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Una sociedad de propietarios como alternativa al Estado del bienestar

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El estudio Una sociedad de Propietarios, que mañana divulga el Instituto, pretende abrir un debate público en torno a alternativas plausibles al agotado modelo de Estado de Bienestar. Las sociedades modernas están chocando contra una pared en su intento de resolver los problemas o necesidades que abruman a los individuos.

Siguiendo al psicólogo norteamericano, Abraham Maslow, los individuos anhelan una búsqueda continua de superación, lo que simplificaríamos como la escalada de una montaña. Cada vez que alcanzamos y superamos un escollo, nos asentamos sobre ese nivel y, cuando lo tenemos bajo nuestro control, nos enfrentamos a la siguiente dificultad. Maslow lo expresaría gráficamente a través de una pirámide, la cual refleja dos ideas fundamentales: la superación y consolidación de los distintos niveles de necesidades y la jerarquía que existe entre estos. En palabras del propio autor, los niveles o etapas quedarían explicados como sigue: "existen al menos cinco tipos de fines, que podemos llamar necesidades básicas. Brevemente, estas son las fisiológicas, de seguridad, relación, estima y autorrealización".

La importancia de estas conclusiones es vital si tenemos en cuenta que en la actualidad, en los países occidentales, las necesidades más básicas, las fisiológicas (alimento, vestido, salud o cobijo), están en general superadas y totalmente asimiladas, y las personas buscan alcanzar y quemar etapas más elevadas. Emergen con mucha más fuerza necesidades de seguridad, como la protección física y económica frente a cualquier contratiempo, que, pese a que por lo general también están bastante asimiladas, pueden llegar a resentirse notablemente en momentos de crisis política, económica y social (mismamente, España en la actualidad está atravesando una delicada "transición" que está haciendo peligrar la seguridad física de sus habitantes notablemente). En el terreno del afecto y de las relaciones sociales, los individuos se suelen quejar por la dificultad de compatibilizar el trabajo con la familia y el cuidado de los hijos, o la disponibilidad de cada vez menos tiempo de ocio. En cuanto al reconocimiento o a la falta de "autorrealización", muchos son los individuos que se hallan afligidos por la arbitrariedad directiva o la falta de desarrollo personal en trabajos que estiman alienantes.

La sociedad de propietarios busca reforzar el abastecimiento de recursos financieros en el hogar para lograr independencia y seguridad financieras sólidas, gracias a las cuales no deberemos estar al amparo de terceras personas. El concepto de seguridad económica se convierte, por tanto, en fundamental a la hora de explicar cuáles son las ventajas de la sociedad de propietarios. La seguridad económica no debe confundirse con disponer de una única renta del trabajo constante, proveniente de un empleador exclusivo, ya sea una empresa privada o el estado (seguridad laboral). Hablamos de acumular e invertir en el tiempo (cuanto antes, mejor) para obtener en el futuro rentas patrimoniales (independientes) que nos produzcan una mayor autonomía económica y de decisión. Si estamos supeditados o atados al sueldo de un único empleador, conminados por el temor a la quiebra de la Seguridad Social en un futuro no muy lejano, si peligran nuestras pensiones, los servicios públicos cada vez son más deficientes y hemos de procurárnoslos de manera alternativa, si no estamos desarrollando una actividad laboral que nos satisfaga y nos motive emocional y profesionalmente, estaremos siendo una estafa para nosotros mismos y la empresa para la que trabajamos; si la vida familiar se resiente por falta de tiempo, o por falta de reconocimiento en nuestro trabajo, o por falta de dinero, nuestra satisfacción personal y del hogar será nula.

La socialdemocracia o el estado de bienestar ha resultado ser un verdadero fracaso en su intento de proveer cualquiera de las necesidades que se hallan en los escalafones más altos que nos explica Maslow. Es más, el Estado no es una empresa que esté dando mal un servicio a unos ingenuos consumidores que lo sufragan y deciden prescindir de éste por su falta de capacidad. Del Estado no existe forma de huir. El Estado es un ente irresponsable que no rinde cuentas ante los contribuyentes, como lo haría una empresa. El Estado existe, sobre todo, para justificarse a sí mismo; y qué mejor que los presupuestos públicos, obtenidos mediante la coacción, para alcanzar tal fin.

Además la actuación reguladora e intervencionista en la economía de los poderes públicos genera efectos demoledores sobre la capacidad creativa y empresarial de los individuos, tanto de empleadores como trabajadores por cuenta ajena o propia (autónomos). Las peor paradas acaban siendo las clases medias, y más aún, los trabajadores por cuenta ajena, que disponen de poca o nula capacidad material para poder escapar de las garras recaudadoras de las administraciones públicas ni, si fuera su intención, para sortear los obstáculos que existen para la creación empresarial. El estudio muestra algunos casos flagrantes en que el Estado carga sus tintas contra la clase media. La progresividad del IRPF, que supone un freno a la movilidad social de los ciudadanos, y penaliza a las familias en las que sólo trabaja un miembro. Los elevados tipos marginales, en algunas regiones o ciudades españolas, son especialmente gravosos para unos salarios medios que, si bien son aparentemente superiores, se enfrentan a unos niveles de vida mucho más caros. El terrible sistema impositivo español sobre le patrimonio, sucesiones y donaciones, ganancias patrimoniales o rentas del capital convierte a España en uno de los sistemas más opresivos de la OCDE.

En cuanto a la deficiencia de los servicios que asume el Estado y las correspondientes necesidades que pretende cubrir, se hace especial hincapié en el asunto de las pensiones. Las pensiones tienen una trascendencia enorme en el contenido del informe por una doble vía. En primer lugar, la constatación de la estafa que suponen y el débil hilo que sustenta este entramado piramidal, y, por otro lado, su relación con el propio tema del informe: la sociedad de propietarios como medio de obtener rentas vitalicias no dependientes del trabajo. Se explica por qué el sistema de reparto está abocado a la quiebra como consecuencia del envejecimiento de la población, así como se recurre a la misma regulación mercantil (23.2 LOCM:) para poner sobre la mesa la propia naturaleza próxima a la estafa que representa el sistema de pensiones: "se prohíbe proponer la obtención de adhesiones o inscripciones con la esperanza de obtener un beneficio económico relacionado con la progresión geométrica del número de personas reclutadas o inscritas".

En cuanto al segundo punto reseñado sobre las pensiones, destacamos un párrafo del estudio: "la sociedad de propietarios es un mecanismo ideal para que, por medio de activos reales (viviendas, locales, garajes…) o financieros (acciones, fondos de inversión u obligaciones), el individuo pueda obtener rentas vitalicias adicionales incluso superiores a la máxima aportada por el sistema de pensiones actual".

La sociedad de propietarios, por lo tanto, es un modelo con el que se quiere dar más autonomía, responsabilidad y libertad al individuo con el fin de que éste pueda ir satisfaciendo sus necesidades crecientes sin verse sometido a todas las cortapisas que hoy padece, como la dependencia financiera de un único sueldo, las trabas burocráticas al libre desarrollo de la creatividad individual, el padecimiento de un sistema público de pensiones abocado al desastre, o de un ineludible sistema educativo que conduce a los jóvenes a una miasma colectivista.

En la sociedad de propietarios que defiende el informe destaca como gran valor que la gran mayoría de los individuos –no sólo una limitada porción perteneciente a los sectores de población más acomodados– pueda ir constituyendo un patrimonio creciente a través del ahorro y la capitalización de un porcentaje adecuado de su renta; al principio, puede muy fácilmente provenir en su mayor parte del trabajo dependiente, y, más tarde, ser fruto también de las propias ganancias del capital. El poder de la capitalización compuesta y la inversión diversificada permiten al ciudadano común acumular paulatinamente más patrimonio y capital de manera que un porcentaje cada vez mayor de los ingresos individuales o familiares van trasladándose del trabajo por cuenta ajena (o propia, en caso de los autónomos) a los que provienen de sus activos o inversiones.

A pesar de la fuerte intervención estatal, las sociedades occidentales han sido capaces de llevar la creación capitalista a tal extremo que, hoy día, hasta los más recalcitrantes sentirían vergüenza si negaran cuáles son los triunfos obtenidos por el entramado empresarial y social: La gran y variada oferta en el mercado de bienes es arrolladoramente abundante; estos cada vez son más innovadores y relativamente más baratos con relación a los salarios. Como trabajadores, las condiciones laborales mejoran sustancialmente en aquellos países donde se deja al mercado actuar con más libertad: la productividad del trabajador aumenta, lo hacen los salarios, los trabajos son más cualificados en detrimento de los manuales, en el largo plazo se reduce la jornada laboral, aumenta el ocio... Especialmente visible esta drástica mejora en aquellos grupos humanos que emigran a los países más desarrollados. Existe un tercer punto reseñable sobre la forma en que se benefician los individuos del capitalismo, y que nos engancha con la mencionada cultura financiera: la participación de la ganancia capitalista, es decir, de la creación empresarial y del éxito que estas compañías puedan alcanzar en el desarrollo de su actividad económica, por parte de la población general. Este último punto es el que menos ampliamente está comprendido por los componentes de la sociedad e, incluso, por aquellos que defienden las bondades del capitalismo. En definitiva, tres figuras "muy humanas" son las grandes beneficiadas: el consumidor, el empleado y el accionista (entiéndase esto último de una manera amplia).

Según se muestra en el informe, la cultura e inteligencia financieras son vitales si se tiene la ambición de obtener mayor independencia, seguridad o libertad económica. Estas habilidades adquiridas capacitan a los hombres para poder prescindir de forma creciente de la intervención de agentes externos para su propia subsistencia o mejora de bienestar, lo que se consigue por medio de la continua acumulación de patrimonio y la generación de rentas pasivas del capital invertido.Una actitud financiera se estima más inteligente cuando se analizan los objetivos a medio y largo plazo que se quieren fijar para un proyecto y se comienza a predisponer la mente hacia su obtención. Si deseamos una seguridad económica no atada a un único salario, si deseamos retirarnos a una edad más temprana que la que nos fijan los estados, si anhelamos desarrollar actividades profesionales que nos satisfagan o emprender nuevas aventuras empresariales, si queremos más tiempo para pasar con nuestra familia, si buscamos la mejor educación para los hijos, etc., seguramente debamos acometer cambios en nuestras vidas, en cómo llevamos nuestras finanzas familiares.

Grosso modo, en el estudio se recomienda realizar un análisis de la situación económica presente para poder establecer metas más realistas a medio/largo plazo. Cuál es el punto de partida: fuente de obtención de nuestros recursos, aplicación de los mismos. Si ya sabemos "qué queremos ser" y dónde estamos, se dará comienzo a un plan o presupuesto financiero en el que se pongan hitos, metas y evolución del mismo, se estudiarán las expectativas de ingresos y gastos futuros, etc. Esta planificación debe realizarse paso a paso y de forma realista

La magia de la capitalización compuesta gravita en su capacidad de multiplicar el capital en progresión geométrica. España, desde su integración en la Unión Europea en 1986 hasta 2005, ha conseguido una revalorización media anual del 16,4% en la Bolsa de Madrid. La inflación media durante esos años fue del 5,3%. Un fondo de inversión que replicara esta tendencia habría obtenido, en términos reales, una remuneración del 11,4%. (Estos porcentajes son similares, en algunos casos algo inferiores, en los países avanzados). Si nos detenemos a emplear la fórmula que calcula el valor final de una renta (compuesta) constante (C) a un tipo de interés real fijo (i) durante n años [C.((1 + i)n – 1) / i], observaremos que con el paso del tiempo (n) las ganancias son muy superiores a las que se derivarían de una progresión lineal (una línea recta). Esto se debe a que si nosotros realizamos una aportación anual de 1 euro en un fondo de inversión con una revalorización media del 10% nominal durante varios años, estaremos acumulando las ganancias cada año y estas se sumarán a las propias aportaciones periódicas. Si yo aporto ese euro el primer año, al final del mismo obtendré 1,1 euros; este monto se suma al siguiente euro que invierto, teniendo a principios del segundo año, 2,1 euros. Al final de dicho periodo, dispondré de lo mismo más el 10% de dicha cantidad. En definitiva, se trata de una progresión geométrica que presenta una expresión como la que vemos más arriba.

Esto nos revela otra gran máxima. Cuanto antes comencemos mejor. Aparte de por una cuestión de actitud –los hábitos se adquieren mejor cuando somos jóvenes– porque este aspecto resulta clave si queremos disponer de rentas pasivas cuantiosas e incluso a edades tempranas. La obtención de rentas vitalicias, aquellas que se generan de forma autónoma, es el gran acicate de la sociedad de propietarios.

Para ilustrar las cuantías que nos puede ofrecer un escenario medio, ni demasiado optimista ni pesimista, vamos a simular qué podría alcanzar un trabajador que empiece con el hábito de ahorro e inversión a una edad temprana, a los 25 años, y que separe anualmente 6.000 euros (1 millón de pesetas) durante los siguientes 20 años con el fin de invertirlos. Si su inversión capitaliza a un 10% nominal (este porcentaje es algo inferior a la revalorización de la bolsa de Madrid de los últimos 20 años), dispondrá de un patrimonio de 57,3 millones de ptas. con 45 años, lo que, ajustado a un 3% de inflación anual promedio, se quedaría en unos 41 millones de las pesetas actuales.

Tabla de revalorizaciones

Si a partir de los 45 años ya no pudiera o quisiera apartar más ahorro anual debido, por ejemplo, a responsabilidades familiares, esos 41 millones se convertirían, en los siguientes 10 años, capitalizados también al 10% nominal anual, en 148,5 millones de pesetas corrientes, que serían 80,7 millones de pesetas con un poder adquisitivo como el actual. Con ello, a partir de los 55 años de edad, este individuo podría empezar a percibir una renta pasiva de 5,6 millones en términos reales al año para su consumo, lo que se obtiene como rédito del 7% anual de todo su capital acumulado. Recordemos que este ejemplo está realizado con una hipótesis realista–conservadora de un 10% nominal de rendimiento anual de las inversiones. Sin necesidad de gran especialización.

Si los impuestos y las regulaciones no fueran tan gravosos, disminuirían las trabas a la creatividad individual, podríamos mejorar socialmente con más facilidad, disfrutaríamos de más ahorro nacional, más productividad y crecimiento económico y empresarial, lo que redundaría en beneficio de los individuos, ya sea como empresarios, empleados, accionistas o inversionistas y consumidores. Es por ello que el informe incluye un número de propuestas de reforma que sin ánimo de ser exhaustivoincluirían:

  • Eliminación de los requerimientos y regulaciones incapacitantes (licencias, permisos, informes asignados a burócratas con claro sesgo anti-crecimiento como los estudios obligatorios de impacto medioambiente, prohibiciones y monopolios...) en la puesta en marcha y funcionamiento de empresas y procesos productivos.

    Y es que la legislación, además de prolija, puede ser caprichosa hasta llegar a hacer prácticamente imposible la producción en un determinado sector. Además, los distintos gravámenes por actividad económica condicionan los sectores en que los individuos comienzan a desarrollar su actividad. El estudio de la normativa o el asesoramiento de los expertos cuesta tiempo y dinero (proporcionalmente más para las empresas pequeñas que no pueden diluir el coste entre un gran volumen de producción).

  • Reforma del IRPF eliminando los tramos que desincentivan la movilidad social, dejando un único tipo de en torno al 12%, fijando un mínimo exento.
  • Eliminación del impuesto a las ganancias patrimoniales generadas en más de un año en su totalidad o, al menos, la completa exención del mismo en caso de que las compras de activos superen a las ventas del periodo. De esta forma, se homogeneizaría el tratamiento del que gozan las herramientas de inversión de los grandes patrimonios –simcavs– o los propios fondos de inversión colectiva pudiendo ser el pequeño accionista el que se beneficiara de formar su propia cartera pudiendo ahorrar hasta un 2,5% en comisiones.
  • Eliminación del Impuesto sobres Sucesiones y Donaciones (el ISD) entre familiares directos
  • Eliminación del Impuesto sobre el Patrimonio o al menos exención del 100% de ambos impuestos para los casos en que la base imponible sea inferior a los 2 millones de euros.

El informe incluye en su parte final una comparativa entre el modelo de sociedad de propietarios propuesto y la sugerida "renta básica" socialista que supuestamente aspira también a dotar al ciudadano de independencia financiera.

Para concluir destacamos que en el trabajo ya se anticipan y da respuesta a alguna de las previsibles críticas provenientes del campo socialista en el sentido amplio de la palabra.

Por una parte, si bien es cierto que la Bolsa de valores, los inmuebles y otros instrumentos de inversión están sujetos a los vaivenes del mercado, el hecho de periodificar sistemáticamente la inversión durante un número grande de años amortigua dichos vaivenes –se compra barato, caro y normal– quedando como resultado final de la revalorización el crecimiento real de la economía puesto de manifiesto a través de los activos y rendimientos de las empresas. Por otro lado, criticar lo azaroso del crecimiento capitalista para defender el sistema público de pensiones o servicios sociales es ignorar que toda la financiación de estos últimos procede de aquel. Si la economía llegase a entrar en dicha grave recesión de larga duración, el sistema público se enfrentaría a un número muy elevado de desempleados y pensionistas sin la suficiente recaudación fiscal y con su capacidad de endeudamiento agotada. No se trata pues de elegir entre crecimiento económico o redistribución, sino en decidir si hacemos posible que florezca el primero o seguimos poniéndole cortapisas.

Tampoco es cierto que la sociedad de propietarios sea buena tan sólo para las clases medias, pero perjudicial para los más menesterosos. Este comportamiento financiero extendido a una buena parte de la población, correspondiente con la clase media y alta (un 60 o 70%), beneficiará a aquellos colectivos que aún no están en disposición de apartar montos cercanos a los 6.000 o 12.000 euros por familia y año. Los hábitos de ahorro, eliminación de gastos más triviales y de planificación y fijación de objetivos de las finanzas personales serán de gran ayuda para que, aun no llegando a una renta vitalicia muy elevada, su nivel de independencia sí se vea acrecentado con las inversiones realizadas. Asimismo, un incremento en la inversión de las familias medias implica más capital privado en la economía, lo que unido a la eliminación de barreras legislativas que debilitan la creación de empresas y contratación de nuevos empleados, así como la disminución o eliminación de impuestos que penalizan el ahorro familiar y las rentas del trabajo, elevarán la renta procedente del trabajo también para aquellos con ingresos más bajos, por un lado, por mejoras salariales y por menos voracidad impositiva. En la misma o siguiente generación, estos podrían sumarse plenamente al carro de la sociedad de propietarios.

El informe defiende una redefinición del ámbito legítimo de actuación del estado de bienestar al plantearse la problemática de los desamparados (aspecto que siempre es motivo de ansiedades entre la gran mayoría de la población). Es aquí entra en juego el principio de subsidiariedad del Estado. Tal esfera de actuación quedaría pues circunscrita a aquellos casos de incapacidad que, fruto del azar o la mala suerte, no queden totalmente cubiertos por el propio trabajo del ciudadano o la acumulación de capital (apoyo familiar, herencia, inversiones anteriores, etc).

No obstante, se repasan en el informe algunos de los muchos mecanismos privados con los que puede contar una comunidad para proveer de manutención a sus miembros cuando este se halla en el desamparo.

Raquel Merino es miembro del Instituto Juan de Mariana y editora de WebInversor.com.