Homeschooling
Por Pablo Molina
Introducción
Con el presente trabajo se pretende analizar el fenómeno de la educación de los niños en el hogar familiar, especialmente considerado como forma de autodefensa frente a la imposición estatal de un modelo educativo, claramente restrictivo del derecho de los padres a elegir el tipo de educación que desean para sus hijos. A lo largo del texto nos referiremos a este fenómeno utilizando su denominación en inglés, Homeschooling, por ser los países de habla inglesa, especialmente los EEUU, los pioneros en esta materia y también por tratarse de un término más corto y descriptivo que su traducción española.
El análisis del carácter altamente inmoral de la educación estatal obligatoria excede con mucho las pretensiones de este trabajo, por lo que será objeto de un ensayo específico, en su caso. Sin embargo, antes de entrar de lleno en el estudio del Homeschooling es necesario dejar sentados una serie de principios, asumidos por el autor con carácter epistemológico y que servirán para sostener el armazón teórico de todo el razonamiento posterior.
En primer lugar, es necesario aclarar que cualquier padre preocupado sinceramente por la educación de sus hijos, especialmente si estos reciben instrucción pública, ya practica el Homeschooling, pues las horas que diariamente emplea en ayudar a sus hijos con los deberes (a menudo explicándoles aquello que sus profesores no han conseguido transmitirles durante la jornada escolar) no pueden calificarse de otra manera. Los padres que aún son refractarios a este tipo de enseñanza debieran tener pues en cuenta que, en términos de tiempo de dedicación, la diferencia entre el Homeschooling a tiempo completo y el parcial que actualmente ejercen es muy poco significativa, si es que lo es en alguna medida. En este trabajo consideraremos, no obstante, al Homeschooling como la educación de los niños exclusivamente en el hogar familiar, sin participación de ninguna otra institución educativa ya sea pública o privada.
En segundo lugar, aunque tras un siglo de estatismo desaforado los conceptos “educación” y “pública” aparezcan firmemente soldados en la conciencia ciudadana como indisolubles o hasta carentes de sentido el uno sin el otro, es necesario recordar que no existe absolutamente ninguna razón que justifique la coacción estatal a los padres para imponer una educación pública. Al argumento puerilmente sensiblero —la propaganda marxista es extraordinariamente meticulosa a la hora de explotar los sentimientos—, de que si el gobierno no obligara a los padres a someter a sus hijos a una educación reglada estatalmente algunos de ellos podrían privar a los niños de ese derecho, se puede oponer el hecho de que, más importante aún que la educación para un niño es comer todos los días, pues de ello depende su supervivencia, y sin embargo el gobierno no obliga a los padres a llevar a sus hijos a comedores estatales para controlar su alimentación. El razonamiento es tan absurdo que no merece la pena perder ni un segundo más en su refutación.
Finalmente, conviene destacar que los conocimientos básicos en materia educativa (lectura, escritura y las cuatro reglas matemáticas básicas), que servirán de herramientas al niño para todo el proceso de aprendizaje hasta el final de su vida académica, son algo extraordinariamente sencillo de enseñar en casa. De hecho, probablemente los niños ya aprenden esto en el hogar en mayor grado que en el colegio, pues la educación obligatoria, como es bien sabido, no está ya consagrada a la transmisión del conocimiento puro tanto como a crear futuros ciudadanos sensibilizados con los problemas del medio ambiente, la necesidad del diálogo y la tolerancia, la belleza del mestizaje o los males del capitalismo neoliberal. Con las habilidades básicas citadas al principio del párrafo correctamente adquiridas, los niños pueden aprender el resto de materias prácticamente de forma autodidacta simplemente con el uso de los materiales adecuados y una supervisión paterna que les inculque hábitos de estudio y respeto por el esfuerzo individual como vía para alcanzar metas.
Qué es el Homeschooling
El Homeschooling, como ya ha quedado apuntado, es la opción elegida por un número cada vez mayor de padres, consistente en educar a los niños exclusivamente en el contexto del hogar familiar o en círculos un poco más amplios (vecindarios, parroquias, etc.), pero en todo caso de forma totalmente ajena al sistema de público de escolarización.
Podríamos indicar que el fenómeno del Homeschooling nació a mediados de los años 80 del siglo pasado, pero esto sería no ser del todo honestos con la Historia, pues, en realidad, el Homeschooling se ha practicado desde el Neolítico y ha sido tan sólo con la introducción en el Siglo XIX de las doctrinas estatistas, animadas por las elucubraciones de personajes nefastos como Rousseau[1], cuya obra no lamentaremos jamás lo suficiente, que la educación comenzó a ser expropiada[2] por el Estado a la iglesia y a las instituciones privadas, para su ejercicio en régimen de monopolio.
Quizás el detonante para la eclosión del movimiento del Homeschooling, especialmente en EEUU, fue la publicación en abril de 1983 de un informe demoledor del gobierno federal useño sobre el sistema educativo norteamericano, titulado “Una nación en riesgo”. Las conclusiones del documento, devastadoras, pueden resumirse en una frase extraída del mismo: “Si un poder enemigo extranjero hubiera intentado imponer en América el mediocre sistema educativo existente hoy en día, hubiera debido ser considerado como un acto de guerra”.
En la actualidad, sólo en los Estados Unidos se calcula que existen dos millones de niños en edad escolar que están siendo educados a través del Homeschooling. Este movimiento alternativo a la educación estatal cuenta con numerosas asociaciones encargadas de promocionarlo, facilitar a los padres los materiales educativos necesarios, organizar congresos y en general, apoyar a los interesados en abandonar el sistema de educación pública para proporcionar una enseñanza individualizada a sus hijos con todas las garantías y de acuerdo con los patrones morales y religiosos de su elección. En este último aspecto quizás resida la clave del éxito, todavía modesto pero creciente, del Homeschooling. En efecto, en el último informe oficial elaborado al efecto en los EEUU[3], los padres que optaron por esta opción destacaron dos motivos por los que hicieron esa elección: Por un lado su desaprobación al entorno y ambiente educativos de la educación pública. Por otro, el deseo de dar a sus hijos una educación religiosa y moral de acuerdo con sus creencias, lo cual adquiere un significado especial pues como han destacado otros comentaristas con más brillantez[4], la estrategia de los muñidores de una educación pública, en orden a crear futuros ciudadanos que expresen un respeto reverencial por el estado[5], del que esperarán la satisfacción de sus necesidades —derecho (sic) a una vivienda digna, derecho (resic) a un trabajo, etc.—, exige debilitar los vínculos jerárquicos del individuo con la familia y la religión, especialmente con esta última por su condición de complexio opositorum al poder político.
El sistema funciona, y lo hace bien, pues en todos los tests de aptitud realizados, los niños que aprenden a través del Homeschooling superan de largo a los que son educados a través del sistema escolar público. En una de las investigaciones más exhaustivas realizadas al respecto[6], los escolares educados a través del Homeschooling en el Estado de Pennsylvania acreditaron una media de percentil 86 en lectura y un percentil 73 en matemáticas, tomando como percentil 50 la media nacional del sistema estatal. En cuanto a lo que la pedagogía moderna llama “socialización del niño”, instalando la falacia de que tan sólo a través de un sistema educativo masivo bajo tutela estatal se puede adquirir esta especie de empatía con el entorno, las pruebas psicológicas realizadas a niños de uno y otro sistema[7] arrojan también el sorprendente dato de que el Homescholing no sólo no restringe las facultades de interrelación social del ser humano, sino que incluso los fenómenos de retraimiento y asociabilidad son más frecuentes en los niños que asisten a la escuela convencional que en aquellos. De hecho, los niños escolarizados en el sistema tradicional mostraron más problemas de conducta que los educados en casa. Los expertos lo explican porque el primer modelo de conducta de los niños educados en el hogar es, evidentemente, el de los padres.
Marco legal
La Constitución Española de 1978, modelo de intervencionismo estatal en todos y cada uno de sus capítulos (lo de que España se constituye en un estado “social y democrático” es decir, socialdemócrata, es claramente sintomático), dejó sin embargo una laguna en el terreno educativo, a pesar del esfuerzo de los legisladores de someter al Estado toda actividad relevante para el desarrollo de una sociedad libre. En efecto, el artículo 27.4 de la CE establece que la “enseñanza básica es obligatoria y gratuita”. Puesto que el mandato constitucional se refiere a la “enseñanza” y no expresamente a la “escolarización” en centros públicos, una interpretación no restrictiva del texto permite colegir la posibilidad de que la enseñanza básica obligatoria sea proporcionada al sujeto de derecho de diversas formas, entre las que el sistema público de educación sería tan sólo una de las posibilidades[8].
En cuanto a las leyes orgánicas reguladoras del derecho a la educación, es significativo (y por otra parte lógico) el desprecio del legislador estatal por hacer efectivo el derecho paterno a responsabilizarse directamente de la educación de los hijos. La Ley Orgánica 8/1985, de 3 de julio, Reguladora del Derecho a la Educación, simplemente omite en su articulado cualquier referencia al derecho de los padres a elegir la educación de los hijos, en el entendido de que ésta es una facultad expropiada democráticamente a la familia por el gobierno para ejercerla a través de sus funcionarios con carácter de monopolio. En cuanto a la Ley Orgánica 10/2002, de 23 de diciembre, de Calidad de la Educación, si bien es cierto que dedica todo un artículo al derecho de los padres, éste queda reducido a la elección de centro y a que los hijos reciban la educación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus convicciones[9].
El Tribunal Constitucional, por su parte y como era de esperar, ha incensado abundantemente la prerrogativa estatal en materia educativa. Aunque a fecha de hoy no se ha planteado ante el alto tribunal ningún recurso relativo al derecho de los padres a educar a sus hijos en el seno del hogar familiar, sin embargo, sí se han sustanciado diversas cuestiones relativas sobre todo a la financiación de los colegios concertados, en los que el TC se pronuncia en términos ciertamente alarmantes respecto al asunto que nos ocupa. Así, en la Sentencia 86-1985, el TC afirma por ejemplo que “el derecho a la educación -a la educación gratuita en la enseñanza básica- no comprende el derecho a la gratuidad educativa en cualesquiera centros privados, porque los recursos públicos no han de acudir, incondicionadamente, allá donde vayan las preferencias individuales”. Es muy interesante destacar que, en esa misma sentencia, el TC considera que “el derecho de todos a la educación (...) incorpora así, sin duda, junto a su contenido primario de derecho de libertad, una dimensión prestacional”. El matiz es digno de ser estudiado pues las prestaciones del estado no son, por definición, de aceptación obligatoria, de forma que cualquiera podría negarse, en principio, a recibir un servicio que el estado le proporciona de manera gratuita (entendido el término gratuito según la jerga estatista, claro está). Desde esta perspectiva, los padres podrían formalizar su renuncia a estas “prestaciones” educativas siempre y cuando el derecho del niño a recibir educación quedara suficientemente garantizado, pues esa y no otra es, en realidad, la esencia del Homeschooling.
En los Estados Unidos de Norteamérica, con una mayor tradición liberal, el Homeschooling está reconocido legalmente en todo el territorio de la Unión desde 1993, si bien según los estados el grado de regulación es distinto. En 10 estados no existe regulación estatal y por tanto los padres ni siquiera han de notificar a las autoridades que están educando a sus niños en el hogar. En 14 estados, los padres están obligados solamente a notificar esta circunstancia al Estado. En 15 estados, además de lo anterior, los padres deben enviar los resultados de los exámenes y ciertas evaluaciones para comprobar el progreso académico. Finalmente en los 11 estados restantes, los padres además han de permitir la visita en su hogar de los funcionarios encargados de las tareas de inspección y además están obligados a usar el material educativo homologado por el Estado. A pesar de estos impedimentos, el Homeschooling está consolidado en aquel país como una seria opción a la educación estatal, cuyo ejercicio, de paso, ahorra a las arcas públicas el equivalente a diez mil millones de dólares anuales[10].
Conclusión
El Homeschooling es una alternativa, no sólo válida sino quizás la única pertinente frente a una educación pública masificada, inoperante, embrutecedora, diseñada por pedagogos que juegan a ingenieros sociales y dispensada por legiones de profesores apáticos, que se limitan a cubrir el expediente mal que bien durante las ventanas de lucidez que les permiten los ansiolíticos.
Su nacimiento ha de interpretarse no sólo como parte del proceso natural de evolución de los sistemas educativos, que también, sino especialmente como un mecanismo de autodefensa al que los padres se ven abocados frente a un modelo estatal en manos de la izquierda, que ha transformado el concepto de educación, basado tradicionalmente en la transmisión de conocimientos y de un determinado legado moral y religioso, en un fiero crisol con el que manipular las conciencias de la futura población adulta según la agenda política marxista.
La puesta en marcha de grupos de Homeschooling en España, aunque sea de forma testimonial al principio, es un elemento esencial para lanzar al debate público la cuestión vital de la manipulación educativa a la que el Estado somete inevitablemente a la población. Actualmente, la decisión del sesgo ético, moral e ideológico de la educación la toman exclusivamente los burócratas. Así, el dilema entre una educación más tradicional o más progresista, más propensa a la libre empresa o más al socialismo, más competitiva o más igualitaria, más religiosa o más laica, o incluso el grado elegido entre todas estas y muchas más opciones es resuelto exclusivamente por los agentes estatales. Lo sustancial es que cualquier decisión que adopten, aún si ésta cuenta con la aprobación mayoritaria de la sociedad, será terriblemente injusta para una porción de padres más o menos significativa, a quienes se estará privando de su derecho a elegir el tipo de educación que quieren para sus hijos. Esta actitud refractaria a la imposición estatal de modelos educativos es válida para cualquier segmento del espectro ideológico, pues igual que habrá padres que justifiquen su exclusión voluntaria del sistema educativo público por exigir para sus niños de una educación de marcado acento religioso, habrá muchos otros que pretendan para sus hijos una educación según los patrones de la ortodoxia marxista, otros con pretensiones centradas en el ecologismo militante, el naturalismo primitivista, el pacifismo filantrópico o cualquier otra.
En realidad, si en vez de confiar la educación a los burócratas se deja a cientos de miles de particulares la iniciativa de crear currículos, seleccionar material educativo y explorar e innovar en la mejor forma de educar, poniendo en el centro de todo al niño y su desarrollo sin afanes igualitaristas o de reformismo social, la diferencia de resultados llegará a ser impresionante[11] ya desde el principio, como se ha demostrado en los países que se han atrevido a dar este paso.
La estrategia, por tanto, ha de consistir en que los políticos se vean obligados por la demanda social a facilitar la salida del sistema público a todos los padres que lo deseen, comprometiéndose a respetar la voluntad paterna hasta sus últimas consecuencias a través de la autorización del Homeschooling, de la implantación del cheque escolar (vital para que los padres con escasos medios económicos puedan utilizar la enseñanza privada) hasta asumir finalmente la esencia de la educación como un asunto de exclusiva responsabilidad familiar, no estatal. Con estas facilidades de elección, que además beneficiarán en primer lugar a las familias con menor poder adquisitivo, procedentes de los suburbios y zonas más deprimidas, el sistema público de educación tal y como lo conocemos irá perdiendo “clientes”, pues habrá de competir en plano de igualdad con modelos educativos ajenos al Estado, que ofrecen un producto de mayor calidad, hasta acabar implosionando por su propia y mastodóntica ineficacia.
Sin embargo esto último no es lo más importante. Lo sustantivo es finalmente hacer efectivo el derecho inviolable de los padres a elegir la educación que quieren para sus hijos, sin que la coacción estatal les obligue a financiar un sistema público de educación en el que no creen. Y aquellos que quieran seguir uncidos al yugo gubernamental, y con ellos sus hijos (hay gente que vive encantada de su condición servil) siempre podrán seguir disfrutando de una educación pública, pues ésta continuará existiendo previsiblemente, aunque cada vez lo haga de manera más marginal.[1] En su imprescindible libro, “Intelectuales”, Paul Johnson explica cómo Rousseau abandonó en el orfanato más cercano sucesivamente a sus cinco hijos nada más nacer para olvidarse de ellos durante el resto de su vida. Sólo así se comprende el extraordinario esfuerzo apologético de la obra del filósofo francés, en favor de un estado paternalista sustitutivo de la familia como institución protectora del individuo.
[2] Una explicación brillante de todo este proceso: Del Castillo, José Ignacio, “Totalitarismo ateo”, en la Revista de Libertad Digital, edición del 3 de diciembre de 2004.
[3] 2003 National Household Education Survey, encuesta realizada por el National Home Education Research Institute.
[4] Ver por ejemplo Rallo, J. Ramón y del Castillo, J. Ignacio
[5] En el libro de texto de ciencias sociales de 2º de la ESO, editado por Santillana y utilizado en la mayoría de centros públicos, faltaría más, a la pregunta “¿Qué es un Estado?” el manual responde: Los Estados desempeñan un amplio número de funciones: intervienen decisivamente en la regulación de la economía y las relaciones laborales, proporcionan servicios y bienes públicos esenciales (como la educación, la sanidad, las carreteras y principales infraestructuras de comunicación, etc.)
[6] Howard B. Richman, William Girten & Jay Snyder, 1992.
[7] Larry E. Shyers, 1992.
[8] Una mayor información sobre el marco normativo en materia educativa en la web de la Asociación para la Libre Educación
[9] A título anecdótico, aunque descriptivo, la LOCE incluye entre los objetivos del sistema educativo algunos de lectura tan deliciosa como el que sigue: “La capacidad de transmitir valores que favorezcan la libertad personal, la responsabilidad social, la cohesión y mejora de las sociedades, y la igualdad de derechos entre los sexos, que ayuden a superar cualquier tipo de discriminación, así como la práctica de la solidaridad, mediante el impulso a la participación cívica de los alumnos en actividades de voluntariado (sic).”
[10] Ray, Brian D. A quick reference worldwide guide to homeschooling: Facts and stats on the benefits of home school, 2002-2003. 2002 Nashville, Tennessee. Editorial Broadman & Holman.
[11] Es bien conocido el caso en Hungría de las tres hermanas Polgar, educadas en casa por sus padres. No sólo superaron de largo la media de rendimiento académico en todas las materias sino que, además, se han convertido en ajedrecistas de talla internacional, a pesar de que el ajedrez formaba parte del currículo educativo de las tres hermanas sólo de forma tangencial, como herramienta para desarrollar otras aptitudes intelectivas. La mayor, Judit, ha sido la primera mujer capaz de competir en torneos masculinos del máximo nivel y obtener grandes resultados.