liberalismo.org
Portada » Artículos » Desarrollo » Cultura y desarrollo

Conquests and Cultures Idea
Conquests and Cultures


Basic Books, Nueva York, 1999
493 páginas

Cultura y desarrollo

Por

Cortesía de Ama-Yi.
 
"Las diferencias de ingreso entre pueblos y naciones son más la regla que la excepción. Más aún, los pobres de antes no son los pobres de hoy. Existen variables que pueden explicar esa disparidad de ingresos entre grupos y países."
 
La existencia simultánea de naciones ricas y de naciones pobres es una cuestión a la que se le da enorme importancia en la actualidad, aunque ella haya sido una constante a través de toda la historia. Posiblemente esto se deba al mayor flujo de información, una globalización que ha permitido conocer situaciones que antes eran menos notorias. Sea lo que sea, la disparidad de ingresos entre naciones y pueblos es una realidad que merece ser atendida con urgencia.
 
Para tener bases sólidas en esa tarea, la trilogía de Sowell es especialmente útil. Los datos y los razonamientos de sus tres libros, Race and Culture, Migrations and Cultures y Conquests and Cultures dan al lector un ventajoso punto de vista para analizar las razones de ese problema de miseria en unas naciones y riqueza en otras. Sowell no solamente apoya su texto en una enormidad de evidencias, también tiene la ventaja de hablar sin rodeos y racionalmente.
 
La idea presentada en esta carta de Ama-Yi® está contenida en el libro de Thomas Sowell, Conquests and Cultures, an international history, Basic Books, 1998, Chapter 6 An overview, pp 329-352. En verdad, esa trilogía, es una de las obras más recomendables que el lector tiene a su disposición sobre este tema.
 
 
La exposición del autor da inicio con una idea sencilla: las diferencias de riqueza entre las naciones a través de toda la historia han sido la regla no la excepción. En todas las etapas de la historia de la humanidad ha habido naciones más ricas que otras. Y todavía otra cosa puede concluirse del examen de la historia: los ricos no han sido siempre los mismos, ni los pobres han sido invariablemente los mismos. Un ejemplo basta, en la época en la que los griegos podían considerarse adelantados, los escandinavos no lo eran, como tampoco los bretones.
 
Para explicar las diferencias de ingresos entre las naciones se han elaborado teorías que hablan de esa inequidad en la distribución del ingreso partiendo del supuesto de que existe una función o acción distributiva central entre las naciones, algo como una especie de perol del que salieran repartos no homogéneos que se dividen entre los países y pueblos. Lo que esas teorías insólitas olvidan es que el ingreso real está formado por los bienes producidos, que ese ingreso no se distribuye, sino que es consumido mayoritariamente en el mismo lugar de su producción y, sobre todo, que los niveles de producción tienen variaciones muy grandes de un lugar a otro. Esta variación de montos de producción en diversos lugares es otra constante en la historia.
 
Las diferencias siempre presentes en los niveles de producción, añade Sowell, no necesariamente tienen una explicación étnica o asociada con un pueblo. Por ejemplo, existe un cálculo que afirma que los casi cuarenta millones de chinos que viven fuera de su país producen el equivalente de lo que hacen mil millones dentro de su país.
 
Las diferencias en producción de cada nación están asociadas con las grandes diferencias que existen en ingreso y progreso. La productividad de ciertos pueblos y naciones está relacionada con el bienestar de ellos.
 
Y esto produce un giro en la visión del problema: la creencia de que los ricos son ricos porque los pobres son pobres deja de tener pertinencia y la variable central de análisis es ahora la creación del progreso. En otras palabras, la función de distribución deja de merecer análisis y es la variable creación la que debe merecerlo.
 
Por ejemplo, el imperialismo ha sido interpretado como una explotación del país pobre por parte del país rico, lo que fue un hecho en muchas situaciones. Pero la noción de la explotación tiene un poder explicativo muy limitado, pues de ser ella cierta predeciría que una vez independientes, los países antes dominados comenzarían a progresar. La evidencia es contraria a esa predicción, como en el caso de países africanos que veinte años después de finalizado el imperialismo tenían ingresos inferiores.
 
Existe mayor potencial de análisis en el examen de la productividad propia de las naciones para encontrar las causas de su riqueza o pobreza. Estudiar las capacidades de comercio, industria e inversión dentro de cada nación arrojará resultados con mayor poder explicativo.
 
 
Lo que el autor hace en las siguientes páginas es una revisión de esas causas internas que producen o no progreso. Concretamente examina las siguientes: capital cultural, capital humano negativo, marcos culturales e intelligentsia o el grupo de intelectuales de la nación.
 
Ninguno de estos factores es de naturaleza económica propiamente hablando, sino cultural, es decir, referida a las ideas predominantes en la mente de cada nación o pueblo y los impactos de esas ideas en las posibilidades de progreso.
 
 
El Capital Cultural, dice el autor, es un factor de mayor influencia en la creación de progreso que la misma riqueza material o de recursos que tiene el país. Es también de mayor efecto que las personas que guían las acciones del país.
 
Los pueblos presentan en este campo diferencias importantes en dos aspectos. Uno es el de las variaciones en sus habilidades, preparaciones y destrezas; existen grupos que destacan en actividades como la vinicultura, la relojería, la agricultura, la producción de ciertos bienes, como el queso o la cerveza. El otro aspecto de diferenciación es el de la variación o diferenciación en actitudes hacia, por ejemplo, el trabajo, la educación, la violencia, la vida en general.
 
El resultado real de esas diferencias entre pueblos es que una igual circunstancia en un mismo lugar produce reacciones diferentes en pueblos diferentes; por ejemplo, la emigración japonesa en Brasil para actividades agrícolas que poco atrajeron a la población local en la época "pionera" de ese país.
 
Más aún, el capital cultural explica las razones de la falta de éxito de tanta ayuda internacional a los países del Tercer Mundo. Esa ayuda fue dada a lugares en lo que no existe un capital humano propicio. Esto contrasta con el caso del Plan Marshall, una ayuda que cayó en el terreno fértil de naciones en las que había un capital humano dispuesto y favorable.
 
Sowell añade una consideración. Las mutuas recriminaciones de malos tratos e injusticias cometidas en el pasado en las relaciones entre las naciones, poco ayudan a solucionar el asunto. Todos, ricos y pobres, son imperfectos y han cometido errores. Los regaños lanzados de una parte a la otra distraen la atención del factor capital cultural.
 
 
Otro factor es el del Capital Humano Negativo. Se trata de una ampliación de la anterior idea de actitudes contrarias al progreso. Son ideas prevalecientes en la población y que actúan como reales obstáculos al progreso. Una nación puede tener el potencial físico e intelectual para progresar y, sin embargo, sus actitudes lo impedirán.
 
Ejemplos de esas ideas son la aversión al trabajo manual y la educación universitaria que crea la noción de labores no dignas de ser aceptadas por quien tiene esa educación. Igualmente es una idea contraria al progreso la existencia de una aristocracia que rechaza a quienes han progresado en la industria y el comercio, forzándolos a ser aceptados dentro de ella sólo si abandonan las actividades que les causaron progreso.
 
Sin consideraciones de palabras bonitas, Sowell señala como causa de falta de progreso a los educados desempleados que suelen ser causa de problemas políticos en los países del Tercer Mundo. Esos educados formalmente, pero desempleados, son absorbidos por la burocracia, lo que es a su vez causa de mayores problemas para el país. Esas personas producen no bienes, sino más trámites y obstáculos de regulación a quienes son económicamente productivos.
 
El nacionalismo puede producir efectos de varios tipos. Es posible que las actitudes nacionalistas creen un ansia de progreso reconociendo el atraso del país y facilitando el esfuerzo común. Pero también es posible que el nacionalismo ciegue a las personas, que así rechazan la aceptación de su realidad e impidan la aprobación y difusión de tecnologías y cambios en su forma de ser, lo que lleva al aislacionismo.
 
 
Los Marcos Culturales son otro factor. Ellos se refieren a los aspectos institucionales del país, como sus leyes y costumbres políticas en áreas que afectan a la actividad económica. Por ejemplo, las leyes confiables son una variable vital para el desarrollo y la creación de riqueza. Las legislaciones que no son confiables producen lo contrario, pobreza y atraso. Las regulaciones que decretan impuestos asfixiantes y regulaciones que ahogan, son contrarias al progreso.
 
Existen intangibles en este campo, por ejemplo, la honestidad y la honradez. Los vicios contrarios producen miseria. Los países presentan variaciones muy grandes en índices, por ejemplo de corrupción, lo que está asociado con su ingreso y productividad, independientemente de la cantidad de recursos naturales que posean.
 
Igualmente afectan al desarrollo el sentido de cooperación mutua y la accesibilidad y aceptación de influencias externas.
 
 
La Intelligentsia es en opinión del autor otro de los factores que afecta al desarrollo. Esta intelligentsia no es igual a la educación formal, de la que es sólo una cara. Y es aún menos equivalente a la formación educativa en el sentido de que afecta directamente las actitudes, para bien o para mal, que se tienen hacia quienes tienen capacidad para tener logros económicos.
 
Sowell regresa al tema de la educación y las posturas de las personas más educadas, lo que demuestra la importancia que da a esta variable. Menciona entre otras cosas que muchos de los países del Tercer Mundo iniciaron su independencia bajo la conducción de personas de la intelligentsia que eran carismáticos y pertenecían a las elites educadas, pero que carecían de experiencia en asuntos económicos y cuyas actitudes hacia la productividad eran claramente adversas, hostiles y contrarias.
 
Más aún, las naciones y los grupos de mayor retraso muestran una tendencia hacia la educación con materias y carreras "soft", más fáciles y sencillas que las matemáticas, la ingeniería y la medicina. Esas materias ligeras promueven, por ejemplo, estudios de identidad étnica que suelen derivar en actitudes de hostilidad hacia otros grupos y fomentan la discriminación. La intelligentsia, de esta manera, promueve acciones de animosidad e incluso violencia contra otros grupos, al intentar mantener de manera adulterada glorias pasadas.
 
La intelligentsia, que quizá deba entenderse como el grupo de intelectuales del país o grupo, ha buscado tradicionalmente posiciones en la burocracia y no dentro de las actividades productivas, ya que su preparación no le otorga habilidades aprovechables en la creación de progreso económico. Esas personas, repite el autor, son absorbidas por los gobiernos que así buscan evitarse los problemas de disturbios políticos que esas personas crearían de estar desempleadas.
 
Mantener a esa intelligentsia cuesta, pero además sus actitudes y acciones promueven las luchas internas que agravan las dificultades del trabajo y causan inestabilidad en la economía y la política.
 
 
El gran mérito del análisis de Sowell radica en la atención que da a las variables y factores internos de los países, en especial a sus aspectos culturales, como una explicación de las causas de la pobreza y de la riqueza.