realiza para fortalecer el sistema financiero internacional y acelerar la lucha contra la pobreza, además de promover las medidas bien fundadas de política económica en todos los países miembros, el FMI contribuye a que la globalización funcione en beneficio de todos. Entre sus funciones está el seguimiento de la evolución y las medidas de política económica y financiera, conceder (créditos) a los países miembros que enfrentan problemas de balanza de pagos, no sólo con fines de financiamiento temporal sino también en respaldo de las medidas de ajuste y reforma que contribuyan a corregir los problemas fundamentales (…) y facilita a los gobiernos y bancos centrales de los países miembros asistencia técnica y capacitación en el área de especialidad de la institución (…) por ejemplo, tras el desplome de la URSS el FMI ayudó (a los países resultantes de su desaparición) a establecer sistemas de tesorería en los bancos centrales como parte de la transición de un sistema de planificación central a una economía de mercado”.
Generalidades sobre la situación política y económica del contexto latinoamericano de los años noventa: institucionalización de la ética neoliberal y las reacciones autóctonas.
Durante la última década del siglo XX, las economías latinoamericanas, al igual que la gran mayoría de las africanas, asiáticas y de los países surgidos a la Comunidad Internacional con el desplome de la URSS, se hallaban plenamente comprometidas con la ejecución de políticas macroeconómicas de ajuste estructural recomendadas por el Fondo Monetario Internacional. Como se sabe, estas políticas macroeconómicas de ajuste estructural implican: liberalización de los mercados, del sector externo, disminución del Gasto Público expresado en la reestructuración del aparato burocrático del Estado y la venta de sus activos considerados ineficientes. Estas medidas coinciden con los principios éticos (neo)liberales planteados anteriormente. La adopción de un paquete neoliberal se proyectaba como generador de confianza (el Estado virtuoso) para atraer las inversiones extranjeras que contribuirían a reactivar los sectores productivos nacionales.
A principios de la pasada década llegaron al poder partidos políticos que llevaron a la población proyectos y programas políticos plenamente identificados con las recomendaciones del FMI. Las mentes más brillantes, preparadas en las más prestigiosas Universidades estadounidenses y empapadas de las discusiones de la famosa Escuela de Chicago, contribuyeron a diseñar dichos instrumentos de planificación, a la vez que se convirtieron en los nuevos “gurúes”, sabios conocedores de la verdad económica del mercado. Estos tecnócratas incluso se incorporaron a los distintos Gabinetes Ministeriales.
Como consecuencia del recorte del gasto público en función del equilibrio presupuestario, a lo que no estaba acostumbrada la población, se produjo un incremento notorio de la pobreza crítica y el desmejoramiento general y sostenido de la clase media, cuya movilidad social se había visto altamente favorecida en la década de los sesenta y setenta, como efecto de las políticas cepalistas de sustitución de importaciones. Esta situación ejerció gran impacto político interno en los países latinoamericanos. Las protestas políticas estaban a la orden del día, en mayor o menor medida. Surgieron tendencias represivas en regimenes políticos de derecha o con tendencias derechistas (Perú, México) mientras que la gobernabilidad se deterioró en los países dominados por partidos socialdemócratas (Venezuela, Ecuador, Brasil, Argentina). En ambos casos, los Gobiernos que prefirieron mantener el status quo económico de manera estricta “pagaron caro las consecuencias “, en términos políticos.
Esta situación condujo a las sociedades latinoamericanas a otorgar presencia política a quienes lideran un mensaje “anti-paquete neoliberal”, ya fuera de manera moderada o apasionada: la llegada del Señor Presidente de la República, Hugo Chávez Frías, a la Primera Magistratura y ahora, la llegada al poder del Luiz Inacio “Lula” Da Silva, parecen ser ejemplos de ello.
El 27 de octubre de 2002 se concretó el triunfo, por amplio margen, del candidato presidencial del Partido de los Trabajadores (PT), Luiz Inacio “ Lula” Da Silva, frente a Jose Serra, candidato del oficialista Partido Socialdemócrata Brasileño (PSDB). Dicho triunfo plantea la idea de una tendencia a la instauración de lo que podríamos llamar un “circuito de izquierdas” en Latinoamérica, situación que ha llevado a algunos sectores de opinión a pensar en el fracaso, a nivel político y, eventualmente, económico, del “Consenso de Washington” (Williamson, 1989), conjunto de principios y valores racionales de ética económica liberal difundidos en Latinoamérica en virtud de los compromisos asumidos por estos países con el FMI, previa firma de una Carta de Intención, para la ejecución de una serie de medidas de política macroeconómica como condición sine qua non para el otorgamiento de créditos destinados a resolver déficits de balanza de pagos y evitar mora en el pago del servicio de deuda externa, situaciones en las que se vieron envueltas las economías latinoamericanos durante los años 80.
Lo que involucró la idea de un Brasil de izquierda inquietó a la bolsa de valores carioca en los meses previos a la elección de Da Silva, por los temores a las consecuencias que ello podría representar para el capital financiero transnacional y para los inversionistas extranjeros: las más importantes calificadoras de riesgo, como JP Morgan, Moody´s y Fitch Ratings señalaron un alto índice riesgo-país, la colocación de los bonos de la deuda externa bajó y la moneda brasileña, el real, se devalúo de manera importante como consecuencia de la presión de los capitales sobre el mercado cambiario, todo en el marco de una delicada situación económica en Brasil, que incluye estancamiento económico, altos índices de desempleo y pobreza así como también temores a una iliquidez que lleve al Gobierno a suspender los pagos del servicio de su enorme deuda externa e interna, con el consiguiente efecto dominó en las economías emergentes latinoamericanas.
No obstante, todo indica que hace tiempo que “Lula” abandonó las posiciones radicales de izquierda. El líder del PT declaró en su “Carta a los Brasileños” que mantendrá el superávit primario y honrará los compromisos contraídos por Cardozo con el FMI . Ya sea por pragmatismo o por convicción -él mismo señala que ha cambiado, al igual que el mundo- Lula se declaró a favor de una posición más moderada- algunos analistas dicen que Lula se movió “un poco a la derecha”, que le permitió alcanzar los consensos políticos necesarios para su triunfo electoral en la conservadora y desigual sociedad brasileña. Da Silva mantiene como ejes centrales de su programa de gobierno reinvindicaciones sociales, fortalecimiento de la soberanía y medidas destinadas a fortalecer el sector productivo interno y la infraestructura que permiten definir, a él y a su partido, como centro-izquierdista.
Como ejemplo de este consenso de ideas y valores político-económicos alcanzado por Da Silva y el PT valdría la pena recordar tanto las declaraciones emitidas a la prensa por Da Silva en los meses recientes respecto al FMI y lo que este representa, que pudieran calificarse de “amables aunque reservadas” y la escogencia como compañero de fórmula al líder del Partido Liberal, Jose Alencar -de tendencias derechistas. Evidentemente, los temores del mercado y la reacción del ente multilateral tuvieron un impacto en este giro político, por lo que podría pensarse que hasta “Lula”, el sencillo obrero nordestinho de la industria paulista, cuya liderazgo se sustentó por tantos años en el pensamiento marxista, tuvo que aprender las lecciones del anglosajón Smith y de sus herederos.
Un resultado electoral como éste era impensable en la década pasada, durante la cual Da Silva se postuló a la Primera Magistratura de Brasil en tres oportunidades, siendo derrotado por el conservador Fernando Collor de Mello (1989) y por el socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso, del Partido Socialdemócrata Brasileño (1994 y 1998), cuyas orientaciones en materia de política económica pueden percibirse como de tendencia conservadora, bajo los lineamientos recomendados por los organismos multilaterales, en especial del FMI, en el marco del “Consenso de Washington” , heredero a su vez de los “descubrimientos” postmodernos de la Escuela de Chicago.
En aquéllos años, el triunfo de las democracias capitalistas occidentales sobre el socialismo real implicó evidentemente la imposición supraestructural e institucional de la ética del Occidente capitalista anglosajón, la cual puede considerarse como el eje racional del sistema capitalista, reflejada en los siguientes principios y valores: libre mercado, maximización de la ganancia, libertades individuales, la acción individual vs la acción del Estado, democracia representativa, buen gobierno, libre competencia, especialización productiva, entre otros.
En los principios y valores de la ética (neo) liberal ya señalados, se encuentra subsumido, desde sus primeros años (siglos XVI, XVII y XVIII) la lógica del capitalismo . Estos principios dirigen, asimismo, el actual proceso de globalización, en cuanto fenómeno de expansión capitalista. La internacionalización de los mercados y la tendencia a su apertura, la homogeneización cultural, la especulación financiera, entre otros fenómenos característicos de la globalización, son mecanismos que contribuyen a fortalecer los principios y valores de la ética del capitalismo liberal y con ello, la institucionalización del mismo en todo el orbe. (una Pax Capitalista liberal).
Partimos de la premisa que el FMI, en cuanto organismo multilateral que funciona con una lógica capitalista, es difusor de esta ética, con el objeto de coadyuvar a crear un environment económico y político que favorece sobre todo al capital transnacional occidental y asiático. Estos principios virtuosos se reflejan en el famoso “paquete neoliberal” de medidas macroeconómicas cuya aplicación es recomendada por el FMI. Lamentablemente, el factor social no fue suficientemente tomado en cuenta dentro de estos principios, lo que contribuye a la inequidad social y aumento de la pobreza, situación en la que los críticos del FMI y del “Consenso de Washington” coinciden .
A objeto de ejemplificar lo anterior, se cita lo siguiente de un material informativo del FMI. Pensamos que las palabras en negritas ilustran lo que acabamos de sostener. “El FMI tiene como fines la expansión y el crecimiento del comercio mundial, la estabilidad de los tipos de cambio, la evitación de devaluaciones cambiarias competitivas y la corrección ordenada de los problemas de balanza de pagos de un país. (…) Por conducto de la supervisión que realiza de la política económica de los países miembros, el FMI examina (los resultados macroeconómicos). Esto incluye el gasto total (y sus componentes principales como gasto de consumo e inversión empresarial), producto, empleo e inflación y también la balanza de pagos del país. (…) Mediante la labor que realiza para fortalecer el sistema financiero internacional y acelerar la lucha contra la pobreza, además de promover las medidas bien fundadas de política económica en todos los países miembros, el FMI contribuye a que la globalización funcione en beneficio de todos. Entre sus funciones está el seguimiento de la evolución y las medidas de política económica y financiera, conceder (créditos) a los países miembros que enfrentan problemas de balanza de pagos, no sólo con fines de financiamiento temporal sino también en respaldo de las medidas de ajuste y reforma que contribuyan a corregir los problemas fundamentales (…) y facilita a los gobiernos y bancos centrales de los países miembros asistencia técnica y capacitación en el área de especialidad de la institución (…) por ejemplo, tras el desplome de la URSS el FMI ayudó (a los países resultantes de su desaparición) a establecer sistemas de tesorería en los bancos centrales como parte de la transición de un sistema de planificación central a una economía de mercado”.
Generalidades sobre la situación política y económica del contexto latinoamericano de los años noventa: institucionalización de la ética neoliberal y las reacciones autóctonas.
Durante la última década del siglo XX, las economías latinoamericanas, al igual que la gran mayoría de las africanas, asiáticas y de los países surgidos a la Comunidad Internacional con el desplome de la URSS, se hallaban plenamente comprometidas con la ejecución de políticas macroeconómicas de ajuste estructural recomendadas por el Fondo Monetario Internacional. Como se sabe, estas políticas macroeconómicas de ajuste estructural implican: liberalización de los mercados, del sector externo, disminución del Gasto Público expresado en la reestructuración del aparato burocrático del Estado y la venta de sus activos considerados ineficientes. Estas medidas coinciden con los principios éticos (neo)liberales planteados anteriormente. La adopción de un paquete neoliberal se proyectaba como generador de confianza (el Estado virtuoso) para atraer las inversiones extranjeras que contribuirían a reactivar los sectores productivos nacionales.
A principios de la pasada década llegaron al poder partidos políticos que llevaron a la población proyectos y programas políticos plenamente identificados con las recomendaciones del FMI. Las mentes más brillantes, preparadas en las más prestigiosas Universidades estadounidenses y empapadas de las discusiones de la famosa Escuela de Chicago, contribuyeron a diseñar dichos instrumentos de planificación, a la vez que se convirtieron en los nuevos “gurúes”, sabios conocedores de la verdad económica del mercado. Estos tecnócratas incluso se incorporaron a los distintos Gabinetes Ministeriales.
Como consecuencia del recorte del gasto público en función del equilibrio presupuestario, a lo que no estaba acostumbrada la población, se produjo un incremento notorio de la pobreza crítica y el desmejoramiento general y sostenido de la clase media, cuya movilidad social se había visto altamente favorecida en la década de los sesenta y setenta, como efecto de las políticas cepalistas de sustitución de importaciones. Esta situación ejerció gran impacto político interno en los países latinoamericanos. Las protestas políticas estaban a la orden del día, en mayor o menor medida. Surgieron tendencias represivas en regimenes políticos de derecha o con tendencias derechistas (Perú, México) mientras que la gobernabilidad se deterioró en los países dominados por partidos socialdemócratas (Venezuela, Ecuador, Brasil, Argentina). En ambos casos, los Gobiernos que prefirieron mantener el status quo económico de manera estricta “pagaron caro las consecuencias “, en términos políticos.
Esta situación condujo a las sociedades latinoamericanas a otorgar presencia política a quienes lideran un mensaje “anti-paquete neoliberal”, ya fuera de manera moderada o apasionada: la llegada del Señor Presidente de la República, Hugo Chávez Frías, a la Primera Magistratura y ahora, la llegada al poder del Luiz Inacio “Lula” Da Silva, parecen ser ejemplos de ello.