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Privilegios, poder y control

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Texto 1

"Llegó a su colmo el antagonismo entre un ministro ignorante y terco y una clase vejada y ofendida, cuando frente a reiteradas protestas previas de los estudiantes, de los catedráticos y aun de la Asamblea Consultiva, compuesta en su totalidad por personas nombradas por el Gobierno, impuso éste un decreto concediendo a las Universidades clericales de Deusto y de El Escorial el derecho a que sus estudiantes se examinasen ante tribunales compuestos por dos profesores de sus respectivos colegios y uno de la Universidad. Ante este monstruoso engendro se alzaron los estudiantes de toda España, dirigidos por los de Madrid, donde se dieron cargas por la policía contra los estudiantes. El dictador cerró Universidad tras Universidad. Dimitieron sus cátedras cuatro eminentes profesores. Los desórdenes no cejaron y el dictador tuvo que rendirse, retirar el decreto y abrir de nuevo las Universidades. Cuando se abrió la de Madrid, el personal de la casa halló en el suelo del paraninfo el busto del rey, que solía presidir desde su alto pedestal las ceremonias universitarias. Los estudiantes le habían cortado la cabeza".

España, Salvador de Madariaga, libro tercero: El Reinado de Alfonso XIII, página 283


Texto 2

Artículo 35.3 Los concursos serán resueltos por Comisiones compuestas por cinco profesores del área de conocimientos a la que corresponda la plaza, de las cuales el presidente será un Catedrático de Escuela Universitaria o, en su caso, un Catedrático de Universidad, nombrado por la Universidad correspondiente en la forma que prevean sus Estatutos; un vocal será Profesor titular de Escuela Universitaria nombrado de la misma forma, y los tres vocales restantes serán designados mediante sorteo por el Consejo de Universidades y según el procedimiento que reglamentariamente establezca el Gobierno.

Ley de Reforma Universitaria, aprobada por el Partido Socialista Obrero Español en 1983


Texto 3

Artículo 57.4 Las pruebas de habilitación serán juzgadas por Comisiones compuestas por siete profesores el área de conocimiento correspondiente o, en su caso, afines, todos ellos pertenecientes al cuerpo de funcionarios docentes universitarios de cuya habilitación se trate, o de cuerpos docentes universitarios de iguales o superiores categorías. En el caso de que los miembros de las citadas Comisiones sean Profesores Titulares de Escuelas Universitarias, Catedráticos de Escuelas Universitarias o Profesores Titulares de Universidad deberán poseer, al menos, el reconocimiento de un período de actividad investigadora de acuerdo con las previsiones del Real Decreto 1086/1989, de 28 de agosto, de retribuciones del profesorado universitario, o norma que lo sustituya, y de dos de los mencionados períodos si se trata de Catedráticos de Universidad. Los miembros de las Comisiones de habilitación serán elegidos por sorteo público realizado por el Consejo de Coordinación Universitaria y según el procedimiento que reglamentariamente establezca el Gobierno. Actuará de Presidente el Catedrático de Universidad más antiguo o, en su caso, el Profesor Titular de Universidad o Catedrático de Escuelas Universitarias más antiguo. Las pruebas se celebrarán en la Universidad de adscripción del Presidente.

Ley Orgánica de Universidades, aprobada por el Partido Popular en 2001



Nos encontramos ante tres incuestionables fuentes históricas.

La primera, un fragmento del megaensayo "España" de D. Salvador de Madariaga, nos describe la situación de sublevación estudiantil que se vivió en España cuando el general Primo de Rivera concedió a las Universidades Privadas de los jesuitas y de los agustinos el "privilegio" de que sus alumnos se examinaran en tribunales donde estos colegios gozaban de una mayoría de 2/3.

La segunda, un artículo de la LRU, aprobada en trámite de urgencia por la aplastante mayoría absoluta del PSOE en 1983, donde se establece que el profesorado universitario será elegido por unos tribunales dominados en 2/5 por la propia universidad, favoreciendo la endogamia y la corrupción.

La tercera, un artículo de la LOU, aprobada por la mayoría absoluta del PP con el apoyo de los nacionalistas catalanes y canarios, donde se indica que el profesorado universitario debe ser seleccionado por una comisión de siete miembros escogidos por sorteo.

Las semejanzas entre la primera y la segunda situación son evidentes. Se otorga la capacidad de decisión (completa o cuasi completa) a miembros de la misma entidad, de manera que, en ambos casos, la ralea y la "denominación de origen" son más importantes que el mérito y la instrucción. El criterio de selección ha dejado de ser el "¿cuánto vales?" y se ha sustituido por el "¿de dónde vienes?" Difiere, por consiguiente, de la tercera fuente histórica, el pasaje de la LOU, en el que los jueces tienen orígenes dispares por lo que el único criterio ponderable es la aptitud del examinado.

No obstante, existe una diferencia fundamental entre el primer texto y los dos restantes: la postura de los estudiantes.

Si bien a principios del siglo XX existía una concepción clara del precepto liberal de "igualdad ante la ley", a finales de la misma centuria, ese noble paradigma parece ennegrecido. Cuando el vulgo juvenil se manifestó contra la LOU se situaba en una postura diametralmente opuesta a la de sus antecesores. Resulta dificultosa, pues, la cuestión sobre por qué la juventud hemos involucionado desde defender la igualdad de oportunidades y la meritocracia, en la década de los 20, hasta manifestarse en favor de los beneficios de casta y de los pactos endogámicos que perpetúan la impericia docente, a finales de los 90.

La explicación de todo esto, aunque complicada, sólo puede ser que se ha producido una regresión brutal del idealismo y de la dignidad adolescente. Se asume de plano, por primera vez, la imposibilidad de la igualdad de oportunidades; en consecuencia, las energías del estudiante ya no deben emplearse en estar mejor preparado que el resto, sino en partir desde una plataforma mejor ubicada. Para ello, es necesario, entre muchas otras cosas, la lisonja y adulación a los que tienen el poder de conferir esa posición. De ahí surgen las marchas anti-lou, o lo que es lo mismo, las manifestaciones públicas en apoyo del statu quo del profesorado (de su poder) y del mismo modo del único método por el que muchos de los allí congregados tendrían alguna posibilidad de alcanzar tan insignes puestos.

Resuelta la cuestión inicial, sólo queda explicar la explicación, es decir, determinar por qué se ha producido tan espectacular regresión. Puede que muchos se inclinen a asociarlo con aspectos inherentes a la sociedad capitalista, tales como la comodidad y la despreocupación producidas por un mayor poder adquisitivo. Sin embargo, no es razonable vincular la riqueza con un menor idealismo, puesto que, en todo caso, la primera sólo proporciona mayor cantidad de medios para implementar lo segundo.

Por ello, se me ocurre una sola explicación aceptable y ésta es que la generación de estudiantes anti-lou son precisamente las excreciones adoctrinadas de la LOGSE: ahí radica, en efecto, la principal diferencia entre ambas situaciones históricas. No en vano, los productos ideológicos de una ley del PSOE que perseguía la mediocridad social, han ido cogidos del brazo con el PSOE en la defensa de la mediocridad universitaria.

No se puede acusar, por tanto, a la juventud ni de romper con el idealismo ni de abandonar la cruzada por una sociedad donde el individuo, y no condicionantes exteriores, sean el centro rector de su vida y de sus logros. Esta nueva juventud es totalmente coherente con los nuevos valores en medio de los cuales ha crecido. No combate por una sociedad mejor, simplemente porque le han hecho creer que ésta es la mejor sociedad posible, o al menos los patrones morales en los que se basa son el justo embrión de la sociedad perfecta. No nos encontramos ya, por ende, ante una juventud progresista (del latín PROGREDIOR, avanzar) sino ultraconservadora.

Ahí radica la clave de la muerte del idealismo juvenil y de su actual tendencia a sindicarse cuando se les insta a opinar sobre cualquier reforma educativa, delegando sus responsabilidades a una maquinaria de poder que aspira a controlar todo el "cuerpo estudiantil" (este neologismo es interesente, pues realza la idea colectivista de que la "suma de individuos" ha cambiado por la de "fusión de individuos" en una misma esencia: el sindicato). El estudiante se convierte en un elemento no-pensante, pues su raciocinio pertenece también al sindicato. Esta pereza y desencanto explican asimismo cómo es posible que los universitarios se manifiesten contra una ley que no han leído y de la que sólo conocen la versión masticada de sus nuevos cerebros (los jefes sindicales y políticos).

Si aquellos jóvenes valerosos, que salieron a las calles para defender su derecho a ser examinados en igualdad de condiciones que cualquier otro estudiante, observaran qué ha sido de los ideales por los que lucharon, sin duda, entrarían en un estado tal de frustración que los llevaría a calificar de nimiedades las arbitrarias decisiones del dictador militar. Y por su parte, es evidente que el dictador militar aplaudiría la genialidad de los ingenieros sociales que han urdido mecanismos de control tan eficaces. Todo digno del Gran Hermano más competente.

Como conclusión, podemos decir que si la LRU significó la escandalosa concesión de unos privilegios que permitieron la infiltración de politicuchos del Partido (con mayúscula), la LOGSE fue el somnífero que ha eliminado cualquier tipo de oposición estudiantil al cochambre de la LRU. Una dio el poder y la otra ayuda a mantenerlo. Así las cosas, la aprobación de la LOU puede ser tan sólo una brisa de aire fresco ante su futurible corrección por parte del PSOE con objeto de volver al statu quo ante, pues... ¿qué generaciones LOGSE se opondrán a ello?