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22 de Noviembre de 2003

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Seny
Bitácora de Antonio Mascaró Rotger

Publicidad pública navideña



Se acerca la Navidad. Esto quiere decir, entre otras cosas, que se avecinan Grandes Orgías Consumistas.

Personas de clases altas, media e incluso bajas de países ricos como el nuestro consumirán cantidades exageradas de turrones. Las grandes multinacionales de la alimentación tendrán que producir esas cantidades de turrones. Seguro que cualquier economista lo tendrá muy fácil para demostrar que esa punto de equilibrio entre la oferta y la demanda de turrones superará en mucho la cantidad socialmente optima de turrones. Pero nuestra sociedad es así. Esas multinacionales tendrán que comprar más azúcar de lo que sería óptimo. Los productores de azúcar tendrán que trabajar más horas y, al fin, los que cortan cañas de azúcar en los países pobres cobrarán más horas de trabajo de lo que sería óptimo. Esto pasa por dejar las cosas al mercado.

Algo parecido pasará con las tarjetas postales. ¡Cuánto papel por encima del óptimo social! Habrá que cortar más árboles. Y no lo harán los acomodados europeos ni los yanquis gordinflones. Los pobres del tercer mundo tendrán que trabajar más horas y acabaran cobrando más.

Millones de personas volverán con sus familias a bordo de aviones, barcos, trenes y vehículos de todo tipo quemando carburantes muy por encima del óptimo social. Más dinero que irá a parar a los bolsillos de los esforzados trabajadores de los yacimientos petrolíferos.

Ya veis. Podemos dejar la alimentación de los continentes más ricos a manos del mercado y al final tenemos que ponerle trabas porque sino acabaría alimentando hasta a los pobres. Para evitarlo tenemos a José Bové y sus compinches de Bruselas.

Podemos dejar el transporte intercontinental de personas a manos del mercado y al final tenemos que poner la gestión de los aeropuertos en manos públicas para que pasen más tiempo en las listas de espera (de facturación primero y de reclamación de equipaje después) que en el avión.

Y lo mismo con montones de actividades económicas. Pero, como es bien sabido, una cosa que jamás podríamos dejar al mercado es el alumbrado público. Sería el caos.

Y, claro, en Navidad, el alumbrado público aumenta. Las enternecedoras servidoras públicas y les enternecedores servidores publiques y los enternecedores servidores públicos se esfuerzan en decorar nuestras calles con alumbrado navideño. Aunque para eso haya que gastar menos en prestaciones sociales. Las tradiciones, por muy burguesas que puedan parecer, hay que dejarlas a las administracionas públicas (y administraciones públiques y administracionos públicos). Seguramente, habrán tenido que echar mano de los impuestos o del déficit (público, no democrático, claro está). Seguramente, el malvado diseñador no lo se ha solidarizado y no lo ha hecho de gratis. Y el pobre Clos y Cles y Clas habrá tenido que rascarse ese bolsillo público tan grande que tiene él y ella y ello.

¡Pero eso no basta!

¿No os dais cuenta? Existe un terrible peligro que podría dar al traste con todo este esfuerzo. Imaginad la escena: Las Ramblas, día 24 de diciembre. Todo lleno de transeúntes y transeúntas y transeúntos. Sobre sus sociales cabezas y cabeces y cabezos cuelgan los adornos navideños. Pero ellos, que son sólo contribuyentes y contribuyentas y contribuyentos, no lo saben. Pobrecitas, pobrecites, pobrecitos. ¡Hay que hacer algo!

Y lo Excelentísimo Ayuntamiento de Barcelono, en colaboración con el Excelentísime Ayuntamiente de Barcelene y la Excelentísima Ayuntamienta de Barcelona, ha colocado en las calles de la ciudad unos carteles para que la gente sepa que en Navidad hay adornos navideños nuevos.

Es más, no se han quedado ahí. Han dado un paso más y les han dicho qué hay que hacer ante tal imprevisto "per Nadal miraràs amunt", o sea, que estas Navidades mirarás hacia arriba. Y aclara "nous guarniments al carrer", o sea, nuevos adornos en la calle.

Para que las pobras barcelonesas y les pobres barceloneses y pobros barcelonesos lo entiendan, el cartel incluye la foto de una niñita (muy mona, por cierto, con sus coletas y todo) mirando "amunt" hacia arriba. No sea que alguno agache la cabeza. Ay, Señor, Señora, Señore.

Lo fantástico del asunto es que el cartel que anuncia los "nous guarniments" en cuestión lleva también el logotipo del "Any del disseny 2003". Es comprensible. Los "nous guarniments" son un alarde de diseño. Os los voy a explicar.

Pero tomad aliento, que esto es alta tecnología, escolti!

Colgada del típico cable que atraviesa la calle transversalmente, hay una especie de percha grande. Como las del armario ropero. ¿Me seguís? Ya lo sé, cuesta.

De cada extremo de la percha cuelga otro cable. Tremendo.

Y de cada cable cuelga una bolsa roja como esas de cartón que dan en las tiendas.

Pero ¡ojo! Las bolsas rojas van bocabajo.

Ya está.

Ey, tremendo, ¿eh? Suerte que nos han avisado. Igual pasaban las Navidades y nosotros sin enterarnos que esas cosas eran "nous guarniments". Esta ha sido, sin duda, una gran función social que no podíamos dejar en manos del mercado. Sólo el sector público podía hacerlo, y sólo a esa gente, genta, gento se le ocurriría rascarse el bolsillo público para anunciarlo.

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